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EL GOBIERNO ADMITE QUE HABRA MAS ATENTADOS
El Estado de terrorismo de ETA

Tras el asesinato de dos guardias civiles, el ministro del Interior español reconoció que �por unos meses ETA nos hará sufrir�.

Luis María Aznar (centro) y su ministro del Interior Jaime Mayor Oreja (der.) en la Catedral de Huesca.

Por Gabriel Alejandro Uriarte

t.gif (862 bytes) “ETA actúa con la necesidad imperiosa de demostrar una fuerza que no tiene.” El ministro del Interior español, Jaime Mayor Oreja, no aclaró ayer en qué consistía esa fuerza inalcanzada. Sería interesante saberlo, ya que la organización separatista vasca ha demostrado con creces una capacidad para tirar más de un cadáver por mes a las puertas del gobierno de José María Aznar. Anteayer España sufría por la última prueba física de ese poder: los dos guardias civiles muertos el domingo en Aragón. Miles de personas se manifestaron en toda España en tanto que los restos de los dos agentes eran velados en Huesca, capital de la región aragonesa donde fueron asesinados. Las fuerzas de seguridad dieron una pequeña respuesta ayer al arrestar a cinco presuntos militantes de ETA. Pero Mayor Oreja dejó muy claro que “tomará unos meses hasta que conozcamos la nueva estructura de ETA”. Mientras tanto, “sin duda nos hará sufrir”.
Con cada nuevo asesinato, España descubre nuevas extremos de este sufrimiento. Ayer el jefe de gobierno Aznar interrumpió sus vacaciones para asistir al velorio en la Catedral de Huesca. Condecoró póstumamente a los dos guardias civiles, y al término de la ceremonia partió sin hacer declaraciones. También asistió el líder de los socialistas españoles, José Luis Rodríguez Zapatero. Los féretros, cubiertos con la bandera española, fueron recibidos con aplausos por miles de personas, muchas con lágrimas en los ojos. Gran parte de los asistentes tuvieron que quedarse fuera de la catedral por falta de espacio. Mientras concluía el funeral, en muchas ciudades españolas se registraban manifestaciones silenciosas convocadas por la Federación Española de Municipios y Provincias. En Madrid, Sevilla, Barcelona, Valencia, Bilbao, y en una infinidad de localidades, cientos de personas se concentraron ante los ayuntamientos acompañados por los dirigentes municipales.
Mientras avanza en su campaña para hacer sangrar al Estado español, ETA ya perdió casi por completo la simpatía tácita de los nacionalistas vascos moderados. Sus relaciones ya se habían crispado cuando ETA rompió su tregua unilateral el 3 de diciembre del año pasado. A principios de agosto, nueve meses y nueve muertos después, el principal partido nacionalista –el PNV, que gobierna el País Vasco autónomo– declaró explícitamente “sin vigor” al Pacto de Lizarra, que lo comprometía a una alianza parlamentaria con el brazo político de ETA, Euskal Herritarrok (EH). Tras enterarse del atentado del domingo, Josú Jon Imaz, portavoz del gobierno autónomo, propuso una reunión de todas las fuerzas políticas vascas, exceptuando al EH: “Nos une la exigencia del derecho a la vida y el respeto a los derechos humanos como principio fundamental, por encima de las diferencias políticas legítimas que podamos tener”. Al asegurar su “solidaridad sin fisuras” contra ETA, el portavoz enfatizó que “lo que nos une es más importante que lo que nos divide: ETA está contra todos: contra la sociedad vasca y la sociedad española”. El líder de EH, Arnaldo Otegi, condenó esta iniciativa, y afirmó que si el PNV participaba en esa ronda de consultas se convertiría en “cómplice de la política antiterrorista de Mayor Oreja”.
Más allá de su impacto partidario, ayer esta política continuaba ejerciendo presión sobre la estructura militar etarra. La Ertzaintza (policía vasca) realizó una serie de operativos en Bilbao, Basauri y Lasarte, que culminaron con el arresto de cinco individuos, incluyendo tres mujeres, sospechados de pertenecer a la organización. El sábado ya se había desmantelado al “comando Araba” de Vitoria con el arresto de sus tres integrantes y la captura de más de 30 kilos de explosivos y varias bombas y granadas. Estas victorias son cruciales para mantener la esperanza de que un Estado democrático puede suprimir, en el marco de sus leyes, a una organización terrorista como ETA. O, como lo definió el ministro del Interior, demostrar que “contra ETA hay un Estado de derecho con capacidad de respuesta”.

OPINION

La ideología de ETA es la violencia

Por Josep Ramoneda *
Para afrontar al terrorismo hay que empezar por combatir un error intelectual muy extendido: la creencia de que hay una solución –única y definitiva– y de que es posible encontrarla en el laberinto vasco. Sobre esta falsa idea se han hecho infinitas disquisiciones y se han querido construir soluciones imaginativas que se han estrellado siempre contra el mismo muro: el muro de la violencia etarra, que acude a truncar sistemáticamente cualquier expectativa. De modo que estas iniciativas, por bien intencionadas que hayan sido, sólo han servido para dar legitimidad a ETA. Hay que empezar, pues, por el principio: no hay una solución. Los problemas políticos se metamorfosean, no se resuelven con fórmulas milagrosas. Y éste es un problema político. Las políticas antiterroristas deben construir caminos que agrupen y que permitan avanzar. Desde que ETA anunció su tregua ha habido mucha involución.
No es una solución, como se ha visto, arriesgarse a descender, como lo han hecho los nacionalistas vascos moderados, especialmente el Partido Nacionalista Vasco (PNV), por el barranco de las concesiones a ETA. Esto acabó por colapsar y ETA salió reforzada en legitimidad y en capacidad acción. El PNV ha dado oxígeno a los terroristas, al PNV corresponde quitárselo.
Nos preguntamos a menudo qué pretende ETA con tal o cual acción. En realidad, uno tiene la impresión de que ETA está esperando que se lo contemos nosotros. Porque ETA no tiene ideología en el sentido político de la palabra. La ideología de ETA es la violencia. La violencia es su fuerza, la violencia es su forma de presencia, la violencia es lo que la legitima, la violencia es su estrategia. Cuanto más mata, más cohesión consigue entre los suyos. Corresponde al PNV romper con ETA, dejando claro que el nacionalismo democrático y el nacionalismo violento no pueden converger siquiera en los fines. Se dice que se sataniza al nacionalismo vasco. Pero el mismo se deslegitima buscando un espacio compartido con el terrorismo. Un dirigente del PNV, ante el asesinato del empresario vasco José María Korta, se lamentó diciendo “murió uno de los nuestros”. Es esta lógica del “nosotros” –que podría hacer pensar que matar a los “otros” no tiene la misma gravedad– la que impide al PNV estar a la altura de una sociedad plural como la vasca. Hay “ideas incurables”. Esta lo es y determina estructuralmente la ideología nacionalista.
Actualmente, nueva gente, muy joven en algunos casos, ha pasado a asumir puestos de responsabilidad en ETA, abriendo un nuevo período del que, de momento, sólo conocemos la crueldad. Cuando el gobierno habla de resistencia democrática está dando a entender que queda mucho por aguantar. El énfasis en la acción policial tiene el inconveniente de que en los momentos de mayor agresividad terrorista se produce cierta crisis de confianza y desánimo. La lucha policial contra el terrorismo está sometida a muchos altibajos: la organización se renueva y la policía pasa períodos de perfecto desconcierto informativo. Todo hace indicar que estamos en uno de ellos. La estrategia de firmeza requiere explicación política. Y esto es lo que entiendo que los socialistas ofrecen al invitar al gobierno a retomar una iniciativa democrática común: legitimar políticamente una estrategia asumida del modo más amplio posible, que más allá de la necesaria acción policial, debe tener el objetivo básico del aislamiento y deslegitimación de ETA y su entorno, tarea en la que el PNV tiene una responsabilidad básica.
España está de vacaciones. Los atentados de ETA son un sobresalto momentáneo que se propaga vía los receptores de radio sin llegar a alterar la vida de la playa. Sería horroroso que acabáramos aceptando como una fatalidad estadística el goteo de crímenes etarras. Porque pese al escenario de normalidad de ciudades vacías y playas llenas, hay en este país unas tierras en las que no se dan las condiciones para vivirlibremente. Y en cualquier lugar de España se puede morir simplemente por capricho de los terroristas. El largo viaje contra ETA nos concierne a todos por elemental solidaridad, pero también para defendernos de las dos enfermedades con las que el terrorismo contamina la democracia: el miedo y la indiferencia.

* Analista político, publicado en el El País

COMO Y POR QUE LOS ETARRAS ATACARON EN ARAGON
Una ruta de bombas y terroristas

Aragón, y especialmente su capital Zaragoza, siempre ha estado entre los objetivos de ETA. A pesar de que en numerosas ocasiones se ha desmentido que tuviese una estructura estable en la comunidad, los hechos en los últimos meses demuestran que los pistoleros etarras –firmaron su primer atentado en agosto de 1979, contra la sucursal de un banco francés en el paseo zaragozano de María Agustín– sí están presentes en ella. Por añadidura, se afianza la ruta aragonesa como vía de explosivos y comandos que han encontrado en los pasos fronterizos de los Pirineos aragoneses menos trabas que en otros más vigilados. El atentado de ayer en Sallent de Gállego (Huesca) corrobora esta hipótesis. La localidad está sólo a diez kilómetros de la frontera francesa, donde apenas hay vigilancia.
ETA conoce Aragón. A principios de este mes de agosto, el jefe superior de Policía local reconoció que esta organización criminal tiene una estructura en Zaragoza. Esa misma semana se reconocía también la existencia de la ruta aragonesa por parte del Ministerio de Interior. Pero mucho antes Aragón ya había sufrido la violencia de los terroristas. De entre los alrededor de seis atentados que se le atribuyen, el más sangriento ocurrió el 11 de diciembre de 1987. Un coche bomba hizo saltar de madrugada la casa-cuartel de la Guardia Civil de la avenida de Cataluña, donde vivían numerosos agentes con sus familias. El resultado fue once muertos: cinco niños de entre tres y 12 años, dos mujeres y cuatro guardias. Nadie olvidará jamás allí la imagen de los juguetes manchados de sangre.

 

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