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Alguna vez tenía que suceder. Después de pelearse con tanta gente en su vida, le faltaba alguno con verdadero efecto globalizador: quién mejor para ello que el jefe de la Iglesia Católica. Para concretarlo, Diego Maradona no eligió sutilezas como la de Sinéad OConnor, que rompió la foto del Papa frente a una cámara de televisión. Lo hizo a su estilo, con su inconfundible sello personal: empezó tratándolo de chabón y terminó calificándolo de hijo de puta, al criticarlo por vivir en la abundancia pero besar a los chicos pobres. Consciente de la repercusión de cualquier dicho del ex astro, la Iglesia le respondió con similar virulencia: lo de Maradona, dijo el vocero del Arzobispado porteño, revela los efectos terribles que la droga tiene sobre una persona que fue creyente. Maradona se despachó contra Juan Pablo II en una entrevista difundida el domingo en el programa Punto Doc/2, en Azul Televisión. Desde Cuba, Maradona relataba anécdotas recopiladas para Yo soy Diego, un libro autobiográfico de próxima aparición. Entre otras, contó la de su visita al Papa, en la era de gloria del Nápoles. Entré al Vaticano y vi el techo de oro. Y me dije cómo puede ser tan hijo de puta de vivir con un techo de oro y después ir a los países pobres y besar a los chicos con la panza así. Dejé de creer, porque lo estaba viendo yo, confesó. También echó un manto de sospecha sobre la actividad de la Santa Sede, al señalar que leyó un libro sobre el Banco Ambrosiano que hacía alusión a que en el Vaticano se traficaba con órganos de chicos, droga y armas. Y terminó por detallar su encuentro con Juan Pablo II. En realidad, lo que relató fue la despedida. A la visita había ido con su esposa y su madre, entre otros. A cada uno, el Papa le regaló un rosario. Al final, le tocó a él. Este es especial para vos, dijo Maradona que le dijo Juan Pablo II. Pero como yo soy un gran hijo de puta contó miré el rosario que le había dado a Claudia, el que le dio a mi mamá, y los otros que había regalado. Y eran todos iguales. Entonces encaré al chabón y le dije, ¿qué tiene de especial si es igual que el resto?. Se quería suicidar el hijo de puta. El Papa le explicó, incómodo, que ése era bendecido. Pero fue peor: Cómo, ¿y los otros no?, fue la respuesta de Maradona. Después de las anécdotas, llegó la obvia polémica. Ayer, el vocero del Arzobispado de Buenos Aires, Guillermo Marcó, fue el elegido para salir al cruce. Primero repudió la gravedad de los dichos de Maradona y buscó sumar a la gente al asegurar que esos dichos hieren profundamente la sensibilidad del pueblo argentino, que ama y respeta al Santo Padre. Marcó agregó que lo de Maradona permite constatar con dolor los efectos terribles que la droga causa en una persona que, en este caso, fue creyente. Pese a endilgar los dichos a esas secuelas, se cuidó de responder cada una de las acusaciones. El famoso oro del Vaticano es una herencia y un patrimonio cultural de la humanidad. Juan Pablo II no salió a buscar ese patrimonio cultural, ya estaba de antes, explicó Marcó. Con relación a los países pobres que visita el Papa, el vocero del arzobispo Jorge Bergoglio afirmó que son naciones donde actúan las obras misionales pontificias con sus misiones religiosas y su ayuda social. Finalmente, Marcó le aclaró a Maradona que la Iglesia recibe con los brazos abiertos a todo aquel que se arrepiente de sus pecados. Pero Maradona se encargó en el mismo reportaje de rechazar el convite: Que me perdonen los que creen en el Papa, pero yo no me retracto, fue la forma de concluir su anécdota vaticana.
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