La pistola y el corazón

En los años ochenta, el fotógrafo estadounidense Merrick Morton decidió retratar a las pandillas californianas. No era un tema de corrección política: realmente quería saber cómo vivían esas personas, en muchos casos, migrantes y pobres y clandestinos. Pensaba que la violencia es un concepto abstracto pero que, si se contaba la historia desde un punto de vista cercano, se abrían interrogantes que terminarían interpelando cualquier abstracción. Comenzó a llamar a abogados de oficio después de enterarse de que podría ser esa una manera de llegar a quienes no querían ser puestos bajo la luz pública. “Les dije a los abogados que estaba trabajando en un ensayo de fotografía documental sobre las pandillas callejeras de Los Ángeles. Eso es todo”, recordó. Así llegó a la pandilla Maravilla en el este de Los Ángeles. En 1981, Morton comenzó a fotografiarlos en el centro recreativo de Obregon Park, donde había instalado un estudio portátil. Junto al defensor público Gerald Ivory, grabó entrevistas con varias personas de esos barrios. Esas fotos ahora forman parte de Un-Rehearsed, la primera retrospectiva de las fotos de Morton, que se expone en la galería Eastern Project de los Ángeles. “Mi papá dijo que este tipo apareció con una cámara y quería saber de nosotros”, dijo Breanna Quintero, quien asistió a la inauguración de la muestra. Su padre creció en Carson y Morton lo fotografió a principios de los años '80. “Los chicos del barrio, como mi papá, no tenían cámaras porque no podían pagarlas. Entonces estoy agradecida de que Merrick pudiera fotografiar a mi familia, contar cómo crecí”, dijo Quintero. De hecho, el fotógrafo empezó a ser conocido así, como “el tipo”. La muestra incluye además imágenes tomadas en México ya que Merrick se transformó en referente de la fotografía chicana. Hay postales de cárceles y hospitales pero también, retratos luminosos de vida cotidiana. Aunque en todas las fotos subyace una zona de inquietud y peligro.

El pulpo negro

En 1997, en la zona de Cornualles, en Inglaterra, un barco de transporte perdió una carga singular en medio de una gran tormenta: miles y miles de pequeñas piezas de Lego. Desde entonces, la gente de la zona se dedica a buscar estas piezas como si fueran pepitas de oro. Uno de los expertos en estas búsquedas es Liutauras Cemolonskas, un chico de 13 años que ya lleva atesoradas 789 piezas perdidas y que, de paso, también tiene una colección de restos fósiles marítimos. La noticia es que acaba de encontrar uno de los Lego más raros: un pulpo plástico negro que es una suerte de santo grial de los Lego perdidos. Y es que, según diversos cálculos, en la carga que se cayó al agua había 352.000 pares de aletas, 97.500 botellas de buceo y 92.400 espadas. Pero los pulpos son los objetos más preciados, ya que sólo 4.200 estaban a bordo. El hallazgo ocurrió en una playa de Marazion. “Llevamos dos años buscando ese pulpo, no es fácil encontrarlo por su rareza y la verdad, teníamos pocas esperanzas de dar con uno”, dijo el padre de Liutauras, Vytautas Cemolonskas, de 36 años. Una amante del mar y guardavidas, Tracey Williams está detrás del proyecto Lego Lost At Sea, que ha pasado años buscando las piezas de plástico desde que se cayeron en el océano. Dijo que encontró un pulpo en 1997 y no recuperó otro hasta 18 años después. “Creo que hay algo bastante mágico en el hallazgo de estos pulpitos porque se los considera piezas rarísimas”, agregó.

La flor de mi secreto

El Museo Jane Austen compró en una subasta el año pasado un manuscrito de 78 páginas que perteneció al hermano de Jane, Francis William Austen, almirante de la Royal Navy, junto con una colección de dibujos y acuarelas. La importancia del manuscrito es que, especulan, allí no sólo da cuenta de carrera, sino también de la relación con su familia. Los curadores del museo creen que además puede arrojar luz sobre la escritura de Austen. De hecho, Francis fue inspiración para varios de sus personajes masculinos, incluidos el Capitán Wentworth y el Capitán Benwick en Persuasión, así como William en Mansfield Park. Además, en las cartas que intercambiaban, ella le mencionaba a menudo en qué estaba trabajando. El problema es que la caligrafía de mister Austen es ilegible. A tal punto, que el museo ha pedido al público que ayude con su transcripción. El desafío entusiasmó a la comunidad y el personal del museo debió suspender por un tiempo las solicitudes porque el número de voluntarios superó cualquier expectativa. “Es raro que salga a la luz nuevo material de la familia Austen”, dijo Sophie Reynolds, directora de colecciones del museo. “No se sabe muy bien qué hay allí, por lo que nos resulta emocionante averiguarlo”, agregó. Frente a la posibilidad de recurrir a inteligencias artificiales, explicó que sí, que también es la idea. Pero que no por eso van a renunciar al trabajo artesanal de quienes están apasionados con la vida y la obra de los Austen.

Al hueso

La batalla de Waterloo sigue teniendo secretos casi dos siglos después de haber ocurrido, en 1815. Miles de soldados franceses murieron en una derrota decisiva para Napoleón Bonaparte, junto con el deceso de cientos de tropas inglesas. Después de la batalla, la mayoría fueron enterrados donde cayeron o en fosos masivos. Aún hoy, los arqueólogos que examinan Waterloo se hacen una pregunta importante: ¿dónde están todos esos cuerpos? Se estima que ese día murieron unos 20.000 soldados, pero se han descubierto muy pocas tumbas durante las búsquedas arqueológicas que han seguido activas en las últimas dos décadas. Desde 2012, sólo se han encontrado dos esqueletos en el famoso campo de batalla de Bélgica. Ahora, un nuevo libro plantea una teoría inquietante sobre lo que pasó con todos los esqueletos: fueron desenterrados y utilizados como materia prima en las fábricas. Los historiadores Bernard Wilkin de Bélgica y Robin Schäfer de Alemania sostienen que los huesos de los muertos en Waterloo (y los de muchas otras batallas en Europa, África e incluso Estados Unidos) pueden haber sido molidos para producir fertilizantes para la agricultura y filtrar azúcar. Bones of Contention: The Industrial Exploitation of Human Bones in the Modern Age examina la exhumación clandestina de cientos de miles de esqueletos de campos de batalla y cementerios, principalmente en el siglo XIX. Se cree que esa práctica continuó hasta el siglo XX, cuando es posible que se exhumaran huesos de los muertos de la Primera Guerra Mundial. “Sabemos con certeza que hubo excavaciones ilegales en Francia después de esa guerra”, dijo Wilkin en una entrevista. “Es muy probable que los huesos estadounidenses también fueran a las fábricas”. Durante décadas ha habido rumores de que los huesos de los soldados muertos en Waterloo fueron desenterrados para su uso en procesos industriales. Hace años, Wilkin y Schäfer comenzaron a investigar esto examinando manuscritos y cartas en museos. Descubrieron numerosas referencias a la práctica, incluso informes legislativos para restringir estas prácticas. “Las pruebas son abrumadoras”, dijo Schäfer en una entrevista. “Existen pistas en varias fuentes locales, incluso en la policía. Ni siquiera entonces fue algo que tomara demasiado estado público porque era ilegal y estaba mal visto”. Waterloo, asegura Wilkin, es apenas la punta del iceberg de un tráfico ominoso que durante mucho tiempo probablemente haya tenido escala mundial. Como las guerras mismas.