Por Cledis Candelaresi Probando más audacia de la
que suponían muchos de sus adversarios, Fernando de la Rúa adelantó ayer la intención
de gravar las abultadas rentas de las empresas privatizadas, a semejanza de lo que ya hizo
el primer ministro británico Tony Blair. Le dije a mi equipo que comience a
analizar la idea, aseguró el presidente electo. El anuncio tomó por sorpresa a un
grupo de tributaristas de la Alianza quienes, por el momento, ven con más nitidez los
bemoles que las ventajas que tendría una decisión semejante. Sin embargo, el futuro
impuesto formaría parte del fuerte ajuste con el que, probablemente, el equipo económico
aliancista estrenará su gestión.
En el Instituto Programático de la Alianza aseguran que ese tema es familiar al diputado
de la UCR, Rodolfo Terragno, quien se ocupó de conocer el régimen creado por Blair en
uno de sus viajes a Gran Bretaña. Pablo Gerchunoff, uno de los economistas más
destacados del staff aliancista, calculó en detallados estudios la importante renta que
vienen acumulando cada una de aquellas prestadoras. Junto a los otros profesionales que
integran el círculo estrecho del futuro ministro de Economía, José Luis Machinea, uno y
otro podrían asumir ahora la tarea de volcar esos conocimientos en un proyecto de ley.
La posibilidad de gravar la renta de las privatizadas está lejos de ser una idea
novedosa, aunque no por eso deja de ser audaz. Diputados del Frepaso llegaron a redactar
un borrador de proyecto de ley con la intención de crear este gravamen, mientras que
legisladores justicialistas capitaneados por su jefe de bancada, Humberto
Roggero amagaron con embestir con una iniciativa similar.
Pero, según admitió ayer uno de los técnicos aliancistas a Página/12, la alternativa
de crear ese tributo también fue analizada por los equipos de De la Rúa hace un par de
meses, cuando las encuestas ya lo perfilaban como ganador de las elecciones del domingo
pasado. Sin embargo, en ese momento la idea fue desechada, fundamentalmente, por las
dificultades legales de instrumentarla.
Algunos especialistas de la Alianza consultados por este diario confesaron sus reparos.
Entre ellos, el riesgo de que el nuevo impuesto viole la cláusula de estabilidad
tributaria incluida en los contratos de concesión, por la cual el gobierno se
compromete a mantener la misma presión impositiva que existe en el momento de adjudicar
la empresa en cuestión. Del mismo modo, podría vulnerar los convenios de garantías de
inversiones que Argentina firmó desde 1992 con muchos países de donde provienen las
empresas adjudicatarias: España, Francia, Reino Unido, Italia, Alemania y Canadá.
La pregunta que se hacen algunos de esos especialistas es cuánto tardarán los
embajadores de esas naciones en denunciar la supuesta falta de seguridad jurídica de
Argentina, en caso de que se creara ese gravamen extraordinario. Es difícil de
habilitar, reflexionaba ayer uno de los tributaristas ligados al Centro de Estudios
para el Cambio Estructural (CECE), entidad ligada a Juan Sourrouille y a Jesús
Rodríguez.
Sin embargo, la biblioteca está dividida. Otros técnicos sostienen la intención de De
la Rúa con el argumento de la neutralidad tributaria comprometida en las
concesiones. En virtud de esa condición, el Estado estaría habilitado a compensar las
ventajas fiscales ya recibidas por las privatizadas (rebajas de aportes patronales,
eliminación de varios impuestos) y que no fueron trasladadas a las tarifas, como estaba
estipulado en los contratos de adjudicación.
Claro que las declaraciones del presidente electo y la ratificación de esa voluntad por
parte de su vocero, Darío Lopérfido quien sostuvo que el tema integra la agenda
del equipo económico dan a la propuesta chances de prosperar. El consenso en el
seno de la Alianza es más compacto respecto de otros retoques tributarios, algunos de
tinte progresista y que resultarán antipáticos no sólo a las adjudicatarias de
servicios públicos sino al resto de los empresarios y financistas. Tanto los técnicos
afines al radicalismo como los más próximos al Frepaso están convencidos de que hay que
terminar con una serie de exenciones al impuesto a las ganancias. Y de que se deben
erradicar los regímenes de promoción industrial.
No es un secreto que el nuevo gobierno se topará con cuentas públicas en situación casi
desesperante. Ante la necesidad de recaudar (no sólo para cumplir con las pautas
acordadas con el FMI sino con las imposiciones de la ley de Convertibilidad Fiscal), De la
Rúa parece dispuesto a correr el riesgo de desafiar a una parte del establishment.
No por un afán fiscalista o persecutorio explicó el Presidente electo a
Radio Mitre. En Inglaterra ese fue un tributo fuerte que sirvió para financiar los
programas sociales.
Nervios en la city El principal analista en Buenos Aires de uno de los bancos de inversión más
importante del mundo estaba terminando su informe para distribuir entre clientes sobre las
elecciones, el probable gabinete de De la Rúa y las medidas económicas que se
anunciarían en las próximas semanas. Pero cuando le informaron que el presidente electo
dijo lo que dijo sobre las ganancias de las privatizadas suspendió el envío, después de
recuperarse del impacto que le produjo esa noticia. Lo que menos espera la city de De la
Rúa son iniciativas que afecten sus negocios y, obviamente, un impuesto sobre las
privatizadas disminuirá el atractivo de invertir en esas acciones, que son líderes en el
recinto. Por ese motivo, los papeles empresarios que había empezado la jornada con una
suba promedio del 1,0 por ciento, continuando la racha positiva de seis ruedas, culminaron
con una caída de 1,2 por ciento. Los bonos no acusaron recibo, subiendo hasta 1,5 por
ciento. Otra de las medidas que está en estudio por el equipo de Machinea y que
terminaría por abortar la incipiente luna de miel de los mercados con De la Rúa es la
intención de aplicar el impuesto a las Ganancias para la compraventa de títulos
públicos y acciones, además de a los intereses de los plazos fijos. |
INFORME DE FLACSO REVELA UTILIDADES
EXTRAORDINARIAS
Seduce el modelo de Tony Blair
Por Raúl Dellatorre
La
posibilidad de aplicar un impuesto a las superganancias de las empresas concesionarias de
servicios públicos ya mereció la atención de legisladores del justicialismo y de la
Alianza en el transcurso del presente año. Los primeros se lo presentaron como intención
al presidente Carlos Menem; los segundos lo plasmaron en un anteproyecto de ley, aplicable
a toda empresa privada. Para el PJ, el gravamen permitiría recaudar 800 millones de pesos
al año. En el cálculo de los aliancistas, los ingresos podían llegar a los 600
millones. Ambas ideas diferían del impuesto creado por la administración Blair en Gran
Bretaña, que además de aplicarse por única vez sólo alcanzaba a las empresas
monopólicas.
En el caso argentino, con un tributo que se pretendía aplicar hacia adelante y no sobre
ganancias anteriores, tampoco se explicaba cómo se evitaría que las empresas alcanzadas
no lo eludieran disfrazando sus utilidades con gastos extraordinarios en favor de filiales
del exterior. Un dato que no es menor, dada la tradicional ineficacia de la
administración tributaria nacional y su escaso apego a controlar con severidad a los
grandes grupos económicos.
De acuerdo con un estudio realizado por Flacso para el período 1993/97, la relación de
utilidad sobre ventas en las empresas surgidas de las privatizaciones alcanzaba una
proporción del 12,1 por ciento, en tanto que las restantes empresas del núcleo de las
200 más importantes del país exhibía una rentabilidad sobre ventas de apenas el 0,8 por
ciento. El mismo trabajo refleja que, de las utilidades consolidadas de las 200 mayores
empresas del país en 1997, el 55 por ciento quedó en manos de 24 compañías
privatizadas, mientras que otras 56 empresas asociadas a compañías privatizadas (con
participaciones accionarias o concesiones parciales) se llevaron otro 34,6 por ciento. En
total, 80 empresas que disfrutan de los negocios de las privatizaciones absorben el 90 por
ciento de las utilidades que se reparten las 200 empresas más grandes. La desigualdad
alcanza, incluso, al interior de este exclusivo club de grandes empresas.
La tentación de arrimar hacia el fisco parte de este suculento paquete es inevitable.
Pero antes de tomar la decisión, las futuras autoridades deberán tener en cuenta la
capacidad de recaudarlo efectivamente, las objeciones legales que enfrentarán y, además,
las presiones políticas que soportarán de parte de los poderosos lobbies de los grupos
concesionarios. La propuesta encarada por Tony Blair ya había desatado una fuerte
polémica en Gran Bretaña a principios de 1997, cuando fue lanzada en plena campaña
electoral. Pero partía de un núcleo de definiciones fuertes que le daban un tinte de
inobjetable: se aplicaría por única vez y sólo sobre empresas monopólicas, con
ganancias excesivas y que habían sido vendidas al sector privado a precios claramente
inferiores a su valuación real. Además, se planteó claramente el destino de los fondos:
crear empleo para 250 mil jóvenes sin posibilidad de acceso al mercado laboral y
subsidiar a 800 mil madres que no trabajaban por cuidar a sus hijos.
Al gobierno aliancista no le faltarán argumentos en el mismo sentido. El
desequilibrio social reclama de un esfuerzo de los más poderosos, podría decir
Fernando de la Rúa repitiendo las palabras de Tony Blair de 1997. Pero, por otra parte,
el presidente electo de Argentina necesitará dar señales que muestren un equilibrio
entre los sacrificios que exigirá el nuevo ajuste en las cuentas públicas y el aporte
que harán los que económicamente son más fuertes.
EL EQUIPO ECONOMICO PIENSA SU POLITICA
Cómo ajustar y conservar poder
Por Mario Wainfeld
Ayer
Fernando de la Rúa anunció que se estudia un impuesto a las ganancias extraordinarias de
las empresas privatizadas. No fue un lapsus ni una distracción del presidente electo a
quien nunca se le escapa algo que no quiso decir. Es el anticipo de una serie de medidas
sugeridas por el ministro electo José Luis Machinea, avaladas por De la Rúa
y Carlos Chacho Alvarez, que persiguen equilibrios políticos y económicos.
Implican por un lado impopulares recortes en el sector público aun en el Fondo
docente o en la Universidad y por el otro gravámenes a ciertos sectores empresarios
privilegiados. La apuesta del nuevo gobierno es que el consenso originado por las
políticas sociales sirva de contrapeso a los cuestionamientos que produzca el ajuste. Y
que los organismos financieros internacionales no objetarán una mayor presión fiscal
contra algunas empresas de la economía local si el gobierno al unísono
produce reducciones y equilibrios presupuestarios.
La iniciativa no nació ayer. Hace tres meses Página/12 habló largamente con un
economista cercano a José Luis Machinea y le preguntó qué medidas tomaría la Alianza
si llegaban al gobierno. El economista replicó: Ustedes van a decir Machinea
lanzó un plan de ajuste, porque los medios siempre simplifican, pero no será
así. Y desató el siguiente diálogo.
¿Cómo tendríamos que titular, según usted?
Que nos haremos cargo, al mismo tiempo, de cuatro problemas centrales: el
desequilibrio presupuestario, la pérdida de capacidad del aparato recaudatorio, la falta
de competitividad internacional y los problemas sociales, empezando por el desempleo.
Es un título demasiado largo y algo obvio, deme algún detalle.
El gobierno debe resolver problemas graves y al mismo tiempo legitimarse ante la
gente. La lógica política dice que algunos mecanismos para aumentar los ingresos son
piantavotos pero que otros, por ejemplo, una ofensiva contra nichos de ineficiencia y de
privilegio (estatales o privados) pueden generar consenso. Vamos a crear un gravamen sobre
las ganancias extraordinarias de las empresas privatizadas y sobre algunos sectores de la
economía privada que obtienen abusivamente réditos siderales. Eso trae plata y apoyos
sociales.
Eso parece el plan económico de Eva Perón, no el de un gobierno en época de
restricciones. Ustedes se meten solamente con los malos.
Bueno, también hay medidas piantavotos: tenemos que bajar gastos del Estado, tal
vez sueldos o contrataciones. Y también cargar contra nichos de ineficacia en el Estado o
en el sistema educativo, aunque los gestionen sectores, como diría usted, de
buenos. Quienes dilapidan recursos estatales no son buenos.
En política los buenos son los aliados. Y buena parte de los sindicatos docentes,
los rectores universitarios y Franja Morada, son aliados de la Alianza...
La austeridad y el control del gasto sólo serán legítimos si se aplican a los
aliados que gestionan mal.
¿El establishment les permitirá crear nuevos impuestos que afecten capitales
privados?
Los organismos internacionales quieren equilibrios macro y los habrá. No les
importa cómo lo conseguimos. No romperán lanzas para defender las superganancias de las
privatizadas o el lucro excesivo de algunos nichos de los capitales locales.
Eso no parece ser la economía ortodoxa que domina hoy en las academias.
Eso será nuestra política económica.
Parece que ayer se empezó a mostrar cómo funcionará. O intentará funcionar.
Machinea ya fue nombrado para
contener a las fieras
Fue el primero que recibió la
bendición de De la Rúa, decisión apurada por la ansiedad de empresarios y financistas.
Machinea arma su equipo.
José Luis Machinea tendrá, como él
quería, su revancha en Economía. De la Rúa ya le aseguró ese cargo.
Desde hace semanas mantiene extenuantes jornadas de trabajo en FADE con su equipo de
colaboradores. |
|
Fernando de la Rúa ya designó a su primer colaborador en el gabinete nacional: José
Luis Machinea será el ministro de Economía a partir del 10 de diciembre. Aun cuando el
propio presidente electo había dicho que se tomaría unos días para dar a conocer el
nombre de sus colaboradores, la rápida confirmación de Machinea al frente del Palacio de
Hacienda debe ser leída como la primera señal que De la Rúa envía a los empresarios y
a los financistas internacionales.
Los hombres de negocios y los inversores están ansiosos por conocer los planes que la
Alianza tiene bosquejados para salir de la recesión y conseguir el financiamiento
necesario para el 2000. El año que viene, la Argentina precisa de 16.000 millones de
dólares para hacer frente a los vencimientos de deuda externa y cubrir el bache fiscal.
Cuarenta y ocho horas después de ganar las elecciones, De la Rúa sintió que ya era
momento de colgarle a Machinea el cartel de ministro, y que dejara de ser tan sólo el
referente económico de la Alianza. Vas a ser mi ministro de
Economía, le confió ayer por la tarde al economista.
Pese a que intentó mostrarse ajeno a la vorágine postelecciones, el presidente electo se
convenció de que no podía dilatar más el nombramiento del próximo titular del Palacio
de Hacienda: a medida que fueron pasando las horas, ya no sólo eran los periodistas
quienes intentaban arrancarle los nombres de sus colaboradores, sino también varios
gerentes de empresas líderes, presionados por los llamados telefónicos que recibían
desde las casas matrices en el extranjero. También los inversores dieron su alerta: tras
el rally alcista de la última semana, ayer las acciones líderes cayeron el 1,15 por
ciento, con los operadores inquietos por la incertidumbre sobre el futuro plan económico
y en medio de rumores sobre quién sería finalmente el sucesor de Roque Fernández.
También es cierto que el ex presidente del Banco Central no permaneció de brazos
cruzados pese a la indefinición de De la Rúa. Después de las elecciones, Machinea y los
economistas más cercanos a él (Daniel Marx, Pablo Gerchunoff, Alfredo Fólica, Guillermo
Rozenwurcel y Miguel Bein) vienen manteniendo reuniones maratónicas en la sede de la
fundación que dirige (FADE), analizando los primeros pasos que darán en el Ministerio de
Economía. Sobre esta base de especialistas, Machinea asentará al resto de su equipo, que
seguramente incluirá a Daniel Montamat (experto en temas energéticos), Nicolás Gallo
(actual secretario de Obras Públicas de De la Rúa) y Roberto Lavagna (ex secretario de
Industria en el gobierno de Raúl Alfonsín).
Machinea tiene el visto bueno de los financistas. Tras su paso por Nueva York y
Washington, pocas semanas antes de las elecciones, tanto en el exterior como en la city lo
ven como un buen garante del modelo económico. Ayer mismo, el influyente banco de
inversión estadounidense Morgan Stanley Dean Witter salió a brindarle su apoyo. En ese
sentido, el vicepresidente para América latina de la firma, Carlos Janada, dijo que
Machinea tiene un conocimiento profundo de los desafíos que habrá que enfrentar en
el terreno económico. Pero, al mismo tiempo, advirtió que para mantener la
convertibilidad, el nuevo gobierno deberá actuar rápidamente, tanto en materia de
finanzas públicas como en el mercado del trabajo.
En estos días, la base del futuro equipo económico se puso a trabajar especialmente
sobre el proyecto presupuestario del año 2000. En ese sentido, tomaron como base el plan
enviado al Congreso por Roque Fernández, que contempla un ajuste de 1800 millones de
dólares. Si bien Machinea se autoimpuso un estricto silencio en las últimas semanas,
trascendió que el esqueleto del plan económico se construirá sobre un recorte de gastos
de 1500 millones de pesos y un programa para elevar la recaudación tributaria en otros
2000 millones, básicamente a través de la generalización del IVA y de Ganancias.
También por la eliminación de exenciones que existen en esos tributos, para lo cual la
semana pasada mantuvo un encuentro con el actual secretario de Hacienda, Pablo Guidotti,
quien le preparó un detallado informe sobre ese tema.
El Fondo lo saluda El futuro vicedirector gerente del Fondo Monetario Internacional, Eduardo
Aninat, afirmó ayer que con José Luis Machinea en el Palacio de Hacienda la economía
estará en buenas manos. Quien ahora es ministro de Hacienda en Chile, y que
antes de fin de año se mudará al FMI, sostuvo que con Machinea se envía una señal de
que existe un ánimo de continuidad respecto de los aspectos centrales dentro del
modelo económico. También destacó el interés de la comunidad internacional en
que la Argentina retome el crecimiento económico y recomendó a las autoridades electas
iniciar contactos con los organismos internacionales antes del traspaso de poder. Y
sugirió que el gobierno electo comience los contactos con el equipo de Roque Fernández
de manera de producir un enlace, una transición que sea bien ordenada. En tal
sentido, Aninat también recomendó aprovechar los meses previos al traspaso de poder para
tener conversaciones que vayan indicando al Banco Mundial, BID, Cepal, FMI y a los
organismos de Europa y Japón cuál será el nuevo programa económico. |
|