Por V. A.
El
escritor Lewis Carroll, en su obra más célebre, Alicia en el país de
las maravillas, lo dijo así: �La realidad no es lo que es, sino lo que
tú quieres que sea�. Un buen lector seguramente comprobará, en la
misma línea de razonamiento, que la realidad de un país, una comunidad o
una región también es aquella que está contenida en sus relatos, en sus
mitos, sagas y leyendas. O, en otras palabras, que hay tantas realidades
posibles como maneras de verla y contarla. Desde este punto de vista, la
colección que Página/12 entregará a sus lectores a partir del próximo
sábado puede ser vista como una suerte de gran viaje a través de las
diferentes culturas. Historias fantásticas de América y el mundo,
compuesta por un total de diez títulos versionados por la escritora
Beatriz Ferro e ilustrados por Elena Torres, recupera algunos de los
relatos más representativos de antiguas comunidades, como la de los mayas
y otros indígenas americanos, y otros provenientes de Africa, Japón,
China, Irlanda y Escandinavia. El libro sagrado de los mayas, El Popol-Vuh
(en �Los dioses campeones�), un cuento tradicional de Camerún (�La
tortuga de Camerún�), una leyenda africana de la República de Mali (�Samba
el fanfarrón�), algunos mitos de indios lenguas, chiriguanos, sipais,
creek, alabama y karaok que intentaban explicar el origen del fuego (�El
fuego y los cuentacuentos�) y leyendas y cuentos chinos (�Codo a codo
con el fantasma. ¿Miedo? ¿Quién, yo?�) componen los cinco primeros
volúmenes de esta colección destinada a grandes y chicos que saldrá con
el diario a lo largo de diez semanas.
El dramático caso de las señoras iguales, Zapatos caminadores y Versos
que no muerden son tres de las obras infantiles más destacadas de Ferro,
quien incluso realizó algunas ilustraciones. Ahora, la escritora prepara
un espectáculo basado en poemas suyos musicalizados por Sergio García.
En esta entrevista adelanta algunas de las claves de esta serie de
relatos.
�¿Con qué criterio encaró la selección del material que compone la
colección? La cantidad de relatos fantásticos es tan vasta como la suma
de leyendas, cuentos y mitos de las distintas culturas...
�La idea fue hacer foco en América más que en Oriente y en Europa,
pero más allá de eso no hubo un criterio que guiara la selección.
Supongo que el descarte obedeció a una lógica más bien intuitiva: a mí
me interesa básicamente que las historias resulten entretenidas, porque
estos textos están principalmente dirigidos a los chicos y jóvenes.
También atendí a la necesidad de evitar la reiteración, porque es
común que las leyendas, por ejemplo, tengan resoluciones similares aunque
provengan de regiones distintas: dos enamorados que en una región
terminan convirtiéndose en cactus, en otra se convierten en animales, y
así. El suspenso también es un componente fundamental. Mi criterio es
posiblemente muy arbitrario, pero lo resumiría así: elijo a partir de lo
que a mí me gusta leer. Hasta ahora no me fue mal. A lo largo de los
años descubrí que lo que me gusta a mí es generalmente lo que les gusta
a los chicos. Hay historias que te persiguen, te acosan, te rehúyen, te
sobornan, coquetean con tus posibilidades de prestarles atención.
�¿Cuál es en su opinión la principal razón por la que los chicos
deberían conocer estos relatos?
�En principio, esta colección puede funcionar como primer acercamiento
a un núcleo importante de la cultura universal: la de los relatos de
ficción, que perduraron a lo largo de los años y de los siglos, en
algunos casos. No es común que los chiquitos tengan acceso a este tipo de
textos. Desde este punto de vista, es muy valiosa la posibilidad de
acercarlos a cuentos muy interesantes y no muy difundidos.
�¿En algún momento le pesó la carga ideológica que pudieran acarrear
algunas de estas historias? Porque a menudo, los valores o la �bajada de
línea� de algunas leyendas puede resultar contradictoria con la
educación que reciben actualmente los chicos...
�Yo trato de no pensarlas en esos términos. Como dije, yo privilegio la
diversión. Me interesa que quien lea estos libros se divierta, aprenda,
la pase bien. Supongo que ya tengo interiorizada la responsabilidad que
supone publicar libros para chicos, pero no me preocupa especialmente.
Antes me planteaba, por ejemplo, ¿será bueno contarle a un niñito la
historia de un fantasma que se saca la cabeza? Me duró hasta que caí en
la cuenta de que los dibujos animados que pasan por la tele, las
películas y los videogames les muestran cosas infinitamente más
bestiales o más cruentas, y que los chicos no se perjudican mayormente
por eso: en general, lo manejan mejor que los adultos.
�¿Existen características definidas que determinen un punto de vista
infantil, o la manera en que los chicos se representan el mundo?
�Seguramente sí. Supongo que a esta altura las tengo incorporadas, y
que eso me permite escribir cuentos para chicos: soy hija de una mujer que
tomaba té y decía que estaba tomando nubes, porque éstas se reflejaban
en el fondo de la taza, y nieta de una abuela irlandesa que me contaba
historias de duendes. Me imagino que los chicos comparten con los adultos
libres, los cuentacuentos y los buenos escritores, la capacidad infinita
de recrear el mundo.
�¿Qué sabe del origen de los relatos fantásticos que componen la
colección? ¿Eran creaciones individuales o colectivas? ¿Durante cuánto
tiempo se difundieron oralmente? ¿Tenían una función socializadora?
�Algunas eran aleccionadoras, pero muchas otras tenían como función
explicar o describir el mundo o ciertos fenómenos. Era muy común que,
por ejemplo, a los fenómenos que hoy comprendemos mediante explicaciones
científicas, los antiguos les atribuyeran causas y consecuencias
mágicas. Un tercer grupo meramente conseguía inquietar. Es el caso de
las historias chinas de fantasmas. En cuanto a cómo nacían estos
relatos, yo supongo que eran creaciones individuales que, como se
transmitían oralmente, iban sufriendo progresivas modificaciones de
otros, quienes las difundían, que terminaban siendo de alguna manera
coautores de los relatos.
�Usted, al recuperarlas y versionarlas, se suma a esa cadena...
�Claro, porque yo retomé las historias, pero también incorporé mi
punto de vista. A uno de los cuentos de fantasmas, por ejemplo, le
modifiqué el final. Son pequeñas variaciones que enriquecen los textos y
que no les quitan su esencia ni su valor. Yo soy escritora, no
antropóloga, por eso hago relatos basados en..., no reproducciones
textuales.
�Entre los relatos con los que se topó en esta búsqueda, ¿cuáles
fueron los que más le impactaron y por qué?
�Quizás los cuentos chinos de fantasmas. Hay uno en el que se narra la
historia de un grupo de hombres que, tras naufragar en un temporal,
arriban al País de los fantasmas, una tierra habitada por seres
esculpidos en la niebla. Los fantasmas no pueden percibir a los recién
llegados, pero se enteran de su presencia gracias a que se los dice un
mago. El País de los fantasmas es un calco perfecto del mundo real, pero
en una dimensión inmaterial. Es un cuento muy sabio, en el que el lector
no encuentra todas las respuestas que demanda. De alguna manera, éste
comprende así que los chinos sabían y se conformaban con narrar el
misterio.
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