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Por Miguel Bonasso Es muy difícil evaluar los hechos de La Tablada con los parámetros actuales, porque La Tablada se dio en el marco de los intentos golpistas y las concesiones a los militares del primer gobierno constitucional, mientras que ahora vivimos una etapa de plena consolidación del sistema democrático, en la que un hecho de esa naturaleza jamás se nos pasaría por la cabeza, dijo Enrique Haroldo Gorriarán Merlo, jefe de aquel cruento intento de copamiento que provocó duras críticas de los propios sectores progresistas, en una entrevista exclusiva con Página/12. El ex jefe militar del ERP, que ha vivido en la clandestinidad 29 de sus 57 años de vida, dialogó durante dos horas con este cronista, aceptando todos los temas propuestos, menos el detalle operativo de aquella trágica jornada, que evaluará con sus compañeros presos en Caseros, el día aún hipotético en que salgan y puedan reunirse. Gracias a una amnistía o a un indulto que reclama como salida política a una situación manifiestamente injusta, incluso para la pretendida simetría de los dos demonios; en la que hay compañeros que han estado diez años sin ver el sol en el piso 18 de la cárcel de Caseros y no por robar chicos ni arrojar gente al mar, sino por combatir a los responsables de esas aberraciones que están libres o, en muchos casos, con arresto domiciliario. El dirigente del MTP (Movimiento Todos por la Patria), que condujo cientos de acciones (exitosas y desastrosas) del ERP en los setenta y luego fue una pieza decisiva de la inteligencia sandinista en los ochenta, no se autocritica ni se arrepiente de haber comandado el asalto al cuartel de La Tablada que, insiste, se hizo para evitar un golpe carapintada contra el gobierno de Alfonsín. En todo caso trata de enmarcar lo que reconoce como un terrible fracaso, imposible de saldar en lo afectivo, dentro de un análisis histórico sobre las tres etapas en que divide los 15 años de democracia argentina. Sin embargo, ya sea por cálculo político o porque en algunos órdenes los años de la derrota, la clandestinidad y la prisión lo han tornado más flexible y reflexivo, sus opiniones actuales no son tajantes ni desprovistas de matices. Ahora descarta con una risita irónica el clásico anatema ultraizquierdista del todos son lo mismo. Para el Gorriarán de 1999, por ejemplo, la responsabilidad por las gravísimas violaciones a los derechos humanos perpetradas por los militares después del intento de copamiento de La Tablada, recae sobre el general retirado Alfredo Arrillaga y no sobre el entonces presidente Raúl Alfonsín, del que está seguro que no dio la orden de asesinar, torturar y hacer desaparecer a los compañeros que cayeron prisioneros. Como tampoco la dio Horacio Jaunarena (el entonces ministro de Defensa) y como no la hubiera dado, estoy seguro, Carlos Menem. La responsabilidad de Alfonsín y Menem agrega es no haber investigado todavía esos crímenes como lo recomienda, sin eufemismos, el informe sobre La Tablada de la CIDH (de la OEA). A continuación los tramos salientes del extenso diálogo. A diez años de La Tablada, ¿cómo ve aquel episodio trágico? ¿Se autocritica? ¿Está arrepentido? Nosotros ya dijimos que hablaremos en profundidad cuando podamos reunirnos con los compañeros y hacer una evaluación en conjunto. Por otra parte no creo que sea conveniente plantearlo en términos de usted se autocritica o reivindica La Tablada. Creo que reivindicarlo o condenarlo nos llevaría a una situación sin salida. Lo que sí puedo decirle es lo que pensábamos en aquel momento. Para lo cual es necesario enmarcar los hechos históricamente, porque es muy difícil evaluar La Tablada con los parámetros actuales. Yo creo que a partir de la restauración democrática en 1983, se pueden definir tres períodos bien demarcados. El primero va desde el 10 de diciembre de 1983 hasta el 17 de abril de 1987. Es un período de auge democrático, en el que se produce, por ejemplo, el juicio a las juntas militares. El segundo va desde abril de 1987 hasta el 3 de diciembre del 90. En el que se deteriora la unidad democrática y crece la posibilidad de una alianza cívico-militar en favor del autoritarismo, con las actitudes de algunos sectores que coquetean con los carapintadas. El punto de inflexión es aquel regreso de Alfonsín a Plaza de Mayo con el discurso de Felices Pascuas, al que seguirá la Ley de Obediencia Debida y otras concesiones que mostraron al gobierno democrático impotente frente a los levantamientos militares. El tercer período, empieza el 3 dediciembre de 1990 cuando el gobierno constitucional, en un contexto mundial diferente (con el fin de la Guerra Fría y el cambio de estrategia de Estados Unidos respecto de las dictaduras militares) reprime el alzamiento del coronel (Alí Mohamed) Seineldín. Es el período de plena consolidación de las instituciones democráticas. El que estamos viviendo. En diciembre de 1990 no se nos hubiera pasado por la cabeza actuar porque sabíamos que los carapintadas estaban aislados y ese aislamiento los iba a llevar al fracaso. La Tablada se produjo en el segundo período, cuando el peligro golpista era todavía una posibilidad concreta y amenazante. ¿No es cierto? Es cierto. Pero no es menos cierto que el intento de copamiento del cuartel recibió una crítica unánime de todos los sectores políticos. Incluyendo a la izquierda, que los acusó de cercenar espacios políticos y sintió que se la retrotraía a la etapa anterior. Porque, al margen de la concesión de Semana Santa, había un gobierno constitucional. ¿No lo ve así? Sí, es verdad que las críticas existieron. Yo le diría cómo lo veíamos entonces. En toda nuestra historia, desde el 30 hasta 1976. Todos los golpes fueron cívico-militares. Sin algún grado de apoyo civil esos golpes no se hubieran podido dar. El caso más patético es el de 1976 donde hubo altos funcionarios civiles en Relaciones Exteriores y en la propia Presidencia, como el radical Ricardo Yofre. Además de radicales, peronistas y demócratas progresistas en numerosas intendencias. Esa alianza cívico-militar que se rompió en 1983, comenzó a reconstituirse en Semana Santa y Villa Martelli, ¿no? Y nosotros pensábamos que si desplazaban a Alfonsín, la alianza autoritaria hubiera podido recomponerse con resultados imprevisibles para el sistema democrático... ...¿pero ustedes pensaban que con una acción militar podían impedirlo? No sólo pensábamos que lo podíamos impedir, pensábamos que si teníamos éxito íbamos a tener apoyo popular para exigir al gobierno mayor firmeza ante los levantamientos militares. ¿Qué datos, qué informaciones los llevaron a encarar la acción del copamiento? Teníamos información sobre un inminente levantamiento del cual dimos cuenta al gobierno y a los partidos políticos. Incluso, unos meses antes, Pancho Provenzano lo había denunciado públicamente en un artículo de nuestra revista Entre todos. ¿Eran datos procedentes del frente militar? Del frente militar, claro. Y de muchas otras fuentes. Además de la profusa información pública que salía en todos los diarios sobre la inminencia de un levantamiento. Pero, ¿hubo algún dato puntual, preciso? Se lo pregunto porque en aquel entonces se dijo que les habían vendido carne podrida los servicios militares. ¿Hubo algo de eso? No, no, no. No es así, porque si bien nosotros escuchamos infinidad de versiones sobre intentos golpistas, fuimos nosotros, en última instancia, los que tomamos la decisión de hacerlo. ¿Para lograr qué? ¿Cuál era el objetivo en términos militares y políticos? El sentido político ya se lo dije: evitar la construcción de un bloque cívico-militar que pusiera en peligro el futuro democrático. Si hubiéramos tenido éxito hubiéramos podido difundir la verdad de lo que estábamos haciendo allí. Al fracasar eso se distorsiona y queda como si fuera un ataque guerrillero porque sí, como si estuviéramos en Suecia y de pronto a un grupo se le ocurriera atacar un cuartel. ¿Ustedes pensaban que iba a producirse un levantamiento en el propio cuartel de La Tablada? En varios lugares. Pero ése iba a ser el foco de la sublevación. O sea, si lo entiendo bien, el 23 de enero de 1989 debió producirse un levantamiento militar que finalmente no se produjo porque la acción... ...porque la acción lo impidió, sí. ¿Y quiénes estaban involucrados en la conspiración? No tengo los papeles acá, pero recuerdo que además de la propia gente de La Tablada estaban los de la Cuarta Brigada Aerotransportada de Córdoba y unidades del Segundo Cuerpo de Ejército. Que se iban a levantar sucesivamente. El plan era muy similar al que habíamos denunciado. Y muy similar al que aplicó Seineldín el 3 de diciembre del 90. Copamiento del Estado Mayor del Ejército en el Edificio Libertador, etcétera. Y exigencia, en aquel caso, de renuncia de Alfonsín. Y en términos operativos ¿qué pensaban hacer? En términos operativos pensábamos frenar la posibilidad golpista, impulsando una movilización popular. ¿Cómo? El MTP había hecho, además de un trabajo informativo con el gobierno y los partidos políticos un trabajo entre la gente de la base, donde detectamos que había disposición para la movilización ante un golpe militar. Ya. Pero digo, ahí mismo, una vez que entraban al cuartel ¿cuál era la idea? Nosotros, de acuerdo con los planes previos, debíamos haber salido a las nueve y media de la mañana como máximo. En realidad a las ocho y media, pero con una hora de margen en caso de que hubiera alguna dificultad. Pero surgieron complicaciones operativas de las que hablaremos más adelante, cuando hagamos la evaluación que le dije. ¿Quedaron cercados y no pudieron burlar el cerco? Un grupo grande de compañeros quedó cercado y otro grupo de compañeros, que podían haberse retirado, fue en ayuda de los que quedaron cercados. Con el resultado de que también ellos quedaron cercados. Entre ellos varios de los que están presos en Caseros. ¿Imaginaron las consecuencias de un posible fracaso en términos de represión y en términos políticos? Imaginamos que si llegábamos a fracasar sí habría represión. Aunque no podíamos prever qué grado alcanzaría. También imaginamos las críticas que sobrevendrían a un fracaso. Porque esto es bastante común. Incluso en otras circunstancias nacionales e históricas. Si uno ve, por ejemplo, lo que pasó con los zapatistas en enero de 1994, los primeros días recibieron una serie de críticas hasta que mucha gente se dio cuenta de que no habían fracasado y comenzaron a cambiar... Bueno, pero es muy distinto: los zapatistas actuaban dentro de un territorio que podríamos decir propio, con viejas reivindicaciones no sólo sociales sino étnicas... Sí, pero a pesar de eso, si usted lee los diarios inmediatos al suceso, hay un montón de críticas de gente que luego los elogió. Pero al MTP una de las críticas que se le hizo es que la acción de La Tablada le hizo perder un buen trabajo político social y previo que nunca pudo recuperar. ¿Usted no lo ve así? Claro, claro. Después de La Tablada hubo un montón de problemas que trajeron aparejado eso. Por la situación, por el pase a la clandestinidad de muchos compañeros, por la detención de otros, por todas las críticas que se hicieron y que en algunos casos fueron verdaderos exabruptos. Condenaciones. ¿Cuál es su recuerdo personal de ese día? Porque una de las tantas cosas que se anduvieron diciendo es si usted estuvo, si no estuvo, si estaba fuera del cuartel... El papel que cumplió cada uno de nosotros en la faz operativa también está supeditado a esa reunión con los compañeros. Del aspecto operativo hablaríamos después. ¿Y en el aspecto humano? En el aspecto humano imagínese que fue terrible, ¿no? Son situaciones que no se superan, creo que nunca. Son heridas que todavía están abiertas.También porque nadie investigó nada en la Argentina. Es lamentable que la única investigación seria sobre las torturas, los asesinatos y las desapariciones de nuestros prisioneros en La Tablada la haya tenido que hacer un organismo extranjero, la CIDH de la OEA, y no ningún juez argentino. En diciembre pasado la CIDH logró hacer un informe donde corrobora el asesinato posterior a su detención de nueve compañeros que estaban detenidos. También tenemos tres compañeros desaparecidos a los que recién vamos a poder identificar en términos legales a partir de marzo. Porque luego de nueve años y medio recién se nos permitió exhumar cinco cuerpos de compañeros cuyas identidades recién van a poder ser establecidas el mes próximo. Pero a nosotros nos faltan ocho compañeros. Y solamente hay restos de cinco. O sea que hasta que no sepamos en términos de rigurosidad legal los nombres de esos cinco no podremos comprobar los nombres de esos tres. Políticamente hemos denunciado su desaparición, pero jurídicamente debemos esperar hasta que los forenses terminen su trabajo de identificación en febrero. Lo que resulta evidente es la soledad de la acción de La Tablada ante la sociedad, que permitió un juicio tan implacable y condiciones de prisión tan rigurosas durante diez años. ¿Eso cómo lo interpreta? Sí, ha sido implacable y sin comparación alguna. Incluso por las características del tribunal que en el 89 juzgó a los compañeros y a nosotros ahora. El fiscal de ese tribunal (Jorge Quiroga), es el mismo que permitió que Bianco se escapara con los niños a Paraguay cuando fue la denuncia de las Abuelas de Plaza de Mayo. Una vez que se logró la extradición de Bianco de Paraguay, el tribunal que nos juzgó a nosotros, con el aval de ese fiscal, consideró el tiempo pasado por Bianco en Paraguay como tiempo de prisión y entonces liberó a un acusado de robar niños por haber estado prófugo un año en el extranjero. Si me conmutaran a mí lo mismo (se ríe) tendrían que indemnizarme, porque hace 29 años que estoy en la clandestinidad. Mi pregunta apuntaba al ambiente general en relación con ustedes. Esa dureza de los jueces, ¿no la ve como producto de una gran soledad? Creo que es producto de una soledad y que esa soledad facilita una especie de política revanchista. Que no solamente no tiene comparación con el otro lado. El lado de los represores. Sino con el lado nuestro. Somos los únicos condenados por haber intentado dar un golpe de Estado. Los únicos juzgados por presunta violación a la Ley de Defensa de la Democracia. Eso ni Seineldín. Y esto es absurdo. Usted puede estar en contra de La Tablada, decir que le parece mal, lo que quiera, pero decir que pensábamos dar un golpe de Estado, me parece descabellado.
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