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Por David Cufré El corte de luz le sirvió al grupo económico más poderoso de la Argentina para mantenerse en la penumbra: Perez Companc es, con el 25 por ciento del paquete de Edesur, la pata argentina del apagón, pero consiguió pasar inadvertido durante once días. La gambeta que al holding le permitió esquivar la indignación de miles de ciudadanos carentes de un servicio básico es producto de una historia espesa, la que carga el presidente del conglomerado, el hombre más rico del país, Gregorio Goyo Perez Companc. Aunque fue el participante más activo del proceso de privatizaciones de la era menemista, su estilo de vida monacal, sus generosas donaciones al Opus Dei, su apartamiento de la casta de empresarios farandulescos, y su trabajada habilidad para mantenerse a distancia de los escándalos del poder, pero no tanto como para desaprovechar las oportunidades que éste genera, crearon en Goyo un aura de castidad que lo ampara de apagones y denuncias. Durante una semana y media, las noches de Buenos Aires recrearon el escenario de una ciudad sitiada. La furia salpicó a todos los responsables del desastre. Al Ente Nacional Regulador de la Electricidad (ENRE), por haber dejado hacer a la empresa sin preocuparse de que pudiera causar un desaguisado. Al Poder Ejecutivo, con Carlos Menem recibiendo a los jugadores de fútbol en huelga mientras una persona moría de un infarto por subir siete pisos por escalera. A Edesur, con seis promesas incumplidas de un pronto restablecimiento del servicio y, luego, con el desafío público a negarse a pagar las indemnizaciones que se le ordenan. Muy pocos se acordaron de Perez Companc, propietario de un cuarto del apagón y la única empresa argentina involucrada. Curiosamente, fueron los inversores bursátiles, siempre alejados de las preocupaciones mundanas del grueso de la población, los que repararon en la participación del holding en Edesur, y castigaron a la acción del grupo con sucesivas caídas en su cotización, en razón de que la multa a la distribuidora eléctrica disminuirá sus ganancias anuales y, por ende, también las de Perez Companc. Para convertirse en el ciudadano más adinerado de la Argentina, con una fortuna personal calculada en 4500 millones de dólares, lo que le permite acomodarse en los primeros lugares de los rankings que computan quiénes son los hombres más ricos del planeta, Goyo hizo valer sus dotes de estratega. Cualidad que adquirió lejos de los claustros universitarios, ya que estudió apenas un par de años en la Facultad de Agronomía, cuando su pasión era la cría de vacas y ovejas. Esa condición le valió una vez más para acomodar al grupo en un rincón privilegiado, a prudente distancia de los chilenos de Enersis y Endesa de Chile, controlantes de Edesur y a su vez controlados por Endesa de España, quienes ocuparon el centro de la escena. Goyo advirtió que sus socios se comportaban como boxeadores inexpertos: envalentonados por sus músculos, salieron a combatir contra la multa que les fijó el Enre, sin atender a que detrás del organismo o incluso adelante se encuentra una ciudadanía rabiosa. La semana pasada, los operadores del holding históricamente reacio a los contactos con la prensa se encargaron de comunicar una versión sobre el enfrentamiento entre Perez Companc y Enersis-Endesa. La especie indicaba que Goyo discrepó con sus socios en Edesur en cuanto al pago de la indemnización, ya que prefería acatar sin chistar la multa impuesta por el Enre. Una decisión en línea con la empresa que más donaciones distribuye en la Argentina se calculan unos 15 millones de pesos anuales, buena parte de los cuales van a parar a instituciones religiosas, como las universidades Austral y Católica. La reacción correcta del grupo que lidera un católico militante, que estudió en un colegio salesiano y comulga todos los días. La otra pata de la estrategia de Perez Companc para desligarse del apagón fue hacer correr el rumor de que el Gobierno pretendía que se hiciera cargo directamente del manejo de Edesur. Para apuntalar la hipótesis, especularon que al menemismo le convendría que una compañíanacional, liberada del peso de denuncias estridentes, que acaba de adquirir a la tradicional empresa de alimentos Molinos, y dispuesta a cancelar las indemnizaciones del corte de energía, asumiera el control de Edesur, pues eso ayudaría a acallar más rápidamente el revuelo político del apagón, mientras por otro frente el Presidente coquetea con la re-re. Los mismos voceros de Perez Companc descartaron esa posibilidad, en una fina jugada a dos bandas. En rigor, analistas de bancos de inversión consultados por Página/12, hombres especializados en estudiar los negocios del holding para asesorar a sus clientes sobre la conveniencia o no de apostar a la acción de la empresa, remarcaron que el grupo tendría escaso interés en operar directamente el negocio de la distribución de electricidad. Perez Companc resolvió consolidar su área de inversiones en el polo energético: producción de petróleo, gas y electricidad. Por eso, en los últimos dos años se desprendió de los activos ajenos a esa estrategia. Las ventas más resonantes fueron las del Banco Río, el Shopping Alto Palermo, la compañía petroquímica Profértil, la empresa de telecomunicaciones PeCon Net, y la próxima transferencia de la constructora Sade. También salió de la distribución de gas, al liquidar su participación en Metrogás, y se menciona que se alejará definitivamente del negocio de telecomunicaciones, adonde interviene con acciones en Nortel, el holding que controla Telecom. A la vez, los analistas comentaron que, en este momento, Perez Companc está desactivando inversiones ante la abrupta caída internacional del precio del petróleo. De 1000 millones de dólares anuales que gastaba en 1996/1998 para incrementar la producción de crudo, este año decidió invertir la mitad. El recorte tendrá la misma proporción en Venezuela, pasando de 200 a 100 millones de dólares de inversión en petróleo. La compañía, en cambio, terminará las obras en la planta termoeléctrica Genelba, un ambicioso proyecto para afirmarse en la producción de energía. En ese contexto, gastar millones en comprar a Enersis-Endesa sus acciones en Edesur no aparece como una posibilidad viable. La distribución de energía no se ajusta a los planes inmediatos del holding, y Edesur se convirtió en una papa caliente con el apagón. Para Goyo, además, significaría exponerse al escándalo que se esforzó en esquivar. Por otra parte, las inversiones de la familia Perez Companc, escrupulosamente separadas de las de Perez Companc SA, se concentran en la producción agroganadera y de alimentos. Eso motivó las adquisiciones de Molinos, Abolio & Rubio que detenta la marca láctea La Paulina, la también láctea Molfino, la bodega mendocina Nieto y Senetier, y campos en la zona pampeana. Allí tampoco encaja Edesur. Sin embargo, Goyo sabe que el imperio que construyó en las últimas dos décadas el tiempo que lleva en la conducción del grupo, desde el fallecimiento en 1977 de su hermano Carlos necesitó de una relación estrecha con el Estado. Se pueden contar con los dedos de una mano los encuentros que se le conocen con Jorge Rafael Videla, Raúl Alfonsín y Carlos Menem. El trabajo de lobby lo transfirió al hombre fuerte de Perez Companc SA, Oscar Vicente. Pero Goyo, desde una conducción etérea hacia la opinión pública y firme dentro del conglomerado, afianzó al grupo con los negocios que hizo primero vendiéndoles a las empresas públicas, y en los 90 participando de la mayoría de las privatizaciones. Para ello, una relación fluida con el poder político fue esencial. Y Goyo es consciente de que favores con favores se pagan. Sus operadores, en tanto, enfatizan que al holding no le interesa controlar Edesur. El presidente del grupo no ignora la realidad. Para quienes mejor lo conocen no pasó desapercibido el drástico giro que hizo en el último año en el manejo de su imagen pública. El Cardenal, como se lo apoda, dedicó buena parte de sus energías, a lo largo de toda su vida, a ocultar sus cuestiones personales. Especialmente el hecho de ser un hijo adoptivo, de apellido Bazán, que cambió a Perez Companc de manera misteriosa cuando tenía once años. La responsable de esa metamorfosis en el apellido fue sumadre, Margarita Companc de Perez Acuña. Algunos especulan que Goyo fue el hijo natural del esposo de Margarita, Ramón Perez Acuña, con una empleada doméstica. Pero todo es un misterio, así como misteriosa es la vida de Goyo. Otro empresario, cuya vida para la opinión pública era desconocida, murió hace un año de un disparo en la cabeza: Alfredo Yabrán. Desde entonces, Goyo salió en la revista Caras mostrando la Ferrari que compró en 650 mil dólares, la más cara de la historia, y también un lujoso avión Boeing. Su esposa, María del Carmen Sunblad, exhibió orgullosa su heladería artesanal. Excentricidades que quitan o agregan misterio a la existencia del empresario más rico de la Argentina.
Si no pagan, es un delito |