Por Cristian Alarcón
El techo de la
playa de estacionamiento Macías, en Adrogué, había volado el domingo con la última
tormenta. El cuidador le enseñaba el cielo abierto a un empleado cuando no lo pudo creer:
un helicóptero sobrevolaba el galpón y amenazaba con caérseles encima.
Plaf-plaf-plaf, dice que hacía la máquina, y se movía como si sufriese
convulsiones. Walter Brun, de 27, lo vio zigzaguear, supo que se salvaba del impacto y lo
siguió con la vista hasta pasada la otra cuadra, donde después de perder la cola, el
parabrisas en forma de burbuja, y finalmente la hélice, cayó en el estrecho espacio de
un jardín, tras arrancar la mitad de las ramas de un árbol. Con el impacto murió en
forma instantánea el piloto de la nave, de 29 años. Es la quinta víctima de los
helicópteros Robinson R-22, comprados en medio de una ráfaga de cuestionamientos, por el
gobierno de Eduardo Duhalde, cuando a fines de 1992 a la Bonaerense la piloteaba el ex
comisario Pedro Klodzyck. La tozudez del gobierno provincial pasó en aquel momento por
encima de las advertencias del radicalismo y de la Federal Aviation Administration,
dependiente del Departamento de Transportes de Estados Unidos, quienes ya habían
informado sobre la racha de accidentes de los Robinson (ver aparte).
El comentario fácil de la tarde de ayer fue, para los adroguenses, el helicóptero en el
patio de la casa de los Etchart, en Macías y Canale, a dos cuadras de la estación y
el milagro de que no haya dado contra una vivienda. Todavía anoche los
vecinos que lograban pasar las vallas se trepaban a escaleras portátiles, espiaban por
entre las enredaderas los restos de la nave, deshecha como un juguete, entre un paredón y
una casa de dos pisos con arcadas y balcón en el fondo. El último vuelo del Robinson
uno de los 40 que hace cinco años compró la fuerza comenzó en el centro de
operaciones Don Orione, de la División Departamental Sur, pasadas las tres de la tarde.
El oficial inspector Raúl Di Natale salió en apoyo de varias patrullas que convergían
al centro bancario de Temperley, donde había comenzado una persecución de delincuentes.
En las esquinas de Yrigoyen y Buenaventura, un móvil con el oficial Alejandro Moreno al
volante hacía una recorrida de rutina. Quince minutos antes de las tres, su acompañante
bajó al banco Quilmes, en Yrigoyen y Buenaventura. Según informó ayer la Departamental,
dos hombres se acercaron al auto; uno preguntó una dirección, y sin que mediara
respuesta disparó contra Moreno. La bala le rozó el antebrazo y le dio en el abdomen. El
disparo provocó la corrida de los atacantes. Se convocó al comando radioléctrico. Los
perseguidos se escabulleron camuflándose en galerías, ligustrinas y medianeras. El
oficial del Robinson todavía intentaba avistarlos cuando comenzó el descenso,
informó ayer a este diario una fuente de la Departamental Sur.
Sobre la calle Macías ayer se arremolinaban los vecinos que habían oído, visto, y hasta
presentido al ultraliviano. Tengo muy buen oído para los aviones y supe
que este bicho se caía cuando lo escuché, exageraba ante cámaras un jubilado.
Parece que el helicóptero tardó como media hora en matarse, ironizó un
adolescente por sobre otros dos que daban testimonio a la televisión. Las fuentes
oficiales de la policía tampoco alcanzaban a acordar sobre los motivos del accidente. Por
un lado el comisario Miguel Angel Brenta, jefe de la Unidad primera de Adrogué, no
descartaba que la nave hubiera sido tiroteada. Algunos testigos afirmaron haber
escuchado disparos, le dijo a este diario. Su segundo, el subcomisario Roberto
Posse, afirmó lo contrario a la agencia Télam. No fue baleado, su caída fue
accidental, sostuvo. Mientras, el secretario de la Departamental Sur, el comisario
Guillermo Meyer, prefería la cautela apostado en el portón de la calle Macía, a la
espera de un dictamen de la Junta de Accidentes Aéreos, quienes recién hoy revisarán
con detenimiento el helicóptero.
Lo cierto es que el Robinson fue perdiendo partes desde que comenzó a desestabilizarse, y
nadie podía negar ayer la hipótesis de un enganche conlos cables de alta tensión de la
zona. En la Bonaerense es sabida la recomendación de la Federal Aviation Administration:
no volar un Robinson a menos de 500 pies, y tampoco con viento de mediana intensidad. Ayer
Meyer informó a Página/12 que la cola fue hallada en el jardín de la Biblioteca del
Niño, a 200 metros de donde cayó el biplaza. Y la hélice quedó atascada entre dos
pinos a 100 metros. Daba toda la sensación de que el piloto intentaba caer sobre la
esquina donde está nuestra cancha de tenis, le dijo a este cronista Elsa Strianeza,
propietaria de una pequeña mansión a pocos metros de donde terminó el Robinson, el
patio de los Etchart. La accidentada persecución de la Bonaerense terminó a siete
cuadras de Macías y Canales, donde un hora después dieron con uno de los hombres. Los
otros dos anoche seguían libres.
Las advertencias en EE.UU. El
promedio de accidentes fatales del R22 es mucho más alto que el de comparables
helicópteros a pistones: así lo afirmó un artículo de la revista norteamericana
especializada Aviation Safety en noviembre de 1990. Allí comparaban cifras para el
período 1984-87: los Robinson 22 tenían 29.8 accidentes cada cien mil horas de vuelo,
contra 19.0 de otros helicópteros del mismo tipo. Claramente sostenía la
publicación, el bajo nivel en materia de seguridad es una causa de preocupación
para cualquiera que considere volar un R22.
Tras advertir sobre la serie de accidentes fatales en torno a este tipo de nave, el
artículo concluía que quienes aceptan el desafío (de volar un R22) deben hacerlo
con la disciplina que surge del entendimiento de los riesgos involucrados y el
reconocimiento del pobre nivel de seguridad del Robinson R22.
Por su parte, la Administración Federal de Aviación organismo oficial de Estados
Unidos emitió ya en julio de 1994 un alerta sobre los helicópteros Robinson
modelos R22 y R44. Allí se informaba sobre recientes accidentes fatales con estas
aeronaves y se emitía una serie de recomendaciones generales para su manejo. Entre ellas
figura la de no volar estas máquinas a menos de 1500 metros, excepto durante el despegue
y el aterrizaje, ya que la frecuencia de choques con cables de los R-22 y R-44 es
alarmante. |
DIPUTADOS PIDEN QUE LOS ROBINSON DEJEN DE
VOLAR
Son máquinas de alto riesgo
Por Carolina Bilder
La flota de los 40
helicópteros Robinson R-22 fue adquirida durante la gestión del ex secretario de
Seguridad del gobierno bonaerense Eduardo Pettigiani, en medio de una polémica con el
radicalismo, que los cuestionaban por ineficientes. Ayer, un grupo de
legisladores bonaerenses de ese partido le pidió al gobernador Eduardo Duhalde la
suspensión urgente de la autorización de los vuelos de estos helicópteros al alertar
sobre sus precarias condiciones de seguridad. Diversos informes de organismos
nacionales e internacionales habían recomendado no utilizar esos aparatos y advertían
que esas máquinas tienen expresamente prohibido volar sobre áreas pobladas. Con el de
ayer ya suman cinco los helicópteros que la policía perdió desde que los compró, hace
poco más de cinco años.
Los helicópteros Robinson R-22 son aparatos livianos, de pequeño porte y con capacidad
para dos personas. Se caracterizan por su escaso peso y velocidad alcanzan unos 100
kilómetros por hora promedio y no pueden volar con vientos superiores a los 25
nudos.
En 1993, cuando la Policía Bonaerense adquirió el lote de 40 helicópteros Robinson R-22
a través de una compra directa y sin llamar a licitación, el entonces senador radical
Héctor Bertoncello cuestionó la operación y denunció otros mecanismos irregulares de
compra de equipamiento por parte de la Policía Bonaerense.
Por esa época, Bertoncello calificó a los Robinson como ataúdes volantes
por su alta peligrosidad. Ayer, en diálogo con Página/12, Bertoncello ex
subsecretario de Seguridad adelantó su intención de hacer una presentación
judicial para que se investigue si hay responsabilidad por homicidio culposo
en el accidente ocurrido ayer en Adrogué, en el que murió el piloto Raúl di Natale.
Según el dirigente, existe una prohibición de la Fuerza Aérea que les impide
volar sobre zonas pobladas. Además, citó informes internacionales que los
califican como de alto riesgo y con un margen de error como el del filo
de una navaja. En idéntico sentido, la Dirección Nacional de Aeronavegabilidad ya
había advertido que esos helicópteros tienen expresamente prohibido volar sobre áreas
pobladas.
Tras subrayar que la irresponsabilidad oficial de ninguna manera justifica el alto
precio de una vida, los legisladores radicales Francisco Ferro, Gustavo Ferrari y
Oscar Doria le pidieron al gobernador Duhalde que suspendiera inmediatamente los vuelos de
esos helicópteros por sus precarias condiciones de seguridad, y el radical Miguel Bazzé
elevó un pedido de informes al ministro de Justicia, León Arslanian, por la caída del
helicóptero policial en Adrogué.
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