Por Florencia Grieco El clima en
Chile en este momento es muy poco confrontacional. El hecho de que el candidato derrotado
haya visitado de inmediato al ganador muestra un clima bastante distendido. No hay nada
especialmente dramático. La llegada de Pinochet podrá poner un acento dramático por
algunos días, pero todo tenderá a congelarse. La evaluación in situ de la
situación en Chile después de una semana colmada de novedades corrió por cuenta del
escritor chileno Antonio Skármeta. Aquí, el diálogo con Página/12.
¿Cómo se vivió allí la victoria de Lagos?
El momento que vive Chile es algo parecido a la felicidad. Realmente se estuvo en un
serio peligro de que ganara gente que fue colaboradora de Pinochet durante la dictadura, y
ese fantasma resucitando tantos años después habría sido muy deprimente y
desmoralizante. Al mismo tiempo hay una gran felicidad entre los partidarios de Lagos
porque se reencontraron moralmente con su identidad, y encontraron el camino correcto y
urgente para vencer al candidato de la derecha. De modo que es un momento de mucha dicha y
esperanza para mucha gente.
¿Cree que será diferente un gobierno de la Concertación encabezado por un
socialista y no por un democristiano?
Yo creo que la Concertación va a seguir la misma ruta que hasta este momento. El
hecho de que sea un socialista el que encabece ahora la coalición evidentemente le va a
dar otros matices. Creo que va a haber un énfasis muy grande en la educación y en la
cultura. Además es muy auspicioso el hecho de que un socialista haya llegado al gobierno
en un país que tiene fuerte resistencia a una gestión socialista.
¿Se convirtió en un factor de peso el hecho de que Lagos sea socialista?
No. Lo que ha sucedido en Chile es que la derecha agrupada en torno de Lavín hizo
una campaña apolítica, buscando perfilarlo como un candidato de centro.
Incluso el mismo Lavín dijo que si Pinochet regresaba a Chile había que procesarlo, cosa
que probablemente no habría llevado a cabo si hubiese sido elegido presidente. Pero la
derecha, con un discurso y una estrategia centristas, aceptando las reglas de juego
democráticas, regenerándose, separándose definitivamente de Pinochet y del
pinochetismo, ha acumulado una gran cantidad de votantes, y tendrá un rol muy activo en
la política chilena. Creo que va a ser una oposición muy constructiva.
¿Cómo cree que van a convivir ahora la derecha y el pinochetismo?
El pinochetismo, con la eventual vuelta a Chile de Pinochet, se va a transformar en
un tema más sentimental que político. Yo creo que con esto ya estamos en el ocaso de un
episodio de Chile. Los temas morales y de justicia van a quedar dolorosamente en suspenso.
Pero hay una dosis tan fuerte de pragmatismo en la sociedad chilena, son tan distintos los
hábitos de las nuevas generaciones que no se han visto tan marcadas emocionalmente como
nosotros, que es probable que se enfrente todo con un nuevo espíritu. Especialmente
cuando Pinochet esté detenido en un hospital, recluido en su casa, o simplemente
fallecido.
¿Cómo es el clima en Chile ante la vuelta casi inminente de Pinochet?
Puede ser que cuando llegue haya alguna expresión de emoción, algunas frases de
cortesía y algunas lágrimas de emoción de la derecha más dura. Pero Pinochet no ha
sido tema en Chile desde hace muchos meses, y el hecho de que llegue ahora con un
presidente elegido tan sólidamente y una derecha ubicada en el centro político, va a
hacer que no pase nada especial.
¿Cómo cree que será el futuro de Pinochet?
No me lo imagino volviendo al Senado. Si intentara hacerlo creo que sería una
provocación muy grande y una burla para Chile. Si lo intentara, creo que la tradicional
paciencia de los chilenos, su cordura, que algunas veces se puede precisar como apatía,
llegaría a su límite y habría considerables desórdenes.
¿Cuál es la actitud del Ejército frente a su regreso?
Por lo que vi en las calles, no hay ninguna situación anormal. Tampoco creo que el
Ejército reaccione en el caso de que Pinochet sea desaforado. La situación política
chilena actual indica que sería muy improbable que, como institución, el Ejército
tratara de intervenir en los otros poderes, aun tratándose de su ex comandante en jefe.
Por ahora no es momento de hacerse una visión fatalista ni dramática de lo que puede
venir.
EL TRIUNFO DE LAGOS, SEGUN EL ESCRITOR ROBERTO
BOLAÑO
No exhibirá la generosidad de Allende
Por F.G.
Muchos
chilenos se fueron del país después de que Augusto Pinochet bombardeara La Moneda el 11
de septiembre de 1973 para instalar una dictadura que se prolongaría por los siguientes
17 años. El escritor chileno Roberto Bolaño, autor de Los detectives salvajes y de
Amuleto, entre otras novelas, siguió ese camino. Y después de pasar por México se
instaló definitivamente en España. Desde allí, Bolaño habló con Página/12 sobre las
elecciones del domingo, el triunfo de Ricardo Lagos, Pinochet y el futuro chileno con el
segundo presidente socialista de la historia.
¿Cómo cree que influyeron la detención de Pinochet y, 15 meses después, el
anuncio de su liberación sobre el triunfo de Lagos?
La detención de Pinochet en Londres definitivamente no jugó a favor de Lagos ni de
la Concertación, porque, a fin de cuentas, colocó en una muy mala posición, incluso
ética, al gobierno de Eduardo Frei: no queda bien que ministros socialistas salgan a
debatir y pelear por liberar al peor tirano que ha tenido Chile en este siglo. Pero me
gustaría creer que no influyó el fantasma de Pinochet, el fantasma de su regreso al
país, aunque por supuesto entra dentro de las posibilidades que haya tenido peso. Creo, o
quiero creer, que después de tantísimos años de dictadura el pueblo chileno no se ha
vuelto amnésico.
¿Y el hecho de que Lagos fuese socialista?
|Creo que en el porcentaje de votos que consiguió Lavín ha tenido peso el hecho de
que Lagos fuera un candidato socialista. Muchos han votado con el miedo de que
representara la vuelta después de la muerte de Salvador Allende. Incluso debe haber
influido para que gente de la Democracia Cristiana votara en contra de la Concertación de
la que forman parte. Pero, a efectos prácticos, no hay punto de comparación entre Lagos
y Allende. Los socialistas de todo el mundo han cambiado mucho. Lagos no cometerá los
errores garrafales de Allende, pero tampoco podrá exhibir su generosidad, básicamente
porque no tiene las virtudes enormes que tenía Allende. Con él había un espacio muy
grande para la utopía. Su intención era llegar al socialismo. Pero eso ya pasó a la
historia, en Chile y en el mundo. Al menos por ahora.
¿Cree que bajo el nuevo gobierno se podrá enjuiciar a Pinochet?
Chile tiene una democracia muy frágil, casi se podría decir vigilada. El Ejército
tiene y seguirá teniendo un papel muy fuerte. Obviamente, lo ideal sería que volviera a
ser un ejército súper profesional y apolítico, pero no me parece que sea posible. Yo no
confío en ningún ejército del mundo, menos voy a confiar en el de Chile. Por otra
parte, para que Pinochet pueda ser juzgado primero hay que desaforarlo, y a un senador
vitalicio no se lo desafuera, según las leyes que el mismo Pinochet elaboró. Primero
tendrían que cambiar esas leyes, y no creo que eso pueda pasar en Chile. Además, Lagos
ha dicho que deja todo en manos de la Justicia, así que yo no veo al futuro gobierno
hacer nada por juzgar a Pinochet. Definitivamente no se lo juzgará en el país. Es
impensable. Ojalá no fuera así. Me encantaría equivocarme. Me equivoco en muchas cosas,
y quisiera hacerlo en ésta también, pero no creo que ocurra.
¿Cómo se imagina el regreso de Pinochet a Chile?
En Chile, la gran mayoría de la población está un poco aburrida de Pinochet.
Incluso mucha gente de la derecha ha empezado a sentirlo como un estorbo. De todos modos,
nadie duda de que sus incondicionales lo recibirán con vítores y aplausos. Lo que
también parece fuera de duda es que cuando llegue empezará a mejorar su salud, algo que
habla muy bien del aire chileno y que nos puede ayudar mucho para desarrollar el turismo.
Pero no pasará nada más. Excepto algo que podría resultar tan divertido como
vergonzoso: dentro de uno o dos meses, Pinochet podría presentarse en el Senado,
levantarse de su silla de ruedas y ocupar su banca. Algunos dirían: Milagro,
milagro, y hablarían sobre la salud prodigiosa del ex tirano. Pero a
Straw se le tendría que caer la cara de vergüenza.
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