Después de algunas clases en una academia de su ciudad –en realidad era una casa pequeña comandada por tres hermanas– y del legado por parte de la familia –la cercanía natural al piano por el lado de su madre y abuela y la escucha musical de su papá, que abrevaba, por ejemplo y sobre todo, en algunas cosas de los setentas como Earth wind and fire y también Luis Miguel–, el siguiente hito importante que la depositó a Vanessa Zamora casi de lleno en la música se dio a poco de llegar a la ciudad de Guadalajara, donde se mudó desde su Tijuana natal para estudiar Ciencias de la Comunicación. La soledad del recién llegado, una guitarra comprada por 400 pesos mexicanos y los escritos a modo de diario fueron el combustible de esos primeros bocetos y acercamientos hacia la canción.

En una pausa en medio de una serie de recitales por Estados Unidos, Vanessa cuenta: “Fue así que compuse ‘Te quiero olvidar’ que está en Hasta la fantasía, mi primer disco. A partir de allí me dije: quiero hacer otra canción y otra y otra. Hasta que tuve diez canciones y quise hacer un disco y así fue. Pero fue hecho con muchísimo miedo e incertidumbre, sin saber realmente lo que estaba haciendo”. Y agrega: “Terminé ese disco y pensaba: ´me encanta cantar, quiero hacer esto´. Había una fuerza, una intuición de decir ´voy a hacer esto porque me encanta, aunque no entienda nada del negocio´. Voy a confiar en la vida, voy a tener sólo un Plan A. Y si todo va mal en el Plan A, voy a seguir en el Plan A”. Alerta spoiler: aquel plan funcionó.

El derrotero musical de Vanessa, luego de tres discos y el reciente EP Música para una película que no existe, totalmente instrumental y al piano, adivina un arco amplio que en su centro encuentra el pop pero que tiene sus derivas y fugas. Por caso, cierta psicodelia. En la narrativa y en la tímbrica. Un inicio musical que se bifurca, se abre y se vuelve cada vez más camaleónico para terminar siendo algo muy distinto a lo que fue en sus comienzos. Un primer disco (Hasta la fantasía, 2014) tímido y marcadamente pop, un segundo trabajo (Tornaluna, 2018) como puente eléctrico y cargado de un groove incipiente y el tercero (Damaleona, 2023) abriendo definitivamente lo narrativo y lo musical, donde enlaza sin vueltas con la psicodelia y también con algo de la música de los setentas. Se debe decir: un gran disco. Se podría decir: el fin de la inocencia. Hay otras densidades. Sucede que cada cual tiene un trip en el bocho. Todo aquello que estaba sugerido en Tornaluna acá se despliega y abre. Como flor en primavera. “Cada disco líricamente cuenta una historia diferente. Lo que me gusta mucho de este es que tiene una temporalidad en sus letras. Siento que es como cuando lees un libro en una etapa de tu vida y cuando lo relees en otro momento te da un mensaje completamente diferente. Eso tiene Damaleona: si lo escuchas dentro de dos años, va a tener esa temporalidad y esa transformación”. Y agrega: “Esa siempre es la misión, hacer música que pueda trascender”.

Ya la primera canción de Damaleona da las coordenadas. “Mar”, con su aire mántrico, los coros, sus chasquidos, su guitarra. Un arranque casi tribal para luego cantar “Que se lo lleve el mar, el rencor y mi soledad, que se lo lleve el mar, mi pasado y la realidad”. “Opuestos” suena como un blues viejo con una instrumentación bien variada, “Contracorriente” es una gran balada. Pero sobre todo, el disco está cruzado por esas dos cosas. Como se dijo, cierta psicodelia. Títulos como “Morir naciendo”, “Trascender”, “Ojos de Dios” o “Subconsciente” dan cuenta de ello. Es más, hace unos años editó un simple titulado “Psilocibina”. Vanessa dice: “Soy una persona que usa lo psicodélico, los hongos, el DMT, con muchísimo respeto cada cierto tiempo para sanar cosas, para descubrirme, no de forma recreativa sino de forma terapéutica. Han sido puertas que me han hecho ver cosas mías y por ende eso se refleja en mi música”. Y también un groove insistente, bien marcado. “En la primera canción que compuse para el disco, ‘Trascender’, la línea de bajo que quería era súper groovie. No importa qué género haga, la línea de bajo tiene que ser súper gorda, presente. Es un personaje principal en mis canciones”. Por todo, ella se sigue pensando desde el pop. Pero ese parece ser apenas el comienzo. “Me imagino que es como si escribieras la palabra pop en algún papel. Usas un bolígrafo, escribes y lo tocas y se borra un poquito pero aunque esté borroso, se sigue leyendo. Y dice pop. Es eso. Mi música es muy digerible pero al mismo tiempo la siento compleja y al mismo tiempo tiene influencias de la psicodelia. La raíz es pop pero quiero que el pop sea otra cosa. Lo describiría como un pop muy ecléctico, alternativo si quieres”. Quizás en esa línea es que haya que pensar dos colaboraciones locales que tienen algunos años: con Wiranda Johansen y con Isla de Caras.

Vanessa Zamora

La ciudad de Tijuana se encuentra en el extremo norte de México. Como bien podría decir un meme, es lo último que ve un mexicano antes de pasar a Estados Unidos. O viceversa. Ese espíritu de frontera debe de sentirse. Ese límite geográfico, lingüístico, musical ha de notarse. Vanessa, que durante toda su vida fue y vino de su ciudad a Estados Unidos, dado que tenía familia allí, comenta: “¡Cien por ciento! Soy una chica fronteriza. Crecí entre los dos países y eso definitivamente te hace ver el mundo de manera distinta. Tijuana es donde empieza México. O donde termina, según cómo lo mires. Uno de los lemas de la ciudad es ´Donde empieza la patria´. Tijuana se siente como si fuera otro país. Es una de las fronteras más importantes de México y del mundo. Claro que las influencias son súper cabronas. Me siento muy orgullosa de ser de la frontera”. Entre tanto, avisa que ya tiene avanzadas algunas composiciones nuevas luego del EP instrumental. “Es un desahogo de emociones, estaba muy triste, en medio de un rompimiento. Planeo seguir haciendo algunos discos así. A veces la música no necesita palabras para poder transmitir algo”. 

Mírenla: sin decir ninguna, con pocas palabras o con muchas (sobre todo esto último) ella reinventó su propio lenguaje y ahí está, embelesando su corazón pop.