Hace exactamente una semana, el presidente Javier Milei anunció la interrupción de su viaje a Dinamarca por el conflicto Irán-Israel y porque regresaría al país “para coordinar acciones con los presidentes del mundo occidental”. Como era previsible, ningún presidente del mundo occidental le prestó atención, Milei no coordinó nada porque juega el papel de sucursal de Estados Unidos y hasta se produjo una crisis con dos de los mandatarios de la región --Gabriel Boric de Chile y Luis Arce de Bolivia-- por repetir un libreto norteamericano que es el actual furor en Washington: la triple frontera entre Chile, Bolivia y Perú es el foco de todos los males. La siguiente sobreactuación fue un pedido del ministro de Defensa, Luis Petri, para ser una especie de socio de la OTAN, la alianza militar que encabeza Estados Unidos. En estos tiempos, ante la debilidad de las Naciones Unidos, la Casa Blanca fomenta “The coalition of the willing”; la coalición de los que quieren: es la asociación de Washington con distintos gobiernos de distintas zonas, para influir en esas regiones y, en el peor de los casos, ejercer el papel de policía. Para redondear, el propio Petri, en videollamada con Milei, anunciaron la compra de los veteranos aviones F-16 por un total de 700 millones de dólares. sLo objetivo es que son aparatos desnatizados, es decir software, instrumental y armamento menos moderno que el que usan los aviones de la NATO/OTAN. La principal revista de defensa del Reino Unido -UK Defense Journal- evaluó que “dos escuadrones de viejos (usan la palabra vintage) F-16 no son realmente un problema para las islas (Malvinas)”. En la simulación realizada por la publicación, calculan que los F-16 serían neutralizados a poco de despegar de Rio Gallegos.
Milei en el mundo
El entorno del presidente sabe que a Milei le importan sólo tres cuestiones: el déficit cero, las redes sociales y su fama en el mundo. Quienes lo rodean le insisten en que se ha convertido en un referente internacional de la derecha, lo que deriva en frases grandilocuentes como la de que coordinaría acciones con los presidentes del mundo. Como se vio esta semana, eso no ocurrió. La lógica indica que los mandatarios hablan con la casa matriz (Washington), no con la sucursal.
En la Casa Rosada se vanagloriaban con la revista Time, que puso a Milei entre las 100 personas más influyentes. Es un ranking curioso. No figuran Joe Biden ni Donald Trump ni Xi Jimping ni Vladimir Putin ni Lula, por ejemplo. Entre los 24 políticos, la top es la esposa del opositor ruso Alexei Navalny, Yulia Navlanaya, pero entre los 23 nombres restantes, pocos son conocidos. El público argentino, por ejemplo, no sabe quiénes son -Diana Salazar, Andriy Yermak, Rachel Goldberg, Li Qiang, William Burns, Gavin Newson- y la más conocida en estas tierras es Giorgia Meloni, casualmente otra política ubicada a la extrema derecha. En Brasil, no está Lula, pero sí la ministra de Ambiente Marina Silva.
Trasladadas las cosas a la realidad, lo cierto es que Milei hoy en día no tiene presidentes con los que hablar. De haberlo hecho, el costoso equipo de trolls lo hubiera difundido.
Un ministro en Bruselas
Desprovisto ya de su uniforme de Top Gun, Petri llegó hasta la OTAN pedir la inclusión de Argentina como socio de la alianza militar. El trámite se inició ante el 2 de la OTAN, el rumano Mircea Geoana. El secretario general Jens Stoltenberg, sueco, estaba en Capri, Italia, con los cancilleres del Grupo de los 7, presionando para que se le den baterías antiaéreas a Ucrania.
El papel opaco de las Naciones Unidas en los conflictos llevó a Washington a intervenir con el club de los amigos, o sea formar coaliciones distintas en distintos lugares del planeta para cada conflicto. Una OTAN, que ya no es la alianza de Estados Unidos y Europa occidental, sino una OTAN global. El gobierno de Milei pidió asociarse, algo que muchos consideran un tratado y que, por lo tanto, debe pasar por el Congreso.
Más allá de la cuestión constitucional, la asociación a la OTAN rompe con una tradición argentina de neutralidad, de no intervención y de buscar la paz como prioridad.
Patricia, la mejor alumna
Tanto el jefe de Gabinete, Nicolás Posse, como la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, peregrinaron al cuartel general de la CIA, en Langley, Virginia. La inteligencia norteamericana viene sosteniendo desde hace un tiempo que el mayor foco de peligros de la actualidad está en la triple frontera entre Chile, Bolivia y Perú: de allí saldría la cocaína producida en Bolivia y Perú, y además hay tráfico de personas, por el océano Pacífico y a la costa oeste de Estados Unidos.
En la feroz interna que mantienen la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), manejada por Posse y a cargo de Silvestre Sivori, y el Ministerio de Seguridad, de Bullrich, la ministra quiso adoptar el triste papel de mejor alumna y se despachó públicamente con la versión norteamericana de aquella triple frontera. Los presidentes de Chile y Bolivia pusieron el grito en el cielo y Bullrich tuvo que pedir disculpas. Boric, además, le dio una lección: "si hay temas de seguridad o de drogas o de terrorismo, se deben manejar con bajo perfil, buscando colaboración real, no hacer show".
Una consecuencia más de las sobreactuaciones y el alineamiento con Washington.
¿Comprarán los F-16?
En la sucesión de shows de adhesión a Estados Unidos e Israel, Petri y Milei anunciaron la compra de los F-16. Durante 2023, se hizo un informe oficial del Ministerio de Defensa, cuando estaba a cargo de Jorge Taiana: se desaconsejaba esa compra y se consideraban más ventajosos los JF chinos, más modernos y con el 85 por ciento de financiación, con dos años de gracia. La postura general --por entonces compartida por la Fuerza Aérea-- era que los JF eran mejor compra teniendo en cuenta que deberían ser usados por varias décadas. Además, el armamento no requería el visto bueno del Reino Unido y tenía mayor poder disuasorio, algo importantísimo en el conflicto del Atlántico Sur.
Al final del mandato de Alberto Fernández los aviadores se dieron vuelta y recomendaron los F-16, con el argumento de que todos los aviones y helicópteros con los que cuenta la Argentina provienen de Estados Unidos y que no se podía dar el salto hacia material chino.
La pregunta hoy es de dónde va a salir el dinero de los F-16 en tiempos en que “no hay plata”. A Dinamarca hay que pagarle unos 300 millones de dólares y el armamento se paga aparte, otros 300 millones a Estados Unidos. De este último total, Washington donó 40 millones.
El rumor más extendido es que la compra es con un plan parecido al de los autos, pago en cuotas y recepción paulatina de los aparatos. Se dice que, en 2024, por ejemplo, llegaría uno solo. En 2025, dos. Pero no hay claridad en la operación y muchos dudan que efectivamente se concrete.
Está claro que los aviones daneses son lo que llaman desnatizados, o sea sin el nivel de los que utiliza la NATO/OTAN. Significa, por dar un ejemplo hipotético, que contarán con un radar de 60 kilómetros, cuando los aparatos británicos tienen uno de 120 kilómetros.
Desde 1982, el Reino Unido tiene un embargo del armamento que se le vende a la Argentina. Es decir, que debe dar el visto bueno. Lo publicado por UK Defense Journal hace presumir que los británicos dieron o darán el ok. Es evidente que Dinamarca y Estados Unidos no le venderían ni un alfiler a la Argentina sin la aprobación de Londres e Inglaterra no aprobaría nada que pusiera en duda su superioridad militar en la zona de las islas ocupadas.
Lo central de toda la operación no es la compra de los F-16, sino la no compra de los aviones chinos. La consigna es nada con China. Una vez más, se trata del alineamiento con Estados Unidos, en todos los órdenes.