Por
Roque Casciero
Habían pasado
pocos días del final desastroso de la guerra de Malvinas, pero los espíritus
nazionalistas no descansaban. El 22 de marzo de 1982 un incendio destruyó
casi por completo el teatro El Nacional, ubicado en Corrientes 960, donde
Susana Giménez, Juan Carlos Calabró y Osvaldo Pacheco estaban al frente
del elenco la comedia revisteril Sexcitante. Un comando llamado Halcón,
parte del grupo filonazi Nuevo Orden, se adjudicó el incendio. El
gobierno militar, que se venía a pique, no hizo investigación alguna. La
causa de oficio que abrió la Justicia dictaminó que no podía
determinarse si el incendio había sido o no intencional, como afirmaba el
comando de nombre militar. En el teatro, afirmó un comunicado del grupo,
"se representaban obras atentatorias contra la moral". La
tradicional sala, que había sido fundada por Jerónimo Podestá en 1906
(ver aparte), empezó a ser recuerdo con la llegada de la democracia. Sin
embargo, en una vuelta del destino, 18 años después de aquel cierre
forzado por el incendio, las luces volverán a brillar en El Nacional. El
empresario Alejandro Romay reinaugura el teatro la semana que viene con
una puesta de la comedia Mi bella dama, encabezada por Víctor Laplace,
Paola Krum y Pepe Soriano.
La historia del teatro es tan
rica que parece imposible sintetizarla.
Desde sus comienzos, de ahí su nombre, El Nacional apoyó a los
autores argentinos. Al año de su inauguración, Podestá promovió un
concurso de sainetes, en el que resultaron ganadores Alberto Vacarezza y
los uruguayos Luis Vitone y Segundo Pomar. Sus obras y las de autores como
Nemesio Trejo, Carlos María Pacheco y Florencio Sánchez siempre se
estrenaban en la sala de la calle Corrientes. La importancia que se les
daba allí a los dramaturgos locales y al sainete (con personajes del
arrabal) hacía que fuera mal visto por la alta alcurnia porteña, que lo
acusaba de populista. Y fue en esa sala, también, donde se presentó el
primer espectáculo revisteril en la Argentina: en 1914, Elías Alippi y
Francisco Ducasse encabezaron Le Paradis, donde participaba el dúo
formado por Carlos Gardel y José Razzano.
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Tita
Merello, en el elenco de "El conventillo de la paloma"
(1928)
El
tratamiento que el diario "Clarín" dio al incendio del
'82 (derecha) |
El empresario Pascual
Carcavallo, quien tomó las riendas del teatro en los años '20, decidió
seguir adelante con los sainetes y bautizó a El Nacional como "la
catedral del género chico". "El cabaret de Montmartre", de
Alberto Novión, llegó a las 328 presentaciones, pero a mediados de la década
las cosas no iban bien. En el Maipo, el Porteño y el San Martín
triunfaba la revista, pero Carcavallo se empecinaba en continuar con el
legado de Podestá. Y tuvo razón: enseguida cambió vacas flacas por éxito
con el estreno de Tu cuna fue un conventillo, de Vacarezza. Una nueva obra
de este autor, El conventillo de la paloma, superó las mil
representaciones y consagró a Libertad Lamarque. Otras grandes del tango
pasaron por ese escenario: Tita Merello, Azucena Maizani, Rosita Quiroga y
Tania.
En la década del 30, al tiempo
que se terminaba la ampliación de la 9 de Julio y se inauguraba del
Obelisco porteño, El Nacional recibió a los actores Enrique Muiño y Elías
Alippi, que lograron suceso con Así es la vida, Triple seco y San Antonio
de los cobres. El cartel de no hay más localidades aparecía muy seguido
en la taquilla de la sala, como la noche de 1933 en que Carlos Gardel cantó
por última vez en una sala. Una argentinada: en 1936, los asesores
culturales del presidente militar Agustín P. Justo lo convencieron de que
el nombre de Nacional para un teatro atentaba contra la imagen del país,
por lo que Carcavallo debió rebautizar la sala como National. El absurdo
duró un tiempo, aunque la gente seguía usando la denominación
tradicional.
A fines de los 30, Carcavallo
dejó El Nacional en manos del empresario Enrique Muscio. La década
siguiente registró los éxitos de Libertad Lamarque, Luis Sandrini,
Narciso Ibáñez Menta, Miguel de Molina y el mago Fu Man Chu. En 1952,
Muscio se unió a Carlos Petit para presentar espectáculos revisteriles.
Otro signo de los tiempos y otra decisión acertada, al menos a nivel económico,
ya que empezaron a desfilar cómicos como Pepe Arias, José Marrone, Fidel
Pintos, Dingue Farías, Tato Bores, Juan Verdaguer y Darío Víttori,
entre otros; y vedettes como Nélida Roca, Amelita Vargas, Blanquita
Amaro, Egle Martin, Zulma Faiad y Nélida Lobato.
Aunque ya se había presentado
con éxito Luces de Buenos Aires (con Mariano Mores, Tita
Merello y Hugo del Carril), los musicales comenzaron a sucederse en El
Nacional a partir de los años '60, con la llegada de Romay. El ex zar de
la televisión empezó su labor con el estreno de Mi bella dama, la obra
transplantada de Broadway que volvió a elegir para la reapertura. Otros
musicales que pasaron por la sala fueron Chicago, Cabaret (ambas de Bob
Fosse), El diluvio que viene, A Chorus Line y El hombre de La Mancha. En
el '82 se había repuesto Equus con Miguel Angel Solá y Duilio Marzio, y
en mayo se estrenó Sexcitante, pensada como un homenaje a la revista
porteña. El frente, los camarines, el vestuario y un cartel que mostraba
a Su Giménez fueron lo único que las llamas dejaron en pie. Durante
dieciocho años hubo sólo escombros en Corrientes 960. Romay decidió
romper el chanchito luego de vender Canal 9: gastó cinco millones de dólares
para reconstruir El Nacional.
"Pygmalion"
revisitado
Mi bella dama, el musical de Alan Jay Lerner y Frederi Loewe
que Alejandro Romay eligió para la reapertura de El Nacional, está
basado en la obra teatral Pygmalion, de George Bernard Shaw. Este
espectáculo fue estrenado en Broadway en 1956, con Julie Andrews y
Rex Harrison en los papeles principales, y luego llevado al cine con
Audrey Hepburn en lugar de la protagonista de Victor, Victoria. La
versión que se verá en la sala de la calle Corrientes es una nueva
puesta a cargo del director escocés Mick Gordon, quien tuvo a su
cargo los exitosos Art y Closer. Los papeles principales estarán a
cargo de Paola Krum y Víctor Laplace, quienes serán secundados por
Pepe Soriano, Juan Manuel Tenuta, Aída Luz, Marcelo Trepat y Estela
Molly.
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De
cuando Corrientes estaba al revés
La
historia de El Nacional comenzó en 1904, cuando Jerónimo Podestá
adquirió unas caballerizas ubicadas en la calle Corrientes, cuya
mano, a contrario de ahora, en esa época subía desde el río. La
tarea de transformar aquel recinto en un teatro para 940 personas
(obra de los ingenieros Ortúzar y Poblet) le demandó dos años al
patriarca del teatro y el circo criollo, quien se negó a que la
sala llevara su nombre a pesar de que había vendido todas sus
propiedades para poder inaugurarla.
El 5 de abril de 1906, el
diario La Nación publicaba --entre avisos de remedios como
Mentholina y Stomalix, de jabón Sunlight y de té Néctar-- la
sección Teatros y Conciertos, donde se anunciaba la apertura de
"la linda y clara sala de la calle Corrientes": "El
esfuerzo de la compañía dramática de D. Jerónimo Podestá y de
su empresario D. Santiago Fontanilla ha dotado a Buenos Aires de un
teatro para drama y comedia que reúne, a las mejores condiciones de
seguridad, las más acabadas en cuanto a comodidad, a acústica y a
óptica, pues la escena se domina perfectamente desde las mismas
localidades más apartadas y secundarias".
Allí también se daba
cuenta del programa de la noche inaugural: el "Pericón
nacional", la apertura del "soberbio telón de Augusto
Ballerini", la pieza Risas de careta de Ricardo Levene, y el
estreno de Locos de verano, de Gregorio de Laferrere. Esa noche
actuaron Jerónimo, Arturo y José Podestá, Enrique Muiño, Elías
Alippi, Guillermo Bataglia y Francisco Ducasse, entre otros. La nota
de La Nación tenía un final épico: "Los que, hace pocos años,
veían nacer en más que pobres pañales a la producción dramática
nacional, débil y vacilante, asistirán hoy al coronamiento de una
larga y fecunda etapa de su vida: ya tiene casa propia, ya cobra
fuerzas; ahora debe esforzarse por conquistar un porvenir".
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