Por Cecilia Hopkins En los años 70, la italiana
Franca Rame, actriz y esposa del actor y dramaturgo Dario Fo, presentaba un espectáculo
llamado Ocho monólogos, que hacía girar incansablemente por fábricas, clubes obreros y
sindicatos. En esos sketches irónicos y mordaces, teatralizaba diferentes situaciones en
las cuales la mujer era siempre la protagonista de los abusos más variados, ya fuera en
su propia casa, en la calle o en su lugar de trabajo. La mujer pasota y
La violación, dos de esos monólogos escritos en colaboración por el
controvertido matrimonio, forman el espectáculo Dos mujeres, que interpreta la actriz
catalana Anna Sabaté, dirigida por el platense Jerónimo Casas, en virtud de un acuerdo
de coproducción entre La Perversa Teatre de Barcelona y la Compañía de Teatro Cínico
de La Plata.Le toma un tiempo a la actriz comenzar a interpretar su primer personaje.
Antes dispone los elementos a utilizar en el pequeño escenario, con la idea de
diferenciar a la intérprete de la criatura de ficción. La acción de La mujer
pasota transcurre en una iglesia, y el monólogo se desarrolla junto a un
confesionario, desde el cual un cura acepta prestar sus piadosos servicios
casi a regañadientes. La mujer en cuestión creyente y comunista a un tiempo
da comienzo a su confesión remontándose a los tiempos en que era un modelo de
virtudes. Hasta que las andanzas de su hijo, un extremista de
izquierdas, la obligan a emprender un recorrido forzoso que incluye manifestaciones,
drogas y experiencias en comunas hippies. Este tour la lleva, finalmente, a renegar de su
familia: su nueva personalidad ya no está para aceptar las convenciones burguesas que sin
saber había soportado la mayor parte de su vida.Sabaté encara el texto de modo
convencional, poco asistida por un plan de puesta carente de interés visual. Dos mujeres
levanta puntería recién en el segundo de los monólogos, La violación. La
idea de optar por la inmovilidad y la ambigua sonrisa del personaje para detallar los
pormenores de una violación múltiple (un hecho que aconteció realmente a Rame) fue un
acierto. De este modo queda expuesta la potencia del relato sin golpes bajos, en toda su
vehemencia acusadora.
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