Lástima
que sea una
cualquiera
Publicada
originalmente en 1934 por la editorial Vanguardia, Tanka Charowa de Lorenzo
Stanchina (fundador, entre otras instituciones de la literatura, del grupo
Boedo) es una cruda crónica sobre el mundo de la prostitución
y los vicios sexuales. Reeditada ahora por Eudeba, la novela es, además
de un documento de época, el emblema de una literatura silenciada.
por
Raúl García
El 16 de marzo de 1973, preocupado por los errores publicados en una
entrevista realizada días antes, Elías Castelnuovo le envía
una carta –inédita aún– a Lorenzo Stanchina en
la cual le explica lo siguiente: “El reportaje aparecido en el diario
Clarín del domingo fue el resultado de una conversación
grabada, de la cual la periodista que hizo la grabación extractó
luego virtualmente lo que se le dio la gana. Yo fui objeto de infinidad
de reportajes y cada vez que se tocó el asunto de Boedo te mencioné
a vos como fundador del grupo. Equivocadamente incluí asimismo
entre los fundadores a Barletta, cosa que no volveré a hacer más,
pues es cierto que vos y Olivari me visitaron en la calle Corrientes con
ese fin y que a raíz de esa visita surgió la iniciativa
de la formación del grupo. En efecto: Barletta, Mariani, Yunque,
Luis E. Soto, César Tiempo, Arlt y otros se incorporaron después.
Pero la piedra fundamental del movimiento estuvo a cargo de nosotros tres.
No es entonces que yo no te haya citado en el reportaje. La periodista
se tragó tu nombre”. ¿Cuál es la causa posible
de la omisión de la periodista a la que hace referencia Castelnuovo?
Su carta precisamente propone una explicación de las causas del
olvido, haciendo referencia al profundo silencio al que ha sido condenada
la obra de uno de los tres fundadores del grupo. La obra de Castelnuovo
y la de Nicolás Olivari no corrieron la misma suerte, pues ambas
obtuvieron el reconocimiento de la crítica literaria y del público
en general. La producción de Stanchina, en cambio, continúa
siendo prácticamente desconocida. Después de varios años
de áridas investigaciones, la profesora María Gabriela Mizraji
ha desempolvado una de las figuras más interesantes de la literatura
de compromiso social, prologando la reedición de una novela representativa
del autor: Tanka Charova (editada originariamente en 1934 por la editorial
Vanguardia, y reeditada ahora por Eudeba).
Boedo
837
En verdad aquel grupo literario se constituyó en un lugar geográfico
preciso: Boedo 837, donde funcionaba el taller gráfico de Lorenzo
Raño. Allí originariamente se reunían Olivari, Stanchina
y Castelnuovo con el propósito de intercambiar opiniones y diseñar
la publicación de sus textos. Precisamente la calle donde tenían
lugar las reuniones fue el nombre elegido por los tres jóvenes
escritores quienes, entre otras cuestiones, deseaban diferenciarse de
manera crítica de otro grupo de literatos porteños cuyo
lugar de encuentros era la calle Florida. A diferencia de estos últimos,
los boedistas se empeñaron en desarrollar una literatura basada
en el compromiso político (se autodenominaban “de izquierda”;
algunos de ellos militaron en el Partido Comunista), la denuncia social
y el documentalismo, cuestiones que siempre preocuparon a Stanchina y
constituyen el eje de todos sus libros, que además le permitieron
ganar el mote de “defensor de los pobres y las sirvientitas”.
El arte
de las fundaciones
En 1917 un joven nacido con el siglo y recién egresado del Colegio
Nacional Juan Martín de Pueyrredón, tentado por los placeres
de la vida bohemia y con el firme interés de convertirse en escritor,
decidió romper con la tradición familiar de continuar estudios
universitarios. La decisión no era fácil, aunque él
consideraba que se hallaba suficientemente preparado para vencer aquellos
obstáculos que pudieran ennegrecer su futuro literario. Fue entonces
cuando comenzó a diseñar lo que podría denominarse
la estrategia de las fundaciones. Precisamente esa estrategia es la principal
característica del espíritu inquieto del joven Lorenzo Stanchina.
Revelando una capacidad de invención y provocación inauditas,
en primer lugar creó la Sociedad Argentina de Autores Noveles,
de la cual ocuparía por años el cargo de presidente. Casi
de inmediato fundó la revista de literatura Psiquis, en la que
colaboraron Ricardo Rojas, José Ingenieros, Leopoldo Lugones, Joaquín
V. González, Belisario Roldán y otros escritores famosos.
En aquella época, como hoy, vivir de la literatura era prácticamente
un sueño difícil de cumplir, motivo que condujo a Stanchina
a probar suerte en el mundo periodístico. Con esa finalidad fundó
La Razón de Villa Devoto, un periódico que aparecía
quincenalmente y del cual fue director a lo largo de cincuenta años.
Al frente del mismo siempre se mostró fiel a los objetivos iniciales
del compromiso con la verdad, inclusive en los momentos en que tuvo que
pilotear fuertes tormentas como la histórica “crisis del papel”,
que en la década del 50 afectó a la mayoría de los
diarios argentinos; en esa ocasión recurrió a la ayuda de
la imprenta inglesa The Standard, que le facilitó papel y así
pudo continuar con la publicación de su periódico. Villa
Devoto fue su residencia permanente; allí vivió hasta sus
últimos días con Ana, su mujer, y su hijo Juan.
Falso
premio Nobel
El affaire Hamsun fue otra estrategia literaria que revela el interés
provocativo del novel autor. En 1921 se publicó en Buenos Aires
el libro Desgraciados, con la firma del premio Nobel del año anterior,
el escritor noruego Knut Hamsun –sus libros poseían una excelente
acogida entre el público porteño–, prologado por Ramón
Pérez de Ayala. Algunos diarios argentinos celebraron la nueva
obra del exitoso escritor, mientras otros decían que el libro en
verdad revelaba el agotamiento de la veta creativa de Hamsun: el premio
Nobel ya no escribía como antes. Pero una de entre tantas críticas
publicadas fue la que desenredó la madeja, pues hacía hincapié
en un desliz de la narración: en un pasaje se mencionaba el barrio
porteño de Palermo, siendo bastante improbable que el sueco lo
conociera. En medio de la polémica, Stanchina irrumpió denunciando
que le habían robado sus relatos, precisamente los que integraban
el libro Desgraciados. En verdad, Knut Hamsun no era otro que el mismísimo
Lorenzo Stanchina y Ramón Perez de Ayala, su amigo, el poeta Nicolás
Olivari. Después de las retractaciones, el libro fue publicado
por la Editorial Tor, con los nombres de su “verdadero” autor.
Según lo señalado, años más tarde fundó
el grupo Boedo, cuyo órgano de expresión era la revista
Dínamo. Otra famosa revista de la época, Martín Fierro
(N 5-6, segunda época), portavoz de la vanguardia literaria porteña,
le dedica una broma a los principales impulsores de Dínamo: Barletta
y Stanchina (representados por dos burros tirando de una máquina
afiladora, dibujados por Nito).
El insustituible acompañante de esa singular trayectoria literaria
fue el poeta Nicolás Olivari, íntimo amigo de Stanchina.
Ambos se había conocido en reuniones literarias del colegio secundario,
y la amistad iniciada allí perduraría de por vida. Juntos
llevaron adelante innumerables traducciones, y en 1924 escribieron el
libro Manuel Gálvez. Ensayo sobre su obra, dedicado a analizar
diversos textos del autor de Nacha Regules. El libro se tradujo al portugués,
y sus autores fueron invitados a Brasil para dar una serie de conferencias.
La siguiente anécdota ocurrió en el transcurso de ese viaje.
Mientras caminaban juntos por una calle del centro de Río, observaron
que en la vereda de enfrente tres hombres de raza negra estaban pegando
a otro de su misma raza. Exaltado, Stanchina cruzó corriendo la
calle y tomó parte en la pelea en defensa de quien se hallaba en
desventaja numérica. El defendido resultó ser un delincuente,
y los otros tres, policías. Al final de la trifulca el escritor
argentino fue detenido y conducido a una comisaría, ya que los
policías creyeron que era cómplice del delincuente. Olivari
–quien se había quedado expectante, al margen de la pelea–
inmediatamente sedirigió a la embajada argentina y después
de algunos trámites consiguió que liberaran a Stanchina.
El escritor
de los márgenes
Las primeras producciones escritas de Stanchina fueron obras de teatro.
Si bien debutó con la publicación del drama Los dormidos,
con anterioridad había escrito dos obras breves inéditas
tituladas Hijos míos y Segundas nupcias. Llamativamente, su obra
escrita va a cerrarse con otra obra dramática, El cafishio incipiente,
escrita en 1981 y que aún permanece inédita. Así
como su obra teatral, revela la influencia del dramaturgo ruso Andreiev;
también su narrativa tuvo una fuerte influencia de la literatura
rusa (Gorki, Bunin, pero principalmente Dostoievski). Esa marca no sólo
se refleja en el lugar que ocupan las vicisitudes existenciales de los
personajes, sino también en la sensibilidad y el compromiso social
de sus obras, como lo prueba una vieja conferencia inédita titulada
“Dostoievski y yo”.
Desgraciados fue seguido por otros dos libros de cuentos, Brumas (1924)
e Inocentes (1925). En el prólogo de la reciente edición
de Tanka Charova, Mizraji señala acertadamente que “no sería
demasiado arriesgado afirmar que lo mejor de su obra se produce en los
años treinta”. Será su primera novela, Precipicio (1933),
la que inaugurará el período de mayor producción
literaria; allí están los temas que insistirán en
las obras posteriores de Stanchina: la vida marginal porteña en
sus múltiples expresiones. En esa novela la voz del narrador relata
la lenta toma de conciencia de una cruda verdad: descubrirá que
su madre es una prostituta. Tanto la prostitución, la pobreza,
la inmigración, etc. son concebidos como males sociales y la literatura
no sólo es una documentación de esos fenómenos, sino
que además constituye un acto político de denuncia de esas
“condenas existenciales”. En verdad, Stanchina era profundamente
pesimista. Frecuentemente acompañaba sus libros con la dedicatoria
“Por un mundo mejor”, aunque quienes lo conocieron aseguran
que se hallaba profundamente convencido de que las desigualdades sociales
nunca iban a cambiar de manera radical.
En 1936, finalmente, llegó el reconocimiento de la crítica
a su obra literaria, y le fue concedido el Premio Municipal de Literatura
por su libro de relatos Endemoniados. Todos los personajes de los cuentos
que componen el libro son seres marginados, disecados desde una perspectiva
propia de Dostoievski, combinada con una descripción obsesivamente
realista. Producto de esa conjunción resulta una prosa que expone
con crudeza la condición humana de principios de siglo.
En la misma década se estrenaron con éxito sus obras dramáticas
Detrás del muro, Celos y Humillados en el Teatro del Pueblo.
También fue la década en que escribió una de sus
principales novelas, Tanka Charova.
Exotismo
¿Charova o Charowa? “La oscilación v/w se presenta
como otra forma de irrupción de lo exótico incontrolable”,
señala Mizraji, y aclara que en la edición actual se utilizó
la W y no la V como en la primera edición, ya que el propio autor
había mostrado en reiteradas ocasiones su preferencia por Charowa.
“Nombre donde van a enredarse el judaísmo, el lituano, el
cirílico, hechos de posibles apócopes y resonancia local
de mujer-tanque”. “Charova” es una palabra de ascendencia
polaca que tomada por el castellano local significa “vaca” pero
que condensa múltiples sentidos: el destino social de la extranjera
pobre, la erotización de los cuerpos femeninos no locales, sujetos
potenciales transmisores de la sífilis (vieja herencia del inmigrante
como portador de “males” sociales), las organizaciones polacas
que administraban la prostitución en Buenos Aires, etc. Como consecuencia
de la Primera Guerra Mundial, una mujer polaca debe huir hambrienta de
su tierra, abandonando a sus padres y a su hija. Emigrada a Argentina,
se ve en la obligación de prostituirse para poder comer y enviar
dinero a sus familiares polacos. Apoyándose en la vida cotidiana
de esa prostituta, la novela se propone como un fresco que revela de modo
crítico el mundo de la prostitución en la ciudad de Buenos
Aires en plena Década Infame. “Ya a las primeras claridades
del día (...), se dirigen a la casa extenuadas, cansinas, como
bestias que vuelven del pisadero”, escribe Stanchina interesado en
mostrar a las prostitutas como mujeres que fueron desplazadas violentamente
hacia los bordes de la sociedad, obligándolas a caer en el mundo
“bestializado” del comercio carnal.
Tanka Charowa aparece entonces como una novela política; no sólo
por su valor documental en lo que hace a las costumbres y condiciones
de vida de las prostitutas porteñas, sino fundamentalmente como
denuncia de los conflictos propios de la lógica social dominante.
La otra novela de Stanchina, Corrientes y Maipú (1960), profundiza
la línea inaugurada por Tanka Charowa respecto de la vida marginal
porteña, aunque posee un mayor rigor documental. El lenguaje, las
costumbres y la vida nocturna de los boliches porteños son expuestos
con un profundo realismo que revela el amplio conocimiento que el autor
poseía de ese mundo. Otra vez el tema es la prostitución,
aunque en los 30 años transcurridos entre una y otra novela tanto
la ciudad como el comercio sexual habían cambiado sensiblemente.
El académico
porteño
En 1963 Stanchina fue aceptado como miembro Académico de Número
de la Academia Porteña de Lunfardo. Ocupó el sillón
Enrique Muiño durante 23 años. El 25 de setiembre de 1986,
un año antes de su muerte, tuvo el honor de ser aceptado como primer
Académico Emérito de dicha institución.
En su entierro, José Gobello lo despidió con las siguientes
palabras: “Es probable –diría que es seguro– que
las nuevas generaciones de lectores, amamantadas con best-sellers, nutridas
con slogans, ejercitadas en la fácil gimnasia del aforismo, no
conozcan la obra de Stanchina, por lo menos en la medida en que deberían
conocerla (...). No hay que lamentarse demasiado. La vida, la historia,
el país se hacen con memorias y con olvidos, y no hay memoria que
algún día no se convierta en olvido”.
Buenos
Aires
la reina del vicio
Hacia fines del siglo XIX circulaba por Europa una leyenda según
la cual Buenos Aires era una ciudad en la que se secuestraban mujeres
para su posterior prostitución. En el congreso internacional sobre
trata de blancas que se desarrolló en Liverpool (Inglaterra) en
el año 1875, la Argentina fue el blanco predilecto de las denuncias,
hasta el extremo de la difamación. En verdad, los europeos no aceptaban
la idea de que la prostitución era una consecuencia directa de
la Revolución Industrial que había generado entre su población
–en el segmento femenino principalmente– un alto grado de desempleo,
hambre e inclusive el imperativo de emigrar de sus países de origen.
Buenos Aires era una ciudad que recibía a los inmigrantes con fabulosas
promesas laborales, aunque en verdad la situación del empleo no
era tan prometedora como se la presentaba. Por otro lado, los países
europeos resistían fuertemente la inmigración femenina.
Hacia fines de siglo XIX los médicos higienistas –liderados
por Emilio Coni– habían conseguido la reglamentación
de la prostitución en Buenos Aires, sobre todo para corregir un
mal moral y prevenir y curar las enfermedades venéreas. En Buenos
Aires hubo prostitutas célebres, como la Parda Loreto y la China
Refucilo. También había prostíbulos famosos como
Las cuatro columnas (ubicado en las calles Sarmiento y Cerrito) y el de
Corrientes 509.
En la década del 30 se cerraron los grandes prostíbulos
que había diseminados por distintas zonas de la ciudad, y en su
lugar se abrieron las “casas de tolerancia”. Hasta ese momento
la comercialización de la prostitución porteña había
sido dominada por dos sociedades polacas, una llamada Migdal y otra Varsovia.
Justamente con la primera se enfrentó el comisario Alsogaray, quien
un año antes de la aparición de Tanka Charova publicó
Trilogía de la trata de blancas: rufianes, policía, municipalidad
(1933), donde denunciaba la existencia de una importante infraestructura
que manejaba la prostitución. La organización Migdal contaba
con una clínica para la atención de las prostitutas enfermas,
un estudio jurídico propio e importantes conexiones con funcionarios
policiales y políticos.
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