El film muestra cómo el director afroargentino José Agustín Ferreyra fue un verdadero pionero e inigualable dramaturgo de su época. Podemos decir sin exagerar que se adelantó al menos una década al neorrealismo italiano, filmando en exteriores a verdaderos obreros en la construcción del Puente Alsina, cruce del Riachuelo entre Pompeya y Valentín Alsina. El tango ejecutado por músicos que navegan por el Riachuelo son el soundtrack perfecto que refleja el conflicto que enfrentan los amantes: ella es una mujer que lejos está de entender cómo es la vida en la pobreza y la miseria cotidiana.
Lidia es la hija del ingeniero a cargo de la construcción del Puente Alsina. Al verse forzada a casarse con su novio Alfredo, se escapa de la escena y posteriormente, es rescatada al caerse al río, por Edmundo, un obrero que sin pensarlo se tira a salvarla y le brinda asilo en su humilde hogar. Así es que se irán conociendo mientras Edmundo le muestra un vistazo de lo que es vivir para la clase trabajadora. A su vez, a la comedia romántica se suma una subtrama política que reflexiona en torno a los avances del capitalismo en esos tiempos. Uno de los capataces es convencido por la competencia extranjera de organizar una huelga para boicotear la construcción del nuevo puente, pero Edmundo atento, levanta el oído y en secreto se entera del plan.
Puente Alsina se anticipa también al peronismo. Ferreyra alcanza a visibilizar la lucha obrera y a dramatizar qué significa que el trabajo dignifique. El eterno dilema del pibe chorro y el gil laburante con las imperdibles escenas cómicas de Puente Viejo, un personaje entrañable interpretado por Miguel Gómez Bao. En contracara, la conciencia de clase de Edmundo enfrentándose al cipayismo de su colega. En uno de los diálogos elaborados especialmente por Marcos Bronenberg, se llega a escuchar en boca del enemigo “El dinero no tiene patria”, palabras que hoy día siguen resonando tan actuales como el drama que provoca el modelo neoliberal y la especulación financiera en contraposición al fomento de una industria nacional y popular.
Por último pero en primer plano, Puente Alsina (y el cine de Ferreyra en general) visibiliza la lucha de las mujeres, llevando a la gran pantalla un melodrama con tintes cómicos cuya protagonista es una mujer que se niega a seguir el mandato masculino.
Basado en el tango homónimo escrito por Benjamín Tagle Lara en 1927, el artista afroporteño logra transmitir al nitrato cinematográfico la nostalgia por “la tradición que se pierde” y la desconfianza que traen consigo el progreso y la modernidad personificados en el nuevo Puente. Recomendadisima filmografía de los comienzos de nuestro cine, nacional y popular, que nada tiene que envidiarle al cine extranjero de aquellos años, gracias al gran exponente que fue, es y será el maestro afroargentino José Agustín Ferreyra.