Por Romina Calderaro Por la mañana, en su último
descargo, Alberto Ricardo Dáttoli fue por demás breve: Yo les he dicho la verdad.
Sólo espero que me crean, les dijo a los integrantes del Tribunal Oral 29. Pero eso
no ocurrió. A la tarde, Eduardo Luis Duhalde, Juan Carlos Cardinali y María Deluca
Giacobini, por unanimidad, condenaron al ex agente de seguridad de la Escuela Nacional de
Inteligencia de la Side (ENI) a pasar diez años en prisión. Los jueces lo encontraron
culpable de homicidio simple cometido mediante dolo eventual, pero lo absolvieron del
delito de coacción. Dicho de otra forma, concluyeron que el 26 de febrero de 1998
Dáttoli accionó el portón de la ENI para amenazar a Fijman, a sabiendas de que podía
matarla, pero no dieron por probado en el transcurso del debate que el acusado la hubiera
amenazado antes del día de su muerte.
El juez Eduardo Luis Duhalde decidió dar a conocer la sentencia y los fundamentos el
mismo día, aunque en rigor los magistrados pueden tomarse cinco días hábiles para
difundir los argumentos de este tipo de fallos. Lo primero que dejó en claro el tribunal
es que no creyó la versión de Dáttoli, quien dijo haberse tropezado con los cordones de
sus zapatos para caer con un pulgar justo sobre el botón de apertura del portón de la
ENI mientras Sofía Fijman acariciaba a unos gatos. Como quedó demostrado en la
reconstrucción, la mera acción física, si bien podría existir una remota posibilidad
de que así fuera, como lo sostuvieran los peritos, es prácticamente imposible. Resulta
difícil imaginar que quien tropieza, en su intento de marchar hacia adelante, caiga sobre
un ángulo tan cerrado hacia el costado, leyó el juez. Y continuó: Como
surge de las pericias y de la inspección de visu de la botonera, ésta tiene
una dimensión que hace harto difícil la forma en que de acuerdo al boceto acompañado
por el procesado colocó su mano y su dedo, aunque los peritos en la audiencia dijeron que
es humanamente posible. La dimensión de su lateral no permite colocar su palma y cuatro
de sus dedos sobre la pared y el pulgar superando el borde perimetral que protege el
contacto con los botones si no se tratara de un acto preciso y deliberado, sostuvo.
El tribunal desestimó la versión de Dáttoli. Y dio la siguiente explicación de la
mentira: la noche fatídica, el ex guardia vio a Fijman y a su amiga, Martha Brunet,
alimentando a los gatos, como ocurría casi a diario desde el año 1990. Entonces abrió y
cerró el portón. Según el acusado, para probar si estaba funcionando bien.
Según el tribunal, para amenazar a las mujeres, ya que en el debate otros
guardias de seguridad reconocieron que les molestaba que las señoras dieran a comer a los
gatos porque la comida se acumulaba, se pudría y producía mal olor. Unos minutos
después Dáttoli intentó amenazar una vez más a las mujeres con un movimiento de
portón, pero la amenaza degeneró en crimen.
Dáttoli manifestó en su indagatoria, como principal elemento defensista, y con
emoción, que quién querría matar a una persona por darle de comer a los
gatos. Y dijo bien. El tribunal se hace cargo de que no quería matar.
¿Qué es lo que lo movió a actuar? Asustar a Fijman. (...) ¿Cuál fue el resultado? Su
muerte, se explica luego.
Para graduar la sanción, el tribunal tuvo en cuenta circunstancias negativas
y positivas. En el grupo de las positivas, incluyó que Dáttoli no tiene
antecedentes penales y cuenta con un favorable informe socioambiental, del que surge
que se trata de un individuo con hábitos laborales, una familia constituida desarrollada
en un hábitat adecuado y que los testigos de concepto dieron una imagen favorable de su
vida de relación. En el grupo de las negativas, el tribunal tuvo en cuenta la
índole del delito imputado, el perjuicio efectivamente causado con su accionar y la
inidoneidad demostrada en el desempeño de su cargo, así como la mayor responsabilidad
que le cabe en el cuidado de la vida ajena como miembro de un organismo específico de la
seguridad del Estado.
La pena que se impuso a Dáttoli excluye la coacción que alegaron la querella y la
fiscalía. La única testigo presencial de las amenazas a Fijman, Feliciana Fernández,
recuerda que el acusado salió un día con otros dos hombres y las intimidó, a ella y a
Fijman. El resto de los testigos refiere esas amenazas de oídas. Por eso, el tribunal
absolvió al acusado de ese delito. Casi al final de la audiencia, el juez Duhalde le
devolvió, reformulada, una pregunta al abogado defensor de Dáttoli, Roberto Daray.
El señor defensor se preguntó en su alegato si alguien puede filmar su propio
crimen en referencia al circuito cerrado de video que registró todo lo que pasaba
en la zona del portón). La pregunta, aunque efectista, no es feliz. Tal vez habría
que formular otra pregunta en su reemplazo: ¿La impunidad de que en el pasado gozaron los
agentes de los servicios de inteligencia pudo hacer creer a Dáttoli que aquella
filmación no llegaría a manos de la Justicia?, dijo. Alberto Dáttoli pasará
entre rejas menos de diez años, porque está preso sin sentencia desde agosto de 1998 y
el beneficio conocido como dos por uno, que duplica el tiempo que el recluso
pasó en la cárcel sin sentencia, le permitirá reducir su condena a ocho años. Si su
conducta es buena, podrásalir bajo el régimen de libertad condicional cuando se cumplan
los dos tercios de su condena.
En el nombre de mi hija
Me siento muy mal de que hayan invocado el nombre de mi hija, que no puede dar su
opinión sobre este caso, que quedó demostrado que era doloso. Esto sólo sirve para
reabrir heridas, dijo a este diario Carmen Rodino de Cobo, integrante de Madres de
Plaza de Mayo Línea Fundadora y mamá de Inés Cobo. Inés fue invocada en una de las
audiencias en la declaración de Ricardo Stockdale, un primo hermano de Dáttoli.
Stockdale vino a declarar especialmente desde España y luego volvió a su país. Dijo que
había sido montonero, que siempre supo que su primo hermano trabajaba en la SIDE, pero
que eso nunca los había separado, y juró por su hermano muerto por la Armada
y por su cuñada Inés, también desaparecida, que Dáttoli es una gran
persona. |
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