Por
Gabriel Alejandro Uriarte
ETA
actúa con la necesidad imperiosa de demostrar una fuerza que no
tiene. El ministro del Interior español, Jaime Mayor Oreja,
no aclaró ayer en qué consistía esa fuerza inalcanzada.
Sería interesante saberlo, ya que la organización separatista
vasca ha demostrado con creces una capacidad para tirar más de
un cadáver por mes a las puertas del gobierno de José María
Aznar. Anteayer España sufría por la última prueba
física de ese poder: los dos guardias civiles muertos el domingo
en Aragón. Miles de personas se manifestaron en toda España
en tanto que los restos de los dos agentes eran velados en Huesca, capital
de la región aragonesa donde fueron asesinados. Las fuerzas de
seguridad dieron una pequeña respuesta ayer al arrestar a cinco
presuntos militantes de ETA. Pero Mayor Oreja dejó muy claro que
tomará unos meses hasta que conozcamos la nueva estructura
de ETA. Mientras tanto, sin duda nos hará sufrir.
Con cada nuevo asesinato, España descubre nuevas extremos de este
sufrimiento. Ayer el jefe de gobierno Aznar interrumpió sus vacaciones
para asistir al velorio en la Catedral de Huesca. Condecoró póstumamente
a los dos guardias civiles, y al término de la ceremonia partió
sin hacer declaraciones. También asistió el líder
de los socialistas españoles, José Luis Rodríguez
Zapatero. Los féretros, cubiertos con la bandera española,
fueron recibidos con aplausos por miles de personas, muchas con lágrimas
en los ojos. Gran parte de los asistentes tuvieron que quedarse fuera
de la catedral por falta de espacio. Mientras concluía el funeral,
en muchas ciudades españolas se registraban manifestaciones silenciosas
convocadas por la Federación Española de Municipios y Provincias.
En Madrid, Sevilla, Barcelona, Valencia, Bilbao, y en una infinidad de
localidades, cientos de personas se concentraron ante los ayuntamientos
acompañados por los dirigentes municipales.
Mientras
avanza en su campaña para hacer sangrar al Estado español,
ETA ya perdió casi por completo la simpatía tácita
de los nacionalistas vascos moderados. Sus relaciones ya se habían
crispado cuando ETA rompió su tregua unilateral el 3 de diciembre
del año pasado. A principios de agosto, nueve meses y nueve muertos
después, el principal partido nacionalista el PNV, que gobierna
el País Vasco autónomo declaró explícitamente
sin vigor al Pacto de Lizarra, que lo comprometía a
una alianza parlamentaria con el brazo político de ETA, Euskal
Herritarrok (EH). Tras enterarse del atentado del domingo, Josú
Jon Imaz, portavoz del gobierno autónomo, propuso una reunión
de todas las fuerzas políticas vascas, exceptuando al EH: Nos
une la exigencia del derecho a la vida y el respeto a los derechos humanos
como principio fundamental, por encima de las diferencias políticas
legítimas que podamos tener. Al asegurar su solidaridad
sin fisuras contra ETA, el portavoz enfatizó que lo
que nos une es más importante que lo que nos divide: ETA está
contra todos: contra la sociedad vasca y la sociedad española.
El líder de EH, Arnaldo Otegi, condenó esta iniciativa,
y afirmó que si el PNV participaba en esa ronda de consultas se
convertiría en cómplice de la política antiterrorista
de Mayor Oreja.
Más allá de su impacto partidario, ayer esta política
continuaba ejerciendo presión sobre la estructura militar etarra.
La Ertzaintza (policía vasca) realizó una serie de operativos
en Bilbao, Basauri y Lasarte, que culminaron con el arresto de cinco individuos,
incluyendo tres mujeres, sospechados de pertenecer a la organización.
El sábado ya se había desmantelado al comando Araba
de Vitoria con el arresto de sus tres integrantes y la captura de más
de 30 kilos de explosivos y varias bombas y granadas. Estas victorias
son cruciales para mantener la esperanza de que un Estado democrático
puede suprimir, en el marco de sus leyes, a una organización terrorista
como ETA. O, como lo definió el ministro del Interior, demostrar
que contra ETA hay un Estado de derecho con capacidad de respuesta.
OPINION
La ideología de
ETA es la violencia
Por
Josep Ramoneda *
Para afrontar al terrorismo
hay que empezar por combatir un error intelectual muy extendido:
la creencia de que hay una solución única
y definitiva y de que es posible encontrarla en el laberinto
vasco. Sobre esta falsa idea se han hecho infinitas disquisiciones
y se han querido construir soluciones imaginativas que se han
estrellado siempre contra el mismo muro: el muro de la violencia
etarra, que acude a truncar sistemáticamente cualquier
expectativa. De modo que estas iniciativas, por bien intencionadas
que hayan sido, sólo han servido para dar legitimidad a
ETA. Hay que empezar, pues, por el principio: no hay una solución.
Los problemas políticos se metamorfosean, no se resuelven
con fórmulas milagrosas. Y éste es un problema político.
Las políticas antiterroristas deben construir caminos que
agrupen y que permitan avanzar. Desde que ETA anunció su
tregua ha habido mucha involución.
No es una solución, como se ha visto, arriesgarse a descender,
como lo han hecho los nacionalistas vascos moderados, especialmente
el Partido Nacionalista Vasco (PNV), por el barranco de las concesiones
a ETA. Esto acabó por colapsar y ETA salió reforzada
en legitimidad y en capacidad acción. El PNV ha dado oxígeno
a los terroristas, al PNV corresponde quitárselo.
Nos preguntamos a menudo qué pretende ETA con tal o cual
acción. En realidad, uno tiene la impresión de que
ETA está esperando que se lo contemos nosotros. Porque
ETA no tiene ideología en el sentido político de
la palabra. La ideología de ETA es la violencia. La violencia
es su fuerza, la violencia es su forma de presencia, la violencia
es lo que la legitima, la violencia es su estrategia. Cuanto más
mata, más cohesión consigue entre los suyos. Corresponde
al PNV romper con ETA, dejando claro que el nacionalismo democrático
y el nacionalismo violento no pueden converger siquiera en los
fines. Se dice que se sataniza al nacionalismo vasco. Pero el
mismo se deslegitima buscando un espacio compartido con el terrorismo.
Un dirigente del PNV, ante el asesinato del empresario vasco José
María Korta, se lamentó diciendo murió
uno de los nuestros. Es esta lógica del nosotros
que podría hacer pensar que matar a los otros
no tiene la misma gravedad la que impide al PNV estar a
la altura de una sociedad plural como la vasca. Hay ideas
incurables. Esta lo es y determina estructuralmente la ideología
nacionalista.
Actualmente, nueva gente, muy joven en algunos casos, ha pasado
a asumir puestos de responsabilidad en ETA, abriendo un nuevo
período del que, de momento, sólo conocemos la crueldad.
Cuando el gobierno habla de resistencia democrática está
dando a entender que queda mucho por aguantar. El énfasis
en la acción policial tiene el inconveniente de que en
los momentos de mayor agresividad terrorista se produce cierta
crisis de confianza y desánimo. La lucha policial contra
el terrorismo está sometida a muchos altibajos: la organización
se renueva y la policía pasa períodos de perfecto
desconcierto informativo. Todo hace indicar que estamos en uno
de ellos. La estrategia de firmeza requiere explicación
política. Y esto es lo que entiendo que los socialistas
ofrecen al invitar al gobierno a retomar una iniciativa democrática
común: legitimar políticamente una estrategia asumida
del modo más amplio posible, que más allá
de la necesaria acción policial, debe tener el objetivo
básico del aislamiento y deslegitimación de ETA
y su entorno, tarea en la que el PNV tiene una responsabilidad
básica.
España está de vacaciones. Los atentados de ETA
son un sobresalto momentáneo que se propaga vía
los receptores de radio sin llegar a alterar la vida de la playa.
Sería horroroso que acabáramos aceptando como una
fatalidad estadística el goteo de crímenes etarras.
Porque pese al escenario de normalidad de ciudades vacías
y playas llenas, hay en este país unas tierras en las que
no se dan las condiciones para vivirlibremente. Y en cualquier
lugar de España se puede morir simplemente por capricho
de los terroristas. El largo viaje contra ETA nos concierne a
todos por elemental solidaridad, pero también para defendernos
de las dos enfermedades con las que el terrorismo contamina la
democracia: el miedo y la indiferencia.
* Analista
político, publicado en el El País
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COMO
Y POR QUE LOS ETARRAS ATACARON EN ARAGON
Una ruta de bombas y terroristas
Aragón,
y especialmente su capital Zaragoza, siempre ha estado entre los objetivos
de ETA. A pesar de que en numerosas ocasiones se ha desmentido que tuviese
una estructura estable en la comunidad, los hechos en los últimos
meses demuestran que los pistoleros etarras firmaron su primer atentado
en agosto de 1979, contra la sucursal de un banco francés en el
paseo zaragozano de María Agustín sí están
presentes en ella. Por añadidura, se afianza la ruta aragonesa
como vía de explosivos y comandos que han encontrado en los pasos
fronterizos de los Pirineos aragoneses menos trabas que en otros más
vigilados. El atentado de ayer en Sallent de Gállego (Huesca) corrobora
esta hipótesis. La localidad está sólo a diez kilómetros
de la frontera francesa, donde apenas hay vigilancia.
ETA conoce Aragón. A principios de este mes de agosto, el jefe
superior de Policía local reconoció que esta organización
criminal tiene una estructura en Zaragoza. Esa misma semana se reconocía
también la existencia de la ruta aragonesa por parte del Ministerio
de Interior. Pero mucho antes Aragón ya había sufrido la
violencia de los terroristas. De entre los alrededor de seis atentados
que se le atribuyen, el más sangriento ocurrió el 11 de
diciembre de 1987. Un coche bomba hizo saltar de madrugada la casa-cuartel
de la Guardia Civil de la avenida de Cataluña, donde vivían
numerosos agentes con sus familias. El resultado fue once muertos: cinco
niños de entre tres y 12 años, dos mujeres y cuatro guardias.
Nadie olvidará jamás allí la imagen de los juguetes
manchados de sangre.
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