Por Susana Viau
El detenido
Víctor Basterra accionó el disparador con la displicencia que da la costumbre. Desde
hacía dos años su tarea esclava era la de retratista y falsificador de documentación de
la ESMA. Delante de él, Raúl Sánchez se quitó la chaqueta oscura de la Federal que se
había colocado para la sesión fotográfica. En las charreteras resaltaban las insignias
de inspector. De la cintura para abajo, el hombre de espesos bigotes seguía siendo el
teniente de navío Raúl Sánchez, alias Rubén Julio, infante de marina y personal
operativo de la Escuela de Mecánica o, lo que es igual, integrante de sus
Grupos de Tareas. Entre las múltiples funciones de Sánchez en la ESMA estaba la de
controlar a Máximo Nicoletti, submarinista montonero pasado a las filas de la Armada. La
foto carnet de Sánchez fue tomada en 1982, según señaló la edición del 30 de agosto
de 1984 del desaparecido diario La Voz. El texto, muy breve, contenía un error: lo
identificaba como Luis Sánchez. En 1998, el Senado, sin indagar mucho,
aprobó su ascenso a capitán de navío. Tal como informó Página/12 el domingo último,
en la actualidad Sánchez cumple tareas de inteligencia interior en el Servicio de
Inteligencia Naval. Basterra, militante del Peronismo de Base, había sido capturado a
principios de agosto de 1979 y liberado el 2 de diciembre de 1983, a ocho días del cambio
de gobierno que instalaría en la presidencia a Raúl Alfonsín. Lo habían
ablandado con un argumento que la historia mostraba casi inapelable: su
pequeña hija había sido secuestrada junto a él. Estuvo siete meses en
Capucha, hasta que los marinos descubrieron que podía cumplir alguna
función, además de la de recuperarse para la forma de vivir y pensar en la
que creían y el plan de lanzamiento político del caudillo de la fuerza: el almirante
Emilio Massera. Por la lente de la cámara de Basterra pasaron no menos de ochenta
oficiales y suboficiales de la Armada, además de suboficiales de la policía, Prefectura
y Servicio Penitenciario. El jefe de Basterra era Horacio Pedro Estrada, quien también
llegaría a capitán de navío por la desidia o la complicidad legislativa. Fue Estrada
vinculado posteriormente a la venta ilegal de armas a Ecuador y Croacia y suicidado
en extrañas circunstancias quien le encargó la confección del pasaporte que el
Ministerio de Relaciones Exteriores (que el reparto del poder del Estado había adjudicado
a la Marina) le otorgó a Licio Gelli, el capo de la P-2. Estrada le
requirió, asimismo, algunos trabajos particulares: un carnet de conducir falso para que
la hija del almirante Rubén Jacinto Chamorro lo utilizara en uno de sus viajes e,
incluso, el revelado de cierto material vinculado con la sexopatía que acosaba a Estrada
y pudieron constatar los magistrados que revisaron su departamento el día del presunto
suicidio.La lista de Basterra Basterra relató hace años a este diario que la capucha le
quitaba visión, pero lo obligaba a entrenar la memoria. Aprendió a fuerza de
repetírselos entre 80 y 90 nombres con sus respectivos sosías y seudónimos. Los marinos
no podían controlar la cabeza de sus víctimas, pero estaban convencidos de que habían
controlado enteramente su voluntad. No quedaba en ellos suponían ni un gramo
de audacia. Fue un grave error. Después de obtener cada foto, Basterra se dedicó a
copiarlas. Un verdadero archivo que el secuestrado ocultó en las cajas de papel sensible
que estaban allí, al alcance de cualquiera y, por eso mismo, los marinos jamás se
ocuparon de revisar. Cuando salió de la ESMA en una suerte de libertad vigilada, Víctor
Basterra creyó llegado el momento de apelar a algo más que a la fragilidad de la
memoria. No se animaba aún a escribir y recurrió entonces a una especie de Braille:
sobre el texto de la dieta Scardale, con una aguja, perforó letra a letra hasta que los
agujeritosfueron armando primero el grado y el nombre, luego el nombre de guerra y al
final la lista completa.Al teniente de navío Sánchez le tocó el número de orden 50 y
fue anotado con su seudónimo, como todos: Rubén Julio. Había actuado en el
Operativo Tucumán y posteriormente en Operaciones en la ESMA desde 1981. Era el hombre
que tenía bajo su responsabilidad el control de Máximo Nicoletti, el submarinista
montonero pasado a las filas navales. Pero la memoria no es infalible, ni siquiera la de
Basterra que lo registró como Luis. La confusión le permitió a Sánchez
ascender a capitán de corbeta, de fragata y, en 1988, al grado de capitán de navío, un
premio recibido junto a otros oficiales ligados a la represión. El último peldaño para
el salto a contraalmirante y el acceso al almirantazgo. Sánchez se desempeña desde hace
casi tres años en el Servicio de Inteligencia Naval, donde reemplazó a su compañero
Alfredo Astiz, luego de que, en 1997, fuera localizado por Página/12 cumpliendo tareas en
esa dependencia. Los jefes de Sánchez en el SIN fueron los contraalmirantes Roberto
Roscoe y Eduardo Llambí, sobrino nieto de Benito Llambí, embajador de Juan Domingo
Perón en Suiza y fervoroso miembro de la P-Due. El comandante en jefe, el almirante
Carlos Marrón (conocido como Charlie Brown), ex vocero de Massera. En
carácter de subjefe del SIN se desempeñaba el capitán de navío Carlos Daviou, piloto
de vuelos de la muerte, según las confesiones de Adolfo Scilingo y con captura
internacional solicitada por el juez español Baltasar Garzón. Se asegura que desde su
puesto en el SIN, Sánchez suministró los datos que le permitieron a su superior, el
contraalmirante Llambí, efectuar las primeras maniobras de aproximación a Eduardo
Duhalde: un chivatazo de Llambí puso en conocimiento del gobierno bonaerense que la
Armada efectuaba explotaciones comerciales en las canteras de conchillas y tosca ubicadas
dentro del predio del CIFIM (Centro de Incorporación y Formación de Conscriptos), en el
Parque Pereyra Iraola. Sánchez conocía el tema de primera mano porque había estado
destacado en ese Centro de Incorporación. Una denuncia permitió la inmediata
intervención de la Justicia platense, que comprobó que la Armada usufructuaba de esas
canteras. La provincia de Buenos Aires pudo recuperar así las 1730 hectáreas que la
Marina ocupaba desde 1978 y hoy han sido destinadas a reserva forestal.
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