Pecker, la vuelta de John Waters Caca de perro ataca de nuevo Pecker �el nuevo film del controversial John Waters� es otra exitosa incursión en el lado más oscuro de esa gigantesca cloaca que es el Gran Sueño Americano. Las aventuras de un joven fotógrafo amateur elevado a las alturas de gran artista son la excusa para que el hombre conocido como �el Papa de la Mierda� vuelva a hacernos comer caca de perro. Y que nos guste. Además, el mismísimo Waters penetra en el universo de las drag-kings entrevistando a la dama que se viste de hombre Mo B. Dick, un peso pesado que usa prótesis de plástico liviano para levantarse gays. Por RODRIGO FRESAN En el principio fue la caca de perro. En el principio fue la caca de perro y un travesti comiendo caca de perro. En el principio fue la caca de perro y un travesti comiendo caca de perro y un hombre detrás de una cámara filmándolo todo. En realidad, eso no fue en el principio. El verdadero principio fue veintiséis años antes de eso, el día en que John Waters nació en Baltimore. Pero tuvo que pasar un tiempo para que John Waters se hiciera famoso, en 1972, con esa infame escena de esa infame película llamada Pink Flamingos. Y a John Waters le interesa la fama, el lado podrido de la fama, la fama como resultado de un apestoso y discutible milagro. No en vano John Waters cita una y otra vez a Walt Disney y a Andy Warhol la cara y ceca del Gran Sueño Americano Famoso y no en vano de eso trata Pecker, su nueva película. Y, sí, de eso trataba Pink Flamingos. De la épica saga de Babs Johnson bestialidades varias, canibalismo, castración y, claro, caca de perro, inmediatamente consagrada como la película más asquerosa de todos los tiempos. Pink Flamingos hizo famoso a John Waters de la noche a la mañana. A partir de entonces luego de haber animado fiestas infantiles, dirigido cortometrajes varios, ser arrestado por exhibición indecente en la vía pública John Waters no demoró en ser conocido como el Rey de la Basura, el Papa de la Mierda, el Duque del Vómito, cosas así... De todos los títulos que me han otorgado, me quedo con el Papa de la Mierda; me parece el más digno, concede John Waters. Y agrega, orgulloso: Es muy difícil ofender a tres generaciones, pero yo lo he conseguido. UNO Ahora es el Verbo y el Verbo es peck. Picotear. En la superficie apenas en la superficie Pecker es una película más inocente que Pink Flamingos. Es decir, nadie come caca de perro en Pecker. Pero con la madurez llega, dicen, la sutileza buena parte de los personajes de Pecker tienen la cabeza llena de caca. Es decir, los neoyorquinos son unos snobs intelectualoides con la cabeza llena de caca (entre quienes se cuenta un cameo de la mismísima Patty Hearst) y los nativos de la ciudad santa de Baltimore (¡Tenemos los índices más altos de sífilis y gonorrea en el país!, se entusiasma John Waters) son adorables freaks que incluyen a una malhumorada chica de laverap (Christina Ricci), a una hermanita adicta al azúcar, a una hermanota que trabaja detrás de la barra de un bar de strippers masculinos, y a una abuela y pésima ventrílocua que insiste en que su virgencita de altar exclame una y otra vez ¡Full of grace! (¡Llena de gracia!). Entre unos y otros se mueve y enfoca y dispara su cámara el joven Pecker: fotógrafo compulsivo que, de la noche a la mañana, es descubierto por una ambiciosa galerista del SoHo (Lili Taylor) y consagrado como una mezcla de Diane Arbus y Richard Avedon. Y se hace famoso. Lo único que hace Pecker (Edward Furlong, el chico de Terminator 2) es fotografiar a sus amigos y familiares. Y los hace famosos y se hacen famosos. Y, claro, casi treinta años después de Pink Flamingos, el mundo es un lugar lleno de caca de perro. Si pienso en Pink Flamingos y en Pecker espalda contra espalda, como si se tratara de un doble programa, bueno... Pink Flamingos fue un acto político en la era del neo-hippismo. Terrorismo cultural. Me dicen que Pecker y mis últimas películas son más inocentes, que me he vuelto un blando. ¡Pero no soy yo! ¡A no olvidarse que vivimos tiempos donde cada familia en Estados Unidos se desayuna leyendo en el diario que una gordita se la chupó al presidente! Y, seamos sinceros, no creo que muchos hayan oído antes la expresión teabagging (mover el saquito de té: apoyar el aparato sexual masculino en el rostro de un espectador) antes de ver Pecker, sonríe Waters. DOS Como ocurría con Cry Baby (1990) y Serial Mom (1994) sus dos films para toda la familia con estrellas del calibre de Johnny Depp y Kathleen Turner, luego del revulsivo ciclo junto al travesti Divine (R.I.P.) compuesto por Female Trouble (1974), Desperate Living (1977), Polyester (1981, filmada en Odorama: la entrada incluía un cartoncito con diferentes olores que se debía raspar en determinados momentos del film) y Hairspray (1988), Pecker es otro lobo con piel de cordero, un perro que no ladra pero muerde. Y hace caca. Una supuesta inocente comedia que, cuando uno baja la guardia, lanza una dentellada que no se espera. Algo así como si Frank Capra se hubiera ido de juerga con Russ Meyer. La trampa y el placer se comprende recién al final, cuando se encienden las luces sobre nuestras sonrisas idiotas es que antes, en el cine de John Waters, eran sus héroes los que comían caca de perro. Ahora, en el cine de John Waters, los que comemos caca de perro somos nosotros. Y nos gusta. Y nada le gusta más a John Waters y sólo en eso cree: Estoy en contra de la mayoría de las religiones organizadas. No me gustan y no entiendo la idea de Dios dirigido como si se tratara de una empresa financiera o un estudio cinematográfico. Por eso Pecker termina con un auténtico milagro, cuando la Virgen María finalmente habla. Y yo escribí esa escena sin ningún tipo de ironía. No importa que el milagro tenga lugar en la salvaje festichola del final. La abuelita cree en serio y sus plegarias son respondidas. Todos rezamos cuando tenemos miedo. Supongo que lo confieso aquí por primera vez. Así que, bueno, espero poder presenciar algún milagro en serio un día de éstos. A mí siempre me preocupó eso de la combustión espontánea: pasar por un momento de ansiedad tan fuerte que me haga estallar en llamas. Espero que no me ocurra nunca pero la verdad que no me molestaría estar ahí cuando le ocurra a otro. O, mejor todavía, que se me aparezca la Virgen María. Ella está en el primer puesto del Top 100 de Apariciones Milagrosas en Norteamérica. Jesucristo está recién en el cuarto o quinto lugar, creo. Ella sí que sabe cómo hacer una gran entrada en escena. Ha aparecido en pizzas y en ropa sucia. En serio. ¿Por qué? Porque a la gente le gusta María. Supongo que tendrá que ver con la idea de la madre perfecta. Y seamos sinceros: María se viste mucho mejor que Jesús. TRES
¿John Waters como signo de los tiempos o John Waters como signo
del fin de los tiempos? Una cosa es cierta: los Farrelly Brothers de
Loco por Mary y los Coen Brothers de Educando a Arizona no estarían
donde están y haciendo lo que hacen de no haber existido previamente
un hombre que un día vio un perro haciendo caca y entonces se
le ocurrió que... Pero eran otros tiempos y John Waters fanático
confeso del cine de Armando Bo y orgulloso coleccionista de las películas
de la Coca ya está en otra: Me parece tremendo que
ahora todos los terroristas sean de ultraderecha. Se visten tan mal...
Los terroristas solían ser tan excitantes, y ahora son puro camuflaje
y espantosos cortes de pelo. Ya no hay glamour en eso. Pero sigo estando
a favor de Clinton. De acuerdo, mintió. ¿Y qué?
Hasta donde yo sé no me engañó a mí sino
a Hillary; así que no tengo por qué tomármelo como
algo personal. De todo esto va a tratar mi próximo film. Se va
a llamar Cecil B. Demented y será la historia de una banda de
terroristas adolescentes que castigan a los productores y hacedores
de malas películas. Así que van a ser terroristas buenos.
Van a tener uniformes muy elegantes y sus cuerpos tatuados con los nombres
de sus directores de cine favoritos. Va a ser algo así como mi
Duro de matar. En cuanto al haber influido en algo... bueno... digamos
que lo único que hice fue cruzar primero ese puente sobre aguas
turbulentas. Facilité las cosas para los que vinieron después,
cuando vieron que el puente era resistente. Ahora yo ya crucé
y me divierto mirándolos cruzar. Cómo
me convertí en Por JOHN WATERS En agosto de 1997 tuve una conversación con Mo
Fischer, más conocida por su nombre artístico como drag-king,
Mo B. Dick, con la cual aproveché para desasnarme acerca de la
naturaleza sexual de las mujeres travestis y las fantasías que
despiertan en gays y heterosexuales. Traducción: Laura Isola y Germán Bender-Pulido |