|
Por Alfredo Grieco y Bavio En un clima de gran desconfianza por una posible devaluación del rublo, la Bolsa de Moscú llegó a caer un 20 por ciento, para terminar con una pérdida de 6,7. Cuando en julio el FMI concedió a Rusia un préstamo récord de 22.600 millones de dólares, muchos economistas temieron que el dinero iría a un pozo sin fondo. El dinero fresco permitió al gobierno ruso sostener el rublo gracias a constantes intervenciones del Banco Central, que también repitió ayer. Pero los inversores prefirieron vender sus rublos y abandonar una plaza financiera que consideran peligrosa, ya que temen que el Estado suspenda bruscamente sus pagos. En una carta al Financial Times, el financista George Soros instó al gobierno ruso a devaluar y a vincular el valor del rublo con el euro o el dólar. A pesar de la caída espectacular de ayer, defender el rublo y reducir la inflación siguen siendo los principales objetivos del presidente Boris Yeltsin y de su primer ministro Serguei Kiriyenko. La actual crisis financiera se debe a una "psicosis", indicó ayer el premier, quien aseguró que Rusia cumplirá con sus compromisos en materia de deuda externa. Según el ministro de Finanzas Mijaíl Zagornov, sólo treinta bancos de un total de 1500 existentes sobrevivirían a una fuerte devaluación, porque la mayoría son deudores en dólares y acreedores en rublos. La explosión del sistema bancario precipitaría una ola de pánico entre una población muy bien dispuesta a correr a las casas de cambio para comprar dólares. Esto dispararía una inflación que fue controlada en los últimos cinco años, y la oposición comunista y nacionalista ganaría rápidamente simpatizantes. Algunos analistas, como el jefe de economistas del Banco Alfa Capital, Thierry Malleret, opinan que la devaluación no serviría para mejorar la competitividad. Y la caída del rublo también aumentaría el peso de la deuda externa, dos veces mayor que la interna. El Gobierno está confiado en que puede resistir las presiones, y que el destino del rublo está en manos de los ahorristas. El presidente ruso Boris Yeltsin pidió a la población que "eviten el pánico". George Soros, el financista que se hizo famoso apostando --y ganando-- contra la libra, dijo que Rusia necesitaría 50.000 millones de dólares de reservas para respaldar un consejo monetario, por medio del cual se comprometería a intercambiar rublos por dólares o euros a una tasa establecida. Soros propone que la tasa de cambio se ubique un 15 o 25 por ciento por debajo de la actual, de modo de reflejar el impacto del derrumbe del precio del petróleo. Una devaluación prolija es imposible, y la del rublo sería probablemente más desprolija que muchas otras. Un problema importante que prevé Soros en su carta sería convencer al menos a alguno de los países del Grupo de los Siete de que, después de los esfuerzos del FMI, Rusia merece recibir todavía más dinero de Occidente. Estados Unidos estaría entre los más difíciles de convencer. ¿Por qué debería importarle a Occidente el valor del rublo? La razón más inmediata es que la situación de Rusia es fundamental para Europa Central y del Este. Representa el 10 por ciento de las exportaciones alemanas: más que las de Asia. La devaluación tendría consecuencias internas quizás más inquietantes. En el mejor de los casos perjudicará la credibilidad de los reformistas liderados por Kiriyenko y su padrino Boris Nemtsov, los que ganaron una creciente influencia en el Kremlin en los últimos meses. En el peor, crearía una inquietud y confusión popular que los populistas y nacionalistas, como el general Alexander Lebed, triunfante en las recientes elecciones en Siberia, o el líder pronazi Vladimir Zhirinovsky, no serían los últimos en capitalizar.
|