Al cumplirse un año del accidente en Fray Bentos, los familiares y amigos recordaron a los 74 muertos con velas, pedidos de justicia y fuertes críticas a la Fuerza Aérea y a la compañía.
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Por Carlos Rodríguez
"Ausencia es lo único que tenemos. Por eso, buscamos justicia". Desde el lema, los Familiares, Amigos y Allegados de las víctimas del vuelo del 10 de octubre de 1997, partieron en caravana desde el Aeroparque Jorge Newbery, pero se movilizaron por tierra, en micros y autos particulares. Al comienzo se advirtió un clima de peregrinación, con abrazos, besos y algunas risas entre personas que a lo largo de 12 meses han ido tejiendo una sólida amistad. Tras siete horas de largo viaje, a medida que los vehículos se iban internando por los campos de la estancia Don Miguel, a 40 kilómetros del centro de esta ciudad, los rostros comenzaron a ponerse tensos. El campo sobre el que se estrelló el avión --todavía pueden encontrarse pequeñísimas partes de su estructura perdidas entre los pastizales-- ha sido cercado y tiene prohibida la entrada, excepto a los familiares, por disposición del juez local Silvestre Barreda. Las flores y los llantos fueron cayendo sobre la pequeña laguna, el monumento donde figuran los nombres de las víctimas, levantado por la Municipalidad del departamento uruguayo de Río Negro, y sobre dos cruces de palo. Carlos Cassinelli (23), hijo de Carlitos Cassinelli, el recordado dirigente de ATE que murió en el accidente, aprendió después de la tragedia a conocer a fondo la labor político-gremial de su padre. "Estuvimos en Taco Pozo (Chaco), en un homenaje que le hicieron por su trabajo en el área de salud; fue muy fuerte para todos", dice aludiendo a él y a sus tres hermanos. Juan Rodolfo Cecere (69) es el padre de Jorge Cecere (40), quien era el comandante del avión accidentado. Juan Martín (14), hijo de Jorge y nieto de Juan Rodolfo, representa a la tercera generación de aviadores de la familia. Ayer, para sumarse al homenaje, giró en círculos sobre el lugar de la tragedia piloteando un pequeño avión Pipper Arrow, para orgullo de su abuelo, que sigue amando las máquinas voladoras aunque su otro hijo, Carlos (38), también piloto civil, haya sufrido un terrible accidente del que salió vivo de milagro. Pero no sólo están los hijos o los padres de las víctimas. Alfredo Baliña (43) vino para recordar a su primo hermano Ricardo Elizondo (47), quien viajaba constantemente por ser gerente de ventas en el interior de la firma Inca. La muerte de Ricardo dejó huérfanos de padre a seis jóvenes. Cristina Fernández (69), está por su sobrino Carlos Héctor Gayá (47), contador público nacional, quien viajaba acompañando a uno de sus clientes, Francisco La Grottería, también fallecido. Y también están presentes muchos uruguayos. Armando Castillo (53) se vino desde los pagos de Soriano "por pura solidaridad, mi amigo". Una mujer clava flores amarillas sobre el fango que se hace alrededor del charquito. Otros arrojan claveles y rosas directamente al agua. Silvina Rumachella habla en nombre de los familiares de las víctimas. Define al desolado lugar como "el paisaje, el escenario de nuestro dolor porque ellos (por los muertos) ya forman parte del paisaje". El hijo de Augusto Saraví llora abrazado a su novia mientras la oradora recalca: "Seguiremos buscando la verdad y la justicia hasta encontrarla". Los familiares encienden las 74 velas alineadas en doble fila frente al monumento. Después arman una ronda, todos abrazados o tomados de las manos, alrededor de la tumba colectiva y simbólica en que se ha convertido el pozo. Los familiares de Julio Lipardo, José Serra, Carlos Nicolini y todos los demás, acarician y besan los nombres escritos sobre el frío mármol negro. Finalmente emprenden el regreso a Buenos Aires, agradeciéndose unos a otros por haber estado juntos.
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