La Inteligencia Artificial genera preguntas, desafíos, vértigos, esperanzas y amenazas. Más allá de la subjetividad de cada quien, en esta época del siglo XXI se vertebra como uno de los imanes más potentes que orienta el camino de la ciencia y la tecnología. Desde noviembre de 2022, con la irrupción del Chat GPT, los avances que antes se ensayaban en laboratorios híper sofisticados se volvieron masivos al popularizarse. Así es como las sociedades, entre el espanto y la algarabía, advierten el galope de las máquinas que aprenden automáticamente y que desplazan la frontera de lo conocido. En este marco, se publica Ok, Pandora, la primera novedad editorial del año para la editorial El Gato y la Caja. Una publicación que invita a “preguntarnos sobre las formas en las que la inteligencia artificial está cooptando nuestras vidas” y que está en formato papel y disponible gratis en su plataforma.
El libro explora la IA a partir de seis ensayos escritos por especialistas en el rubro: Consuelo López, Tomás Balmaceda, Maximiliano Zeller, Julián Peller, Carolina Aguerre y Enzo Tagliazucchi. Personas que hincan la cuchara al tema desde ángulos bien disímiles como el histórico, el tecnológico, el filosófico y el sociológico. Los seis capítulos que orientan y articulan el libro son Breve historia de la IA; IA generativa y disrupciones; IA y transhumanismo; IA y riesgo existencial; IA y esfera pública; IA y conciencia.
El editor, Juan Cruz Balian, cuenta a Página 12: “Al comienzo pensábamos en la IA como algo que avanza muy rápido, un fenómeno que a los dos meses podría cambiar las reglas de juego y mutar con velocidad. Esto no se llevaba muy bien con un proyecto editorial que puede demandar varios meses y hasta un año de trabajo. Luego, advertimos que más allá de los avances tecnológicos, y los cambios en los modelos y lenguajes, existen cuestiones de fondo que tienen que ver con grandes temas de la humanidad, que estaban en diálogo con la IA y que no estaban resueltas en absoluto. Había preguntas que valía la pena contestar mediante un libro”. Interrogantes tales como la trascendencia del ser humano, la infinidad, o bien, la posibilidad de crear una conciencia.
Un dato a destacar es que, como acostumbran desde El Gato y la Caja, la experiencia gráfica vinculada al libro es acompañada de una digital. En Ok, Humano, los usuarios de carne y hueso y las máquinas deben reconocer emociones en imágenes recortadas de rostros. Quien identifica de manera correcta más emociones gana.
El presente ya es historia
En el capítulo “Breve historia de la IA” Consuelo López hace un repaso del campo, con el objetivo de cualquier recorrido más o menos cronológico: mostrar que las cosas son de un modo, pero bien podrían haber sido de otro. Probablemente, uno de los desafíos más relevantes del libro en la medida en que se trata de realizar una recopilación sobre algo que nunca deja de avanzar y a un ritmo frenético. Además, se encarga de desmenuzar conceptos básicos que luego contribuyen a una lectura más ajustada del resto de los capítulos.
En el caso puntual de la IA, pareciera como si la historia hubiese iniciado de manera reciente. Al respecto, López amplía a Página 12: “Lo importante es recuperar procesos porque eso permite advertir cómo se llega a los lugares. Si bien el chat GPT es la herramienta tecnológica con la penetración más rápida de la historia, la IA existe desde hace muchos años más”.
Y continúa con su reflexión: “Vemos que, en un primer momento, a varios desarrollos que trabajaban sobre la chance de imitar capacidades que hasta ese momento eran únicamente humanas los nombraron como ‘inteligencia’. Ese puntapié me ayudó a intentar definir qué es lo que se entiende por el concepto y hacia qué lugar vamos en el futuro”. Este capítulo tal vez sea el más “optimista” de la serie. Confía en que la IA es clave para ampliar las capacidades humanas y automatizar tareas que en el pasado hubieran demandado muchísimo más tiempo. El tema tiene luces y es correcto referirlas.
¿Más que humanos?
Maximiliano Zeller, por su parte, se encarga en uno de los capítulos más jugosos al explorar el transhumanismo. Consultado por este diario, lo define de este modo: “Es creer que las tecnologías nos pueden salvar, en el sentido más religioso del término. Podemos evitar tanto el envejecimiento, las enfermedades, o incluso de la misma muerte”. Algo así como ingresar en el paraíso, en un espacio en donde el dolor y el sufrimiento pueden evitarse.
“La creencia transhumanista se funda en un mito que indica que no solamente es posible, sino que además está cerca. Ya no pensamos en términos de miles de años, sino de pocos años. Esto será así en la medida en que se financien los proyectos de quienes impulsan las ideas”, comenta Zeller. En el libro, el autor diferencia un transhumanismo de corte 'académico', que agrupa a muchos intelectuales de línea heterogénea que solo tienen en común el uso de tecnología para una mejora; de otro transhumanismo --el central para el capítulo-- sostenido por los referentes de Silicon Valley, como Elon Musk, Mark Zuckerberg y Sam Altman.
De acuerdo a lo que comparte Zeller, los tres, con más o menos diferencias, creen en la idea de “una salvación individual y lucrativa”. “Básicamente, confían que en el futuro puede haber una nueva catástrofe impulsada por el cambio climático, o bien, por una pandemia. Por ello, lo que hacen es invertir más tecnología como la IA a partir de sus propias compañías”, sostiene.
En el último tiempo, se conoció el proyecto de Neuralink, la firma de Musk que inserta chips en el cerebro de las personas. Tecnologías pequeñísimas que permiten jugar videojuegos sin la necesidad de mover un joystick. También, refiere Zeller, está Zuckerberg que insiste en la creación del metaverso, a través de “un personaje virtual que reemplace tu persona real”. Altman, por último, parece ir un paso más allá: “Quiere crear una IA más inteligente que los propios humanos y ello podría conducir a un punto de no retorno. Una nueva era para la humanidad y la bienvenida a la transhumanidad”, ejemplifica.
Ni tan inteligente ni tan artificial
A lo largo de toda la publicación, se propone una reflexión acerca de la otra cara de la IA. “Estamos todos deslumbrados, las tecnologías nos ayudan un montón; pero también hay que entender que no es ni tan inteligente como muchos quisieran creer ni tan artificial, en la medida en que hay muchos humanos trabajando detrás de cada desarrollo”, explica López. Se refiere a programadores y especialistas en sistemas, pero también a personas que trabajan en la clasificación de datos, insumos básicos para que los desarrollos en el rubro ganen especificidad.
En esta línea, Zeller contribuye a cuestionar un segundo mito. Además de no ser ni muy inteligente ni muy artificial, tampoco es cierto que esté al alcance de todas las personas. “Se suele decir que una vez que la tecnología se desarrolla, luego termina volcándose a la sociedad. Sin embargo, si uno ve los ejemplos históricos, la verdad es que no pasa: la escritura se inventó hace 4 mil años y recién hace menos de 100 años una gran parte de la población sabe leer y escribir”, destaca. Por este motivo, quienes primero adopten las tecnologías serán los miembros de una elite rica y después habrá que ver de qué manera alcanza a los demás. Para que la población pueda apropiarse se requiere de la política que garantice el acceso, y ello no siempre sucede necesariamente.
Ok, Pandora es un libro que enseña a abrazar los grises, las posturas intermedias, a valorar los argumentos en varios sentidos a la vez. En definitiva, enseña a no casarse con fundamentalismos de los que en poco tiempo sería deseable divorciarse. Balian lo sintetiza de esta forma: “Intentamos abordar un problema complejo a partir de una multiplicidad de miradas, de una interdisciplina muy marcada. Hay personas que consideran que la IA es un problema por una razón, por otra o, incluso, están las que ponderan las ventajas”.
Contradicciones naturales que enriquecen el debate en torno a un tema que, si bien ha explotado en el último tiempo, aún requiere años de reflexión.