Jorge Luis Borges decía, refiriéndose a Macedonio Fernández –a quien aseguraba haber plagiado con devoción- que sentía “la felicidad de saber que en una casa de Morón o del Once había un hombre mágico”. Así evocaba al escritor huidizo y difícil de encasillar, cercano a la filosofía, la ciencia, el humor y los juegos verbales. Un autor que se negaba a ser editado, comprometido en la creación de una novela eterna. Obra escrita por Enrique Papatino, Macedonio se está presentando en el Teatro Payró (San Martín 966), bajo la dirección de Enrique Dacal. Actúan Jorge Capussotti, Marcelo Sánchez y Beatriz Dos Santos. La música original es de Pablo Dacal, la escenografía y el vestuario, de Julieta Capece.

No pasa un año sin que Dacal no dirija, por lo menos, un espectáculo. Y si bien ya ha estrenado a muchos autores (Jorge Palant y Adriana Tursi fueron los dos últimos) tiene una especial predilección por Papatino, de quien ya lleva hechas diez obras. “Hay algo simbiótico entre su trabajo y el mío”, explica el director en la entrevista con Página/12, y agrega: “Éste es uno de sus textos más despojados y bellos”.

Lejos de ofrecerse como basada en la biografía del autor de Papeles de Recienvenido, dramaturgo y director se propusieron construir un “Macedonio oral”. No obstante, está presente el Macedonio que, tras la muerte de su esposa Elena de Obieta, deja a sus hijos a cargo de abuelas y tíos para residir temporariamente en pensiones y quintas, con el firme propósito de pasar inadvertido. En la obra, el personaje del autor no puede impedir que un escritor que lo admira lo visite para convencerlo de publicar sus textos. Por su parte, la dueña de la pensión jugará un rol decisivo.

Algo que advierte Papatino sobre el personaje de su obra es que resulta misteriosa la idea de un escritor que no le de valor a la palabra escrita y que “se incline por las perplejidades sin aparente derrotero estético”. Será Gómez, su visitante, quien deje que los espectadores comiencen a percibir quién es este singular sujeto. El registro actoral fue trabajado, según cuenta el director, mirando cine nacional, “donde se puede ver una actuación muy ceñida a las cuestiones técnicas de otra época”, según detalla, en referencia al sistema de sonido, que condicionaba por la posición alta o baja de los micrófonos, las voces y las posturas de los actores.

-¿Cómo es ese “Macedonio oral”?

-Se fue construyendo entre lo que se dijo sobre él y lo que él mismo dijo o escribió. Es una mezcla entre lo que fue su vida, o lo que se sabe de ella. Y de sus embustes, porque era un gran mentiroso. Le gustaba ese halo de misterio y excentricidad que había creado sobre sí mismo. La obra no tiene textos literales de él, sino que los parafrasea. Y toma todas sus obsesiones sobre el mundo poético, el amor eterno, la luna.

-El personaje de la obra dice detestar los libros…

-Sí, eso no lo dijo el Macedonio verdadero, pero esa afirmación tiene que ver con el descuido de su propia obra, el no querer editarla. Porque sí es cierto que muchos de sus textos fueron recuperados de entre las cosas que él iba dejando en los roperos de las pensiones donde vivía.

-¿Qué características tiene el personaje que pretende convencerlo para que publique?

-Gómez es un personaje que da a conocer la personalidad de este Macedonio. Es un salame, un ingenuo en el que vi a los personajes que hacían en el cine Sandrini o Pablo Palitos.

-¿Y Nicolasa, la casera?

-Con ella se produce una comunión muy fuerte. Si con Gómez se conocen los antecedentes de los elementos de su personalidad, con Nicolasa todo él entra en juego. La vida de Macedonio se da a través de su máquina de soñar. Para él, es más importante la idealización del amor que el amor mismo. Leyendo su obra y conociendo sus anécdotas es difícil pensar que Macedonio creía en el amor para siempre. Pero esto fue lo que le dio personalidad a su obra.

La situación actual

Dice Dacal sobre el teatro y el momento actual: “Arriba o cerca de un escenario es donde pasan y pasaron las cosas importantes de mi vida, desde mis 19 años. Es donde puedo pensar en algo que me puede trascender. En cuanto a lo que otros estrenan, por suerte me invitan, si no, no podría ir por el precio de las entradas. Quienes hacemos teatro estamos produciendo algo que no podemos consumir. Estamos como los albañiles de los que hablaba Brecht, que nunca podrían habitar los edificios que estaban construyendo. Por los años que tengo, viví muchos momentos en los que mis mayores o yo mismo podíamos pensar en una transformación. Pero ahora que la extrema derecha llega desde las urnas, me es muy difícil, a mi edad, tener esperanzas de cambio”.

*Macedonio, Teatro Payró (San Martín 766) , viernes 20 hs.