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PETECO CARABAJAL-CHANGO FARIAS GOMEZ, FOLKLORISTAS
“El pueblo puede equivocarse”

Representan a dos generaciones de santiagueños, pero desde la  década pasada aunaron sus esfuerzos por renovar la estética de un género que con Soledad se convirtió otra vez en gran negocio.

Carabajal presentará hoy en La Trastienda su último CD, que fue producido por Chango.
“En la compañía discográfica no querían porque tenían miedo de que el disco saliera demasiado raro.”

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Por Fernando D’Addario

t.gif (67 bytes) El conocimiento profundo de la tradición les permitió arriesgar modernidades. Ambos –Chango Farías Gómez, porteño del barrio de San Telmo, 60 años, y Peteco Carabajal, santiagueño, 42 años– acreditan un envidiable background criollo: el Tata Farías Gómez, padre de Chango, se crió en el monte santiagueño tocando un piano que luego llevó al cancionero nativo sin saber que se enrolaba así en la primera vanguardia folklórica. La familia de Peteco, que recientemente festejó en el Luna Park el “Carabajalazo”, está casi eximida de presentaciones formales y camina por la historia como una extensión de la cédula de identidad que sacó la chacarera en Santiago del Estero. Cada uno, sin embargo, se posicionó a su manera frente a la tradición y a las posibilidades de ruptura. Chango cambió las reglas del juego folklórico. Peteco se adaptó a ellas, pero hizo evolucionar el género a partir de su particular perfil compositivo.
Y terminaron trabajando juntos. Primero en MPA (Músicos Populares Argentinos), la legendaria agrupación de los 80 que incluyó también a Jacinto Piedra, Verónica Condomí y el Mono Izarrualde. Y ahora, casi quince años después, Chango se encargó de la producción de Andando, el último disco de Peteco. “En la compañía discográfica no querían ponerlo como productor a Chango porque tenían miedo de que el disco saliera demasiado raro”, cuenta Peteco en entrevista con Página/12. A su lado, Farías Gómez le encuentra una rápida explicación: “Tal vez pensaban que nos íbamos a delirar, que nos íbamos a ir a la mierda...”. Quizás, al escuchar las canciones de Andando, llame la atención el hecho de que sea el disco menos experimental de Peteco, producido por el más experimental de los músicos. Chango explica que “yo ni me metí en los arreglos. Existía una idea, como si dijéramos ‘querés chacarera, tomá chacarera’”. Y estarán juntos esta noche, cuando Peteco presente el CD en La Trastienda.
La entrevista fluctúa entre los recuerdos de aquellos tiempos de la MPA y la situación del folklore actual. Peteco dice que no le molesta ser “masivo en el interior y alternativo en la Capital” y que no sabe a qué se debe esa diferencia de percepción por parte del público. “Si el público que me sigue en Buenos Aires es más intelectual no tiene que ver con mi música ni conmigo sino con que, tal vez, esa sea la característica de la gente de la Capital”, simplifica con buen criterio. Chango, un artista de culto que suele ser mejor reconocido en el exterior que en la tierra de la chacarera, quiere igualdad de oportunidades. “Yo me manejé siempre en forma independiente, porque los proyectos que emprendía aparentemente no les interesaban a las grandes compañías. Pero me gustaría ver qué pasaría si una multinacional me diera las mismas condiciones de difusión que les da a otros artistas.” Peteco salta enseguida, casi reprochándole: “Pero Chango, no podés sentarte a esperar la decisión de un tipo que está sentado detrás de un escritorio, y tampoco podés esperar a ver qué dice la gente. Porque se dice que la sabiduría del pueblo es intachable, pero creo que con tanta confusión informativa, el pueblo a veces se equivoca...”.
–Soledad vende 1,2 millones de discos. ¿Es un error de la gente?
Chango: –Lo que yo veo es que el pueblo está saliendo de un estado de coma. Dicen que los que salen de ese estado no necesariamente se acuerdan de lo último que vivieron, sino que recuerdan una época pasada, diferente. Bienvenida Soledad si nos despierta la memoria. La dictadura nos hizo olvidar tantas cosas... Soledad tal vez ayude a que vuelva a aparecer parte de todo eso que fue silenciado. Ese agujero en la memoria lo viví después del exilio. Cuando me tuve que ir, en el ‘76, extrañaba eso de encontrarme todos los días con mis amigos. Volví en el ‘82, y muchos de esos amigos, que estaban vivos, para mí eran casi desaparecidos. Eran otras personas.
Peteco: –A Soledad hay que ubicarla dentro del contexto que la rodea.Ella es una chica muy simple y agradable, lo que ocurre es que la subieron a una maquinaria comercial que es muy peligrosa.
–¿En el folklore actual existe un “maquillaje” de modernidad?
Chango: –Sí, pero eso no invalida todo lo anterior. Claro que hay arribistas que creen que porque juntan una quena con una guitarra eléctrica están renovando el folklore, pero lo que se hizo en su momento está, quedó. Y a partir de ahí, es natural que todo el mundo toque cualquier instrumento y lo vuelque al folklore. Eso se discutía hace diez años. Hoy ya no. Ahora todo depende de los músicos. Qué se hace con esas herramientas. Peteco es una buena síntesis, porque no es un maquillador del folklore. Aquí hay folkloristas que sólo portan apellido y buscan un “aggiornamiento” del folklore, que no es lo mismo que renovación.
–MPA se disolvió hace diez años, y desde entonces, más allá de algunos intentos aislados, no surgió nada que sea realmente novedoso...
Chango: –¡Eso sí que es una suerte para nosotros!

 

Recuerdos de MPA

“MPA fue un encuentro de brujos”, dice Peteco respecto de aquella hoy mítica agrupación de los 80. Chango cuenta que siempre anduvo rondando a los Carabajal, pero recién con esa banda consiguió “cazar” a alguno de la familia. “En 1966 le propuse a Agustín Carabajal que se uniese al Grupo Vocal Argentino. Y no pudo ser. Por eso cuando lo conocí a Peteco, me di cuenta enseguida del potencial enorme que tenía como músico”. Peteco recuerda así su primer encuentro con Farías Gómez: “Lo vi por primera vez en 1983, en El Ciudadano. Ahí tocaba con Vitale, González, Cumbo, el Mono Izarrualde, Ramón Navarro. Y me sorprendió lo que hacían ellos. No podía creer que se pudiera zapar de ese modo a partir de melodías que yo conocía desde hacía tanto tiempo. Lo invitamos a tocar con los Carabajal, él nos invitó a zapar a la casa del Mono, y así se dio todo naturalmente”. Esa naturalidad que tenía también Jacinto Piedra para decir las cosas. Recuerda Peteco que Jacinto se sorprendió cuando conoció a Chango: “Che, este es como nosotros...”, dicen que dijo. Chango se siente orgulloso de esa época, y sostiene que muchas de aquellas modernidades hoy ya son parte del repertorio clásico del género. Aunque recalcitrantes haya siempre: “Ahora por lo menos no les tienen tanto miedo a los instrumentos raros”.

 

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