Principal RADAR No Turismo Libros Futuro CASH Stira
Todo por 1.99
Convivir con virus
Clara de noche

fueIser






Meirs - Migdal

Volver

La elección es arbitraria. Sin embargo, las cuatro bandas representan –con sus bemoles, estéticas y canciones a cuestas– el posible mejor legado de una experiencia de pop para masas llamada Soda Stereo. Ese territorio vacío que contrasta con las canchas llenas del rock dominante. Aquí, una completa guía para conocer algo de cada uno de ellos, los aspirantes al trono vacío desde setiembre del ‘97.

Esa despedida grandilocuente y ¿definitiva? de Soda Stereo en la cancha de River dejó algo más que las ya célebres “gracias totales” de Gustavo Cerati. En primer lugar, el pop argentino perdió su única carta grande y, en consecuencia, el consumo rocker masivo viró sus simpatías hacia un puñado de bandas de consignas y estéticas similares, clasificadas bajo la etiqueta de rock barrial, chabón, futbolero, de tablón, o como quiera llamárselo. Esto es (más allá de Patricio Rey, el convocante supremo, y algunos nombres casi históricos como Divididos): Los Piojos, La Renga, Los Caballeros de la Quema, A.N.I.M.A.L., Las Pelotas, Bersuit Vergarabat.
A un costado de todo eso y en voz relativamente baja, el underground local viene gestando en los últimos años un pequeño movimiento que no se parece en nada a aquellos grupos. Shows (obligadamente) íntimos, chombas de colores, tragos largos, chicas arregladas para la ocasión y una búsqueda general del glamour perdido. Nada de pogo ni sudor. Ni loas a la cerveza de la esquina ni cánticos de tribuna en estribillos de rock básico. En esta producción, el No reúne a cuatro bandas de sonidos y estéticas diferentes, pero con algo en común: todos ellos saben -.y se preocupan en aclararlo– que están afuera del rock barrial pasión de multitudes. Consideran que la música y las consignas políticas son dos dimensiones irreconciliables, más allá de la situación social que a algunos de ellos también afecta. “Está la idea de que nosotros tenemos plata nada más porque usamos camisas brillantes. Lo que no saben es que yo a veces tengo que caminar treinta cuadras para ir a un ensayo porque no tengo una moneda para el colectivo”, cuenta a propósito de esto Marcelo Lopilatto, cantante de Los Látigos.
Para ubicarlos en lo que sería un mapa de la escena actual, Estupendo ocupa el costado electrónico más experimental; Bristol (ex Ticket), el sonido del pop británico clásico, San Martín Vampire la elegancia y el romanticismo tecno, y Los Látigos vienen a reivindicar el rock desprejuiciado, glamoroso, optimista y de espíritu adolescente sobre bases bailables. He aquí un pequeño catálogo ilustrado de las alternativas locales al rocanrol de las masas.
LOS LATIGOS

Conflictivos

Tal vez lo peor de Premier, el álbum debut de Los Látigos, sea el pomposo slogan con que la compañía decidió lanzarlo al mercado (“¿Que no había sonidos nuevos en este planeta?”, desafía la publicidad). Por lo demás, el disco es una colección de muy buenas canciones que aporta una mirada original de esa combinación que gusta tanto en estos días: las bases con máquinas y las guitarras eléctricas. Marcelo Lopilatto (voz, programación y sintetizador) y Gonzalo Destéfano (guitarras y coros) se tomaron cinco meses para programar las bases, otros dos para grabar y un par de semanas para mezclar y poner a punto su opera prima. La participación de músicos invitados como Uma-T (Babasónicos), Rudie Martínez y Carca –y la producción artística de Daniel Melero– hicieron el resto. “Queremos que nuestra música vaya más allá, que no se quede en un estilo”, explica Marcelo. “Usamos bases estilo hip hop, pero tratamos de no rapear. Queremos hacer algo que no se haya oído, con todo lo difícil y pretencioso que puede sonar eso”.
Todo empezó en 1993, en algún lugar de Quilmes. Dos chicos del sur del Gran Buenos Aires tocados por la psicodelia, las máquinas y un cóctel de discos bien preparado: Los Beatles, Parliament Funkadelic, Prince, David Bowie. “Somos bastante conflictivos con el tema de los estilos. Pero hemos escuchado música negra y tal vez eso se vea reflejado. Pero el funk tienemuchos clichés, el rap también, así que nosotros tratamos de desprendernos de eso. Nos cabe desarrollarla para un lado que sea una locura”. Acaso por esa locura, tuvieron que pasar cinco años para que saltaran al circuito comercial. “Yo creo que es por la ignorancia de las discográficas, por el cierre mental que tienen y la poca apertura al futuro”, dice Marcelo y el guitarrista cuenta: “No teníamos una propuesta seria. Siempre nos proponían cambiar algo, y a nosotros no nos interesaba. En un momento, hasta nos insinuaron que hiciéramos letras más contestatarias”.
—¿Qué creen ustedes de ese tipo de rock, el de las letras contestatarias?
Gonzalo: Y... no es lo nuestro. A mí no me molesta que exista, pero creo que le quita arte a la música.
Marcelo: No sé cuál es el compromiso real de esas bandas. Yo tomo la música como escapismo. Todos sabemos que Menem es un chorro y que la policía nos pega, pero a la hora de escribir, preferimos hablar de otras cosas. El que lo hace porque lo siente me parece bien, el que lo hace como fórmula me parece triste. Muy débil a nivel artístico y poco profundo, por más que me molesten esas mismas cosas que ellos cantan.
Arriba del escenario, en vivo, es cuando Los Látigos brillan. Groove, rock, electrónica y canciones capaces de hacer bailar a una heladera. “Nos diferenciamos mucho de los grupos que tocan con máquinas acá. Por ejemplo de Estupendo: ellos manejan más una cosa de melancolía, de ambiente. Lo nuestro es más el ritmo”, definen y después concluyen: “Toda la gente a la que le guste escuchar música diferente nos va a recibir bien. El público de rock chabón... no sabemos. Tampoco es algo que nos interese”.

 


Estupendo

En suspensión

Estilo: Temas ambientales, melancólicos, flotantes, todo desde la tecnología.
Futuro: El camino de la experimentación permanente. Siempre para oídos entrenados.
Letras: Casi todo instrumental.
Imagen: Cierta aversión a las cámaras. Indiferentes, apenas una mueca nostálgica.

Parece una fortaleza moderna, pero es la casa de Sebastián Mondragón y base de operaciones de Estupendo. Queda en el costado más apacible de Banfield, sobre una calle de adoquines apenas transitada. Atmósfera ideal para la gestación del sonido del dúo que forman el dueño de casa y Fernando Lamas: melodías lívidas, climas de suspensión y melancolía electrónica. Hay que pasar un portón levadizo, atravesar un jardín, subir algunos escalones, y entonces sí, se accede al laboratorio sónico: una habitación abarrotada de consolas, ecualizadores, micrófonos, sintetizadores, guitarras, teclados, parlantes, una batería, una computadora y una bola de espejos que pende antojadizamente del techo.
El dúo hizo su aparición pública en 1994, cuando editó un disco de pop electrónico bautizado Bistró Málaga, muy alejado de su sonido actual. Así lo explican ellos: “Nos empezamos a alejar del formato canción porque empezamos a trabajar con otros instrumentos, con otros métodos. No fue que dijimos ‘bueno, no hagamos más canciones’. No, ocurrió naturalmente. Es que con la computadora podés hacer microedición y desmenuzar cada sonido. Así empezamos a trabajar después de Antenna (el segundo CD), que todavía es un disco clásico en materia de música electrónica. Montevideo (el tercero) ya es más complicado, entró en juego la computadora, fue un punto de partida para otra cosa, un quiebre. Después de haber pasado por ahí tenemos como otra visión del audio. El material con el que laburamos ahoracomparte algunas características, pero es más rítmico, no tan insulso, tranquilo y suponemos melancólico como es Montevideo”.
Además de ser los únicos dos integrantes estables de Estupendo, Lamas y Mondragón son los inventores y dueños de Sonoridades Amapola, un sello independiente que editó discos de Leandro Fresco, Carola Bony, Carca, del dj Dr. Trincado y el proyecto solista de Miguel Castro, cantante de Victoria Abril. Después de repasar la lista, se podría decir que el sello tiene una línea editorial definida. Pero los Estupendo detestan los encasillamientos. “Esos manierismos que tienen ciertos grupos se están quebrando por todo lo que pasa”, dice Fernando. “De hecho, hoy en día, A.N.I.M.A.L. es una banda mucho más pop y moderna de lo que podemos ser nosotros. A.N.I.M.A.L. hoy representa lo mismo que Soda Stereo en el ‘84. Lo que digo es que esos grupos que se creen tan pesados y creen estar en contra de un montón de cosas, al estar expuestos en los medios de esa manera, son lo mismo que las Trillizas de Oro”.
Por eso ellos dicen haber elegido ese lugar del artista plástico o del escritor, lejos de la exposición pública. “En el rock, todo está tiranizado por la actitud estelar”, insiste Lamas. “Cada vez que veo un rockero que aparece en televisión, me siento muy alejado de todo eso, porque actúan de una manera... siempre están hablando del negocio, y no de la música en sí. Parece que la música fuese una excusa para hacer el negocio. Probablemente quieran existir teniendo un grupito de rock”.
La tradición electrónica de Rudie Martínez, la guitarra ahora minimalista de Fabio Rey .-ex Los Brujos– y el romanticismo lounge de la voz de Sergio Pángaro son las partes que le dan vida a este monstruo de tres cabezas que es San Martín Vampire. Una extraña fórmula pop lograda con bases bailables, climas que remiten a las películas de espías de los cincuenta, música surf y letras de amores perdidos. “Es todo lo que arrastramos durante 25 años de música escuchada, compactada en tres minutos”, define Martínez, responsable de las máquinas. “Cada uno se especializa en cierto tipo de cosas”, dice Pángaro, rebautizado W. Aldo para los Vampire. “Yo creo que me especialicé en la literatura, Fabio en las melodías y Rudie en la base rítmica en general”.
El trío se formó “de casualidad” a principios de 1998 y debutó en enero, en el ahora (de nuevo) cine Cosmos. “Un martes a la madrugada”, recuerdan los tres en el departamento sobrio y bien iluminado que tiene Fabio en el centro. “Todavía no hay una cantidad de gente que siga a la banda, pero eso a su vez hace que la reacción del público ante uno de nuestros conciertos sea más real, menos influenciada”, dicen. La misma formación funciona además como Audioperu y Baccarat, dos proyectos paralelos .-el primero bien electrónico, el segundo con sonido y look definitivamente retro– en donde según la ocasión varían los personajes. “Yo creo que se dio como una energía. Lo que hacemos es interesante, novedoso”, considera Pángaro, una mezcla de Sandro, Neil Hannon (The Divine Comedy) y el Ed Wood de Tim Burton, los tres en uno. A la hora de citar referentes, este personaje de La Plata con fama de dandy enumera: “Beck, Dean Martin, Nat King Cole, Sandro, Elvis Presley, George Backer”. “En un punto, cuando empezamos a componer”, recuerda Rudie, “dijimos ‘esto es cualquiera, no le va a gustar a nadie’. Porque era tan freak, tan lejano al sonido establecido, que nos parecía insólito que pudiera gustar”. Sin embargo, con el correr de los ensayos y las presentaciones, empezaron a definir el sonido de la banda y llegaron a la dudosa conclusión de que se trataba sencillamente de pop. Y, según ellos, del más tradicional. “Eso es lo que no entienden en las discográficas. Creen que es algo raro, experimental”, dice Fabio y Rudie precisa: “En realidad son canciones de tres minutos en el viejo formato estrofa-estribillo, estrofaestribillo-final. Así, tipo años cincuenta. Afortunadamente, solamente acá los sellos discográficos tienen tan poca visión comercial. Porque si no, músicos como Björk o Massive Attack no existirían y estaríamos muy mal del corazón”. (Recientemente, la banda fichó con URL, el flamante sello discográfico del ex Soda Stereo Charly Alberti.)
Salen al escenario de corbata, elegantes y austeros como una orquesta de tango. El repertorio incluye historias de perdedores, canciones bailables, románticas, melodías psicodélicas, boleros trance y una versión aterciopelada de “Encuentro en el río musical”, de Virus. “Tratamos de concentrar las emociones en la música, porque nosotros componemos y tocamos desde la emoción. No podría ser de otra forma”. Así es esta especie de vampiro clase B: con colmillos de plástico deliberadamente barato y ropa de segunda mano. Con algo de un improbable surfer porteño.


San Martin Vampire

Monstruo 3-D

 

 

 


Bristol

Ansiosos

Estilo: Pop de guitarras rítmicas, bien llevado por la voz de su sugestiva cantante.
Futuro: Su misión es rescatar la simpleza de la canción desde el cuadrilátero del rock.
Letras: Imágenes urbanas, melancólicas. Como si siempre estuviera lloviendo.
Imagen: Clásico cuarteto refinado y prolijo.

Nacido de las cenizas de medio Avant Press, Bristol (antes Ticket) se presenta como un cuarteto de canciones pop, decididamente influenciado por lo más clásico del rock inglés. Los Beatles, The Smiths, Cardigans, Pulp y The Kinks aparecen en el sonido de esta banda de formación mixta. Guillermina Casey (voz), Juan Carlos Marioni (ex guitarrista de Avant Press), Pablo Varela (batería, ex A.P. y Martes Menta) y Damiana Dubatti al mando del bajo. “Creo que hay un público que no encuentra lo que quiere en el rock barrial, pero tampoco en la música electrónica”, dice Guillermina. Juan Carlos, el cerebro del grupo, apunta: “Desde siempre el rock nacional hizo de todo. Ahora lo que falta son canciones. Creo que atrás de lo moderno hay muchas cosas que no son buenas, una suerte de amateurismo institucionalizado. Lo nuestro lo puede entender cualquiera. Y el rock barrial está bien que exista, pero en lo que se refiere al rock con ambiciones estéticas, algo no tan concreto, ese lugar no está cubierto”. “Seríamos una alternativa entre la rave y el rock barrial”, completa Pablo.
Bristol empezó a tomar forma a fines del ‘97, cuando Marioni y Casey se juntaron para hacer algunas canciones. La cosa funcionó enseguida. Al poco tiempo, Varela se hizo cargo de los parches, Dubatti se sumó al proyecto y en marzo ya estaban arriba de un escenario. Juan Carlos, autor de las canciones, reconoce la influencia de letristas como Jarvis Cocker (Pulp), Ray Davies (The Kinks), Los Beatles, Sean Lennon. “Tiene un toque de surrealismo y otro de introspección”, dice acerca del hijo de John y Yoko. “Mis letras son medio psicoanálisis, de búsqueda”, concreta. Como guitarrista, Marioni cita como influencia principal a Johnny Marr, de los Smiths. Casi nada. La elección del nuevo nombre tiene que ver con un episodio ocurrido hace un par de años, cuando encontraron en el cordón de la vereda un puñado de fotos tomadas en 1961. Eran retratos mediocres de una chica bronceándose al sol del balneario más popular de Mar del Plata. Alguien las conservó y cuando, por problemas legales, Ticket tuvo que dejar de llamarse así, Bristol pareció adecuado. “La palabra suena elegante, clásica. Además encierra todo un concepto: es el lugar que representa a la clase media argentina”.
—¿Ves similitudes entre Bristol y Avant Press?
Juan Carlos: Pueden tener algo que ver, pero es otra poesía, otro formato, otra intención. Podría ser una posible evolución, pero en A.P. el compositor principal era Leo (García), así que con eso ya hay una diferencia fundamental.
—Cada vez son menos los grupos que, como ustedes, no usan máquinas. ¿Es una decisión o qué?
—J.C.: Es que todo es una cuestión de modas. Ahora todo usan la electrónica, pero capaz mañana viene uno con un charango y empiezan todos con eso. Un grupo es bueno cuando sabe hacer cosas buenas con lo que tiene.