CONDENADO POR INTRUSO
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Por M. F. C. desde Nueva York El hacker argentino Julio Cesar Ardita fue condenado ayer a tres años en libertad condicional y a pagar una multa de cinco mil dólares por una corte federal estadounidense por delitos informáticos que incluyeron haber robado series de cómputos y contraseñas de la Universidad de Harvard y haber irrumpido ilegalmente en varias computadoras militares de Estados Unidos. Ardita viajó voluntariamente para presentarse en la fiscalía de Donald K. Stern en Boston, Massachusetts, como parte de un acuerdo judicial en el que reconoció su culpabilidad. El castigo de carácter menor impuesto al joven de 24 años fue explicado a Página/12 por una vocera de la fiscalía como "resultado de su completa colaboración". Contrastando con la levedad de la pena, la ministra de Justicia, Janet Reno, se expresó con términos mucho más categóricos, sosteniendo en un comunicado que el Departamento de Justicia estaba decidido a "perseguir a los delincuentes cibernéticos en el país y en el extranjero." Y el fiscal Stern enfatizó que el caso de Ardita "demuestra que nosotros buscaremos traer los cibercriminales ante la Justicia sin postergaciones". Consultada telefónicamente por este diario, una fuente de la fiscalía dijo que la libertad condicional de Ardita era de tipo abierto (open probation), lo que significa que el ex hacker no tendrá que reportar periódicamente a una oficina judicial o a la policía, como ocurre en otros casos de libertad condicional. También dijo que entendía que Ardita puede viajar a EE.UU. sin que pese sobre él ninguna restricción. Ardita, que se refiere a sí mismo con el seudónimo de "el gritón" y que tenía un boletín electrónico del mismo nombre, se infiltró en la red informática de la Universidad de Harvard en agosto de 1995. De ese sistema extrajo códigos que le permitieron acceder a las computadoras del Pentágono, la NASA y también a otras universidades norteamericanas como la de Massachusetts y el Instituto de Tecnología de California. Las autoridades judiciales dijeron que también había penetrado ilegalmente en sites de Corea, México, Taiwán, Chile y Brasil. Fue el Naval Command Control and Ocean Surveillance Center el organismo militar que detectó primeramente las irrupciones del argentino. Con el programa Eyewatch del gobierno, los investigadores encontraron las huellas cibernéticas de Ardita en el sistema de Harvard. En noviembre y diciembre de 1995, una orden judicial permitió que se monitorease la red de la Facultad de Artes y Ciencias de la Universidad de Harvard. Tras detectar a Ardita se dio aviso a la Argentina. Telecom denunció entonces que el hacker había entrado ilegalmente en su sistema Telconet y utilizado la conexión de esa red con Internet para entrar en otros sistemas. Poco después, la policía irrumpía en la casa de Ardita ante el espanto de sus padres: le secuestraron computadoras y fue procesado aquí por estafa (ver recuadro). Como explicación de conducta cibernética delictiva, Ardita dijo que se había sentido tentado a explorar "nuevos desafíos". Las autoridades estadounidenses indicaron que, si bien el argentino había accedido a información "sensitiva" en materia de satélites, radiación y energía, ninguno de los datos obtenidos comprometía la seguridad de EE.UU. Sin embargo, Estados Unidos demostró un llamativo interés por el caso, que se tradujo primero en una conferencia de prensa de la ministra Reno para detallar las travesuras cibernéticas de Ardita y luego en una visita de sus enviados a Buenos Aires. El fiscal Steven Heyman, acompañado por técnicos del FBI, estuvo en la ciudad a fines de octubre de 1996, cuando interrogó a Ardita y recopiló información. Esa fue la base del acuerdo que el ex hacker terminó cerrando con Estados Unidos. Más que la importancia de las intromisiones de Ardita, lo que parece haber dado relevancia al caso fue que generó la posibilidad de pinchar legalmente una red informática por primera vez en Estados Unidos para rastrear las huellas de un intruso. Que resultó ser un estudiante argentino que no tenía la más mínima idea de que estaba convirtiéndose en un caso testigo.
LOS VATICINIOS DE NICHOLAS NEGROPONTE EL FUTURO SEGÚN UN GURÚ INFORMÁTICO Por Raquel Roberti Un mundo donde las llamadas telefónicas son gratuitas y los chicos se conectan a Internet sin que sus padres estén mirando el reloj con creciente pánico. Un futuro donde los juegos electrónicos se copian desde la red mundial sin pagar un peso. Un mercado donde el productor vende sus mercaderías sin intermediarios. Así se imagina Nicholas Negroponte el mundo electrónico por venir. Invitado por la Asociación de Bancos Argentinos para la Convención Nacional '98, el director del Laboratorio de Medios del Instituto Tecnológico de Massachusetts se explayó en su conferencia de ayer sobre el tema que adora: la batalla entre átomos y bits. "Vamos a sorprendernos con los cambios que se avecinan", aseguró el gurú de la informática y, entre muchos, consideró a un "nuevo tipo de sistema de pagos" como el más importante. Hasta hoy, cualquier transacción comercial --y por qué no la vida misma-- se rige por el sistema de cuentas corrientes, contablemente hablando. Una planilla con tres columnas: debe, haber y saldo, que modifican sus importes permanentemente. De acuerdo con Negroponte, ese estilo cambiará absolutamente cuando el mundo incorpore a los bits como valor de cambio, olvidando toda otra forma de transacción. El universo tendría de ese modo una moneda única y la conversión a las monedas locales pasaría a ser decisión del consumidor, así como el momento de realizarla dejando de lado a quienes hoy tienen esa posibilidad: tarjetas de crédito y bancos. Es difícil seguir la teoría del especialista desde este Tercer Mundo con aspiraciones, pero algunos casos contados a modo de ejemplo demuestran a las claras que a partir del desarrollo y expansión de los medios electrónicos el mundo está cambiando. "Hace un tiempo hice un chiste disparatado: dije que la telefonía celular debía ser gratis pero que las empresas podrían obtener ganancias mediante la publicidad en línea", confió Negroponte. Hoy, hay dos compañías de ese ramo en Estados Unidos que aplican la idea del hombre: las llamadas no se cobran pero las conversaciones se interrumpen cada treinta segundos para introducir un aviso publicitario. El usuario puede elegir: se banca la propaganda o paga el servicio. Para Nicholas Negroponte el motor para convertir las costumbres es la imaginación: "La gente adopta nuevos modelos económicos. Siempre me pregunté por qué algunos juegos de rol podían copiarse desde Internet sin pagar". Supo la respuesta cuando se decidió a jugar: en un escenario de duendes y dragones raptores de doncellas, el jugador es el héroe y debe liberar a las mujeres para considerarse ganador. Eso implica gran cantidad de batallas, pero cuando está a punto de enfrentarse con los malos, el héroe aparece vestido con un mísero slip. Por cinco centavos, pagaderos en el momento, alquila una armadura para cubrirse. El sector que ya se ve afectado por las transacciones electrónicas es el de los intermediarios, y de acuerdo con la particular visión de Negroponte deberán "rever su posición e incorporar un verdadero servicio a sus ofertas". A fines de abril el 25 por ciento de los pasajes aéreos en Estados Unidos se había vendido en forma directa a través de la red. Algo así se espera en relación con el mercado de los autos usados, que mueve 500 millones de dólares mensuales. Después de escucharlo no quedan dudas de que los cambios están encima. |