Los conflictos armados contemporáneos en campos y ciudades colombianas, no sólo reafirman el carácter estructural de las guerras en el país, sino que rebasan la vieja tesis marxista que concibe a la ‘’violencia como partera de la historia’’, imponiéndola, así como un conjunto de prácticas de relacionamiento social para la imposición de un régimen político gansteril, la acumulación ecoetnocida del capital, la yuxtaposición de ordenes fácticos dentro de la institucionalidad del Estado y la aniquilación de la diferencia como elementos estructurantes y prácticas que atraviesan y caracterizan la historia nacional.
Cada territorio en Colombia arrastra un largo y sucesivo reciclaje de guerras, guerreros, víctimas, héroes, heroínas, muertos y fuerzas que se enfrentan por el control territorial y político de alguna región. Así la violencia no sólo es la partera, sino la arquitecta de nuestro orden societal.
En ese sentido, cada coyuntura histórica alterna los escenarios de guerra. Sin embargo, las guerras por el San Juan, subregión del Departamento del Chocó en el Pacifico colombiano, revela uno de los escenarios más complejos de la geopolítica colombiana, al relacionar actores armados de diverso origen político, pueblos étnicos con territorialidad colectiva y una gran resistencia comunitaria a las lógicas ecoetnocidas y saqueadoras de la confrontación armada.
La subregión del San Juan conformada por los municipios del sur de Chocó, Sipí, Novita, Medio San Juan, Cantón del San Pablo, Cértegui, Condoto, Istmina, Río Iró, San Jose del Palmar, Tadó y Unión Panamericana, se encuentra atravesada por diversas guerras para el control poblacional, territorial y económico de la minería ilegal, la deforestación y los corredores de abastecimiento, tráfico y producción de drogas ilícitas para la acumulación de capital y control geoestratégico de la región, de las que participan grupos guerrilleros como el Ejército de liberación Nacional (ELN), grupos paramilitares como las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) y, residualmente, participan grupos armados organizados más pequeños utilizados para copar territorialmente los centros poblados de vereda y cascos urbanos municipales.
El contexto de guerra generalizado en la región está marcado por el despojo territorial de territorios colectivos de comunidades negras e indígenas, la instalación de minas antipersonales en caminos comunitarios ancestrales, el control armado sobre los corredores de movilidad del narcotráfico, enfrentamientos armados permanentes dentro y en los alrededores de las comunidades, paros armados declarados y no declarados que hacen que los pueblos negros e indígenas que habitan y poseen la titularidad ancestral y colectiva de la región padezcan una crisis humanitaria ecoetnocida que amenaza su pervivencia étnica.
La crisis humanitaria hace que todas las comunidades étnicas de la región del San Juan, estén confinadas, con restricciones a la movilidad, sitiadas por campos minados (sólo en el mes de abril, van nueve víctimas), en medio de fuegos cruzados de alto impacto, en riesgo considerable de destierro forzado y de ser víctimas de graves violaciones a los derechos étnico – territoriales y a la vida.
Es un proceso de extinción física y cultural, un etnocidio que impide navegar por los ríos, la siembra y cosecha de los cultivos de pan coger, el comercio y la movilidad para el acceso a servicios básicos como la salud y la educación. Las comunidades son obligadas a permanecer confinadas en sus caseríos, debido a la tensión generada por el enfrentamiento entre guerrilla y paramilitares.
Las organizaciones étnico – territoriales del San Juan, claman por acciones de desminado humanitario y un cese al fuego multilateral que involucre a la totalidad de actores armados presentes en el territorio. Pues, tal como dice una de las lideresas del Consejo Comunitario General del San Juan (ACADESAN), frente al último accidente de minas antipersonas, ‘’Podría haber sido yo’’.
Sin un acuerdo de paz o de humanización del conflicto, las comunidades seguirán padeciendo los horrores de una guerra enfrentada a sus estrategias de resistencia cultural contra el ecoetnocidio.
*Doctor en Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad Nacional de Colombia.
Publicado originalmente en www.diaspora.com.co