Por Eduardo Videla En una arremetida para
revertir el cambio de tendencia en las encuestas, que comenzó a beneficiar a Graciela
Fernández Meijide, el vicepresidente de la Nación y candidato a gobernador bonaerense
del PJ, Carlos Ruckauf, puso contra las cuerdas a su candidato a presidente, Eduardo
Duhalde, y dejó al borde de la renuncia al ministro de Seguridad y Justicia, León
Arslanian. Ruckauf salió con los tapones de punta: no pidió mano dura, como
hasta ahora, sino prácticamente gatillo fácil, al afirmar que hay que meterles
bala a los ladrones, y propuso, en un eventual gobierno, volver a colocar un
policía uniformado como jefe de la bonaerense, un abierto cuestionamiento a la reforma
policial que impulsa Duhalde desde hace un año y medio, de la mano de Arslanian. El
gobernador acusó el golpe y le propuso a Ruckauf: Si ya tiene los hombres para
cambiar la estructura (de la policía), que empiece a hacerlo ahora. Cuando escuchó
esa frase, Arslanian comenzó a redactar su renuncia. Con el texto en el bolsillo,
negociará hoy con Duhalde las condiciones para su continuidad.
No bien se enteró, el fin de semana, de que tres encuestadores advertían un cambio de
tendencia a favor de Fernández Meijide, el vicepresidente decidió poner el acento en uno
de los temas que más sensibiliza a la opinión pública: la inseguridad. Decidió apuntar
a la franja del electorado que apoya las ideas del ex subcomisario Luis Patti. Y dio a
conocer su nueva doctrina de seguridad provincial:
Cuando un
ciudadano está siendo amenazado de vida (sic) por un delincuente, el policía lo que
tiene que hacer es dispararle al delincuente para que no mate al ciudadano. Esa es la
opción. No hay una tercera opción.
Hay que
entrar en todas las villas con los efectivos necesarios para acabar con el delito. La
policía está capacitada, hay que dar las instrucciones y las decisiones de combate. Pero
démosle las normas, no sea cosa que entre un policía a uno de esos lugares, mate alguno
y después aparezca algún abogado de delincuentes a decir que el asesino es el
policía.
Si me
eligen gobernador, voy a dividir el ministerio en uno de Seguridad y uno de Justicia. Va a
haber un jefe de policía uniformado con una cúpula vertical estructurada, y un jefe de
policía por cada municipio.
Para que no queden dudas, su compañero de fórmula, Felipe Solá, agregó sin eufemismos:
La única posibilidad es defender la sociedad a balazos.
Fue entonces que Duhalde, en una conferencia de prensa, subió la apuesta: Si los
dos candidatos con posibilidades de ganar plantean una nueva estructuración de la fuerza
policial, no con un ministerio único sino con personal uniformado en el vértice de la
policía, ¿para qué esperar nueve meses? Si quieren cambiar la estructura se cambia
ahora. Yo creo otra cosa, pero voy a ser gobernador nada más que hasta el 10 de
diciembre, afirmó. Después recordó que Arslanian está renunciado desde el
año pasado, cuando el ministro le planteó el reemplazo. Pero yo
siempre le estoy pidiendo que siga, aclaró.
Las frases de Duhalde acorralaron a Arslanian. No me queda más margen, se
escuchó decir al ministro entre sus colaboradores, en La Plata. No le sirvió la
ratificación pública que le hizo el gobernador, después, desde la Rural. El ministro
estuvo reunido durante toda la tarde con su gabinete, con quienes acordó una estrategia:
la designación de un uniformado al frente de la fuerza es inaceptable. Con la renuncia en
el bolsillo, a la noche, partió a Buenos Aires para encontrarse con Duhalde, pero no lo
encontró. El desenlace se pospuso para hoy.
Como lo admitió el propio Arslanian, es poco el espacio que le queda después de quedar
atrapado en la balacera electoral. Pero tampoco es mucho el margen de maniobra que tiene
Duhalde: para poner un jefe policial, debe reformar la ley que estableció el nuevo
organigrama policial, eliminó la jefatura y dividió a la bonaerense en 18 departamentos
que dependendirectamente del ministerio. Y no tiene la mayoría necesaria para lograrlo.
El gobernador quedó prisionero de sus palabras: si ratifica a Arslanian, desautoriza a su
candidato, y si le acepta la renuncia, admite el fracaso de su política de seguridad a 80
días de las elecciones.
Graciela Fernández Meijide dijo a Página/12 que un cambio de ministro a esta
altura no resuelve el fracaso del gobierno de Duhalde; lo que hay que cambiar es la
conducción política de la provincia (ver aparte). Para el candidato a
vicegobernador de la Alianza, Melchor Posse, la solución no es el gatillo fácil
sino una verdadera política de seguridad, que el gobierno de Menem, Duhalde y Ruckauf no
tuvo nunca. Nilda Garré, diputada del Frepaso, consideró que los conceptos de
Ruckauf orillan la instigación a cometer delitos. Y el penalista y legislador
porteño Eugenio Zaffaroni concluyó: Creo que Ruckauf está cometiendo un grave
error político. No creo que para recuperar los pocos votos que le pueda sacar (Luis)
Patti tenga que afectar su imagen pública, que siempre fue la de un civil
responsable.
Tres visiones sobre la crisis |
Es la vieja
respuesta
Martín Abregú
(Centro de Estudios Legales y Sociales)
La reforma que termina de fracasar no fue creada para producir un cambio
democrático en la sociedad, sino por una coyuntura electoral determinada. Hay que hacer
una diferencia entre una política de Estado sostenible y la de una política
electoralista. Y en esta coyuntura, donde los políticos parecen pelear el 11 por ciento
de los votos más reaccionarios, es lógico que se vuelva a lo de siempre. La nueva
respuesta no es más que la vieja respuesta. Demuestran una absoluta ignorancia de la
problemática policial e improvisación en esta materia. Queda en evidencia la miopía de
la clase dirigente, que no refleja en la nueva propuesta lo que en realidad la mayoría
demanda, mayor seguridad. Se propone la práctica de lo que fracasó: podemos verificar
que son cada vez más las personas que caen en enfrentamientos con la policía, y sin
embargo eso no baja la criminalidad. Estas propuestas no son más que lo que ya existe sin
ningún éxito. |
Presiones de la
derecha
Simón Lázara
(Asamblea Permanente por los Derechos Humanos)
Lo único que se puede prever es un agravamiento de la situación, que será cada
vez más conflictiva. Están dispuestos a violar cualquier ley sin darse cuenta de que esa
violación es fuente de mayor inseguridad, porque están desbordados por una opinión
pública presa de la histeria, a la que se suma la dirigencia. Así quedan claras las
serias dificultades para la implementación de la reforma más allá de la buenas
intenciones con que fuera proyectada. Y este cambio aparece como resultado de la presión
de los que quieren volver a la estructura de la policía, cuando todavía no se han
resuelto judicialmente los temas vinculados a los viejos mandos, cuyas responsabilidades
en la participación policial en el delito son más que evidentes. Además el cambio no es
resultado de un examen de las causas de la violencia, sino el de las presiones de los
grupos derechistas y las concepciones fascistas de este problema. |
Un aval a la
violencia
María del Carmen Verdú (Coordinadora Contra
la Represión Policial)
Tanto lo que dijo Ruckauf como el cambio de políticas en la provincia no plantean
nada nuevo porque es lo que se viene haciendo, es la confirmación de un estado de sitio.
Meterles bala a los delincuentes, disparar y después preguntar ni siquiera es una
instigación sino el aval político a la violencia policial. La mano dura tiene la primera
consecuencia de más muertes: delincuentes, policías, y personas que no son ni lo uno ni
lo otro. Es así por la simple razón de que frente a un policía que dispara sin
preguntar el delincuente también dispara antes. El aumento del uso de armas en el delito
contra la propiedad tiene que ver con la convicción que tiene el que sale a delinquir de
que si es descubierto no va a ser detenido y condenado sino que lo van a fusilar. Así
termina resultando lógico que salga a asaltar dispuesto a matar o morir. |
La jugada planeada por Ruckauf
pensando en Patti y en Graciela
Las encuestas de los
últimos días indican que se revirtió la tendencia que daba ventaja a Ruckauf contra
Fernández Meijide. Con el tema de la seguridad busca diferenciarse nítidamente de su
contendiente y, a la vez, restar votos a la candidatura de Patti.
Carlos Ruckauf, vicepresidente de la
Nación y candidato a gobernador por el peronismo bonaerense.
Sus allegados dicen que le impuso la decisión a Duhalde, los duhaldistas dicen que la
sugirió. |
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Por Felipe Yapur
Hace un par de meses
que las encuestas de intención de voto ponen al borde del ataque de nervios al candidato
presidencial del PJ Eduardo Duhalde. Hace una semana que el candidato a gobernador del PJ
Carlos Ruckauf (que hasta entonces superaba en los sondeos por poco a la aliancista
Graciela Fernández Meijide y ahora la escolta) padece una sensación similar. En ese
contexto surgen las declaraciones de Ruckauf sobre la necesidad de modificar el sistema de
seguridad en la provincia que golpeó directamente sobre la rotunda humanidad del titular
del Ministerio de Justicia, León Arslanian. Los allegados a Ruckauf explican que éste
impuso un tema de campaña al postulante presidencial, en un intento por revertir la
caída en los sondeos de opinión. Los duhaldistas prefieren una versión más matizada
indicando que la decisión (cuya iniciativa reconocen a Rucucu) se consensuó entre ambos
candidatos. La sorpresiva propuesta de Ruckauf brota en paralelo con un fuerte rumor: que
la jefatura de campaña, en manos de Julio César Araóz, estaría jaqueada. Operadores
del gobernador sostienen que el santacruceño Néstor Kirchner compartiría la
responsabilidad con el ex ministro menemista.
Ruckauf disparó la crisis con la polémica frase una bala para cada
delincuente (ver nota central). La hizo en la semana posterior a que se conocieran
tres encuestas (una de Analogías, otra de Mora y Araujo y otra de Rosendo Fraga)
indicando que la tendencia que lo daba doblegando a Graciela se había revertido. La
iniciativa de Rucucu, como lo llaman propios y extraños al vicepresidente, no cayó mal
en las tiendas de Duhalde. Al menos es lo que sostienen los operadores del gobernador.
Duhalde intentó que la petición de modificación proviniera tanto de su sector como de
la Alianza y por ello afirmó que si ellos (por Ruckauf y Graciela Fernández
Meijide) realmente piensan que la estructura actual no es la que se corresponde con la del
futuro, opino lo mismo que cuando digo que quiero votar leyes y no perder 9 meses, si
quieren cambiar la estructura se cambia ahora.
La propuesta de Ruckauf, explican sus voceros, tiene una doble intención. Por un lado
pivotear en el tema de la seguridad, prioritario en el conurbano bonaerense: Duhalde en
persona había exigido a su gente que fuera un ítem central de la campaña en la
provincia. Pero por otra parte, el candidato a gobernador busca que la dureza de estas
declaraciones y los anuncios de cambios en la policía bonaerense erosionen la base
electoral del candidato que ellos consideran que puede quitarle algunos votos en los
comicios de octubre: el ex comisario Luis Patti. De paso, busca una clara diferenciación
por derecha frente a la candidata de la Alianza.
El primer perjudicado de esta jugada es el propio Arslanian. Pero también puede erosionar
a Duhalde. Nosotros pensábamos en llevar a Arslanian como primer candidato a
diputado nacional por Capital Federal, ahora hay que ver si acepta, se lamentó un
operador del gobernador.
El jaque a Arslanian no es el único cambio en la estrategia de recuperación de
voluntades del duhaldismo. También ronda en varias cabezas la idea de que Chiche Aráoz
comparta su cargo con Kirchner que tendría un rol de vocero político. La idea, dicen, es
de Duhalde.
EL INTENTO DE DISOLVER A LA MALDITA POLICIA
La seguridad como cuestión de Estado
En
diciembre de 1997 Eduardo Duhalde intervino la Policía Bonaerense. Descabezó su cúpula
y puso al frente de la fuerza al primer civil en más de 30 años. La vinculación de
efectivos de la Bonaerense con el atentado contra la AMIA y el asesinato de José Luis
Cabezas, su participación en el negocio del narcotráfico, del doblaje de automóviles,
de la piratería del asfalto, del juego clandestino y de la protección a redes de
prostitución, entre otras cosas, convirtieron a la reforma policial en un tema que fue
asumido por el Gobierno y la oposición como una cuestión de Estado. Y a León Arslanian,
en el encargado de diseñar el plan de acción para depurar la fuerza y monitorear su
reestructuración.
La reforma significó la disolución de la Bonaerense tal como había funcionado en las
últimas décadas y el pase a retiro de todos los comisarios generales; en total cerca de
300 oficiales superiores quedaron fuera de la fuerza. La respuesta de los desplazados no
se hizo esperar: de inmediato, algunos jerarcas policiales intentaron sin suerte generar
una rebelión navideña; siguió un evidente aumento de los casos de violencia en las
calles y una seguidilla de episodios interpretados como mensajes de los separados. En
febrero del 98 robaron las armas a los custodios de Duhalde en Pinamar. Y en varios
casos de profanaciones a cementerios judíos también quedó el rastro de los bonaerenses.
La intervención duró poco más de tres meses; en abril del año pasado Arslanian se
convirtió en el titular de un superministerio de Seguridad y Justicia creado para hacer
de soporte institucional a la reforma. A los cambios en la ex Bonaerense se sumó una
profunda modificación del sistema judicial. Las investigaciones dejaron entonces de ser
manejadas por la policía para quedar en manos de fiscales.
Las sucesivas purgas en las filas de la Bonaerense fueron acompañadas por un
recrudecimiento de la ola de inseguridad en toda la provincia, y las sospechas siempre
recayeron en los mismos. En mayo del 97, por ejemplo, cuando un grupo de
desconocidos atacó a balazos a los custodios de la hija mayor de Duhalde, Arslanian
deslizó la posibilidad de que el episodio estuviera vinculado a los pases a retiro. El
gobernador tampoco lo descartó y advirtió que la decisión es seguir adelante con
la reforma.
Tres semanas más tarde otros 309 uniformados fueron desplazados de la fuerza. Pero en
mayo de este año 200 de ellos fueron reincorporados, tras devolverles el grado, el sueldo
y el permiso para portar armas. El paso atrás no hacía más que reflejar la pérdida de
consenso de la política de seguridad del gobierno bonaerense. Las críticas a la gestión
de Arslanian, que habían comenzado en boca del ex comisario Luis Patti, se disparan ahora
desde los principales referentes de la Alianza como Fernando de la Rúa y Chacho Alvarez,
que apoyan los pedidos de remoción del ministro formulados por el candidato a la
vicegobernación Melchor Posse.
OPINION
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