Por
Moira Soto
En
una amplia gama, que va del luminoso rubí al violeta berenjena,
el rojo se les ha subido a la cabeza a muchísimas mujeres en lo
que va de la década. Pelirrojas aparentes circulan por las ciudades
contentas de pertenecer por un tiempo y mediante artilugios a esa especie,
en estas latitudes rara cuando es genuina. Sobre todo, las pelirrojas
incendian la pantalla del televisor: conductoras, protagonistas de novelas
exitosas, figuras que concurren a distintos programas, suelen ser morochas
o castañas que recurrieron a tinturas o matizadores, espumas colorantes
o mousses de efecto fugaz, hierbas o incluso las de pelo claro y
ahorrativas simple papel crêpe, colorado o fucsia, hervido
(se usa el líquido concentrado de la curiosa infusión).
Color de la sangre, de las amapolas, de los tomates: así definen
algunos diccionarios el rojo puro que, según la mezcla con otros
tintes, se puede convertir en púrpura, carmesí, punzó,
ladrillo, morado... Primero en el espectro solar y a la izquierda del
político, el rojo, según el pintor Kandinsky, "atrae
y excita como la llama que se contempla con avidez, provoca vibraciones
anímicas parecidas a las del fuego". Este color que ahora
invade góndolas de supermercados y estantes de perfumerías,
bajo nombres como Rojo TV o Beaujolais, se dice que es el primero que
ven los bebés. Será por esto que los caballeros, aunque
se encandilen con las rubias y se casen con las morenas, mueren por las
pelirrojas, preferiblemente de verdad. De todos modos, las otras, las
fingidas, saben muy bien que el cabello colorado es un señuelo
casi irresistible, aunque no vaya acompañado de la fina tez blanca
tachonada de pecas beigerosadas de las chicas judías que
provienen de Europa Central o de las que llevan sangre irlandesa o inglesa.
"No cualquiera se puede permitir ser pelirroja artificial, y en el
caso de intentarlo, hay que elegir con sumo cuidado el tono, que deberá
combinar con la piel y con los rasgos", dictamina Ricardo Fasán,
peinador de cine y teatro, y actor. "Hay actrices cuyas facciones
se han endurecido por causa de una mala elección, otras directamente
parecen pájaros carpinteros, versión Pájaro Loco...
Del Burdeos al Bambi, hay que dar el tono justo. Y aparte, no exagerar
con el peinado, porque los rojos ya son de por sí muy ornamentales,
muy lujosos. Y hay que saber disponer de una cabellera colorada: para
mí, el paradigma es Milva, a la que vimos el anteaño en
el Festival Internacional de Teatro, cuyo pelo cumple con creces funciones
decorativas y dramáticas."
Glamour
real
o virtual
"Los hombres en mis manos son juguetes", decía Rita Hayworth
desde los avisos de Gilda, atizando el mito sexual de las pelirrojas.
Empero, ese film es en blanco y negro, y la estrella, morena de origen
hispánico, había sido convenientemente depilada (para agrandar
su frente) y teñida de colorado en el departamento de peluquería
del estudio. Ciertamente, Rita se identificó con su nueva condición
y exhibió su fantástica cascada ígnea en el glorioso
technicolor de Las modelos, Sangre y arena, Salomé... No fue la
primera colorada de Hollywood, por supuesto: ya en el cine mudo, la promoción
de Clara Bow, la picante Chica It, se basó en su melenita escarlata.
Y en 1932, la platinadísima Jean Harlow oscureció su pelo
para hacer siempre en blanco y negro el film La pelirroja,
historia de una trepadora desinhibida que escandalizó a las ligas
de decencia. El guión era de Anita Loos, famosa por encumbrar a
las rubias y hacer correr torrentes de agua oxigenada en los Estados Unidos.
Susan Sarandon, Julia Roberts, René Russo, Kate Winslet, Julianne
Moore, Judy Davis pueden dar fe de que Hollywood sigue manteniendo interés
porlas pelirrojas, aunque ya no haya pelambres de incandescente glamour,
con vida propia, como las de Rhonda Fleming, Arlene Dahl, Susan Hayward,
Lauren Bacall (de quien dijo otra colorada, la gran Katharine Hepburn,
que tenía "una melena fabulosamente roja, bella lacia y bella
rizada"). En esa época, no todas las bermejas eran símbolos
sexuales: las hubo vecinitas de al lado pizpiretas pero no fatales, como
June Allyson; comediantes con chispa cual Lucille Ball; señoras
que se consumían bajo su pálida piel estilo Deborah Kerr.
Y desde luego, también hubo una pelirroja ciento por ciento, casi
institucional, favorita de John Ford (ver, por caso, El hombre quieto)
de apelativo Maureen O'Hara. Así como existen rojos de origen mineral,
y otros originados en vegetales y animales, se podría decir que
en el cine y en la vida, que suele ser su reflejo están
las pelirrojas orgánicas modelo la mencionada O'Hara, y minerales,
tipo la francesa Isabelle Huppert o la exquisita inglesa Tilda Swinton.
En el dibujo animado y la historieta se pueden mencionar rápidamente
un par de coloradas-coloradas: Ariel, La Sirenita algo díscola
de Disney, y Mary Jane, la actual novia de Spiderman. Otra que descuella
entre las múltiples pelirrojas dibujadas es la chica básica
de Tex Avery, colorada mimética que tanto hace una Caperucita avivada
como una imbatible cowgirl.
Las chicas digitales no se quedan atrás: Lara Croft, una dura curvilínea
castaño rojiza y Fujisake Shiori, ídola virtual de simuladores
de romance, de pelo herrumbrado, dicen presente desde videojuegos. Dentro
de la serie de muñecas de cabello carmesí, merece una mención
de honor la norteamericana Gene, inspirada en las rutilantes estrella
de los 40 y 50. Y si se trata de rescatar a una heroína literaria,
quedémonos con la adorable Anne, la de Tejados Verdes, de Lucy
Montgomery, y sus secuelas (colección editada por Emecé,
siempre en cartel) que tuvo su miniserie: "Anne de la pradera",
con Meg Follows, que nos hace empapar los pañuelos cada vez que
se pasa por TV. Apenas adolescente, Anne vive su pelo zanahoria como una
desdicha y hasta intenta teñirse de otro color, hasta que un distinguido
artista elogia vivamente ese "espléndido cabello de Tiziano..."
Mito y misterio
Ruth
Fischerman, vestuarista de cine (vistió las pelis de Pol-Ka y últimamente,
Ojos que no ven, de Beda Docampo Feijóo) disfruta ahora de las
gratificaciones que le procura su condición de pelirroja total.
No siempre fue así, sin embargo: "Cuando era chica, el tema
de la pelirrojez lo sufrí un poco porque me sentía distinta.
Imaginate, altísima, de piel muy clara, flaca, me tuve que bancar
que los chicos me llamaran fideo con tuco. Ya en la adolescencia, empecé
a apreciar mi color. En realidad se volvió algo muy interesante:
de rara pasé a ser exclusiva... Además, nací bajo
el signo de Escorpio, lo que acentúa mi alma de pelirroja".
Con el tiempo, la melena de Ruth viró al rubio con reflejos rojizos,
pero su piel pecosa permanece translúcida "y me sigo poniendo
colorada con facilidad, lo cual a los 34 puede ser muy incómodo",
dice ella disculpándose por la redundancia. Frente a la invasión
de pseudo pelirrojas, Fischerman, la auténtica, se ríe traviesamente:
"Me la recreo. No hay imitación que te convierta en
verdadera. La pelirrojez no está sólo en el cabello y en
la piel, está en el temperamento. Me da como una pequeña,
leve sensación de superioridad: jamás lo lograrán,
pienso con humor". En su profesión, Ruth Fischerman opina
que es un color jugado: "Si ponés rojo, no hay tu tía.
En Alma mía, en vez del obvio azul y amarillo que todos esperaban
porque transcurría en la Boca, puse mucho rojo furioso".
"Nunca me puse a pensar sobre la importancia de las pelirrojas",
se divierte el escritor Nicolás Casullo. "Tengo poca experiencia:
conocí dos o tres, con mucha personalidad... Las famosas coloradas:
el mito porteñolas declara bravas, duras, insumisas, fogosas, pecosas...
Quizás, en mi caso el mito esté influido por la novelística
policial de la colección Rastros, donde las pelirrojas era siempre
señal de peligro, podía ser muy duro pero también
muy placentero provocarlas". Cuando los muchachos están discurriendo
en torno de una mesa del bar y entra una pelirroja auténtica, "seguro
que hay un comentario en dirección al mito: que son sexualmente
fuertes, algo altaneras. Deseables y codiciables. Hay un misterio, un
campo imprevisible alrededor de las pelirrojas. Son bravas, te digo",
concluye el señor intelectual que sabía poco de chicas de
pelos llameantes.
Antes de llegar al colorín, colorada esta nota está terminada,
quedaría por dilucidar un interrogante: ¿Cambian las chicas
cuando se vuelven rojillas por un tiempo? Según cuenta el periodista
y gourmet Marcelo Panozzo, una vez que se fue de viaje con una mano de
rojo Borgoña en los pelos, al regresar se topó con la chica
de su vida, Laura (castaña de ojos claros) teñida del mismo
color que él: "Durante su etapa de pelirroja oscura, ella
no cambió ostensiblemente, pero debo reconocer que el suyo fue
un lindo gesto de solidaridad..."