Honrar a sus héroes con el paso del tiempo ha definido a los pueblos y nada haría olvidar -a más de cuatro décadas- los años de Malvinas, donde el corazón de cada argentino estuvo representado por algún conocido, vecino, hijo o hermano. Aquella gesta, que aún despierta sentimientos de ambigüedad en su razón de ser, desató sensibilidades en el deporte como expresión nacional, creando cánticos y rivalidades internacionales, estadios bautizados y torneos homenajes; algo que se trasladó al mundo de los fierros gracias al Turismo Carretera. Así fue que un ambicioso objetivo se cumplió hace un tiempo, cuando el TC conmemoró sus 80 años de historia desde su primera carrera (en agosto de 1937) con un desfile en el autódromo de Buenos Aires, donde uno de los Mirage Dagger que se utilizó en la Guerra de Malvinas se exhibió ante una multitud, para luego descansar junto a las reliquias del Museo del TC.
A los lados se ordenan los vehículos de la emblemática competencia "Buenos Aires - Caracas" y su posterior evolución hacia cupecitas modificadas, autos compactos, prototipos y los que se han visto correr en las rutas y autódromos durante los últimos años. El archivo se aprecia con los cinco sentidos, viendo las máquinas y percibiendo el característico aroma de taller, algún osado podrá palpar el capó de su ídolo y, con algo de suerte, oirá ronronear un motor. El gusto queda limitado a los verdaderos fanáticos, que afirman cómo se les hace agua la boca de solo ver la historia de su pasión con un pantallazo. Pero el Museo del TC es diferente a cualquier otro por una singularidad. Todas sus piezas, recuperadas para mantener vivas las raíces de la categoría más longeva del mundo, parecen rendir pleitesía, rodeando y mirando con sus faros busca-huella al invitado alado. Originalmente israelí, evolución del Mirage III francés, el avión se ubica en el centro de la escena con la identificación C-416 y la silueta de las Islas Malvinas en el lateral derecho del motor.
Ninguna catástrofe es necesaria y, amargamente, lo entendió el TC con más de un centenar de vidas perdidas en la vehemencia de las carreras entre pilotos y acompañantes. Es la historia que se refleja en esta exposición, entre lauros y desgracias que llevan a la reflexión y honra de sus protagonistas. Tal vez por ello la Fuerza Aérea Argentina autorizó el comodato y traslado desde la VI Brigada Aérea de Tandil para que el Dagger, que años después de la guerra se actualizó para ser Finger, sea apreciado por la populosa afición del TC. En conjunto, ya habían llevado un Torino sobre un Hércules hasta la Antártida, en 2015, comenzando una relación entre las entidades que, respectivamente, abrieron caminos de la patria corriendo por rincones inaccesibles y, la otra, con aeronaves intrépidamente tripuladas. Gustavo Aguirre Faget y Luis Demierre (Boxer y Pato), fueron dos pilotos que acompañaron el acto de entrega, en octubre de 2017, donde Hugo Mazzacane, aún hoy presidente de la ACTC, recibió el emblema.
El Mirage Dagger C-416 llegó a Argentina en abril de 1979 y durante el Conflicto del Atlántico Sur formó parte del escuadrón aeromóvil que participó en misiones de combate. Hubo vuelos con instructores en unidades biplaza y en pleno uso de sus dotes fue capaz de llegar a un techo de servicio de 55 mil pies donde, según los testimonios, se aprecia la curvatura de la tierra. No solo es esbelto en sus formas sino que podía alcanzar el doble de la velocidad del sonido, Mach 2.2 al superar los 2.300 km/h.
Tras el desembarco del 2 de abril de 1982 pintaron franjas amarillas en las alas para que la artillería antiaérea argentina reconociera los aviones y todo tipo de sensaciones se enfrentó en sus tareas de patrullajes, bombardeo o distracción de enemigos. El poderoso supersónico podía salir con dos bombas de 250 kilos y tres tanques de combustible a tope, por lo que fue puesto en valor criteriosamente, tal cual voló. Hoy, esta unidad goza del merecido retiro en un lugar privilegiado donde se aprecia el equipo de vestimenta que se usó en Malvinas, incluyendo un traje interno para el agua por si fuera necesario.
Se exhibe en el Museo del Turismo Carretera, ubicado dentro del autódromo "Roberto Mouras" de La Plata, de fácil acceso en el KM 49 de la Autovía 2 aunque su ubicación desde la ruta es difícil de hallar a simple vista y sea práctico un GPS para llegar por primera vez. La entrada es libre y gratuita, informaron, los sábados y domingos de 10 a 15 horas pero puede variar la condición en caso de haber competencias; por lo que será oportuno contactar al teléfono (0221) 15-621-6286 para mayor información.