Tiene un taller de electricidad. En los '70 integró el grupo que grabó el olvidado hit "Paco Camorra". En la película de Pablo Trapero interpreta a un obrero luchando por tener un trabajo fijo. |
Por Luis Vivori Aquellos que glorifican al cine argentino sólo por los números de taquilla --procedimiento por el cual Alma mía y La venganza serían dos grandes films, tan grandes como Un argentino en Nueva York, Cohen vs. Rosi, La furia o Comodines-- difícilmente hayan imaginado que una película protagonizada por un mecánico y realizada con escasos medios podría ser un éxito dentro de estos mismos parámetros. Mundo grúa, la ópera prima de Pablo Trapero, aparece como el emergente de un cine nacional que divide aguas frente a los productos impulsados por la televisión y su infernal despliegue publicitario. Y no sólo porque tengan buenas críticas: sus cifras de asistencia son notables, sin otra publicidad efectiva que el boca a boca. Luis Margani, el protagonista, es simplemente un electricista de autos sin experiencia actoral, cuyo único coqueteo con la notoriedad fue una incursión en un grupo de "música comercial" de los tempranos '70 Séptimo Regimiento. Los de más de cuarenta acaso se acuerden de su único éxito, el shake "Paco Camorra". "Eramos una banda de esas complacientes que estaban en la vereda de enfrente de grupos como Vox Dei", explica El Rulo. "Soy un tipo que me juego", cuenta cuando se le pregunta cómo se animó, sin experiencia, a aceptar un protagónico en el cine. Lo aceptó en un rapto de inspiración, así como, dice, hace 25 años abrió su taller en La Tablada. "Con lo de la película yo no tenía nada que perder. Está fulero lo del taller, uno anda puchereando todo el día y tampoco me quitaba tiempo." Rulo, que se personifica a sí mismo en el film, es admirador de Luis Sandrini, según cuenta en la entrevista que concede a Página/12 en su propio taller. --¿Cómo fue que terminó en la película, de verdad? --La cosa fue así: estaba en un asado comunitario acá en San Justo y me encontré con Pablo (Trapero), que es el hijo de un amigo de toda la vida, y me dijo: Che, Rulo, tengo ganas de hacer un cortometraje con vos como protagonista. No me iba a achicar ¿no? Le dije: Bueno, dale Pablo, a vos no te puedo fallar. A partir del corto (Negocios) que tuvo varios premios, empezó todo esto. Después vino lo de la película. Trabajamos con un guión previo, pero después era todo improvisación. Nos mandábamos y de lo que quedaba Pablo elegía lo mejor. Así apareció la actuación en mi vida, porque, la verdad, nunca se me había cruzado la posibilidad de ser actor ni había tenido alguna experiencia previa. Cuando la gente viene al taller y ven el afiche se quedan mirando y me preguntan: ¿Che, ése no sos vos? Yo digo que sí. Entonces, la repuesta siempre es: ¡Qué sorpresa! Yo les contesto: Quedate tranquilo que para mí también es una sorpresa. --¿Le fue tan fácil actuar? --Y un poco me asusté... sobre todo con lo del largometraje. Más que por el tema de jugarme, me asusté por el compromiso con Pablo, al que no le podía fallar. Fijate que con el corto estuvimos cuatro semanas para 15 minutos, así que un largo era algo más complicado. Además me preocupé por el tema del taller porque lo tenía que dejar solo. De hecho fue lo que terminó pasando. --La sensación que transmite la película es que usted hace de sí mismo. --Sí, pero no es así. Muchos se confunden y te dicen: "Estás actuando de vos mismo", pero yo actué con una mujer que hacía de mi mamá sin serlo, como con un hijo que tampoco lo era. Los sentimientos no pueden ser los mismos. Subí a un puente cuando en la realidad me da vértigo y me la jugué en un montón de cosas por lo que tenía que estar metido en la historia, si no no salía. Además lo que sucede en la película no tiene nada que ver conmigo, salvo lo de ex músico. Es cierto que no tuve que cambiar gestos ni la voz, pero la historia es todo ficción. --Por otro lado se puede adivinar que el resto del elenco de no-actores sufre en la realidad las mismas penurias que muestra la película. --Así es. Yo los vi muy tristes, vi la soledad. Esa risa que salía de la boca para afuera pero no del corazón. Me metí tanto que sentía esa misma tristeza. ¡Hay que ver la vida que llevan! Yo les preguntaba de dónde eran y me decían de Salta, de Jujuy, de Tucumán, de todos lados y sin poder ver a sus familias. Me acuerdo que vi a dos pibes cocinándose fideos hervidos. Comen eso, sólo eso, todos los días, porque si no no, no llegan con la plata a fin de mes. Esa es la situación del país. --¿Se siente parte de un nuevo cine argentino hecho con pocos recursos y contrapuesto al impulsado por la televisión? --Justamente estamos hablando mucho de esto con Pablo. No tengo mucho conocimiento del cine argentino, pero tal vez se estén mostrando otras cosas por estos días. Pero pienso que siempre se contaron realidades argentinas; tal vez la diferencia sea entre las buenas y malas películas. En Mundo grúa y en Pizza, birra, faso creo que se muestra al país y a nuestra idiosincrasia, no sé si pasa lo mismo con las películas que produce la tele. Yo creo que Mundo grúa es bien argentina, muestra lo que pasa en nuestro país. De hecho, todos sabemos que hay millones de Rulos en este país, millones de buenos tipos con problemas para tener un laburo y sin un mango en el bolsillo. El Rulo le pone el pecho a la historia, con algo de melancolía pero con esperanza, que es lo que lo sustenta. Uno más entre millones, sólo que éste está en una película. --Su falta de experiencia en la actuación, ¿le demandó alguna preparación especial o simplemente copió algún modelo del cine nacional? --La verdad que no me preparé de ninguna manera. Me mandaba y a otra cosa. Con respecto al cine mucho no puedo decir porque soy de mirar poco. Para mirar una película entera me tengo que enganchar, lo que sí es cierto es que sigo a algunos actores. Siempre me llamaron la atención las escenas de peleas, cómo hacen esos tipos para hacerte creer que se están matando sin pegarse una sola trompada, o las de romance en las que el tipo le hace el chamuyo a la mina, pone carita y todo eso y nunca se avergüenza. Quizá me haya quedado algo de eso. Mi predilecto siempre fue Luis Sandrini, vi casi todas sus películas. El tipo manejaba mis estados de ánimo como quería. Con él lloraba y reía como si nada. --¿La actuación seguirá siendo para usted una circunstancia casual o se va a transformar en su profesión? --Esto comenzó como un hobbie pero ya lo estoy tomando seriamente. Ya hace un año que no hago nada y me estoy desesperando. Los otros días le dije a Pablito: "Che, traéte una cámara y hagamos algo, porque extraño horrores eso de estar actuando". Cuando esté mejor económicamente quiero estudiar y aprender un montón de cosas que naturalmente no sé porque lo mío en esta historia fue muy sorpresivo, muy improvisado.
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