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SEMBLANZA DEL FILOSOFO Y
MAESTRO RAUL SCIARRETTA, A UN MES DE SU MUERTE En el recuerdo y homenaje a quien fue maestro de generacionesde psicoanalistas se reconstruye la época en que Freud, Lacany Marx, entre ilusiones y verdades, se acercaron peligrosamente.
Un buen maestro tiene esta constante
preocupación: enseñar a prescindir de él.André Gide, Diario. Algunas veces, en la historia de determinadas disciplinas del saber, aparecen personas cuya incidencia no resulta fácil de destacar si nos atenemos a los criterios usuales que abarcan títulos, cargos, docencia universitaria, obra producida, galardones, congresos internacionales, y otros de similar tenor. Hay hombres cuyo devenir debe sopesarse en función de otros parámetros, por cuanto su influencia acontece al margen de lo tradicionalmente consagrado. Esta última característica diseñó la ética insobornable, austera, fecunda y sostenida de Raúl Sciarretta, la misma que rigió su docencia en Buenos Aires -.mayormente privada durante largos decenios, hasta su reciente y lamentada desaparición. Su palabra marcante erigió a este autodidacta en maestro de distintas generaciones; incluso lo elevó a la condición de maestro de maestros del psicoanálisis. Así, su práctica teórica, a mi entender, debe evaluarse por sus efectos en los discípulos, antes que, por ejemplo, en función de las inexistentes páginas que (casi) siempre se negó a escribir, pero que (casi) siempre prometió escribir. Orador brillante y atento a las inflexiones sonoras de la voz, donde cifraba su amor por la música, argumentador minucioso y sagaz, su espíritu crítico no lo autorizaba a repetir, sin más, el presunto saber recibido e irrefutable, pues había logrado codearse con las cumbres del pensamiento, a quienes les discutía de igual a igual. Esa familiaridad con las grandes obras del saber universal tornaba a sus exposiciones arborizadas, inesperadas, no estandarizables. ¿Era su quehacer el típico de un filósofo? Quizá más bien era el de un pensador que hacía pensar, el de un -.dirían los franceses maître-à-penser, el de un .-diríamos los porteños abre-cabezas.Tuve la suerte de conocerlo cuando ¡cuándo no! se vivían nuevamente horas difíciles en la Argentina: a mediados del onganiato. Como tantos otros egresados noveles, mi interés por la práctica efectiva del psicoanálisis .-todavía monopolizada oficialmente, en ese entonces, por la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) no dejaba de permearse, de acuerdo con el espíritu de la época, con las inquietudes y con las militancias políticas y gremiales tendientes a modificar las injusticias de la sociedad. Como tantos otros suponía, no sin ilusión, que la posible confluencia de ambas perspectivas podría lograrse mediante una práctica psi novedosa y adecuada a la situación: breve, resolutiva, y de base (?) psicoanalítica. Y, como tantos otros, suponía que el freudomarxismo constituía la vía cierta para dar con la síntesis integradora, esto es, con una capaz de dar cabida a la posición procurada ¿o exigida?: la de un agente de cambio. En ese contexto, un colega y amigo me sugiere, para hacer un grupo de estudios pertinente, el nombre de Raúl Sciarretta, pues como intelectual -.no orgánico del Partido Comunista, más sí de izquierda estaba trabajando y enseñando al nuevo capo del marxismo: Althusser. A los pocos días, comencé a escuchar y a estudiar una rigurosa fundamentación epistemológica del marxismo que no se sostenía sin las categorías del psicoanálisis (y no, claro está, con las propias de la psicoterapia breve). En particular, no se sostenía sin las categorías enseñadas y/o reconceptualizadas por Lacan, cuya obra había comenzado a trabajar, por mi parte, casi al unísono. Lo cual, obviamente, distaba muchísimo del voluntarismo consignista y maniqueo hacia donde había derrapado el ilusional freudo-marxismo argentino. En efecto: a falta de los mínimos recaudos epistémicos que deben guardarse en la dirección de la cura psicoanalítica, los colegas freudo-marxistas se erigieron como Ideales -.baja-líneas de sus analizantes, lo cual estimulaba los violentos y autodestructivos pasajes a la acción de éstos. Talcercenamiento, tal cortocircuito de la palabra, en suma, no sólo no superó clínicamente el kleinianismo vigente desde la APA, sino que, a su respecto, configuró una rotunda regresión. Lo cual, claro está, podía ser así clarificado merced a la imprescindible instrumentación provista por las categorías que, al ser aportadas por Lacan, conformaban el lúcido desglose althusseriano; y, todo ello, conducido por el magisterio firme, sólido y fundado de Raúl.Pues bien, muchos analistas de nuestro país realizaron tal recorrido: llegaron a Lacan, de modo inorgánico y asistemático, vía Althusser, y guiados por las puntuaciones de un no-analista: Raúl Sciarretta. Mas, como decía, el espíritu crítico de Raúl lo acercó prontamente a las postulaciones anti-edípicas de Deleuze y Guattari -.de comienzos de los 70 hasta que ¿lógicamente? fue volviendo a Lacan, tomando en cuenta, a la sazón, los errores geniales de Althusser. Por lo que sé, tal retorno, aunado con su lectura y con su reflexión referentes a la analítica existenciaria de Heidegger, marcan los años de su mayor vuelo intelectual, de su mayor productividad como disparador de ideas. Y de ello dio cuenta, también, su labor -.ya en democracia como integrante y docente del Centro de Extensión Psicoanalítica del Centro Cultural General San Martín. Allí brindó un curso donde desgranó, con su habitual autoridad y seriedad, las principales referencias filosóficas en la obra de Lacan, curso en el cual no se ausentaban ni Wittgenstein ni San Anselmo, entre los consabidos Hegel y Descartes (a más de Heidegger, claro está). En ese período comenzó a ser regularmente invitado por entidades psicoanalíticas de Brasil, España y Francia.Sería injusto concluir esta incompletísima nota de homenaje al maestro .desde la óptica necesariamente discrecional de un discípulo y amigo sin destacar que Raúl no era un erudito academicista; al revés, fue un ser atravesado pasionalmente por lo que transmitía, pues supo calibrar el inédito alcance logrado en la condición humana merced a la palabra que, de acuerdo con su relación con el deseo, con el amor y con el goce, resulta liberada en la cura psicoanalítica. Como ense;a el psicoanálisis: lo que has heredado, debes adquirirlo para poder apropiártelo: pues bien, en ese empeño, en ese designio, sus discípulos encontramos con gratitud a Raúl, en los surcos abiertos por su enseñanza generosa. La Argentina, extraño país, debe sentirse orgullosa por haber generado en su seno a Raúl Sciarretta: un cabal Sócrates porteño.
DISCIPULOS DEL FILOSOFO DAN TESTIMONIO DE SU
ENSEÑANZA ¿Por qué no te comprás una casa?, le aconsejábamos nosotros, los de este mundo. Lo recuerdo, menudo como era, sentado en su viejo sillón, ante su biblioteca que ocupaba varias paredes. Sus creencias lo llevaron a la cárcel a principios de los 60. Me trasmitió la pasión por el síntoma; es que los neuróticos somos poco tolerantes con nuestros síntomas. Así, varios discípulos de Raúl Sciarretta van armando el mosaico siempre provisorio, pero ya definitivo, de la vida de un hombre. Nora A. Merlín (psicoanalista)Querido Raúl: En los años setenta te conocí, en tu casa de Pueyrredón y Mansilla. Te vi como un señor bajito, de andar despacio y voz suave, que me recibió y apenas me saludó. Pero ni bien sacaste y abriste el Seminario XI, de Lacan, escrito en francés porque aún no había traducción castellana, empecé a conocer tu inteligencia, tu pasión ante los textos. Yo no entendía muy bien todo lo que decías, pero me fui internando en un mundo fantástico, del que nunca retorné.Después vinieron Hegel, Heidegger, Aristóteles, Kant, y, junto con ellos, la historia, la política, el arte y la infinidad de temas que nos convocaban. Apasionado y comprometido, sensible por los amigos y por lo social, nosotros, los de este mundo, te aconsejábamos: ¿Por qué no tratás de tener un título? ¿Por qué no te comprás una casa? ¿Por qué no publicás tus clases?. Después comenzaron a llamarte de Madrid, de Barcelona, de San Pablo, y te dispusiste a viajar, con tus sesenta largos años de aquí para allá, por tu ligero equipaje, transmitiendo el psicoanálisis. Defendiste la posibilidad de pensar sin ataduras hasta las últimas consecuencias, oponiéndote a cualquier tipo de censura. Te interesaba debatir ideas, no los enfrentamientos por espacios de poder. Por todo esto fuiste nuestro maestro, por todo esto te queremos, por todo esto nos parece necesario que no te mueras. Nora Trosman (licenciada en filosofía) Nítida y presente como una fotografía recién tomada, aparece la imagen de Raúl. Me alegro al distinguirla alejada de la lúgubre y patética escena de los últimos meses, a pesar de que fueron parte de su vida. Pequeño, menudo, sentado en su viejo sillón bergère, con ese tapizado un poco raído en el que el tiempo había dejado sus marcas, con la lámpara de pie iluminando insuficientemente, enfrentando la mesa llena de libros y papeles, y como fondo pero, sobre todo, como figura, la inmensa biblioteca de piso a techo ocupando varias paredes. Sólo él era capaz de ubicar un libro en esa inmensidad. Raúl hablaba con voz baja pero a la vez contundente. Cómo algo puede ser tan diferente en español y en alemán, ¿te das cuenta?, decía. Amaba los diccionarios, la mayor parte de las veces los tenía en su propia cabeza. Tardes junto a las tazas de té, en las que el reloj casi no contaba. Algunas noches luego de las reuniones, la producción no se detenía y devenían borradores, esquemas, propuestas a retomar.Diego Zerba y María Massa(miembros del Centro Psicoanalítico Argentino, directores del Centro Asistencial FUBA XXII)Su relato, arisco a la escritura, mostraba tanto el despliegue en la obra de un autor como el oscuro pliegue de su anudamiento a una trama inmemorial. El también creía en la conciencia increada de su raza, y puso a su servicio a Sartre, Althuser, Lacan y Heidegger, entre otros, en un diálogo siempre brillante y a menudo inaudito con los clásicos, de Parménides en más. Su creencia también lo llevó a la cárcel durante el Plan Conintes y al ostracismo durante el Proceso, pero a esta épica de la sublimación, cercana a la de Ulises, no la vencieron las lanzas enemigas. Itaca ya estaba perdida antes de volver a perderse en un encuentro fallido. Raúl murió el 23 de agosto de 1999 a los 77 años.Héctor Becerra (integrante de Atico, Cooperativa de Trabajo en Salud Mental)A fines de los 70, yo estudiaba filosofía con Raúl Sciarreta. El ya era una celebridad. Cuando, en 1975, Masotta hizo la presentación de la Escuela Freudiana de Buenos Aires ante el mismísimo Lacan, citó a un puñado de argentinos entre los cuales figuraba Raúl.Nos recibía en su departamento de la calle Pueyrredón y desgranaba en un atril de madera los textos de Kant, de Hegel, de Heidegger, y en esa época empezó a trabajar también los textos de Jacques Lacan.De Raúl se podía aprender toda la filosofía, de su erudición podemos dar cuenta suficientemente sus alumnos y los de la Sorbona; sin embargo, de él aprendí que un maestro puede enseñar hasta lo que no sabe, hasta lo que él no hubiera querido transmitir. El me transmitió la pasión por el saber, por la docencia, por la filosofía y también por el síntoma, por aquello que no funciona y que en su falla exige de nosotros la tolerancia, porque los neuróticos somos poco tolerantes con nuestros síntomas.
ANALISIS DE UNA PLEGARIA EN EL DIA DEL PERDON Por Silvia Rosenblatt * Con una melodía altamente emotiva da comienzo el Día del Perdón. Tres veces se entona la plegaria del Kol Nidrei (todas nuestras promesas) ante una sinagoga llena de gente. Y aunque parte del público allí presente desconoce el significado de la misma, se percibe un clima de intensa sensibilidad. Esta plegaria, escrita en arameo, fue traducida por el Seminario Rabínico Latinoamericano del siguiente modo:Nos arrepentimos por el incumplimiento de todos los votos que formulamos, de las obligaciones morales que contrajimos, de los anatemas en los cuales incurrimos y de los juramentos que prestamos ante Dios, desde este Día del Perdón hasta el próximo Día del Perdón, que nos llegue para el bien. De todos ellos nos arrepentimos. Sean todos ellos absueltos, nulos y sin valor, sin efecto y sin carácter de obligación. Nuestros votos que no sean considerados como tales, tampoco nuestras obligaciones ni los juramentos que prestamos ante Dios.El Kol Nidrei no se refiere a los juramentos con validez sobre otras personas los cuales tienen normas muy estrictas en caso de ser quebrados sino a las obligaciones y los votos que uno asume consigo mismo. Sólo es posible invalidar un juramento que uno haya prestado para sí.Su origen se remonta al período de los godos occidentales, cuando comunidades enteras eran obligadas a bautizarse. Luego los judíos se reunían en secreto durante el Día del Perdón y repetían esta fórmula para evitar caer en perjurio.Si bien arrepentirse de los errores efectuados es el eje del Día del Perdón, lo que llama la atención del Kol Nidrei es este arrepentimiento anticipado por los juramentos que se harán.¿Cómo entender este retractarse a futuro? Ningún psicoanalista podrá desconocer que, detrás de la culpa más compungida, algo del orden del deseo está en juego. Así la oración del Kol Nidrei tiene el valor de una confesión: contiene en realidad la intención de quebrantar las promesas, el reconocimiento de la tentación a la transgresión del compromiso y por tanto la convicción de que parte de los errores se volverán a repetir.El Kol Nidrei opera así como un velo que oculta y a la vez muestra. La plegaria está dirigida a Dios, que, en su función de límite, rubricará el destino de las personas: ...quién vivirá y quién morirá, quién será víctima de las armas, quién gozará del arte de vivir (oración musaf del Día del Perdón).Por tanto, el pueblo hebreo, enfrentado a Dios en tanto lo real que pone límite al sujeto, pide perdón por lo que prometerá, ya que advierte que es propio de la naturaleza humana desear equivocadamente. De este modo espera que, con tamaña confesión pública de la falta falla humana, al finalizar el Día del Juicio (otro de los nombres del Día del Perdón) el veredicto le sea favorable.El día, temible, del Perdón que comienza con la plegaria del Kol Nidrei, puede ser considerado entonces como un artificio de la cultura que, a través de un nuevo pasaje por la castración, pretende enlazar algo allí donde el anudamiento flaquea. Ya que solamente atravesando la castración será posible relanzar el deseo. Tal como reza el último versículo de este día de ayuno y arrepentimiento: El año próximo en Jerusalén.* Psicoanalista, integrante de la red de seminarios de la Escuela Freudiana de Buenos Aires.
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