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El
libro de Martín Kovensky
don juan introduce a castaneda en la realidad... aparte
yo miro: dibujo, sello de goma y lacre, todo después procesado y digerido
en el photoshop: una discreta pero contundente muestra del estilo kovensky.
Por
qué leer los diarios
Después
de las fotos cubanas de Pablo Cabado, de los Treintamil de Fernando Gutiérrez
y de Buena Memoria de Marcelo Brodsky, La Marca anuncia la inminente publica-ción
de Kovensky 4.0, una recopilación de las mejores ilustraciones que Martín
Kovensky viene publicando en diarios y revistas desde hace veinte años.
Y que sirve como prueba irrefutable de que a veces es mejor guardar los
diarios que usarlos para envolver huevos.
Por
JUAN IGNACIO BOIDO
Si hay otros mundos y están en éste,
lo de Kovensky es buscarlos y sacarlos a la superficie y bajarlos a tierra,
con la misma temeridad con que otros sacan radiografías o diseccionan
cadáveres en una autopsia. Y si Picasso decía que él
no buscaba sino que encontraba y que por eso el Guernica no lo había
hecho él sino los bombardeos franquistas, desde hace veinte años
Kovensky podría decir que sus dibujos no los hace él exactamente,
sino que los encuentra: Che, Kovensky, por qué no hacés
un dibujo para esta nota.
Y Kovensky hace. Desde el 77, cuando se fue a vivir a San Pablo
y empezó a dibujar para la revista Versus y, enseguida los
dibujos de Kovensky eran buenos y eran raros, también para
Veja, Playboy y la Folha de Sao Paulo. Después Kovensky transitó
por la Facultad de Arquitectura. Después emigró al Art Students
League de Nueva York. Hasta que en el 83 volvió a Buenos
Aires. Desembarcó en El Porteño, de ahí pasó
a Tiempo Argentino, Crisis (segunda época), Cerdos
y Peces, Página/30 y La Nación. La suma de todas esas partes
una suma selectiva que se arriesga a unir los puntos más
altos y menos altos de su trabajo se llama Kovensky 4.0: el libro
en el que Kovensky, a los cuarenta, repasa lo que viene haciendo desde
los veinticinco (o desde su versión 2.5).
En el camino,
además de honrosas exposiciones en variados centros culturales,
Kovensky se dio el lujo de coronar dos cimas del arte argentino: exponer
en un importante Lave-Rap de la Capital Federal y El papel del papel,
una muestra donde no se exponían los dibujos originales sino las
hojas de diarios y revistas donde habían sido publicados, envolviendo
paquetes de huevos y papas. Es que Kovensky sabía, y sabe, que
sus dibujos, los que salen en diarios y revistas, se ven mucho y se miran
poco. Que los dibujos se miran un poco antes o un poco después
de leer la nota y chau. Y que los diarios, un poco antes o un poco después,
se tiran o envuelven huevos. Pero Kovensky también sabe que lo
que él hace no son sólo dibujos para notas y por encargo.
Es algo más raro. Más extraño. Lo extraño
de El grito de Munch con Buenos Aires de fondo. O de la secuencia evolutiva
de la cabeza de Geniol. O de un chiquito astronauta flotando al lado de
una mosca y disparando contra la familia tipo americana. Una mujer hablando
con una oreja sentada en la falda. Ojos y moscas y más ojos por
todos lados. Fotos de la década del cincuenta fuera de registro
(Sacadas de registro para reproducir un error capital de la impresión
mecánica con la precisión increíble del Photoshop).
Por todo eso literalmente: por todas esas cosas los collages
de Kovensky son inabarcables en una sola mirada: abajo, al costado o más
arriba, siempre hay algo más para ver. Algo que antes no se veía.
Como si guardando los diarios, los dibujos de Kovensky develasen algo
nuevo: Creo que estamos saturados de información y parece
imposible parar la pelota: como cuando en un teléfono ponés
fichas y pasan de largo porque la caja ya está llena: no podés
comunicarte porque hay exceso de comunicación. Desmontar
y destrozar y apilar esos excesos de comunicación es,
desde hace años, el método Kovensky por excelencia, que
probablemente encontró su arenero más virgen y nutrido en
Página/30, donde se dedicaba con el pulso quirúrgico del
caníbal a jibarizar revistas del Primer Mundo hasta conseguir una
revista ligeramente tercermundista: una revista-Kovensky. No sé
si lo llegué a plasmar; no sé siquiera si la teoría
está bien, pero fue lo que pasó. Y siempre me gustó
imaginar la continuación: un tipo en Africa destruyendo una Página/30
para armar una revista en Zaire, y después un europeo levantando
el diseño étnico de Zaire para cerrar el ciclo. Porque creo
que así es el ciclo del arte.
Eso es lo que Kovensky hacía y sigue haciendo, y lo que se puede
ver en Kovensky 4.0: originales virtuales. Originales que no existen.
De los que sólo hay partes: fotos, dibujos, fotocopias, escaneados,
photoshops. Originales que al pie pueden anunciar: dibujo, fotocopia y
computadora (1999).
Eso es lo que Kovensky hace y lo que piensa seguir haciendo: originales
mi obra en el esquizoide universo de las redacciones,
donde siempre hay demasiada información y alguien que toma decisiones
y que dice Che, Kovensky, esto no se entiende. Kovensky le
explica, por lo general convence, y el dibujo se publica. Uno por semana,
a veces uno por día. Y, mientras hace, Kovensky espera: Porque
de acá a cincuenta años, puede que de mi obra no quede un
carajo, pero a lo mejor en una biblioteca aparece una colección
de El Porteño, o Crisis, o Página/30, y un tipo encuentra
mis dibujos. Y ésa va a ser la revancha del paquete de huevos.
los escritores y el fútbol: �aunque sean temas que no me
fascinan, hay que respetar mucho la ilustración por encargo. después de
todo, la capilla sixtina y todo el arte religioso del renacimiento es
pura propaganda del vaticano�, dice kovensky acerca de dibujar en redacciones
lo que expone en galerías.
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