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APARECIÓ AHORCADO MARCELO CATTÁNEO, PROTAGONISTA DEL ESCÁNDALO IBM-BANCO NACIÓN

Otro suicidio a la medida de la impunidad

Su hermano era la mano derecha de Kohan. Aldaco y Contartese lo señalaron como el coimero. Ya no podrá contar su historia.

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Por Fernando Cibeyra

t.gif (67 bytes)  Había desaparecido el miércoles al mediodía, después de decirles a sus compañeros de trabajo que salía a almorzar. Ayer, el empresario Marcelo Cattáneo, acusado por el pago de sobornos en el escándalo IBM-Banco Nación, apareció muerto, vestido de jogging y ahorcado con una soga de nylon, en la ribera del río detrás de los pabellones de la Ciudad Universitaria. El médico forense que realizó la autopsia sólo confirmó que se trataba de su cadáver, aunque voceros policiales aseguraron que no encontraron signos de violencia en la zona del hallazgo, lo que para ellos avalaría la hipótesis de la muerte por mano propia. Un mes atrás, Cattáneo se había encontrado con un amigo en un almuerzo y se mostró confiado en su suerte. "Mi situación es delicada, pero voy a zafar", le dijo, además de recitarle un rosario de insultos contra los ex directivos del Nación Alfredo Aldaco y Genaro Contartese, sus principales acusadores.

La noticia causó sorpresa en el Gobierno que enseguida se llamó a silencio. "Obviamente que toda muerte sorprende, pero no voy a comentar nada más", respondió cortante, a la noche, el secretario general de la Presidencia, Alberto Kohan. El senador Eduardo Menem pidió "prudencia" antes de "emitir juicios de valor". "Hay que ser muy cautos a la hora de juzgar", insistió.

El hermano mayor de Marcelo, el ex subsecretario general de la Presidencia, Juan Carlos Cattáneo, también procesado en la causa IBM-Banco Nación, aseguró haberse enterado de la noticia por los medios. "No sé absolutamente más nada de lo que ustedes saben. No dudamos ni dejamos de dudar, sólo rezamos por él", comentó antes de ingresar al edificio de Santa Fe 2338, en donde vivía su hermano.

Al momento de la firma del contrato informático entre IBM y el Banco Nación, Marcelo Cattáneo era presidente de Consad y, en algún momento, también estuvo vinculado a CCR, la empresa subcontratada por la Big Blue para que preparara un sistema muletto por 37 millones de dólares. La investigación posterior determinó que la firma nunca proveyó ningún servicio y que destinó los 21 millones que le alcanzaron a abonar para pagar sobornos a funcionarios que se depositaron en cuentas en Estados Unidos, Suiza y Luxemburgo.

En realidad, quien desde un principio quedó bajo la lupa de la Justicia por este caso fue Juan Carlos Cattáneo, ex segundo de Kohan en la Rosada. El mayor de los Cattáneo poseía aceitados contactos políticos y había escalado a un lugar de influencia como para manejar una operación de semejante calibre. El diputado del Frepaso que sigue la investigación, Horacio Viqueira, insistía ayer en que Marcelo no tenía el poder suficiente como para cerrar el negocio por las suyas. "Esta muerte demuestra que existe una verdadera mafia. A Marcelo Cattáneo lo habían colocado en una posición de mucha responsabilidad y él se sentía traicionado por eso", explicó.

La situación de Marcelo Cattáneo había virado de gris oscura a negra en abril pasado, cuando Aldaco y Contartese lo acusaron de ser quien les había ofrecido las coimas. El relato que hicieron ante el juez federal Adolfo Bagnasco fue casi pintoresco. Dijeron que Cattáneo les notificó que IBM estaba interesada en hacer un "reconocimiento" a los tres o cuatro directivos del banco que habían manejado el negocio de 250 millones de dólares. "Es una forma de participar de la alegría de la empresa por la obtención del contrato", fue lo que declaró Contartese que le dijo Cattáneo hacia abril o mayo de 1994. La alegría se materializó en un depósito de un millón y medio de dólares a nombre de Contartese y más de tres millones a favor de Aldaco en dos cuentas suizas.

Cattáneo declaró en la Justicia que el relato de Contartese era "una mentira absurda que ofende la inteligencia". El juez Bagnasco los juntó en un careo y allí Cattáneo volvió a negar que alguna vez hubiera actuado como intermediario de IBM. Cuando se presentó ante la comisión investigadora del Congreso directamente negó todo. No había pagado nada a nadie, no conocía a Kohan y no había trabajado nunca en CCR. Sólo admitió su participación en Consad y que su mujer, Silvina de la Rúa, había trabajado para la secretaria de la Función Pública, Claudia Bello, quien se expidió a favor del contrato. Si prevalece la versión oficial de que Marcelo Cattáneo era el responsable de las coimas, su muerte, entonces, podría ocasionar el cierre de buena parte de la investigación.

Con el de ayer, son cuatro los suicidios que, en forma directa o no, sirven para colocar sombras a investigaciones sobre los principales casos de corrupción de los últimos años. El que inició la serie fue el del brigadier Rodolfo Etchegoyen en la Aduana. Luego Alfredo Yabrán se voló la cabeza de un escopetazo y colocó en el freezer la investigación por la muerte de José Luis Cabezas. El capitán de navío Horacio Estrada se llevó buena parte de los secretos por la venta ilegal de armas a Ecuador.

La causa por la muerte de Cattáneo quedó en manos de la jueza de instrucción Gabriela López de Ouviña y fue caratulada como "averiguación por suicidio". La nueva investigación viene a suplantar a la que se había iniciado desde la desaparición del empresario cuando utilizó el turno del almuerzo para salir de la compañía Mexicana de Aviación donde trabajaba. Reconstruir los pasos de Cattáneo durante los últimos cuatro días será fundamental para determinar cuánto de voluntario tuvo la muerte del empresario que, hasta hace pocos días, les aseguraba a sus más íntimos amigos que no temía que la Justicia pudiera terminar de probar su culpabilidad en el escándalo informático.

 


Etchegoyen, Yabrán, Estrada

t.gif (862 bytes) La muerte de Marcelo Cattáneo no es la primera que despierta dudas. En la Argentina son numerosas las causas donde la desconfianza se mantuvo aún después de que la Justicia las caratuló como suicidio. Entre las principales están:

* Rodolfo Etchegoyen: el brigadier apareció muerto el 13 de diciembre de 1990. La carta que supuestamente dejó antes de morir fue escrita con dos letras distintas, por lo que se estima que podría ser falsa. El aviador había dejado, un mes antes de su muerte, la titularidad de la Aduana. Sus familiares sostienen que estaba investigando una red que se dedicaba al contrabando y tráfico de droga en Ezeiza. El cadáver presentaba un misterioso hematoma en el entrecejo, que nunca fue investigado en detalle. * Alfredo Yabrán: El 8 de mayo de este año apareció en su estancia entrerriana con un tiro en su cabeza. Diez días después, una encuesta del Centro de Estudios de Opinión Pública (CEOP) indicaba que el 67,8 por ciento de la población descreía del suicidio. Es más, 45,5 ni siquiera creía que estaba muerto. La jueza Graciela Pross Laporte cerró la causa el 3 de junio. Pero nunca terminó de explicar claramente por qué hubo una cantidad indeterminada de vehículos merodeando la estancia del empresario telepostal.

* Horacio Estrada: El capitán de navío retirado, imputado en la causa por la venta ilegal de armas, apareció muerto en su domicilio con un balazo en la cabeza el 25 de agosto de este año. "Humberto", su seudónimo en los grupos de tarea de la ESMA, había sido citado días antes por el juez federal Jorge Urso, pero se negó a prestar declaración indagatoria. Fuentes de la inteligencia naval sostuvieron que el perfil psicológico de Estrada no permitía suscribir con facilidad la explicación de la muerte por propia mano.



JOSE, UN PESCADOR DE LA ZONA, CONTO LO QUE VIO A PAGINA/12

Testigo de una jornada particular


Por Adrián H. Mouján

t.gif (862 bytes) "No sé quién les habrá avisado. Acá no viene nadie y menos hoy (por ayer) con todo lo que llovió. Pero apenas tiré la línea, vi el coche rojo junto a la casita", le relató a Página/12 José, quien todos los fines de semana va a pescar a uno de los muellecitos ubicado detrás del segundo pabellón de Ciudad Universitaria. "¿En serio? ¿El tipo colgado era del gobierno y los de traje eran canas?", preguntó el pescador, quien no tiene idea de que el hombre que apareció ahorcado es Marcelo Cattáneo, directivo de la empresa Consad, vinculada al escándalo IBM-Banco Nación.

José salió ayer desde Don Torcuato --donde vive-- y llegó después de las 16 a su muellecito, donde hace un par de años levantó un techito de latas y cartones para guarecerse de la lluvia. Y cuando tiró la línea se dio cuenta que en la construcción había un auto rojo y gente.

"Eran todos tipos de traje, se metieron en la casilla de donde salen los fierros rojos". José, de 22 años, se refiere a la casilla de cemento y ladrillo en cuyo patio trasero quedó la base de una antena. En la quinta barra de esa antena cuelga la cuerda de nylon blanco desde la cual pendía el cuerpo de Cattáneo. "Los tipos entraron a la casa, pero yo no lo veía al chabón ese que dicen que estaba colgado. Me tapaban los árboles y los yuyos. Un rato después llegaron los otros autos, pero no había ninguno de la policía. El patrullero llegó después con una camioneta azul que al ratito se fue", agrega.

"Había poca yuta (policía), los tipos estaban todos de traje", siguió contando, mientras movía la línea que usó para 'robar' unos bagrecitos que puso en un balde blanco. José dice que el viernes pasado a la noche, cuando Marcelo Cattáneo ya llevaba dos días desaparecido, "aparecieron tres tipos vestidos de negro con una linterna con una luz muy fuerte. Yo estaba en el otro muellecito, el que está más cerca de la construcción. Los tipos me preguntaron que hacía, yo manoteé mi navaja y les dije que pescaba. Me dijeron que me fuera que sino me iban a cagar a trompadas".

Para llegar caminando al río desde la playa de estacionamiento ubicada frente al segundo pabellón hay que cruzar un portón que impide el acceso de automovilistas. Luego de recorrer varios metros de camino de tierra --ayer un verdadero barrial-- se llega la casilla de cemento enclavada en una lomita cubierta de maleza y árboles de hojas anchas. La casilla tiene una especie de ambiente grande que da a otro más pequeño y al patio desde donde sale la antena.

En las paredes posteriores de la lomita hay más trechos de la antena que nunca fueron colocados, todos de color rojo. "Yo, hace tres años que vengo a pescar a este muelle y la construcción ya estaba", dice José ante de levantar la línea al final de la cual se sacude un bagrecito.


PEQUEÑO RETRATO DE MARCELO CATTANEO

Un "hampón" simpático y desprolijo



t.gif (862 bytes) Unos lo presentaron como licenciado en ingeniería en sistemas. Otros, como un tipo alegre, simpático, jodón y desprolijo. Unos terceros directamente se refirieron a él como "el hampón", un sobrenombre acuñado en sus años de rugbier.

Lo cierto es que Marcelo Cattáneo se hizo conocido al estallar el escándalo IBM--Bancona03fo01.jpg (10249 bytes) Nación. Era uno de los gerentes de Consad, la empresa a cargo de su hermano Juan Carlos que está siendo investigada por la Justicia por evasión fiscal y presunto pago de retornos.

--Marcelo era una especie de gerente de relaciones públicas, mientras que Juan Carlos era el verdadero cerebro del negocio --dicen sus amigos de San Carlos.

San Carlos es un pequeño club de rugby donde Marcelo jugó en las divisiones inferiores y terminó como capitán de la primera. Allí, donde también ejerció como entrenador, solía disfrutar sus fines de semana junto a Silvina de la Rúa, su mujer y también secretaría de su hermano.

De la Rúa --que no tiene ningún parentesco con el jefe de Gobierno porteño Fernando de la Rúa-- cumplía su trabajo junto a Julia Oshira, una mujer de origen oriental que murió hace aproximadamente dos años.

A pesar de su perfil y su vehemencia, Marcelo debió tomar las riendas de Consad cuando su hermano fue nombrado por el gobierno de Carlos Menem como interventor de la acería Somisa.

Los socios de San Carlos cuentan que Marcelo siempre alardeó de sus relaciones, y también las de Juan Carlos, con el poder. "Es peronista de toda la vida y siempre supimos que estaba vinculado con el Gobierno a través de su hermano".

Además de titular de Consad, Marcelo --un egresado de la Escuela Modelo-- era cuñado del residente de CCR, Alejandro De Lellis. CCR es la empresa que recibió de IBM una orden de compra por 37 millones de dólares y después utilizó 14 millones para pagarles a proveedores que --según investiga la Justicia-- podrían no existir.

La Justicia quiere determinar si esos millones de dólares fueron la cifra mágica para que IBM se garantizara el Proyecto Centenario.


LUIS DOBNIEVSKY, ABOGADO DE MARCELO CATTANEO

"Estaba agobiado y angustiado"

 

 

t.gif (862 bytes) "Ni la familia ni yo vimos el tremendo cuadro depresivo que tenía Marcelo. Por un lado, se lo condenaba por una maniobra en la que supuestamente embolsó millones, y por el otro lado esta semana no tuvo dinero ni para cubrir los cheques del colegio de sus hijos". Con estas palabras, el abogado de Marcelo Cattáneo, Luis Dobnievsky, intentó anoche explicarse la muerte de su defendido.

--¿No tienen dudas sobre la muerte?

--Sólo puedo decirle que tuvimos noticias de que Marcelo andaba deambulando por la zona de Ciudad Universitaria. No quisimos hacerlo público porque lo estábamos buscando, pero eso nos indica que estaba con una fuerte depresión. Los hombres de la Policía Federal ya nos habían dicho que todos los días desaparecen varias personas producto de una conmoción emocional, gente que empieza a vagabundear porque está muy mal. De manera que esa empezó a ser la principal hipótesis, pero nadie esperaba un desenlace semejante.

--¿Lo atribuye únicamente al caso IBM-Banco Nación?

--Mire, yo estoy absolutamente convencido de que Marcelo era inocente. No solamente su declaración fue intachable sino que también lo vi por su situación económica. El no tenía dinero, estaba agobiado y angustiado por cubrir sus gastos. Todo el mundo creyó lo escrito en los diarios y así quedó condenado.

--Tendrá que reconocer que en el caso IBM-Banco Nación hubo coimas y que la empresa en la que Cattáneo era gerente jugó un papel clave.

--No tengo dudas de que el caso IBM-Banco Nación es un monumento a la corrupción. Pero también le insisto en que Marcelo no tenía un peso y no poder pagar el colegio de los chicos terminó sumergiéndolo en una terrible depresión.

OPINION

Por J. M. Pasquini Durán


También Cattáneo


t.gif (862 bytes) Llevaba una vida austera, ordenada, no tenía síntomas depresivos, ni antecedentes de ese tipo, y tampoco razones para fugarse. Así describió la situación de Marcelo Cattáneo su abogado, Luis Dobniesky, cuando fue consultado por este diario, el viernes último. Para entonces, el ministro Carlos Corach tampoco encontró indicios de secuestro. Dos días después, el domingo, cuando cumplía cuatro días de ausencia injustificada de su hogar, apareció ahorcado, colgando de una antena en construcción, en un paraje desolado, cercano a los pabellones de la Ciudad Universitaria. "Mire, nosotros lo sabríamos o lo presentiríamos", había insistido el letrado, descartando cualquier intento de fuga.

Era para creerle, ya que pocos como el defensor lo veían tan a menudo en los últimos dos años y medio. Tuviera o no razón el abogado, este presunto suicidio resultará tan increíble como el de Alfredo Yabrán. Sólo falta, para acentuar la coincidencia, que se declare agotada la investigación judicial por las responsabilidades en el trámite y destino de las coimas por 21 millones de dólares, así como el escopetazo en la estancia entrerriana clausuró la indagatoria por el asesinato de José Luis Cabezas.

Estremece imaginar que las investigaciones de los mayores escándalos conocidos en los últimos ocho años no puedan llegar hasta el final porque mueren las personas que, debido a que fueron participantes o poseían información comprometedora, resultan peligrosas con vida para cómplices o mandantes más encumbrados. Con poder suficiente, al menos, para inducir a la muerte con impunidad.

Yabrán y Cattáneo no son los únicos presuntos suicidas que dejan más preguntas que respuestas. Hay un interventor en la Aduana, varios testigos o partícipes del tráfico ilegal de armas a Croacia y Ecuador, un helicóptero derribado que transportaba generales de Argentina y Perú con sus esposas y hasta se menciona la posibilidad de la explosión deliberada de Fabricaciones Militares en Río III, y vaya a saber cuanto más que no tiene estado público. Cada uno de estos episodios ha sido intoxicado de sospechas por la suposición de maniobras para cubrir rastros o clausurar puertas de acceso a los comandos de operaciones mafiosas.

Luego, el Gobierno impugna las malas notas que recibe por corrupción de los observadores internacionales. Si no fuera por la prensa honesta, a la que tanto combaten los ideólogos del oficialismo, la mayoría de estos casos seguiría en la penumbra, para mayor riesgo de la sociedad y del patrimonio público. Hay que pensar que la Operación Manos Limpias en Italia comenzó el 17 de febrero de 1992 con la detención del socialista Mario Chiesa, cuando cobraba una comisión ilegal de escaso valor monetario. A partir de ese momento, los fiscales de Milán, y otros que se sumaron, realizaron centenares de procesos, investigaron a más de 4000 políticos, empresarios o intermediarios, la mitad de los cuales terminaron ante los tribunales, donde aún están pendientes casi 500 causas. Aquí no se logra concluir una docena de casos emblemáticos.

El que tiene poder, zafa. Esa presunta ley "natural" es otra avivada criolla. En Italia, el más importante líder de la derecha y empresario decisivo en medios periodísticos y emisoras de televisión, Silvio Berlusconi, ha sido condenado tres veces por irregularidades contables en sus empresas y por soborno a la policía fiscal italiana, y tiene pendiente otra media docena de procesos.

Jean Daniel, director de Le Nouvel Observateur, recordaba hace poco que el ex primer ministro sueco Olof Palme, antes de ser asesinado, fue acusado por aceptar honorarios a cambio de una conferencia. Eran menos de mil dólares pero fue reprendido y se vio al penitente disculparse por televisión. Italia y Suecia no son países fuera del mundo y están cargados por vicios y tentaciones. Pero están dispuestos a crear sociedades de transparencia.

En Argentina, igual que en la mayoría de la región, reina la impunidad. Se puede ser presidente apoyado con dinero del tráfico de drogas ilegales o de armas o se pueden amasar inmensas fortunas privadas mediante cadenas de sobornos. Como los poderes no reaccionan, los pueblos se cargan de escepticismo, tal como se consigna en el último informe anual del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en el que las estadísticas sobre gastos de publicidad, uno de los más altos del mundo, sólo se explican por el grado de desconfianza generalizada en la población. No les creen ni a las ofertas de medicamentos.

Tienen razón los que demandan investigaciones rápidas y eficientes que produzcan condignos castigos. Sin esa premisa, urgente, de nada valdrán las renovaciones electorales, porque los ciudadanos seguirán sin hacer caso de la política y de sus operadores, subordinados al vaivén de los temores y prejuicios en los que se escudan las mafias de la impunidad. En Argentina, donde el terrorismo de Estado usaba a los militares para arrojar al río prisioneros adormecidos desde aviones oficiales, se puede concebir que destrocen un pueblo como Río III para ocultar un contrabando.

Lo que no se puede soportar más es que nadie, después de quince años de democracia, civil o militar, sienta comprometida su propia dignidad, su elemental seguridad, ante la sospecha de ese crimen, igual que de los otros y permanezca sin hacer otra cosa que murmurar el asco o seguir su camino. ¿Dónde está el honor de las Fuerzas Armadas, dónde la integridad de la sociedad civil, dónde la supuesta autorreparación de los tribunales, dónde el coraje moral de su Congreso? Con crisis financiera o sin ella, Argentina se condenará al infierno de sus propios tormentos, como sucede en Nigeria o en Rusia, si permite que las bandas criminales sigan operando sin tropezarse, al menos, con el activo repudio público.


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