Desde Córdoba
“¿Qué hace acá el monarca español presidiendo un congreso que tendría que tener como únicos intervinientes a filólogos, lingüistas, lexicógrafos, escritores, traductores y profesores de lengua? ¿Preside el rey los congresos de los dentistas, de los tintoreros o los de los reposteros? No, porque los intereses que hay en juego cuando se trata de la lengua son otros”, dijo el escritor y traductor Jorge Fondebrider, muy aplaudido por el público en la última jornada del VIII Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE), en el panel “Corrección política y lengua”, en el que también participaron Jorge Volpi (México), Ivonne Bordelois (Argentina) y Pedro Álvarez de Miranda (España), coordinados por el periodista español Álex Grijelmo.
Fondebrider cuestionó la política lingüística panhispánica, que ha servido para que las editoriales españolas “rechacen las traducciones hechas por latinoamericanos con el pretexto de que ‘son malas’”, o que la Fundeu (Fundación del Español Urgente), “se meta donde no la llaman haciendo continua presión para que los medios latinoamericanos adopten los usos lingüísticos impuestos por la Real Academia”. El escritor y traductor argentino, creador del Club de Traductores Literarios, precisó que en el Diccionario muchas de las palabras indican “americanismo”, “argentinismo” o “mexicanismo”, “pero nunca ‘españolismo’, como si lo que se hablara en España fuera la norma y lo que se habla de este lado del Atlántico el defecto”. También objetó el modo en que se nombra la lengua como español en vez de castellano. “Hay un problema político que se filtra en el campo de la lengua. Yo no estoy hablando español, sino mi variante del castellano, que es la rioplatense”, afirmó el escritor y traductor argentino. “La lengua no sólo es un instrumento de comunicación o una forma de expresión del espíritu humano, sino también un commodity que busca comerciarse”, concluyó Fondebrider.
Bordelois confesó que se acongojó cuando la invitaron a participar de la mesa porque “la política no es lo mío, y la corrección menos”, reconoció la lingüista, escritora y ensayista. “La corrección política en la lengua es una fuente constante de eufemismos; así pasamos de sirvientas, mucamas, muchachas a empleadas; nosotros, los viejos, pasamos de ancianos, abuelos, a personas mayores. El loquero se volvió manicomio y luego psiquiátrico”, enumeró la autora de El sabor de las palabras y Del silencio como porvenir, entre otros libros. “No sólo la corrección política, sino el sentido común y la convicción de lo legítimo de nuestros derechos inalienables, deben desalentar a quienes ultrajan gratuitamente no sólo a sus adversarios sino al lenguaje y a sí mismos”, planteó Bordelois. “El casamiento de la intolerancia y la insensibilidad en nombre de la democracia y la libertad de expresión me resulta sospechoso; criar piel de elefante ante ofensas graves es abandonar el resguardo que debemos a la dignidad de nuestras personas y nuestra cultura, un lugar desde el que se juega nuestra identidad”.
Volpi empezó diciendo que, en la única mesa en el Congreso de la Lengua donde se puede hablar sobre el sexismo en la lengua, “no deja de ser un poco incómodo que estemos aquí cinco hombres y solo una mujer”, admitió el escritor mexicano. “El español refleja la desigual repartición del poder de quienes lo han hablado en su historia. Nuestro idioma carga con incontables rasgos sexistas, patriarcales, clasistas y eurocentristas, entre otras formas de discriminación, y expresa una normalidad fijada por cierto grupos hegemónicos”, advirtió el escritor mexicano que se refirió al lenguaje inclusivo. “Hemos visto en estos años cómo ha fracasado el intento de usar una ‘x’ o una ‘@’ para eliminar el masculino genérico porque estas grafías no se pueden pronunciar. ¿El intento de sustituir la ‘o’ por la ‘é’ funcionará”?”, se preguntó Volpi. “Veremos o no si los hablantes terminan por adoptarla; pero nadie debería escandalizarse si ello ocurre en algún momento”.