Siempre se vuelve a Mildred Burton. Nadie quiere dejarla ir. O no puede. El mundo la reclama, como si fuera una celebridad, una estrella del espectáculo. Pasan los años, se siguen sucediendo muestras de esta artista que genera una atracción gracias a sus obras y también a su vida: no se puede hablar de la pintura de Burton sin hablar de las historias que fabulaba en torno a ella misma. Todo eso junto, su biografía alterada y su producción, generaron que en el último tiempo se revise constantemente el trabajo de esta pintora. Quienes miran estas obras una y otra vez, completan esa clase de pareja tóxica que no se suelta aunque ya esté todo muerto.

Actualmente, la galería Calvaresi Contemporáneo tiene en exhibición Estrategias de la pelusa, curada por el artista Alberto Passolini que, además, fue amigo de la pintora. En relación a volver a mostrar sus obras, Passolini señala en el texto de la muestra: “Como el remolino de pelusas desprendidas de un panadero que nos sorprende en cualquier lugar y nos llena de extrañeza, el andar sin rumbo de sus obras esparcidas por ocasionales exposiciones como esta parece trazar un camino que se empecina en devolvernos a Mildred todo el tiempo al presente”.

En los últimos años, diferentes muestras pusieron a dialogar la obra de Burton con la de diferentes artistas: Laura Códega –con la exhibición Retratos, realizada en 2015–, Federico Klemm –en la muestra El cisne en llamas en 2022– y ahora Passolini en su rol de curador. En cada oportunidad se montó un relato distinto de Burton y su trabajo. Quizás esa sea una de las características más importantes de su producción: así como las imágenes que creó contienen un desborde creativo y una imaginación exacerbada, las lecturas que pueden hacerse de su trabajo también son casi tan infinitas como su imaginería. Eso también le da una versatilidad a su obra, ya que puede convivir con múltiples artistas, épocas y hasta dialogar con tradiciones bien diferentes. Mildred Burton es un oasis en medio del desierto que nunca se seca. Un lugar que siempre se puede visitar para refrescarse.

ESPACIOS MISTERIOSOS

En muchas de sus pinturas, Mildred Burton trastoca espacios interiores, domésticos. Los vuelve extraños. Con unas pinceladas de fantasía, un living común y corriente se transforma en un campo habitado por una extraña criatura mitológica, como lo hizo en “Invasión II”, una obra de 1980 en la que pintó una serpiente gigante flotando en medio del living de su amigo Federico Klemm. Otras veces, las criaturas que aparecen en esas obras ni siquiera son fantásticas, pero tampoco pertenecen a un departamento: en Estrategias de la pelusa, se exhibe una pintura en la que un puma se pasea por un salón con una chimenea y otra en la que un oso polar aparece nadando desde una puerta cualquiera con un pescado en la boca. Si bien la referencia al mundo surrealista es casi lineal, lo interesante de este tipo de obras no es su correspondencia histórica, sino la manera en la que Burton transforma la vida cotidiana en algo extraño. Eso que parecería ser un espacio completamente normado, tradicional y predecible, Mildred lo convierte en un terreno en disputa entre una vida normal y una fantasía delirante.

La curaduría que propone Passolini en esta exhibición le da gran importancia al espacio doméstico: la sala entera tiene las paredes pintadas y lo que se ve en ellas es una suerte de imitación de un gran living, como los que aparecen en las obras de Mildred. De hecho, lo que se ve en esas paredes son diferentes referencias a distintos elementos domésticos que están en las obras que se incluyeron en la exhibición. Passolini, que es pintor, piensa a esta curaduría como una gran pintura creada a partir de fragmentos habitacionales que hay en las obras de su amiga. Es ahí donde ambos artistas se encuentran, en la forma que inventan un lugar íntimo y cotidiano.

El extrañamiento que propone Burton en sus obras no se limita únicamente a los espacios de una casa, sino también a los objetos que podemos encontrar en ella. En esta exhibición se incluyen dos pinturas pequeñas, “Los primeros días de otoño” (1981) y “Las imprudencias de Jane Jarron” (1978), que desfiguran una caja y un vaso. En la primera, se ve un recipiente azul con dos casas pintadas en medio de árboles que tienen sus hojas marrones, resecas, y la particularidad de la imagen es que de la chimenea de una de esas casa sale un humo que se extiende por fuera del objeto, como si el fuego de esa chimenea estuviera vivo y pudiera salirse. En la segunda, hay un vaso que tiene estampada una situación medieval: un grupo de hombres sentados alrededor de una mujer que sostiene la correa de un perro, pero el animal está sentado sobre la mesa, es decir, está sentado afuera del vasito. De esta manera, Mildred Burton le da vida a estos objetos, los convierte en cosas animadas de la misma manera que Mickey Mouse convierte a sus escobas en empleadas domésticas en Fantasía, la película de 1940.

En el centro de esta “casa” que Passolini pintó, para que sea habitada por las obras de su amiga, hay una gran chimenea. Encima de ella un retrato de Graciela Borges, hecho por Burton en 1997: tal vez el curador de la exhibición imaginó que esa casa que armó podría ser la de la estrella del cine argentino o al menos que le gustaría decorar su casa así. Este detalle le agrega un toque pop a la muestra. El gesto es sutil, pero lo suficientemente efectivo para sacar a Mildred de la categoría de “artista de culto” –manera elegante de decir “conocida por pocos pero respetada”– y la ubica en el centro del mainstream. Con este retrato ubicado en ese lugar, en el centro de las miradas, Passolini inserta a su amiga en otro espacio lleno de brillo. Mildred Burton no es solamente una pintora freak y delirante, sino también una retratista de estrellas.

QUIÉN ES ESA CHICA

Hay muchas versiones sobre cómo fue la vida de Burton. La propia artista no ayudaba demasiado: fabulaba sobre sí misma sin parar. Como escribió el crítico Claudio Iglesias en su libro Genios pobres: “Un día Mildred Burton se puso a hablar y no paró más”. Así, el entramado de versiones sobre cómo era, qué hacía, qué pensaba y cómo vivía se volvió confuso y diverso. Ni siquiera hay un acuerdo sobre cuál fue el año en el que nació: las diferentes versiones que existen –que surgen de notas periodísticas, rumores, recuerdos familiares y documentos– señalan que nació en 1923 o 1931 o 1936 o 1941.

En Un lugar soleado para gente sombría, el último libro de relatos de Mariana Enriquez, la escritora incluyó un cuento que está inspirado en esta artista: el texto fue publicado originalmente en 2020 en el catálogo de Fauna del país, una exposición de Burton realizada en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. La “Milie” de Enriquez –ese era uno de los apodos que tenía Mildred– es sombría y perturbada. Además, tiene algunos conocimientos de ocultismo y disfruta de encerrarse en su habitación con su gato muerto hasta que el cuerpo en descomposición inunda de hedor la casa en la que vive.

De la biografía de Burton, Enriquez toma su lugar de nacimiento –Entre Ríos– ya que es una geografía que trabajó con anterioridad en sus otras antologías de cuentos y en su última novela, Nuestra parte de noche. En la historia aparecen algunos detalles más sobre la vida “real” de Mildred, pero no muchos. De su producción artística, Enriquez toma las imágenes más oscuras y retorcidas, como esos retratos de personas con insectos en la cara o la piel semipodrida. La escritora lleva a la artista a su propio terreno, a ese lugar donde todo es perverso y putrefacto, es decir, a su zona de confort.

En contraposición, la Mildred de Passolini es mucho más luminosa, colorida y hasta naif por momentos. La versión de Burton que aparece en Estrategias de la pelusa se distancia de la que está rodeada por un manto de sombras. En el relato de Passolini, Mildred es una loca linda, simpática. Como él mismo señala en el texto que escribió para esta muestra: “Hoy que Mildred ya no está, el recuerdo de esa señora delirante y deliciosamente chiflada es un tesoro para quienes la hemos frecuentado”.

La relación entre Passolini y Burton seguramente influyó en varias de las decisiones de esta curaduría. El costado de Mildred que asoma en la muestra está atravesado por el afecto y vive en una casa cuya chimenea está llena de leña, lista para encenderse y calentar el espacio con el fuego. Donde Enriquez ve sombra, Passolini ve luz.

Pero de lo que se trata no es de hacer pelear a las posibles versiones de Mildred Burton sino de dar cuenta de cómo una misma producción artística y una misma biografía pueden disparar múltiples lecturas y puntos de vista. Las obras de arte no son sistemas de sentidos cerrados, no significan una sola cosa, sino todo lo contrario –los artistas ni siquiera son del todo dueños de lo que se piense o se diga de sus trabajos–. El universo de Burton es un ejemplo de esto porque cada vez que se hace presente habilita todo un mundo de posibilidades, tan basto como el que sus propios cuadros ofrecen. Las pinturas de Mildred no son un punto de llegada, sino la línea en la que empieza una carrera que, durante todo su trayecto, recorre diferentes paisajes, criaturas y personas. Allí habitan personas con la piel escamada y una Graciela Borges perfecta, sin una sola arruga. En el mundo de Mildred hay un lugar soleado para gente sombría y un lugar sombrío para gente soleada.

Estrategias de la pelusa se puede visitar de martes a domingo, de 13 a 18, en Calvaresi Contemporáneo, Defensa 1136. Hasta fin de mayo. Gratis.