Los chicos stone llevan el pelo largo, pero no cualquier pelo largo. El flequillo es casi obligatorio, y el pelo tiene que llegar hasta los hombros. Una remera de los Rolling Stones nunca falta en el guardarropa, como tampoco un pañuelo de seda al cuello, gastado por el uso y los lavados, atado con un nudo mínimo que se abre en dos puntas como la lengua de una serpiente. Para el frío, lo mejor es una campera de corderoy Lee corta, y la opción al jean son los jean pero Oxford y los pantalones de corderoy, siempre por debajo del ombligo. Y las chicas stone también tienen el pelo largo, y muchas también tienen flequillo. Llevan aros largos, hippies, muchos colgantes, al costado de la cadera carteritas de cuero labrado. Toman a la par de los chicos, que toman mucho. Y las que no están enamoradas de Mick Jagger, están enamoradas de Keith Richards. Los chicos y chicas stone son de barrio y enarbolan la causa de la cerveza, la esquina, el porro y el aguante, pero no son militantes sociales. Lo suyo es un amplio aguante al rock¹n¹roll, sin demasiadas connotaciones políticas como pueden tener los seguidores de Los Caballeros de la Quema o Todos Tus Muertos. Basta hacer una referencia a los temas que recorren las canciones stone. Drogas ("Yo quiero mi pedazo", de Los Ratones Paranoicos, "Intoxicado", de Viejas Locas, "Sister Morphine", de los Stones). Amores perdidos y/o mujeres pérfidas ("Carolina" de los Ratones, "Perra" de Viejas Locas, "Bitch", de los Stones), noches de alcohol y esquina y vagabundeo ("Caballos de noche", "Tumbling Dice"). ¿Qué es ser stone?, se les pregunta, y las respuestas son muchas, pero es algo así como un sentimiento, es decir, algo que no tiene explicación. O "es todo, una forma de vida, antes de ellos no existían el sexo, las drogas y el rock¹n¹roll, todo sería distinto sin ellos".
Cuando los Stones llegaron a la Argentina, quienes los recibieron fueron los primeros rockeros de La Cueva. Era 1967, y Alejandro Medina de Manal recuerda que tocaban covers de temas como "Satisfaction" o "Honky Tonk Women". "Eran populares", recuerda, "pero no tanto como los Beatles. Eran más de entendidos, de gente que estaba en el rock, pero siempre los que se enganchaban más con la historia eran los pibes de barrio, como ahora, siempre fue así. Por algo a Almendra les decían los Beatles argentinos y a Manal nos equiparaban con los Stones". Los discos, cuenta, eran fáciles de conseguir, porque se editaban, pero siempre era mejor conseguir los importados. En esa época, si había un Boca-River en la Argentina para la música, eran Manal-Almendra, con lo que la analogía Beatles-Stones casi se deducía. "A nosotros nos gustaba hacernos cargo de eso", dice. Después pasaron los años, y Medina dejó de prestarle atención a los Stones. El último tema que le gustó de verdad fue "Angie", de 1973. Hoy tiene ganas de verlos: en 1995 no se acercó a River para ver a quienes fueron sus ídolos cuando era adolescente.
En los años 80, los Stones editaban Tatoo You, su único disco realmente bueno en toda la década. Poco después hacían la película que documentaba la gira presentación de ese disco, Let¹s spend the night together, de Hal Ashby, y un disco para acompañarla, Still Life. Para toda una generación que hoy tiene poco más de 20 años, ese disco y esa película fueron la iniciación. Let¹s spend the night together podía verse en el año �86 en el cine Adán, de calle Corrientes, todos los viernes y sábado trasnoche. La gente la sabía de memoria. En esa época, además, salía y pegaba la marca de ropa Little Stone, que en sus promociones mostraba la caricatura de un flequilludo. Y había negocios de ropa como Reggae Circus, donde se podía conseguir "toda la onda stone", desde pulóveres peruanos hasta enteritos. Eran los años en los que surgían los Ratones Paranoicos, con discos tan significativos como Los chicos quieren rock. En vivo, hacían covers como "La mano del destino", un rock¹n¹roll espectacular del disco Black & Blue. Faltaba mucho tiempo para que Juanse renegara de los Stones. En esos momentos, insistía en que no escuchaba otra cosa más que a Sus Majestades Satánicas, y a falta de labios carnosos hacía pucheritos sobre el escenario. Pasaban los años, la fiebre stone no se tranquilizaba, y muchos aprendían a tocar la guitarra con una edición especial de Cantarock donde aparecían las canciones más exitosas para tocar en la guitarra. Andrés Calamaro decía, en ese número especial, que "soy fanático de los Stones porque soy fanático del rock. También me gustaría hacer música en ese estilo, cosa que nadie hizo jamás en la Argentina... a tal punto que ya pienso que nadie lo sabe tocar". Y Claudio Gabis reflexionaba que "los Rolling Stones son magia y siguen frescos para cualquier pibe de 12 o 13 que empieza a tocar rock. Los Beatles son pasado, ellos no".
Para principios de los 90, los Stones ya habían terminado su gira de retorno con el disco Steel Wheels, y no habían venido a la Argentina. Las lenguas seguían pegadas en los vidrios traseros de los autos, pero muchos perdían las esperanzas. En 1992 llegó la noticia: Keith Richards venía a Buenos Aires, en un paquete de bandas que incluía a Nirvana y Brian May. Richards tocó, las banderas en el estadio de Vélez flameaban, las mismas banderas que ya poblaban los estadios de fútbol. Dos años después llegaban Sus Majestades, ya no tan satánicas ni tan rebeldes. A la gente no le importaba, muchos chicos lloraban en la puerta del Hyatt, mientras Jagger festejaba su cumpleaños con el dueño de agencias de modelos Ricardo Piñeiro, le sonreía a las modelos Natalia Graziano, Paola de la Torre y la clásica Silvia Pérez. Y también los Stones visitaban al mismísimo Carlos Menem, y comían en la Recoleta. Nada de visitas a los barrios más stone de Buenos Aires, como Flores o Lugano. No parecían iguales que los chicos que llevaban remeras con lengua y tomaban cerveza en las esquinas.
Porque ése no es el único público stone. Guillermo Vilas, campeón de tenis y ex novio de la princesa Carolina de Mónaco, también es un stone de ley. Y Sol Acuña, bella modelo de clase alta, se considera una fan incorruptible. Si hasta le gustó Bridges to Babylon. Lleva una lengua tatuada en su brazo izquierdo, tiene pósters en la pieza y una banda, Vudú, donde hace temas como "Little Queenie", "Miss Amanda Jones" o "Downtown Susie", porque su disco favorito es Between the Buttons. "Siempre me sorprenden, y los escucho a ellos más que a ninguna otra banda". La chica es fan de Heroicos Sobrevivientes, los va a ver, y analiza un poco la diferencia que hay entre chicas stone como ella, y las bandas stones que, despectivamente, suelen denominarse "viejita rolling stone". Dice la bella: "Hay una diferencia entre el rolingo argentino y el de otras partes, y entre los rolingos argentinos. Está el que es más chabón, de barrio, que es re del palo, y el más glamoroso, que ve el lado glam de los Stones. Y fijate que si ves a los Stones en los 70 eran tipos relindos, súper bien vestidos, con mujeres hermosas y con todo un costado glamoroso. No sé por dónde pasa la identificación con el barrio, callejera. Creo que es una cosa argentina".
Así empiezan a dividirse las aguas. Hay fans de los Stones que no salen de la banda de sus amores y de la mitología barrial, y que llevan banderas con lenguas a las canchas. Las pocas bandas optativas que escuchan son Aerosmith, AC/DC, Creedence, Zeppelin y, más cercano en el tiempo, Black Crowes. Están los que, como Joaquín, de Turf, se reivindican fans de los Stones pero consideran que hoy las bandas que continúan ese espíritu son Primal Scream o The Verve, agrupaciones que seguramente detestarían los otros chicos stones. Están los bluseros y rockeros de antes, que gustan de los Stones como la banda de la síntesis entre todos los estilos. Y están, cómo no, los que escuchan un tema en la radio, o los ven en MTV, y empiezan a descubrirlos. MARIANA ENRIQUEZ | ||
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Viejas Locas, del dicho al hecho... "No nos queremos hacer los stones">/I> Turf, el costado fashion "Somos igual de rockeros que La Renga"</I> |