El 6 de mayo de 2024 se conmemora el nacimiento de Sigmund Freud, quien pensó que sería recordado a partir de su revelación acerca del enigma de los sueños. En una visita a la casa en la que tuvo el célebre sueño de la inyección de Irma, imaginó que en la posterioridad se colocaría una placa de mármol con la siguiente inscripción: “En esta casa, el 24 de julio de 1895, le fue revelado al doctor Sigmund Freud el secreto de los sueños” [1]. Si bien hoy Freud no es solo recordado por este descubrimiento, ya que su obra lo sobrepasa, creo importante evocar su lugar en la cura ya que suele olvidarse su relevancia. Se observa que, para los psicoanalistas, el sitial preponderante que tuvo para el creador del psicoanálisis parece haber declinado. Si bien hay sueños y sueños y no todos son reveladores, algunos, en general los que se repiten bordean, vía la interpretación, el núcleo de nuestro ser.

El sueño fue para Freud la vía regia de acceso al inconsciente, al punto de afirmar que quien no sepa explicarse la génesis de las imágenes oníricas, se esforzará en vano por comprender las fobias, las histerias, las obsesiones y los delirios. Tal el valor teórico que le otorgó que imaginó que al descifrarlo estaría en las filas de aquellos que trascienden, con sus descubrimientos, sus destinos como mortales. Su gran obra “La interpretación de los sueños” fue publicada en 1899, en su momento no tuvo buena repercusión, pero a lo largo del siglo XX su influencia trascendió el campo clínico para convertirse en fuente de inspiración de escritores, filósofos, cineastas y todo el movimiento surrealista. Y así, el año 1900 marca, ¿con la obra “La interpretación de los sueños” el origen del psicoanálisis con su método de interpretación?

Desde muy antiguo, los sueños se prestaron a ser interpretados ya que los hombres consideraban que conllevaban un mensaje benévolo u hostil, proveniente de potencias superiores, dioses y demonios. Ya en las primeras civilizaciones la humanidad ha considerado el sueño como un enigma inquietante. Lo ha transformado a la vez en soporte para una convención literaria, y en materia para una creencia supersticiosa. En todo el antiguo Oriente, como en la antigüedad grecorromana, se le ha considerado como el mensaje de un dios, quien por este medio pondría sobre aviso a los mortales sobre sus intenciones generales o acerca del destino que les reservaba. La historia bíblica nos da un ejemplo de este procedimiento en la interpretación dada por José del sueño del Faraón: las siete vacas gordas, sucedidas por otras siente vacas que devoraban a las primeras, constituye una sustitución simbólica de la predicción de siete años de hambre que habrían de consumir la abundancia que otros de prósperas cosechas produjeron en Egipto. Claro que esta interpretación simbólica es imposible en los sueños confusos desordenados, ilógicos.

Con Aristóteles, el sueño, más que ser un presagio de fuerzas exteriores al sujeto, es manifestación del alma del soñante, de ahí que Freud subraye que, para el estagirita el sueño es ya un objeto de investigación psicológica.

A partir del advenimiento de la ciencia, el sueño pierde su lugar como producto de la actividad psíquica para ser mera expresión de procesos somáticos. Fueron solo los filósofos y los poetas quienes le otorgaron un lugar negado por el cientificismo. Los filósofos y los poetas no minimizaron lo que el material onírico revela: Kant afirma que el sueño tiene por función descubrir lo que hubiésemos sido, de no mediar por la educación, Fichte opina que refleja más el ánimo que la vigilia, Schubert lo ve como una emancipación del espíritu del poder de la naturaleza. No es casual que Descartes, padre de la filosofía moderna e hito fundamental para el desarrollo de la ciencia moderna, rechazase al sueño por buscar una certeza que solo podía encontrar desprendiéndose de lo onírico, apreciado como engañoso. La ciencia no se interesaría por este producto, estimado en adelante por el romanticismo alemán que tuvo gran influencia en Freud. En explícita oposición a todos aquellos que juzgaron al sueño como algo ajeno a la ética del sujeto, Schopenhauer dijo que todos obramos en sueños conforme a nuestro carácter, Fischer afirmó que en los sueños se revelan nuestros más íntimos sentimientos.

Con la declinación del romanticismo y el desarrollo del pensamiento positivista que inscribió la sinrazón en el orden de la enfermedad, el sueño queda relegado al rango de un producto puro de la actividad cerebral. Freud combatió esta concepción, precedido por los trabajos de Alfred Maury, Albert Scherner y el marqués Saint Denys quienes, consideraron al sueño una expresión de la vida anímica.

Según un sucinto rastreo por la época anterior a Freud, vemos que los sueños se prestaron a una interpretación e incluso fueron ponderados como manifestaciones de lo más secreto del alma. ¿Cuál fue entonces el gran descubrimiento de Freud, ese que le hizo decir a Miguel Foucault que el texto La interpretación de los sueños, es, con El nacimiento de la tragedia de Nietzsche, y con El capital, de Marx, una de las tres obras fundamentales del mudo moderno? ¿Cuál el mérito, ese que le hizo afirmar a Freud que se trataba de su trabajo más acabado y que cuando tenía dificultades y vacilaciones con los problemas de las neurosis, recuperaba lucidez acudiendo a sus páginas?

El primer paso dado por Freud concierne a la naturaleza de la interpretación del sueño, cuyo método no se basa en referencias externas al soñante sino en las asociaciones libres que emergen en él durante el análisis. Su sentido no depende del capricho de un intérprete ajeno --como en la Antigüedad-- sino que se revela en ellas mismas, el soñante estará así en su origen. Sin embargo, el sujeto no es un autor que precede al relato, tampoco el sentido del sueño está detrás de lo que se profiere, el psicoanálisis muestra que la dimensión de profundidad está en la misma superficie. Es a partir de los sueños que Freud descubre que existe una “inteligencia inconsciente” y que para llegar a ella no es necesario saber bucear sino escuchar.

El lugar de la interpretación no se separa tanto de la ciencia en su método ya que lejos de ser arbitrario sigue una lógica que llevó luego a Lacan a conceptualizarla como la del significante. El lugar que Freud le otorga al develamiento del sueño muestra de qué manera su descubrimiento cabalga entre la intuición antigua y el rigor lógico del pensamiento científico. El lugar que Freud le otorga al develamiento del sueño muestra de qué manera su descubrimiento cabalga entre la intuición antigua y el rigor lógico del pensamiento científico.

Freud no se guía por el sentido aparente del sueño, tampoco por su sin sentido, ya que procede a descomponerlo, tomando a sus elementos y a las asociaciones emergentes no de acuerdo al sentido común sino como jeroglíficos en su calidad de letras. La clave de la interpretación no se halla en el campo del contenido manifiesto sino en el contenido latente cuya captura apunta a las cosas dichas y, a los mismos tiempos silenciadas. “Lo dije sin saber que lo decía” es lo que descubre el soñante cuando --vía transferencia-- se revela que no hubo “inyección de sentido” sino que el mismo estaba... allí. Llevado a cabo este trabajo del desciframiento, Freud concluye que el sueño es la realización de un deseo inconsciente. Tal aporte fue tan subversivo como el método de interpretación basado en las asociaciones y en su quebrar la significación convencional. El deseo en Freud no es el anhelo consciente ni sigue las aspiraciones de nuestros ideales, nos divide ya que indica una dimensión otra desconocida. Con el descubrimiento posterior de la pulsión de muerte habrá sueños que constituyen una excepción a este principio, sueños de castigo, sueños que conmemoran una situación traumática mas el sueño como realización de deseo no perderá su estatuto nodular. Si bien el sueño tiene un sentido que es interpretable, hay un límite a la interpretación, Freud arriba a un lugar donde el sentido parece fugarse y lo denomina “ombligo del sueño”. La metáfora es espléndida ya que el ombligo es como el de nuestro cuerpo, sitio que reenvía a lo desconocido, misterio de la vida, del deseo parental y de la sexualidad que nos trajo al mundo. El inconsciente es como una trama de elementos articulados, pero hay sitiales donde ella falta, el ombligo del sueño indica el límite de la representación.

Silvia Ons es analista miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Escritora.

Nota:

[1]Freud, S, carta a Fliess del 12 de junio de 1900, carta 137