El peronismo siempre fue divisible por dos, por tres o por cuatro o más. Esta semana los concejales de Rosario del PJ respondieron a la regla y volvieron a conformar ese escenario clásico del peronismo local que desde los ‘80 se conoció como “El Líbano”, para marcar las diferencias con los distintos procesos de unidad que se alcanzaban a nivel provincial. Justo en “la capital del peronismo” que se sigue llamando así a pesar de que el partido no gobierna desde las épocas del profesor Rodolfo Ruggeri, en 1973; los ediles Norma López y Mariano Romero decidieron apartarse de la bancada oficial del PJ y formaron otra. Enfrente quedaron Lisandro Cavatorta, Julia Irigoytía y María Fernanda Rey. Salvo por la experiencia y trayectoria de López, se ve, no hay liderazgos ni referencias de peso en ningún lugar de ese nucleamiento. En rigor, las referencias y liderazgos están lejos del edificio de Córdoba y 1º de Mayo desde hace tiempo, con la excepción de la presidenta del Concejo María Eugenia Schmuck y del concejal de Ciudad Futura Juan Monteverde. Ya no están los (Eduardo) Toniolli, (Pablo) Javkin, ni (Roberto) Sukerman; para hablar de los más recientes y para no preguntar a dónde quedaron las épocas de los (Héctor) Cavallero, (Agustín) Rossi o el propio (Hermes) Binner.

La ruptura local no se corresponde con la precaria unidad provincial del partido del que sólo quedaron afuera -pero no peleados- el ex gobernador Omar Perotti y el senador nacional Marcelo Lewandowski. Precisamente, las dos referencias electorales más claras del peronismo provincial con todas las limitaciones que se puedan anotar. Son los que les ganaron a todos los demás los procesos internos. Aunque hoy sean esos además los que conduzcan el partido en la provincia.

Cavatorta e Irigoytía fueron duros con López y Romero. “Estas son muestras de individualismo y ambiciones personales que siempre se critican”, dijo el ex periodista mientras que para Irigoytía es el reflejo de lo que “un compañero caracterizó como ‘peronismo puré’, ese que deja de lado su vocación de poder y está siempre disponible para acompañar a otro”. La metáfora culinaria es para explicar que esta vez ese otro es Ciudad Futura como alguna vez lo fue -y por muchos años- Cavallero desde el socialismo.

“Ciudad Futura puede quedar ahora como la fuerza responsable de haber quebrado al peronismo rosarino”, dijo un dirigente del PJ con amplia trayectoria que juzgó que López y Romero se “apresuraron a ceder protagonismo” en favor de Monteverde. De hecho Cavatorta, Irigoytía y Rey no se oponen al interbloque y a los acuerdos electorales con el partido de Monteverde, pero sí quieren una conducción más colegiada de ese espacio frentista. Se sabe, una aspiración que nunca se materializa en la práctica. Los frentes siempre se ordenan por los votos. El Frente Progresista lo condujo el socialismo porque tenía más votos que el radicalismo. Hoy el Frente Unidos para Cambiar Santa Fe que gobierna la provincia, lo conduce el radicalismo porque tiene más votos que los socialistas y los macristas.

Norma López es la que hizo el paso más largo porque su decisión implica un alejamiento de La Corriente de la Militancia que orienta Agustín Rossi que ya camina la provincia de cara a las elecciones del 2025. La concejala asegura que no rompió con Rossi pero en la práctica ya no tiene una gran agrupación que la contenga, la misma que le permitió ocupar una banca en el Palacio Vasallo por tantos años. López hace rato que quiere ser otra cosa que la “eterna concejala” y cree que el futuro del peronismo de Rosario no tiene otro destino que el entendimiento con Monteverde.

Para Romero, que es un joven abogado del Movimiento Evita que dió la sorpresa en los últimos comicios, el camino estaba allanado. El sector político al que pertenece y conduce Gerardo Rico fue el artífice del primer pacto con Monteverde: Un acuerdo para que Lucila De Ponti, vuelva a ser diputada provincial con el apoyo de Ciudad Futura y sin dividir votos en la provincia. En esa misma estrategia Toniolli fue precandidato a gobernador obligado por las circunstancias. En otra hoja de ruta se trazó la alianza más sorprendente e interesante de las elecciones pasadas: La interna controlada entre Monteverde y Sukerman para intendente. Ese difícil y rendidor acuerdo fue posible por una sencilla razón: los dos creían que ganaban esa pulseada.

Pero finalmente ganó Monteverde y con los votos del peronismo quedó muy cerca de cerrarle la puerta a la reelección de Javkin. Pero esa campaña previa le mostró a muchos peronistas de esta ciudad que de imponerse el candidato de Ciudad Futura no sólo puede hegemonizar la conducción de un frente con el PJ, sino que puede llegar a desperfilar al peronismo rosarino casi hasta el borde de su extinción. Esa es la verdadera diferencia que provocó la escisión de estos días.

De alguna manera, la decisión de López y Romero también encuentra avales en otros sectores del peronismo. “Una muestra del camino a seguir es lo que hizo el Movimiento Evita en Rosario con Ciudad Futura, hay que ir pensando en estrategias electorales más potentes, en un gran frente, de la misma manera que lo hizo el Frente Progresista, hoy Unidos”, le dijo hace pocos días a Letra P el senador Armando Trafferri que se quedó con la llave del partido a nivel provincial. Claro que es difícil imaginar alguna cercanía entre el polémico senador por San Lorenzo con los postulados y perfil de los dirigentes del partido de Monteverde.

Traferri también fustigó a Perotti y a Lewandowski. Dijo que “nunca fueron jefes”. Y en el caso de Perotti “nunca fue capaz de una construcción colectiva dentro del justicialismo y era más un amontonamiento porque tenía la billetera y no una estructura política capaz de crecer”. Y a Lewandowski le dedicó el mote de “emergente de lo que es la política de los últimos diez años”, destacando además que “no tuvo la grandeza de haber sido partícipe para construir la unidad en la diversidad” en la reciente normalización del PJ santafesino.

Del otro lado las cosas no se ven igual. Lewandowski no fue de la partida en los entendimientos por la normalización del partido porque le bajaron a Silvina Frana como presidenta “después de que fuimos el sector más votado de la interna peronista”, dicen alrededor del senador nacional. Y a Perotti, se sabe, Traferri pretendía nombrarle medio gabinete a partir de diciembre de 2019. El rafaelino se negó al cogobierno y no son pocos los que sostienen que Traferri estaba más cómodo y con más poder durante los gobiernos de Antonio Bonfatti y Miguel Lifschitz, como lo está ahora con Maximiliano Pullaro.

Calientan los motores

A pesar del inestable escenario que plantea el inefable gobierno libertario de Javier Milei y el rechazo a la política que generó su meteórico ascenso, las elecciones llegan inexorablemente y habrá que disputarlas. Hoy nadie puede saber con rigor cómo estará la imagen del presidente y su gestión para mediados del año próximo donde se verá que aquel cantito “la casta tiene miedo”, era sólo una expresión de deseo.

Falta bastante, pero hay que empezar. Rossi sabe que no son buenos tiempos para su perfil: Cuadro político, trayectoria en cargos de importancia y vínculos estrechos con el kirchnerismo. Pero entiende que los próximos comicios serán a favor o en contra. Sin los matices cree que tendrá una oportunidad para aspirar a pelear en una primaria peronista estrecha por una banca en la Cámara de Diputados de la Nación.

En el peronismo provincial calculan que Roberto Mirabella que termina su mandato el año que viene, será de la partida en esa interna en representación del perottismo y que Toniolli, también con mandato cumplido para esa fecha, completará la grilla por el Movimiento Evita. Marilyn Sacnún arma con los gremios su propio espacio y Leandro Busatto ya fuera de la Corriente que orienta Rossi puede ir por afuera en un entendimiento con Ciudad Futura. Pero para eso falta un poco más.