El mayor temor de los habitantes de Rafah ya es una realidad. El este de esta ciudad del sur de Gaza, último refugio de los desplazados de la Franja, está siendo machacado por las bombas del ejército de Israel, que ya ha desplegado también carros de combate en esos suburbios y las tropas tomando posiciones para el asalto final que subyugue totalmente a los palestinos en su territorio.

De nada sirvieron los intentos de Hamás para intentar arreglar una tregua a última hora del lunes, aceptando una propuesta de Egipto y Catar, y en la que el grupo islamista renunciaba a su reivindicación de que el alto el fuego fuera permanente.

La decisión de tomar Rafah a sangre y fuego ya estaba tomada desde hacía semanas por el Gabinete de Guerra del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. Sólo había retrasado el asalto la presión del principal aliado de Israel, Estados Unidos, también su primer suministrador de las armas que están masacrando a los palestinos.

La Casa Blanca trató de restar importancia a la ofensiva sobre Rafah y señaló que el Gobierno israelí le había indicado que se trataba de una operación con un alcance "limitado". No comentó, claro, si esa limitación se refería también a la orden de evacuación masiva de cien mil habitantes del este de la ciudad o el bombardeo en la madrugada del martes de manzanas enteras de viviendas.

La aceptación por Hamás de las condiciones para el alto el fuego propuestas por Egipto y Catar (que además recogían la mayor parte de lo exigido por Israel) "buscaba torpedear la entrada de nuestras fuerzas en Rafah", dijo el primer ministro israelí. Esto, añadió, "no ha ocurrido".

Netanyahu se juega su supervivencia política con la derrota de Hamás y la sepultura de la idea de un Estado palestino

Netanyahu dejaba así claro que nunca había habido intención por Israel de alcanzar una tregua y que sus promesas de que Rafah sería una zona segura para los desplazados fueron una mentira más en esta guerra que cumple siete meses.

Por eso, aunque este martes se reanudaron por enésima vez en El Cairo las conversaciones para alcanzar una tregua, con la mediación de Estados Unidos, Catar y Egipto, hay pocas esperanzas de que se llegue a ningún acuerdo, menos aún cuando los engranajes de la guerra ya están arrollando Rafah y parecen imparables. Habrá un alto el fuego cuando concluya la ofensiva israelí en esa ciudad, como indicó hace semanas el propio Netanyahu.

Según el alto mando de Israel, en Rafah hay cuatro batallones de las milicias de Hamás y el ejército israelí no tiene otra opción que entrar en esa ciudad y destruirlas. Netanyahu se juega su propia supervivencia política con la derrota total de Hamás y la sepultura, en Gaza, de la idea de un Estado palestino.

El asalto a Rafah sentencia la suerte de los rehenes

A pesar de que en la tarde y noche del lunes se incrementaron los esfuerzos internacionales, desde los propios Estados Unidos y su presidente, Joe Biden, hasta la Unión Europea o los países árabes, para que se negociara sobre la tregua aceptada por Hamás, todo fue en vano. Los tanques y aviones israelíes desde la madrugada cumplieron la amenaza de Netanyahu de llevar la guerra hasta el final.

Ni siquiera la alegría mostrada inicialmente en las calles de Israel por la aceptación de la tregua por Hamás sirvió para nada. Con el comienzo del asalto a Rafah, ahora parece sellado el destino del centenar de rehenes israelíes y de otras nacionalidades que permanecen en manos de los islamistas, posiblemente en sótanos y pisos de esa ciudad.

Cortado el cruce de Rafah, Gaza queda aislada

A los bombardeos del lunes en varios barrios del este de Rafah siguió la orden israelí de evacuar a cerca de cien mil habitantes de la ciudad y dirigirse hacia el norte, a un campamento en las cercanías de la ya arrasada Jan Yunis, provocando así el primer drama humano de la ofensiva terrestre contra esa urbe fronteriza con Egipto, donde casi 1,5 millones de personas se arraciman sin salida.

Este martes, tras nuevos bombardeos que dejaron una veintena de muertos, Israel tomó el cruce fronterizo de Rafah, entre Gaza y Egipto, y cortó la última entrada terrestre de asistencia humanitaria más o menos libre que quedaba para la Franja, pues el resto ya estaban bajo el control israelí.

El cierre del cruce fronterizo impidió que 140 heridos, enfermos y sus acompañantes pudieran abandonar Gaza con destino a Egipto para ser atendidos. En el lado gazatí de la frontera hay miles de estos heridos que esperan una oportunidad para cruzar al país vecino.

La ONU y otras instituciones de ayuda humanitaria denunciaron que el cierre del paso de Rafah y el de Kerem Shalom, ya controlado por las tropas israelíes, dejan a Gaza aislada del exterior y sin posibilidad de que llegue asistencia alguna.

UNICEF comunica que el asalto a Rafah pondrá en peligro de muerte a la mitad de todos los niños de Gaza

Los pocos medios y alimentos que quedan dentro del enclave palestino no podrán paliar la hambruna que ya ha comenzado a manifestarse en el norte de la Franja y muy pronto los más vulnerables aumentarán la cifra de casi 35.000 palestinos muertos desde que comenzara la guerra en octubre.

"El hambre que afronta la población, especialmente en el norte de Gaza, empeorará si se interrumpen estas rutas de suministro", señaló un comunicado de la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA).

Según la ONU, apenas queda un día de combustible en Gaza. En palabras de Jens Laerke, portavoz de la Oficina Humanitaria de Naciones Unidas, "si no llega combustible durante un periodo prolongado, será una forma muy eficaz de matar la operación humanitaria". Asimismo, agregó que las autoridades israelíes han prohibido al personal de la ONU el acceso por el cruce de Rafah.

Tanques y bombas contra la “ciudad de los niños”

James Elder, portavoz del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), puso este martes el grito en el cielo: el asalto a Rafah pondrá en peligro de muerte a la mitad de todos los niños de Gaza, pues es en esa ciudad donde sus familias han buscado refugio. De 2,3 millones de gazatíes que había antes de desatarse este conflicto, dos terceras partes están en Rafah. Allí habían llegado empujados por las fuerzas israelíes y de allí es de donde les expulsan ahora.

"Rafah es una ciudad de niños", dijo Elder a los medios de prensa acreditados ante la ONU en Ginebra. El funcionario de Naciones Unidas recordó que muchos de esos menores sufren amputaciones y graves dolencias, y que en en la ciudad al menos habían encontrado cierta tranquilidad mientras la guerra devastaba el resto de Gaza.

En Rafah, antes de la guerra, había no más de 300.000 personas. Con la invasión ya en noviembre del norte de Gaza y el avance de las fuerzas israelíes hacia el sur, los desplazados primero se dirigieron a la zona de Jan Yunis, la segunda mayor ciudad después de Gaza City. Pronto ambas urbes estaban reducidas a escombros y los refugiados se empezaron a agolpar en Rafah.

En el campo de concentración de Al Malawi hay un retrete por cada 850 personas

En esta ciudad y en los campamentos de desplazados, levantados a base de tiendas de campaña, plásticos, maderas y planchas de metal, se podía acceder siquiera a algo de comida, agua potable y medicinas que entraba a cuentagotas desde Egipto.

Incluso siempre quedaba la esperanza de que, en caso de una mayor presión israelí, se abrieran las puertas de la frontera con Egipto y se permitiera la huida al país vecino, aunque ello supusiera perder el hogar, como viene ocurriendo desde 1948, en guerras y en sucesivas ocupaciones por el ejército o los colonos ilegales israelíes, que han dejado en un mínimo la tierra que tenían los árabes en Gaza y Cisjordania tras la creación del Estado de Israel.

Con el cierre de la frontera, ahora defendida por tanques israelíes que apuntan hacia el norte, solo queda el campamento de Al Mawasi, habilitado por Israel en las inmediaciones de las ruinas de Jan Yunis, un auténtico lugar de muerte y desolación, saturado de gente, sin carreteras, sin agua corriente y sin electricidad.

Al Mawasi es un campo de concentración al aire libre, con endebles tiendas de tela y plástico levantadas con celeridad, con el que pareciera que los israelíes quieren devolver a los palestinos a la dureza del desierto, pero sin la libertad de movimiento de los beduinos, sin su ganado y sin sus pozos de agua de los oasis.

Josep Borrell: "No hay zonas seguras en Gaza"

Las condiciones en Al Mawasi son mucho peores que en Rafah, donde, según UNICEF, hay un retrete por cada 850 personas, y una ducha por cada 3.500 habitantes y refugiados.

Al Mawasi, que ha sido atacado por el ejército invasor en varias ocasiones, añade el problema de que sus instalaciones están rodeadas por la devastación causada por la ofensiva israelí, sin ningún lugar al que poder huir.

Ya no hay lugar seguro alguno en Gaza

El propio secretario general de la ONU, Antonio Guterres, advirtió este martes que si Israel completa su invasión de Rafah, tal decisión "sería un error estratégico, una calamidad política y una pesadilla humanitaria".

Según el político portugués, "las cosas se mueven en la dirección errónea", por lo que Israel debería "parar toda escalada e implicarse de forma constructiva en las conversaciones diplomáticas en curso".

El alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y de Seguridad, Josep Borrell, subrayó que el ataque de Israel a Rafah simplemente provocará una crisis humanitaria aún más grande en Gaza.

Según Borrell, habrá muchas más bajas civiles, entre ellas niños. Se querrá empujar a zonas seguras a los 600.000 niños que hay en la Franja, a pesar de que, insistió, ya "no hay zonas seguras en Gaza".