Por Diego Schurman
Todas las expresiones del sindicalismo convocaron a un paro general para el 9 de junio en repudio al plan de ajuste. El anuncio fue realizado por el titular de la CGT rebelde, Hugo Moyano, en el corolario de una nutrida movilización contra el Fondo Monetario Internacional donde se acusó al Gobierno de ser cómplice de una �dictadura financiera� y se amenazó con profundizar la lucha llamando a una �desobediencia fiscal�. Es decir, a no pagar los impuestos. En la Casa Rosada hubo signos de preocupación y reacciones encontradas.
Al paro anunciado por Moyano se sumaron la CGT oficial de Rodolfo Daer y la CTA de Víctor De Gennaro, quienes garantizaron la �unidad en la acción�. Sin embargo, estos dos dirigentes evitaron ayer su presencia en el palco.
Diligente, Daer se refugió en un set de grabación que le sirvió de excusa para el faltazo. Es consciente de que la interna cegetista aún está caliente. Y que la ambigua posición sobre la ley de flexibilización laboral podría haberlo transformado, junto a sus compañeros de la CGT oficial, en imán de los insultos. Por eso la ausencia masiva de representantes de ese sector.
De Gennaro, en cambio, prefirió quedarse a una cuadra de la Plaza de Mayo al enterarse de que el ex comisario Luis Patti se había trepado al estrado.
A pesar de ser un devoto de las polémicas, Moyano está vez optó por mantener la comunión de todos los sectores con una prédica nacionalista.
Trazó un parangón entre la dictadura militar y la financiera, asegurando que esta última no sólo apresuró la salida del poder de Raúl Alfonsín, sino el proceso de privatizaciones de las empresas del Estado durante la era menemista.
A entender del camionero, el ajuste anunciado el lunes, que dispone un recorte salarial en el sector público y la desregulación de las obras sociales, no es ajeno al ciclo que se inició el 24 de marzo del �76. �La dictadura militar mataba a la gente, la dictadura financiera mata a 55 niños por día y tortura a los jubilados hombres y mujeres por dejarlos sin trabajo. Esta dictadura financiera tiene socios y cómplices: son los que están en la Casa de Gobierno�, bramó con una dureza esperada.
La sorpresa, en todo caso, quedó en manos de Guillermo García Caliendo, el secretario de la Pastoral Social de la Iglesia Católica. Cuando algunos dudaban de su presencia, y otros negaban el apoyo del clero a la movilización, el emisario de Raúl Primatesta apareció en el centro de escena y se despachó con un inédito y acalorado discurso contra el modelo económico. Seguramente esa participación atizará la interna eclesiástica.
�Llamamos a un verdadero consenso para resistir una política económica que nos quiere ver de rodillas frente a intereses internacionales. Si no nos unimos nosotros vamos a ser una colonia como quieren los de afuera�, dijo el laico con profesionales manejos de tiempos y entonación.
No faltaron alusiones al capitalismo salvaje y los pedidos de reformulación de las políticas recetadas por el Fondo y el Banco Mundial. �Atentan contra la paz mundial�, se despidió irascible.
Caliendo condimentó las columnas abigarradas que se movilizaron desde el Obelisco hasta la Plaza de Mayo. Fue curioso ver codo a codo a justicialistas, aliancistas y dirigentes de la izquierda más radicalizada. Para algunos se trató del embrión de un diáfano frente nacional. Para otros la Biblia y el calefón, producto de la falta de representación política que canalice el descontento social.
Nada más bizarro que Hebe de Bonafini con Aldo Rico; el menemista Fernando Galmarini con la frepasista Alicia Castro, y la radical Elisa Carrió con el justicialista Dante Gullo. Hasta hubo besos entre el metalúrgico Lorenzo Miguel y el mecánico José Rodríguez, dos enemigos acérrimos en la historia del sindicalismo. Aun así, en el Gobierno generó preocupación y también posiciones encontradas. Estuvieron aquellos que buscaron capitalizar la protesta, asegurando que le servirá a Fernando de la Rúa para fortalecerse frente a los reclamos del FMI. Y hubo otros que la deslegitimaron, apuntando especialmente a los rostros del menemismo que se dieron cita, como el multifacético Moisés Ikonicoff, o el vicegobernador Felipe Solá, quien en la elección porteña llamó a votar a Domingo Cavallo, uno de los autores de los planes de ajuste de la anterior administración.
La pelea no fue sólo por la legitimidad de la marcha sino también por el número de concurrentes. El ministro del Interior, Federico Storani, en coincidencia con la policía, la estimó en 35 mil personas. Los organizadores del acto calcularon entre 80 mil y 100 mil.
Más allá del número, se trató del aperitivo de un paro que amenaza con ser exitoso. No sólo porque un fin de semana largo �el 9 es viernes� aparece seductor para mucha gente, sino también porque el rechazo al ajuste cosecha el apoyo del amplio abanico sindical, desde los cada vez más flacos sectores industriales hasta los estratégicos gremios del transporte y de servicio.
El ajuste seguramente pondrá en un brete a aquella clase media que votó a la Alianza y que ahora deberá lidiar entre la prolongación del crédito a De la Rúa o el repudio a un gobierno que en tan sólo seis meses la afectó primero con un impuestazo y ahora con un paquete de medidas que profundizará la recesión.
A ese estrato apuntó Moyano cuando dijo que el paro era apenas una de las estaciones de un tour que incluirá cacerolazos, apagones y la desobediencia fiscal. Las primeras dos variantes se implementaron con éxito durante la gestión menemista, sobre todo en la Capital Federal, gracias a la coordinación de una multisectorial que unió a grupos sociales y sindicales con quienes ahora ocupan la Casa Rosada.
La desobediencia fiscal aparece, en cambio, como una alternativa inviable y podría generar un efecto boomerang de no lograr un altísimo grado de adhesión. De hecho, ayer mismo los diputados de la Alianza que respaldaron el ajuste amenazaron con iniciar una denuncia penal contra Moyano por apología del delito.
El acto tuvo la impronta nacionalista. Desde lo simbólico, con el Cabildo de fondo, las banderas argentinas, la entonación del himno y hasta los folclóricos ataques a las sedes de una multinacional, como sucedió con una sucursal de Telefónica. Y también desde lo discursivo, a través de un documento leído por Julio Piumato donde se exigió poner fin �al ajuste, el hambre impuesto por el colonialismo y el FMI�.
El único toque de humor de la tarde se generó justamente en torno al dirigente del gremio de judiciales, cuando la multitud lo despidió con un prosaico �Julio, Julio, Julio, huevo, huevo, huevo�. Es que, lejos de
sumarse al lenguaje de barricada, los manifestantes hacían alusión al disparo que durante la última movilización al Congreso le rozó un testículo.
Quien fue a la Plaza
El acto de ayer mezcló como pocas veces a justicialistas, aliancistas, gremialistas y hasta cavallistas. Por el lado gremial estuvieron los representantes de la CGT rebelde: Hugo Moyano, Julio Piumato, Juan Manuel Palacios, Lorenzo Miguel y Gerardo Martínez.
Hubo un grupo de dirigentes del PJ: el senador Antonio Cafiero y los diputados Hilda �Chiche� Duhalde, Eduardo Caamaño, Jorge Busti, Jorge Obeid, José María Díaz Bancalari y Cristina Fernández de Kirchner. Se acercaron algunos funcionarios bonaerenses, como Felipe Solá y Raúl Othacehé, y algunos intendentes justicialistas de la provincia, como Julio Alak (La Plata), Hugo Curto (Tres de Febrero) y Alberto Balestrini (La Matanza), acompañados por justicialistas históricos como Herminio Iglesias y por menemistas como Fernando Galmarini.
Gustavo Beliz llegó junto al diputado cavallista Franco Caviglia.
Los líderes de la izquierda, como Patricio Echegaray, Patricia Walsh y Jorge Altamira, se mezclaron con los representantes de las entidades defensoras de los derechos humanos.
Participó la ombudsman porteña Alicia Oliveira y los once diputados rebeldes de la Alianza, entre ellos la radical Elisa Carrió, los socialistas Alfredo Bravo y Jorge Rivas y los frepasistas Enrique Martínez y Alicia Castro.
El carapitanda Aldo Rico y el ex comisario acusado de torturas Luis Patti fueron las dos presencias que generaron más rechazos.
También estuvieron presentes los organismo defensores de los derechos humanos. |
Una exhortación de Llach
�El Gobierno cumplió con los pagos de los incentivos y preservó el fondo docente, para que los chicos no tengan que sufrir este costo�, sentenció el ministro de Educación, Juan José Llach, al exhortar a los maestros a no sumarse al paro nacional previsto para el 9 de junio próximo. El propio presidente Fernando de la Rúa recordó ayer que el Gobierno cumplió con el financiamiento del Fondo de Incentivo Docente de 660 millones de pesos, lo cual posibilitó el levantamiento de la Carpa Blanca. Una alusión nada ingenua, teniendo en cuenta que el �tijeretazo� de gastos del sector público rondó ese monto.
El ex viceministro de Domingo Cavallo apoyó el ajuste porque �la herencia recibida por nuestro gobierno es muy seria y tiene que ver con cuatro años de absoluta inacción de la segunda presidencia de (Carlos) Menem, y lo que estamos pagando ahora es el coste de las circunstancias internacionales adversas�. Lo de los �cuatro años� no es caprichoso: el ministro calculó con precisión el tiempo que transcurrió desde que abandonó el gabinete menemista, para despegarse así de las consecuencias del modelo. |
El papel del peronismo bonaerense en la marcha
Separados y con reproches
Por Fernando Almirón
Las banderas de una decena de municipios justicialistas se filtraron ayer por entre las pancartas sindicales y terminaron flameando a pocos metros del atestado palco levantado por los organizadores de la marcha contra el FMI, en las puertas del Cabildo. Pero la movilización desde el cordón suburbano hacia la Plaza de Mayo no escapó a la estrategia pendular que el gobernador Carlos Ruckauf mantiene con la gestión de Fernando de la Rúa. Si bien Eduardo Duhalde, de acuerdo con Ruckauf, manifestó la adhesión del PJ provincial a la protesta a la que le faltaba un marco político, el gesto se quedó a mitad de camino. El ex gobernador se desentendió de los detalles de organización y estuvo ausente entre las figuras de la oposición que le pusieron la cara al acto.
La marcha convocada por la CGT rebelde fue motivo de intensos debates dentro del peronismo. En esencia, los diversos sectores entendían que la protesta no debía agotarse en un acto de exclusiva cepa sindical, que bien podría ser capitalizada por la clase política. Duhalde, como presidente del PJ bonaerense, fue el primero en adherir a la marcha. El anuncio llegó después de recibir, junto a Ruckauf en la Casa de Gobierno provincial, al secretario general de la CGT rebelde, Hugo Moyano.
En la Cámara de Diputados, el bloque que conduce Humberto Roggero también manifestó su adhesión a la iniciativa cegetista. Su objetivo era conservar el protagonismo de los legisladores del PJ en la confrontación con el gobierno aliancista.
Tres intendentes bonaerenses se hicieron cargo de la convocatoria y motorizaron la movilización hacia la plaza: Alberto Balestrini, de La Matanza; Juan José Alvarez, de Hurlingham; y Julio Alak, de La Plata. Se sumaron los dirigentes Juan José Mussi, de Berazategui; �Cacho� Alvarez, de Avellaneda; Mariano West, de Moreno; Hugo Curto, de Tres de Febrero y los jefes de las comunas de Merlo, Varela, Lanús y Lomas de Zamora. También estuvo el vicegobernador Felipe Solá y un solitario Aldo Rico.
�No fue como en los tiempos de la campaña presidencial, cuando la organización de las movilizaciones las centralizaba el partido�, le aseguró a Página/12 uno de los intendentes. �Tuvimos que juntar fondos propios para pagar los costos de traslado y la comida de la gente, y cada uno llegó a la plaza como pudo�, explicó.
Se esperaba �y hasta se anunció� que Duhalde iría al frente de los bonaerenses. Pero las nutridas columnas llegaron dispersas. El ex gobernador se refugió en la sede del sindicato mecánico, a pocas cuadras del escenario al que solo llegó su esposa, Hilda �Chiche� Duhalde. Desde allí siguió el acto, �ya que se esperaban palabras muy duras y anuncios de máxima por parte de los dirigentes sindicales, que no dejaban lugar para una negociación política�, aclararon voceros cercanos al ex candidato. A finalizar los discursos, los tres intendentes �Balestrini, Alvarez y Alak� no fueron hasta el edificio de Smata para reunirse con Duhalde. Optaron por aceptar la invitación de Gustavo Beliz, con quien hablaron �de peronismo� en su despacho de la Legislatura porteña.
Escrache contra el ajuste
y el Fondo Monetario
Fue un acto masivo y de extracción popular y los carteles del
PJ aparecieron por primera vez en diez años en un acto contra los ajustes y el FMI. Rico y Patti también estuvieron presentes.
Por Luis Bruschtein
Con las primeras columnas que llegaron a la Plaza de Mayo llamó la atención la cantidad de pancartas del Partido Justicialista que hacía muchos años que no se veían en marchas de protesta. �Se tomaron diez años de vacaciones�, comentó con ironía un morocho de bigotes con aspecto de empleado público. �Desde el peronismo, no al FMI�, decían algunos carteles, pero otros, llevados por personas de barriadas humildes, simplemente identificaban zonas como Lanús, La Matanza, San Fernando, José C. Paz y los nombres de los referentes locales. En la concentración había numerosos dirigentes, desde funcionarios del gobierno bonaerense hasta ex funcionarios menemistas como Fernando Galmarini y Moisés Ikonicoff e intendentes como Luis Patti y Aldo Rico. Entre las pancartas había varias con la estrella federal que decían: �Luche y vuelve�, la vieja consigna de los años �60 y �70 por el retorno de Perón, pero que hoy tiene otros significados para la gente: �Si todo esto es para que vuelva Menem, mejor me quedaba en casa�, bromeó el mismo espontáneo de los bigotes.
Pese a la asistencia masiva fue un acto con poco entusiasmo.�Yo quisiera que hubiera un cartel grande que dijera: �La Alianza, contra el FMI��, decía una mujer que expresaba su frustración, porque no había ningún cartel de esa fuerza en todo el acto. �Terminé en la Alianza porque siempre fui disidente en todos lados y al final ahora me pasó lo mismo�, explicaba esta señora que buscaba aunque más no fuera a los diputados disidentes como Enrique Martínez, Alfredo Bravo o Elisa Carrió para encolumnarse con ellos. No había carteles de la Alianza aunque muchos de los manifestantes eran seguramente votantes de esa fuerza política. Igual que muchos otros eran votantes del justicialismo. Pero ni unos ni otros podían exhibir demasiado su afinidad política. El solo hecho de que estuvieran allí demostraba su desilusión por los partidos que votaron. Y una protesta sin proyección política pierde fuerza, como si tuviera un techo.
La columna del gremio de Dragado y Balizamiento no era tan numerosa como llamativa. Estaba encabezada por un cortejo fúnebre de quince o 20 monjes negros encapuchados. En el hábito de los monjes se leía FMI y Banco Mundial. Los encapuchados llevaban un ataúd donde se leía �Salarios�, �Justicia�, �Vivienda�, �Industria Nacional�... y detrás el cortejo llevaba una gran bandera argentina. Otro señor iba por la marcha arrastrando un carrito con rulemanes convertido en lápida. Sobre la piedra se leía el nombre del finado: �Don Derecho Obrero�. En el palco también estaba Herminio Iglesias y por la televisión no tuvieron mejor idea que pasar imágenes del ataúd de los sindicalistas mientras le hacían una entrevista.
Una columna numerosa llegó al Obelisco con carteles blancos y verdes que decían San Fernando y San Miguel. Estaba compuesta por una mezcla de familias muy humildes con señores de aspecto próspero. Otro cartel decía: �No al Fondo: Aldo Rico�. El coronel carapintada iba a la cabeza. Debió pasar por delante de la columna de la Corriente Clasista y Combativa del Perro Santillán. Del otro lado, gente suelta reconoció al ex militar y comenzó a gritarle asesino y otros calificativos. La situación se alivió porque los bombos de la Corriente redoblaron sus bríos para tapar los insultos y que Rico pudiera pasar sin que se produjeran incidentes.
La idea de poner el palco en el Cabildo para que las columnas ingresaran por las diagonales hizo que las entradas a la plaza fueran taponadas rápidamente por las primeras columnas que se quedaron cerca del palco. De esta manera la Plaza se llenó sólo hasta la mitad y mucha gente quedó atascada en las diagonales. Sobre Diagonal Norte estaba Izquierda Unida, el Frente de la Resistencia, una nutrida columna de la UOCRA, después la gente de Rico, detrás el Partido Obrero y otras agrupaciones de izquierda menores y finalmente una nutrida columna de la Central de Trabajadores Argentinos que dirige Víctor De Gennaro. La gente de la CTA discutió si forzaba el ingreso, para lo cual tenía que empujar a todos los que tenía delante y optó por quedarse en esa zona alejada del palco donde casi no se escucharon los discursos.
El Perro Santillán marchó con su gente, al igual que De Gennaro y otros gremialistas de distintos sectores que reivindican una línea combativa. En medio de la plaza, con un impecable traje verde nilo, firme y con una bandera argentina, estaba Raimundo Ongaro, el legendario dirigente de la CGT de los Argentinos de los años �70.
El acto se inició con el Himno. Después, algunos siguieron con la marcha peronista a capella, pero no se extendió por toda la plaza. La mayoría no la cantó, algunos porque no escuchaban y otros porque no quisieron. Cuando Moyano hizo una historia de los gobiernos desde la dictadura hasta ahora, los insultos y abucheos recrudecieron al llegar a la era menemista, que fue muy criticada por el orador. �El que no salta es radical� y �Chupete traidor� fueron otros cantos que coreó la gente cuando llegó al gobierno actual.
Pese a la bronca por el ajuste, la gente no tenía una disposición violenta. Pudo haber situaciones tensas. Rico e Ikonicoff fueron increpados por algunos que los reconocieron, pero las cosas no pasaron a mayores. Solamente un pequeño grupo que se identificaba con una bandera roja y la efigie del Che arrojó una bomba molotov contra una oficina de Telefónica, en Diagonal, y piedras contra una sucursal del Banco de Boston y otra del Banco Río. Un policía fue golpeado en la cabeza con un palo. La gente no se involucró en esos incidentes y la desconcentración se realizó en orden.
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