Entre 75 y 100 misiles de crucero Tomahawk fueron disparados ayer contra seis bases terroristas en Afganistán y una fábrica química en Sudán, en lo que EE.UU. describió como golpes preventivos contra nuevos atentados del millonario Osama bin Laden.
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Como un golpe de represalia o prevención contra terroristas vinculados con el doble atentado de Kenia y Tanzania, los norteamericanos bombardearon ayer una supuesta fábrica de armas químicas en Sudán y seis campamentos de entrenamiento en Afganistán. Pero el líder de los talibanes afganos ya anunció que Osama bin Laden, el principal sospechoso de haber planeado y financiado los atentados, está a salvo. Tres días después de haber sido el primer presidente interrogado por la Justicia en el marco de un escándalo de sexo y perjurio, un ojeroso Bill Clinton anunció a los periodistas: "Hoy se las hemos devuelto". Lo hizo en Martha's Vineyard, la exclusiva isla donde veraneaba, en una aparición tan sorpresiva como los ataques aéreos. En un mensaje posterior ya desde la Casa Blanca, Clinton confirmó que el principal destinatario del ataque es Bin Laden, cabeza de una "red terrorista" que es "el mayor peligro de la era de la globalización". El propio Bin Laden negó su responsabilidad en los atentados, mientras multitudes al grito de "Alá es grande" invadían la cerrada embajada norteamericana en Sudán. En sus ataques, Estados Unidos usó entre 75 y 100 misiles de crucero Tomahawk. Los objetivos de los ataques estadounidenses fueron seis campos militares en Afganistán y una planta química en Sudán, donde se cree que se fabrica un ingrediente clave del gas neurotóxico VX, llamado "Precursor". Hasta 600 personas podían ser entrenadas simultáneamente en Afganistán en el conjunto de seis campamentos situados a 160 kilómetros al sur de Kabul. Se les enseñaba el uso de explosivos, armas de fuego e incluso armamentos pesados como tanques, en el "mayor complejo de entrenamiento islámico en el mundo", precisó el general Hugh Shelton. Según fuentes de inteligencia, la bombardeada planta farmacéutica de Shifa, al nordeste de la capital sudanesa de Kartum, formaba parte de un complejo militar industrial propiedad del gobierno, y al igual que los campos de entrenamiento afgano estaba conectada con el millonario saudita Osama bin Laden, que intentaba obtener armas químicas para ataques terroristas y habría financiado, o contribuido decisivamente a la financiación de los planes industriales sudaneses. A las cinco de la tarde, en su mensaje televisado a la nación desde el Salón Oval de la Casa Blanca, Clinton dijo que la "comunidad de inteligencia" estaba convencida de que había "evidencia convincente" para explicar que los atentados a las embajadas en Kenia y Tanzania fueron obra de grupos terroristas que planeaban atacar en lo inmediato otros objetivos estadounidenses, por lo que ordenó los ataques contra sus campamentos en Afganistán y su fábrica en Sudán. "Nuestro objetivo era el terrorismo", dijo Clinton. "Nuestra misión era clara: aplastar la red de grupos radicalizados afiliados con y financiados por Osama bin Laden, quizás el principal organizador y financiador del terrorismo internacional en el mundo de hoy". Clinton describió los ataques con misiles como preventivos de otros, inminentes, y que murieron así antes de nacer y matar quizás a miles de inocentes. "Con evidencia de que la red de Bin Laden estaba planeando montar más ataques contra norteamericanos y demás personas amantes de la libertad, decidí que Norteamérica debía actuar", fueron las palabras de Clinton. De este modo, el gobierno que preside no quiere que el ataque sea entendido como una represalia aislada, sino que según el embajador norteamericano ante las Naciones Unidas Bill Richardson debe encuadrarse como ejercicio de la legítima defensa en el marco del artículo 51 de la Carta de la ONU. El presidente Clinton señaló que los ataques misilísticos son sólo episodios de una amplia guerra planetaria contra el terrorismo. Afganistán y Sudán denunciaron el jueves los ataques aéreos de Estados Unidos, negaron que proporcionen refugio a bases terroristas y afirmaron que los ataques sólo dañaron víctimas inocentes. Abdul Hai Mutmaen, portavoz del movimiento talibán en el poder en la capital afgana de Kabul, afirmó que aparentemente los aviones no habían alcanzado sus blancos en las ciudades de Khost y Jalalabad, en el este del país. El magnate saudita Bin Laden, por su parte, habría aclarado que la guerra santa contra Estados Unidos continuará hasta que sean liberados "todos los países sagrados", transmitió la cadena de televisión BBC. Pero también habría negado toda responsabilidad en los atentados. Grupos de animosos manifestantes invadieron ayer por la noche los locales de la embajada de Estados Unidos en Kartum, gritando "Alá es grande, abajo los Estados Unidos, estamos listos para defender nuestra fe", mientras quemaban una bandera norteamericana. La muchedumbre se congregó horas después del doble ataque estadounidense a Sudán y Afganistán. La embajada en la capital sudanesa había sido cerrada después de los atentados contra Nairobi y Dar es Salaam. La Unión de Estudiantes Sudaneses, donde domina el sector extremista del fundamentalismo, amenazó con llevar a cabo actos de sabotaje contra intereses norteamericanos en distintas partes del mundo. Los aliados tradicionales de Estados Unidos, encabezados por los entusiastas Tony Blair y Benjamin Netanyahu, primeros ministros de Gran Bretaña e Israel, apoyaron los ataques aéreos. Los más violentos fueron Libia e Irak, que los calificaron de "terrorismo internacional".
LO QUE DICEN LOS ESPECIALISTAS FRANCESES PAGINA-12 EN FRANCIA Los analistas franceses de Asia Central esperaban desde hace varios meses que EE.UU. tomara una decisión para frenar la "peligrosa evolución política de los talibanes". Estos, al mismo tiempo que recibían apoyo de EE.UU., protegían a quien informes saudíes y norteamericanos señalaban como su principal enemigo: el saudí Osama bin Laden. Entrevistado el pasado fin de semana por Página/12 en París, Olivier Roy, el gran especialista francés de Asia Central, había recalcado que "si se llega a probar que hay una responsabilidad, incluso indirecta, del saudita Osama-bin-Laden en los atentados de Kenia y Tanzania, Estados Unidos va a tener que reaccionar y cambiar radicalmente sus relaciones con los talibanes, que lo protegen". Hoy, luego de las represalias norteamericanas, el mismo experto arguye que "resultaba inevitable un ataque semejante. Todas las investigaciones convergían en Laden y en las redes que él apoya y financia. No sé si será eficaz, pero por lo menos se trata de un claro signo en dirección de los medios islámicos conservadores, de origen sunnita. En esos círculos, donde en los últimos cinco años empezó a desarrollarse un terrorismo islámico inédito hasta entonces y con una característica bien particular: en vez de que sus apoyos estuviesen constituidos por Estados, esas redes se forjaron en una suerte de terrorismo privado, financiado directamente por individuos deslocalizados en relación al Estado al que pertenecen. Osana bin Laden es el personaje clave en ese circuito de terrorismo liberal". Otros observadores se asombran frente a que, ante las evidencias, EE.UU. haya tardado tanto en actuar. Thierry Texier, miembro del Instituto Francés de Relaciones Internacionales, el IFRI, acota que "sin dudas los norteamericanos pensaron que los talibanes, a cambio de un real apoyo y reconocimiento político, iban a tener en regla a los circuitos de Bin Laden arraigados en Afganistán. Pero no fue así. El poder religioso tuvo un peso mayor que los intereses estratégicos de los talibanes y éstos terminaron aceptando dar protección a Bin Laden al tiempo que, con diversos pretextos, colaboraron con la expansión de los campos de entrenamiento para lo que ellos llaman 'grupos de combate privilegiado'. Objetivamente, cometieron un error". Pero ahora también se teme que haya repercusiones nefastas en Pakistán.
En EE.UU., la reacción fue el escepticismo PAGINA 12 EN EE.UU. Con la credibilidad casi nula y en el punto más bajo de su carrera política y de esta presidencia, a Bill Clinton le costó ayer convencer a varios políticos y a muchos representantes de la prensa y los medios de comunicación de que los ataques aéreos a grupos terroristas en Afganistán y Sudán no eran una estrategia para desviar la atención del escándalo jurídico-sexual con la ex becaria Monica Lewinsky. Pero después de algunos cabildeos y una que otra voz dubitativa expresando sospechas, los líderes de la oposición en el Congreso dijeron que aprobaban esta respuesta con misiles a los ataques contra las dos embajadas estadounidenses en Kenya y Tanzania, cuyo saldo fue de más de 200 muertos, entre ellos 12 norteamericanos. La primera reacción ante el anuncio de Clinton, hecho desde Martha's Vineyard, sobre la medida adoptada en materia de seguridad nacional, fue el escepticismo. "¿Usted vio la película Wag the dog?", le preguntó una periodista al secretario de Defensa William Cohen. En ese film protagonizado por Dustin Hoffman y Robert De Niro, un gobierno temblequeante por el escándalo de una infidelidad presidencial decide desviar la atención de la opinión publica inventando una guerra virtual, dibujada con computadoras, con la remota Albania. Sin el más mínimo asomo de sonrisa, Cohen contestó que no había visto el "movie" y que los ataques habían tenido como objetivo preservar a los norteamericanos de futuros ataques que, según lo informado por la CIA y el FBI, los terroristas de Bin Laden tenían proyectado llevar a cabo. En el transcurso de la tarde, los presentadores de algunos programas de cable siguieron apuntando con sorna muy poco velada al "momento oportuno" que había elegido Clinton para castigar fundamentalistas islámicos. Con esa especie de telenovela de fondo en la cual ayer Monica Lewinsky prestó nuevamente testimonio en la Federal Court House ante Kenneth Starr y el 'grand jury', nada de lo que haga Bill Clinton parece destinado a ser tomado en serio. Con una prensa que en Latinoamérica se llamaría "golpista" por la ferocidad de las críticas y que parece dejar entrever su deseo de que este presidente moralmente mal herido renuncie, y con programas televisivos donde los conductores revolean los ojos en señal de reprobación e ironía, Clinton encontró ayer eco únicamente en el mundo político y en la opinión pública norteamericana, que una vez más estuvo de su lado y que una vez más marcó las diferencias que tiene con el periodismo que cubre la tarea de este presidente y sus escandaletes. No todas las expresiones en la oposición fueron unánimemente elogiosas. Los senadores republicanos Arlen Specter y Dan Coats dijeron tener dudas acerca de la "motivación" que había impulsado el lanzamiento de los misiles Thomahawk. "Cuando Ronald Reagan preparó el ataque a Libia, hubo una extensa preparación de esa acción. En cambio, en ésta parece no haber habido casi ninguna. Me preocupan además las consecuencias. Después de Libia, nosotros sufrimos el atentado al avión de Panam (Panam 103)", comentó Specter, quien también recordó que el New York Times había informado que como estrategia la Casa Blanca pensaba realizar una o dos grandes apariciones de Clinton en estas semanas siguientes al infausto discurso del lunes pasado, en el que reconoció "haber conducido a conclusiones erróneas al pueblo norteamericanos, e inclusive a mi esposa". Mientras lidiaba con la preparación para el interrogatorio de Starr, Clinton se reunió repetidas veces la semana pasada con funcionarios de Defensa y de Seguridad Nacional. Algunos de los pocos simpatizantes que le quedan en los medios de comunicación recordaron que Clinton se había ocupado mucho del tema seguridad tanto como de Lewinsky y Starr, recibiendo continuos 'briefings' de inteligencia y manteniendo numerosas consultas con el secretario Sandy Berger de Seguridad Nacional y William Cohen de Defensa. En una entrevista telefónica, Newt Gingrich dijo a una de las cadenas
que él sabía que "había algo en preparación". "¿Desde cuándo?",
preguntó un periodista. "Desde que pasó lo de las embajadas", dijo el
republicano. Otros líderes del partido conservador, como los senadores John McCain y
Orrin Hatch también expresaron su aprobación. Finalmente, un comunicado de Trent Lott,
presidente de la bancada mayoritaria en el senado, despejó el ambiente de suspicacias.
"El Congreso apoya al presidente Clinton en esta acción contra el terrorismo",
dijo Lott.
DOS EXPERTOS EN EE.UU. OPINAN SOBRE LA DOBLE
OPERACION Por M. F. C. "Era la respuesta inevitable --señaló a Página/12 el académico Richard Bulliet, experto en Medio Oriente de la Universidad de Columbia--; si el presidente Clinton no hubiese ordenado estos dos ataques como réplica a lo que ocurrió en Africa, yo hubiese dicho que sus problemas personales lo distraían de la función pública." Otro especialista, Arnold d'Borouchgrave del Center for Strategic and International Studies, dijo a este diario que "en vista de que Estados Unidos tenía información de inteligencia de que su embajada en Asmara, la capital de Eritrea, iba a ser atacada como las dos anteriores muy pronto, el presidente, que se encuentra bajo mucha presión, decidió enviar una clara señal a los terroristas". D'Borouchgrave, sin embargo, criticó la metodología de bombardear con misiles: "Lo que hay que hacer es capturar a este individuo Bin Laden", opinó. "Creo que si bien esta contraofensiva era inevitable, también inevitablemente habrá más contraataques vengativos en el futuro por parte de los terroristas. Eso me preocupa mucho. También me preocupa que con este tipo de acciones, mucha gente empieza a ver a los terroristas como víctimas. Y está todo el factor diplomático, con los gobiernos de Afganistán y Sudán, con los cuales vamos a tener problemas como resultado de este ataque sorpresivo y unilateral", dijo Bulliet a este diario. Arnold d'Borouchgrave dijo que los informes de inteligencia acerca de un posible ataque a la embajada de Asmara habían empujado la decisión presidencial. "Y yo no soy un psiquiatra pero calculo que sus problemas personales también han jugado un rol", agregó. El experto puso en duda la efectividad del ataque de ayer con los misiles Tomahawk. "Se recordará que se usaron en la guerra del Golfo y que no eran muy buenos", dijo. "Los bombardeos no dan grandes resultados, especialmente contra gente como Bin Laden que tiene una infraestructura terrorista extendida en todo el mundo islámico, en todo el Medio Oriente, en Indonesia y Malasia. Sería conveniente apresarlo a él que es la cabeza y no bombardear." Añadió, sin embargo, que criticaba los ataques de ayer "desde un punto de vista de la efectividad militar, no desde el punto de vista psicológico".
Argentina aprueba el ataque, pero abriendo el paraguas
Con una cautela extrema, el gobierno argentino aprobó los ataques norteamericanos contra Sudán y Afganistán. Si bien el tono del comunicado oficial de la Cancillería fue de comprensión "hacia estas acciones, sin duda extremas", también se recordó que "la guerra contra el terror debemos encararla mancomunadamente y en el marco del derecho internacional y de su adecuación a los nuevos flagelos que amenazan a la humanidad". Tanto cuidado hizo hasta difícil entender qué pensaba realmente el gobierno argentino sobre la contundente respuesta de Washington contra quienes supuestamente atacaron sus embajadas. La Cancillería emitió la única declaración del día, en la que aclaraba que había citado al encargado de negocios norteamericano en Buenos Aires, Manuel Rocha, para que explicara lo sucedido al canciller Guido di Tella. El diplomático repitió las declaraciones de su presidente, Bill Clinton, y explicó que su país había actuado ante "pruebas concluyentes de que en los sitios específicos, blanco de los ataques, se habían preparado y entrenado equipos terroristas para desarrollar operativos criminales a escala mundial". Rocha agregó que EE.UU. había actuado "en ejercicio del derecho a la autodefensa, reconocido por la comunidad internacional". Según el comunicado, Di Tella señaló que Argentina conocía "dolorosamente la acción criminal del terrorismo internacional, una de las nuevas y más graves amenazas a la paz y seguridad mundiales, cuya erradicación es objetivo de nuestro país y de la comunidad internacional en su conjunto". En plan de entender, el canciller declaró que simpatizaba con "el profundo dolor provocado por tantas víctimas inocentes cobradas por los atentados ocurridos en Kenia y Tanzania, con cuyos gobiernos y pueblos nos solidarizamos, así como por la inminencia de ataques similares a objetivos estadounidenses y de otros países". Pero abruptamente, el comunicado oficial abandona esta línea comprensiva y recuerda la posición legalista del gobierno argentino con frases como "acompañamos la preocupación de todos los gobiernos responsables del mundo por activar los mecanismos y convenciones internacionales ya existentes que coadyuven a la cooperación entre los estados y las sociedades del mundo frente al terrorismo". De inmediato, viene la apelación al derecho internacional, algo extraña cuando se está hablando de un ataque militar en toda la escala contra dos naciones. La carta de la Cancillería recuerda las declaraciones del presidente Carlos Menem ante las Naciones Unidas en 1994, poco después del atentado a la AMIA, cuando Argentina apeló al organismo internacional para enfrentar al terrorismo, y del canciller ante el Consejo de Seguridad. En el final, el comunicado cita las acciones argentinas ante distintos foros internacionales para que se adopten "medidas contras el terrorismo". El embajador argentino ante las Naciones Unidas, Fernando Petrella, fue más claro y sincero en sus declaraciones de ayer. "Habría que ver si la fuerza militar es la mejor manera de combatir al terrorismo", dudó poco después de escuchar al representante norteamericano ante el organismo internacional, que explicó en Nueva York las acciones de su país ante sus colegas.
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