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LA DERECHA CRECIO Y LAGOS SE ESTANCO EN LAS PRESIDENCIALES
El día en que todo salió al revés

Desmintiendo todas las encuestas, Chile terminó anoche limpiamente dividido en dos, con el candidato socialista Ricardo Lagos incapaz de remontar un 48 por ciento de los votos y un salto espectacular del pospinochetista Joaquín Lavín, lo que resultó en un empate técnico. Habrá segunda vuelta el 16 de enero, y por primera vez el triunfo de la derecha no parece imposible.

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Página/12
en Chile 

Por Pablo Rodríguez
Desde Santiago
t.gif (862 bytes)  El ganador en los números podría ser Ricardo Lagos. Pero en realidad se trata de un empate. Entonces, en los hechos, el ganador es Joaquín Lavín. Escrutado el 99 por ciento de los votos en las elecciones presidenciales de ayer, el candidato socialista de la gobernante Concertación por la Democracia obtenía el 47,96 por ciento. El candidato de la derecha llegaba a sólo 0,5 por ciento (nada más que 23.000 votos) debajo de Lagos: 47,52 por ciento. Esto significa no sólo que habrá una segunda vuelta electoral el próximo 16 de enero, sino también que la derecha tiene la posibilidad de ganar. Este resultado impacta por el crecimiento espectacular de los herederos remozados del ex dictador Augusto Pinochet, que incrementaron su votación en nada menos que 17 puntos respecto de los comicios presidenciales de 1994, y por la caída notoria de la coalición socialista-democristiana en el poder, que perdió 11 puntos respecto de aquella elección. "El resultado es estrecho, pero vamos a ganar en la segunda vuelta", reconoció Lagos en medio de las caras largas. En el comando de Lavín, esperaron las palabras de Lagos para descorchar el champagne, que ya estaba listo.

"El mensaje de los chilenos es muy claro. Nos ha afectado la crisis económica y ahora tenemos que demostrar que el liderazgo de Lagos es lo suficientemente fuerte como para llegar al triunfo". Luego del tercer informe del Ministerio del Interior, dado a las 21.25, el senador Carlos Ominami, uno de los jefes de campaña del comando de Lagos instalado en el Hotel Carrera trataba de conservar la sonrisa. Mientras tanto, en la sede de recuento de votos paralelo de la Concertación, ubicado en el Hotel Diego de Almagro, algunos ya comenzaban a pasar tímidamente la factura por el decepcionante resultado que obtuvo el oficialismo. "Nos estuvimos peleando mucho, pues", le confiaba un asesor a otro. "Pero vamos a salir bien de ésta", continuó el hombre, de unos 50 años, cuando vio de cerca el carnet de prensa colgado del cuello de este cronista.

Claro que al comienzo de la tarde el clima era muy otro en el Hotel Carrera. Uno de los miembros del Comité Ejecutivo de la campaña de Lagos, el diputado democristiano Andrés Palma, dijo muy contento a este diario que "los candidatos chicos desaparecieron. Hay muy pocos blancos y nulos. Somos muy optimistas". Efectivamente, los muy pocos votos conseguidos por la candidata comunista Gladys Marín, poco más de un tres por ciento cuando se esperaba un siete, y el apenas 1,5 por ciento que reunieron los otros candidatos alternativos, permitían pensar que Lagos podía superar el 50 por ciento. Primero, porque en la hipótesis de un seguro primer lugar, cuantos menos votos se fugaran respecto de las dos principales candidaturas, más se acercaba el primero a la mitad más uno de los votos. Y segundo, porque algunos de esos votos de Gladys Marín parecían desplazarse hacia Lagos. Una periodista chilena había dicho en el Carrera que iba a votar a Marín y que, ante lo peleado de la elección en los papeles, terminó decidiéndose en el cuarto oscuro por el candidato de la Concertación.

Pero las mismas premisas no llevaron a la misma conclusión del diputado Palma. Hasta Joaquín Lavín reconoció que muchos votos de "la Gladys" en las encuestas fueron para Lagos en las urnas. Entonces, ¿cómo puede la Concertación perder 11 puntos de votación respecto del triunfo de Eduardo Frei en 1994? Una respuesta posible es que haya habido muchos democristianos que, al no tener candidato propio, se hayan inclinado por Lavín. Lo cual comenzaría a romper por dentro a la Concertación que se conformó para derrotar a Pinochet en el plebiscito donde se jugaba su continuación en el poder, en 1988, y que continuó para marginar a la derecha a un 30 por ciento de los votos. Los dirigentes democristianos, especialmente el candidato que perdió las internas de la coalición gobernante, el senador Andrés Zaldívar, repitió varias veces en el día que las especulaciones sobre votos de la DC para Lavín no tenían fundamento. Pero a la luz de estos resultados, deberían ser por lo menos analizadas.

En todo caso, el escenario de un empate técnico, pronosticado por dos consultoras vinculadas con la derecha (Fundación Futuro y Gémines), llevó a bastante confusión en los comunicados de la Concertación. El jefe máximo de la campaña de Lagos, el democristiano Genaro Arriagada, había dicho antes del primer anuncio de cómputos oficiales que la tendencia a favor de aquél era "irremontable", de acuerdo a los números de sus cómputos, y que "a la noche tendremos al próximo presidente de los chilenos". Luego de los primeros guarismos oficiales, se puso nervioso y reconoció que podría haber segunda vuelta, pero "reiteró que Lagos gana en esta primera vuelta". Pero no, sin duda, por más del 50 por ciento de los sufragios.

Ahora, viene un mes más de campañas. Más que una segunda vuelta, será una repetición de una primera que pareció segunda: los votos de Lagos y Lavín suman casi el 96 por ciento de los emitidos, excluidos los nulos y los blancos. Chile se partió en dos. Ahora habrá que ver quién saca la pequeña, muy pequeña tajada, para decirle al otro que le ganó.


DESDE EL COMANDO DEL POSPINOCHETISMO
Cuando Lavín huele la victoria

 

Por P.R.
t.gif (862 bytes) "He recibido muchos ataques. Pero yo soy el candidato de la paz. Y no voy a cambiar mi discurso para la segunda vuelta: voy a continuar diciendo que represento un estilo nuevo y que no quiero entrar en discusiones políticas." Antes de su discurso en el altar ubicado frente al Crowne Hotel Plaza, sede de su comando electoral y de los festejos de la derecha, el gran triunfador de la jornada, Joaquín Lavín, repetía lo que, evidentemente, le dio muchos réditos. El ex colaborador del régimen de Pinochet y ferviente defensor de su continuidad en 1988 se ha transformado en un fenómeno inusitado hasta para los propios partidos de la derecha: elevó en 18 puntos la última votación de su Unión Demócrata Independiente (UDI) y de Renovación Nacional (RN), separadas en las presidenciales de 1994. Y lo hizo, justamente, prescindiendo de cualquier identificación partidaria y también muy lejos de Pinochet.

"La Concertación se creía dueña de la democracia y de la gobernabilidad. Hasta hoy. Siemprena02fo03.jpg (16230 bytes) en las campañas el que va primero propone y el que va segundo ataca. Aquí Lagos, el supuesto primero, atacó al supuesto segundo, que proponía. Lagos dijo una vez que le ahorrásemos el dinero de ir a una segunda vuelta. Y se lo vamos a ahorrar, pero porque quizás gane Lavín." Así disparó, con mezcla de rabia y alegría, el ex senador derechista Sebastián Piñera. Es uno de los representantes más importantes de la derecha y su empresa encuestadora, Fundación Futuro, fue la que pronosticó un empate técnico entre Lagos y Lavín. Razones de más para copar la parada en el Hotel Crowne Plaza entre sonrisas, caminatas rápidas, abrazos, llamadas por celular y cámaras y reflectores de televisión por todos lados.

Al igual que Piñera, muchos dirigentes se envalentonaron con los resultados parciales y se animaban a darle la victoria a Lavín. "Nuestras encuestas dan un 47,3 para Lavín y un 47,2 para Lagos", dijo una fuente del comando derechista a Página/12. Hacia el cómputo oficial de las nueve de la noche, cuando se había escrutado el 50 por ciento de los votos, las pretensiones habían bajado. Ya se festejaban hasta los empates, como el de la primera región de Tarapacá. "Pero le estamos peleando la Región Metropolitana (Santiago)", exclamaba el senador de RN, Andrés Chadwick, antes de recibir a un montón de niños que corrían por la escalera. "Espero que no haya quedado nadie en el barrio, eh?", les espetó.

En la Avenida Providencia, casi enfrente del Edificio Diego Portales, donde estaba la sede de cómputos del Ministerio del Interior, comenzaba el amontonamiento de gente. Lavín llegó recién a las 22.30. Habló a las 23. Quizás se reservó los primeros festejos para su intimidad. La de él y su entorno. "Lejos de la política, cerca de la gente", como le gusta decir, en forma de slogan, el más grande político de la derecha después de Pinochet.


El hijo pródigo de Pinochet que busca entrar en La Moneda

El candidato de la opositora Alianza por Chile, Joaquín Lavín, hizo la mejor elección de la derecha en cuatro décadas. Un avance que explica su populismo que prometió gastos, un millón de empleos y "tolerancia cero" al delito.

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Por Alfredo Grieco y Bavio
t.gif (862 bytes) Siempre ganan los mejores. Este es un precepto del Opus Dei que Joaquín Lavín Infante ha observado estrictamente. Y la lógica competitiva del movimiento católico al que pertenece está por detrás del gigantesco avance de la derecha pospinochetista. Desde el restablecimiento de la democracia en Chile, el político de la Unión Democrática Independiente (UDI, conservadora, nacionalista, gremialista) fue derrotado una sola vez: cuando en 1989 perdió la elección parlamentaria de la riquísima comuna de Las Condes. Pero en 1992 fue votado alcalde en la misma comuna y en 1996, reelegido con un avasallador 78 por ciento de los votos.

Los resultados de ayer demostraron que estuvo más cerca que nadie en un desafío histórico: llevar a la derecha nuevamente a La Moneda después de cuatro décadas sin ganar una elección presidencial. La última vez fue cuando Jorge Alessandri lo logró como candidato independiente en 1958. Y ayer Lavín ya se anotó un record: batir el mejor resultado de la derecha de su país, ese 44 por ciento reunido en el Sí a Pinochet en el plebiscito de 1988.

Con su discurso tecnocrático, su pose de candidato "distinto", su postura apolítica y como desentendida de Pinochet, sus "Sesenta Medidas" concretas, su "Tolerancia Cero" a la neoyorquina, sus giras por todo el país en contacto directo con la pobreza que la Concertación no ha erradicado, se distanció de un Lagos inevitablemente identificado de cerca con el continuismo inerte y de lejos con el socialismo de la Unidad Popular de Salvador Allende. Lagos caricaturizó la campaña de su contrincante, y las perceptibles diferencias con la suya, al decir que "Lavín es un vendedor viajero" y que "no vamos a construir Chile con payasos que se andan disfrazando de pueblo en pueblo". Aunque no cuenta con el respaldo del mundo artístico y cultural en el que es tan efectiva la sátira del candidato oficialista, Lavín sabe que impactó prometiendo un millón de empleos y solución a los problemas de la salud, educación y seguridad ciudadana. Y es él, con la magnitud de inversión ofrecida, quien se atrevió a comprometer los números de la macroeconomía. Una política neoliberal a la que tanto ha atendido la Concertación, y que mantuvo a Lagos con la máquina de promesas al mínimo.

A sus 46 años, Lavín es un hombre con un pesado pretérito anterior a su primera postulación electoral. De obtener un título en ingeniería comercial en la Universidad Católica pasó a colaborar en 1976 con Pinochet en la Oficina de Planificación Nacional, a viajar en 1977 a la Universidad de Chicago para un master en economía --durante la era de oro de los Chicago Boys santiaguinos--, y a difundir después ese evangelio en la sección Economía y Negocios, el Cuerpo B del diario El Mercurio. El otro evangelio, el literalmente religioso, nunca dejó de predicarlo con su ejemplo. Lavín ostenta una puntual asistencia diaria a misa, y, con los siete hijos que tuvo con su ex alumna María Estela León, ha hecho de "La familia es lo primero" uno de los slogans de su bien calibrada campaña presidencial.

En 1987, Lavín había publicado en El Mercurio un artículo que representó el cenit del llamado milagro económico chileno: "Adiós a Latinoamérica". La consigna era tan clara como el "Viva el Cambio" de la actual Alianza por Chile que lo llevó como candidato, y marcaba un corte nítido con el pasado. Sin ninguna falsa modestia, Lavín escribía: "Chile se cambia de región", ya que "superamos a Latinoamérica en tecnología, eficiencia y, especialmente, en capacidad empresarial". Comparaba los índices económicos del país, para asegurar que "Chile ya no mira a Argentina y Brasil para imitar, sino a Japón y Taiwan".

El mismo triunfalismo de la eficiencia guió su gestión concreta como alcalde, carente de mayor componente ideológico explícito, que consiguió para Lavín el reconocimiento de incluso los partidarios del gobierno. Según Lagos, Lavín consiguió algo prodigioso en Chile: presentarse como un político sin historia, al disfuminar por sus logros el recuerdo de su defensa de la dictadura. También, por su afectada moderación frente al "caso Pinochet" y la política de derechos humanos. Y, candidato de la derecha, Lavín hizo una campaña de izquierda, dirigiéndose a los excluidos del régimen de la Concertación. O al menos, una campaña decididamente de oposición. Un lugar que innegablemente supo hacer valer, después de diez años del oficialismo democristiano-socialista que sucedió a Pinochet en 1989.


EL SOCIALISTA RICARDO LAGOS
La tercera, ¿la vencida?

 

t.gif (862 bytes) Sí. A los 61 años y después del empate de ayer, Ricardo Lagos aún puede ser el segundo presidente socialista de Chile después de Salvador Allende. No. Lagos no tiene un programa estatizante y nacionalista. Casi 30 años después del triunfo de Allende, el socialismo del candidato oficialista es "renovado" y "moderado". Y, si triunfa, representará por tercera vez la continuidad de la Concertación en el poder. Busca la convergencia entre empresarios y trabajadores. Está más cerca de su socio gobernante, la tradicionalmente centrista Democracia Cristiana, que del comunismo opositor de Gladys Marín. Y agrega un dato ejemplificador del país post Pinochet: ataca la violación de los derechos humanos, pero reclama la vuelta del ex dictador al país y elogia la herencia económica de la dictadura.

"Seré el tercer presidente de la Concertación y no el segundo presidente socialista", aclaró durante la campaña frente las críticas de la derecha y los temores del centro. "Quisiera que nosotros encarnáramos en Chile el crecimiento social a la par del económico. Y sin que signifique más Estado o un grado de intervención mayor en la economía". A los 21 años, cuando se recibió de abogado en la Universidad de Chile, su tesis final fue mucho más radical. "La Concentración del Poder Económico" denunciaba que 11 grupos económicos controlaban el rumbo del país, y proponía una suerte de control estatal de los medios de producción. En 1961, su temprano éxito académico le permitió ingresar a la norteamericana Universidad de Duke y doctorarse en Economía. A su vuelta fue nombrado en la Universidad de Chile y secretario general de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso). Allí lo encontró el golpe de Pinochet el 11 de setiembre de 1973.

El militante socialista expulsado de la universidad decidió volver a Duke y trabajar para la Organización Internacional del Trabajo (OIT). En 1978 regresó a Chile y cofundó en 1984 la Alianza Democrática, que asumió el liderazgo del frente anti Pinochet, y poco después el Partido por la Democracia (PPD), integrante de la Concertación. El 7 de setiembre de 1986, horas después del atentado contra Pinochet en el que murieran cinco de sus guardaespaldas, Lagos fue acusado de ser el autor intelectual del ataque y pasó un mes detenido. En 1988, y de cara al plebiscito que inició la transición hacia la democracia, se enfrentó al ex dictador en el programa de televisión "De cara al país", con un dedo índice acusador que pasó a la historia.

En 1989 cedió su ambición presidencial ante un viejo profesor suyo, Patricio Aylwin. En 1994 perdió en las internas de la Concertación frente a Eduardo Frei. Pero fue ministro de Educación del primero y de Obras Públicas del segundo. Hasta que el año pasado renunció para intentarlo por tercera vez. Las primeras encuestas lo daban como seguro ganador, pero el brutal despegue de su principal rival, el derechista Joaquín Lavín, impidió que la tercera fuera la vencida. Ahora deberá esperar hasta el 16 de enero para saber si lo logrará en su cuarto intento.

 

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