Por Cristian Alarcón La tensión dramática que
Guillermo Coppola le dio a su relato de dos horas ante al tribunal oral que lo juzga por
tenencia de estupefacientes hizo ayer que su declaración fuera de lo mejor que se ha
visto desde que comenzó la escandalosa novela sobre drogas, chicas, policías corruptos,
sexo y famas, que peligrosamente él aún protagoniza. Esta vez con tres jueces como
únicos destinatarios de su histrionismo, Coppola desgranó detalles de los días previos
a su detención y de una serie de reuniones con periodistas, otros famosos e incluso el
presidente de la Cámara de Diputados, Alberto Pierri, que demostrarían que cuando se
encontró droga en un jarrón de su amplio departamento, él ya sabía que iban a
allanarlo. La lógica de su defensa es que un hombre maniático como él
jamás hubiese olvidado droga en un jarrón. Y que el juez Hernán Bernasconi lo envió a
prisión por no colaborar para que pudiera ser detenida una lista de otros famosos, entre
los que mencionó a Diego Maradona, Marcelo Tinelli y el secretario presidencial Ramón
Hernández.
Nadie lo lamentó más que los pocos periodistas televisivos que había en la estrecha
sala de Comodoro Py, privados de grabar el juicio, al que los magistrados quieren con bajo
perfil. Por la mañana, dos de los otros acusados en la misma causa se negaron a declarar:
Claudio Coppola, el remisero sin parentesco con Guillermo acusado de vender
droga, y Tomás Paco Simonelli, procesado por tenencia. Héctor
Yayo Cozza dijo sí a la indagatoria, a pesar del consejo de sus abogados, y
acusó a los policías Antonio Gerace y Daniel Diamante: Decían que con la condena
de Coppola a 15 años, el juez (Bernasconi) iba a ser secretario en la provincia y
Diamante, comisario (ver aparte). Ambos policías actuaron como agentes encubiertos
en esta causa y están presos, acusados de pertenecer a una banda que cazaba a ricos y
famosos plantándoles drogas.
El propio Diego Maradona contó ayer que ayudó a Coppola a preparar su discurso ante los
jueces Jorge Tassara, Julio Velasco y Eduardo Mugaburu.
A pesar de que el delito que se le imputa es excarcelable y la pena va de un año a seis,
si es encontrado culpable, Coppola puede ir preso por estar condenado en otra causa penal
por lesiones. Así que ayer respondió a la altura. Sin las estridencias versaceanas a las
que acostumbra, traje azul, camisa blanca y corbata gris el manager se sentó
con aplomo frente al tribunal. Esto nace cuando mi hija Natalia regresa de
Miami, dijo para comenzar con la historia que concluyó con los 406 gramos de
sustancia blanca hallada en su departamento, de la que sólo 40,6 gramos era cocaína.
Coppola hizo hincapié en que la chica realizó sólo un llamado a un celular mío
que atendió un colaborador. En él anunció el vuelo en el que llegaba y a su
arribo a Ezeiza fue revisada durante cuatro horas en un procedimiento que casi llega
a la vejación, ya que la obligaron a desnudarse. Se trataba de una
orden del juez Bernasconi. Coppola dice que el incidente le bastó para saber que sus
líneas telefónicas estaban intervenidas, y por ello se reunió con sus abogados.
Enviamos un escrito a Dolores que fue anexado a otro expediente y entró después
del allanamiento.
Las cosas siguieron su curso, continuó Coppola, en una demostración de
frases propias de los clásicos policiales del Séptimo Círculo. Yo estaba muy
temeroso. No encontraba una respuesta. Todos los días me sentía un poco más
acorralado, contó. Fue así que recordó sus entrevistas con la periodista Gabriela
Cociffi, de la revista Gente, y luego con Teresa Paccitti, de Caras. Con ambas habría
conversado una nota cuyo título tentativo era Me quieren embocar.
Nunca fue publicada, porque sus abogados consideraron que resultaría muy agresiva
con la Justicia. El manager dijo también que mantuvo reuniones donde habló de su
preocupación con el ahora técnico de fútbol Oscar Ruggeri y con el propio Alberto
Pierri. El 3 de octubre, cinco días antes del allanamiento, fue preso Gabriel
Morsa Espósito, cuñado de Diego Maradona, hoy procesado por venta de
estupefacientes. Esa noticia habría sido la que hizo temblar al manager.
Cenaba con Maradona y amigos en Puente Mitre, lugar habitual de aquellas noches. El
abogado contó que nos buscaba a nosotros. Me entró una angustia muy grande,
confesó. Coppola aprovechó entonces una nota que le pidió el Canal 26 con Diego, para
entrevistarse con su dueño, Pierri. El me dijo que el de Bernasconi era un juzgado
con características extrañas. Y que a un amigo de la hija (Gustavo Palmer) le habían
hecho lo mismo. Después de la reunión, Coppola ya no volvió a dormir en el
departamento de Libertador, cerró las puertas, y tampoco volvió a manejar sus autos.
El departamento mereció ayer un capítulo aparte en la declaración del manager. Para
mostrar la ubicación del jarrón, Coppola se paró y paseó al tribunal por un plano
puesto sobre un pizarrón. Hizo el recorrido que figura en el acta de allanamiento,
mostró los lugares que misteriosamente no fueron registrados. Y señaló
detalles como las perchas de su gran vestidor, colocadas todas hacia el mismo lado,
muestra de su obsesión por el orden y piedra basal de su argumentación de inocencia: que
un maníaco como él nunca daría lugar a un descuido como el del famoso
jarrón.
Recuerdos de Samantha Lo de Héctor Yayo Cozza fue ayer un ir y venir por su
intríngulis con la famosa Samantha Farjat y su descripción del accionar de los agentes
encubiertos Daniel Diamante y Antonio Gerace. Los policías, presos por ocho diferentes
delitos, entre ellos su participación en una asociación ilícita dedicada a cazar
famosos inventando pruebas para vincularlos al narcotráfico. Diamante decía
que el juez era el papá. Ellos tenían poder en el juzgado, hacían lo que querían.
Cuando Samantha se los pidió, me dejaron en Dolores, ni siquiera consultaban a
Bernasconi, dijo.
Cozza contó ayer a los jueces cómo fue detenido, el 3 de octubre de 1996, por los
policías bonaerenses, cuando esperaba que Tomás Paco Simonelli saliera de la
casa de Claudio Coppola en la capital. Apareció Diamante, me puso la pistola en la
cabeza y me dijo Yayo, estás preso. El estaba sentado en su automóvil. Y,
según relató, fue allí, en el asiento trasero, de donde el policía sacó una bolsa con
varias dosis de cocaína. Ahí no había nada. De repente Gerace dijo algo así como
acá está la droga y yo no lo podía creer. Al principio, como se veían
cositas de colores, creí que eran cosas de mis chicos. Sus hijos tienen ahora 8 y
10 años.
La argumentación de Cozza se parece a la de Guillermo Coppola en cuanto a que la policía
no registró el automóvil como suelen hacerlo. Cuando me agarraron en
el verano del 96 con Samantha en la ruta, casi nos desarman el auto. Resulta que en
octubre ni siquiera abrieron la guantera, dijo. Yayo dijo que, ya preso en Castelli,
estando incomunicado lo llevaron a una reunión con Samantha, Gerace y
Diamante en la que le pidieron ayuda para que cayera Tarantini.
Samantha, después de colaborar, venía y lloraba se conformó ayer Cozza,
reeditando en el cuento, su viejo romance. |
La obsesión por mostrarse
obsesivo
Guillermo Coppola apeló ayer a la lógica en su
argumentación ante los jueces del tribunal oral federal. Y es la lógica la que
recomienda la jurisprudencia para resolver casos en los que las pruebas a la vista
resultan complejas. Así está dicho en el requerimiento fiscal elevado a los jueces y
leído ayer ante los cuatro acusados de la causa. Por eso quizá su esfuerzo, por eso
dedicó casi la mitad de las dos horas de declaración en contar tres cuestiones claves:
que sabía que allanarían su casa, que es un maníaco del orden y la limpieza, y que su
departamento no fue registrado como debería serlo el de un capo del narcotráfico
internacional, como supuestamente era yo para los policías.
En ese tren es que pintó su obsesión. Llegó a decir por ejemplo que, si bien estaba
casado en octubre de 1996, vive separado de su pareja. Soy muy maniático de la
limpieza. Fíjense que en (la cárcel de) Dolores enceraba mi celda, y cuando me
trasladaron a Caseros (la Unidad Penitenciaria porteña) traté de mejorar los hábitos de
higiene de cientos de personas. Puse cartelitos por todos lados que decían cosas como no
escupir en el suelo y no tirar papeles.
Profundizando ese costado de su personalidad, al llegar en su tour imaginario de su
espectacular departamento, se detuvo en el vestidor. Así como las perchas deben ir hacia
el mismo costado, los bolsillos de sus sacos están todos cocidos. Así
¿ven?, les mostró a los jueces. Y le contestaron que sí entre risas. Propuso
entonces nuevamente sus abogados ya lo habían hecho por escrito una visita a
su departamento. Ya la hicimos, lo frenó Tassara. ¿Ah, sí?,
creyó él, embalado. Con usted, ahora, le contestó el juez, para ordenarle
que siguiera señalando dónde estaba el mentado jarrón. Coppola no se
amilanó. Mostró un pequeño error del plano y señaló el pasillo.
Ahí está uno igual que me regaló una ex pareja. Es una atracción turística
contó. No hay quien lo visite que se resista a la reliquia. |
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