Por Cristian Vitale
Algunos han engordado bastante.
Otros están pelados y promedian los 50 años. Unos asomaron
con cierta suerte como solistas. Otros se refugiaron en el anonimato después
de la separación del grupo, en 1976. Pero casi todos faltan
el baterista Alberto Hualde y el trompetista y tecladista Gustavo Moreto
decidieron reflotar Alma y Vida, banda pionera del jazz-rock argentino
y referente ineludible de lo más politizado que haya dado ese movimiento
en el primer lustro de los años 70. Carlos Mellino, Bernardo Baraj,
Juan Barrueco, Carlos Villalba, Mario Salvador y Marcelo Baraj, hijo de
Bernardo, se juegan una carta brava: que la vuelta viernes, sábado
y domingo próximos en La Trastienda, con disco en vivo incluido
no huela a naftalina. Este es el segundo regreso de la banda, ya que hubo
uno, breve pero a teatros llenos, al comenzar los 90.
Los creadores de Hoy te queremos cantar, Del gemido
de un gorrión y Son Quijote de barba y gabán,
entre otros clásicos, tocaron por primera vez el 20 de junio de
1970 en el Teatro Opera. En aquella ocasión compartieron escenario
con Arco Iris, Manal y Vox Dei, y la polémica generada resultó
finalmente el envión para seis años de carrera y cinco discos
del volumen 1 al 5. No volvemos por divague,
señala Mellino en la entrevista con Página/12. Volvemos
porque tenemos un compromiso tácito con dos generaciones de personas
que nos han seguido durante 30 años y que nos han incorporado a
sus vidas. Nuestros temas pasaron a ser más de la gente que nuestros
y debemos devolver esa incondicionalidad que nos han demostrado durante
tantos años. Basado en estas premisas, sería una estupidez
no volver. Un regreso con defraude no tendría sentido.
¿Hay otras causas que determinen el regreso, por ejemplo
económicas?
No es lo económico lo que determina nuestra vuelta. Yo gané
plata con Alma y Vida, pero lo que más gané fue el reconocimiento
de la gente y un lugar en la historia, con respecto a mi gestión
en la vida. Que vos estés incorporado en la vida de un tipo, porque
le haya puesto a su hijo Sebastián (se refiere a la canción)
o que algunos de los soldaditos que estuvieron en la guerra de Malvinas
me dejaran cartas en mi teclado para contarme que lo único que
los volvía a la vida en un pozo de zorro era escuchar Del
gemido de un gorrión, creo que es suficiente. No volvemos
sólo porque es un elemento a explotar.
Después de separarse en 1976, Alma y Vida tuvo un fugaz retorno
a principios de los 90. Hicieron algunos shows, grabaron un disco, Nuevas
sensaciones (1991), y ahí quedó la cosa. Mellino cuenta
que fue debido a compromisos personales: El trabajo de cada uno
nos impedía seguir el ritmo de las giras. Pero hoy es distinto,
porque la tecnología te permite resolver problemas de tiempo y
espacio, cosa que antes era imposible.
Marcelo Baraj, de 29 años, reemplazará a Hualde y lo toma
como un desafío. Estoy aprendiendo, recién nacía
cuando el grupo estaba en su esplendor y creo que sé muy poco,
aunque mi viejo me dio una mano importante, me enseñó cómo
exigirme para lograr el objetivo de tocar en Alma y Vida, reconoce
el pibe que ya se puso a tono con las bases del viejo repertorio del grupo.
Vamos a tocar todas canciones viejas. No hay nada nuevo. Lo que
pasa es que la evolución propia de cada uno hace que los temas
conserven la misma esencia, pero con un criterio actual. Ha pasado mucha
agua bajo el puente y eso se va a proyectar en las actuaciones,
anticipa Mellino, sobre los shows. Las letras desgraciadamente no
han perdido vigencia, tercia Villalba.
A mediados de la década del 60, Carlos Mellino había sido
junto al posterior bajista de Manal, Alejandro Medina integrante
de The Seasons, uno de los primeros grupos de música beat en argentina.
Poco a poco, fue entrando en contacto con músicos más volcados
al jazz y así conoció al trompetista, Salvador, y al guitarrista,
Barrueco. Y poco después, cuando ya tocaban para Leonardo Favio,
a Bernardo Baraj, quien recuerda que lo fueron a buscar tipo transferencia
millonaria de fútbol. Yo estaba con Sandro, y por entonces Sandro
y Favio eran como Boca-River. En realidad, fue un cambio: Ricardo Lew
se fue con Sandro y yo me pasé al grupo de Favio. Me acuerdo de
que cuando Leonardo terminaba de cantar, nosotros seguíamos tocando
de onda y la banda sonaba tan afiatada que, cuando Favio decidió
no tocar más, nosotros pasamos a ser un grupo independiente. Así
nació Alma y Vida.
¿Por qué en los 70 había una parte del movimiento
de rock nacional que no los quería?
Villalba: Hubo todo un manejo político, dentro del cual hubo
periodistas que nos empezaron a dar palo porque no quisimos ir al último
B. A. Rock.
Baraj: Es así. Lo que Pelo decía era palabra santa.
Todo eso hizo que parte del público de rock nos tildara de comerciales.
Salvador: Otro ejemplo sería el del recital en el Opera con
Vox Dei, Manal y Arco Iris. Fuimos los primeros en tocar y nos empezaron
a silbar, porque ver y escuchar un saxo y una trompeta en ese momento
era muy raro. Sin embargo, en medio de los silbidos, un tipo de la platea
se levantó y le gritó a otro: Callate, sordo.
Mellino: Aquel día fuimos de punto y salimos banca. En los
festivales de rock de esa época no se le perdonaba la vida a nadie,
porque cada uno tenía su hinchada. Y la trompeta y el saxo no estaban
incorporados dentro del rock nacional. Imponer una formación con
muchos tipos con un estilo totalmente distinto y adaptarlo a una realidad
era un desafío terrible. En el Opera, cuando se levantó
el telón y la banda empezó a sonar, cambió nuestra
historia. Hoy pienso que nuestra música estaba 10 años adelantada
a lo que se hacía en ese momento, básicamente porque nos
influenciaba la música de fusión que hacía Chicago
en Estados Unidos. Teníamos cierta ventaja porque acá recién
se salía de lo acústico o el formato bajoguitarra-batería.
A eso, agregale que nos portábamos bien, no provocábamos
desmanes y éramos profesionales.
¿A qué grupos admiraban de aquella escena?
Mellino: Admirar, a nadie. Pero nos sentíamos identificados
con Arco Iris y Spinetta.
Alma y vida y Arco Iris parecían moverse en la frontera de
aquel movimiento cuyo núcleo formaban Vox Dei, Manal, Pappos
Blues o La Pesada.
Salvador: Sí, tal vez porque éramos más profesionales
o elaborados, lo digo sin desprestigiar a nadie.
Mellino: Y teníamos una amplitud muy grande, porque todos
veníamos de extracciones muy diferentes: Bernardo y Juan eran jazzeros;
yo era beatle mil por mil; Carlos, rockero y jazzero, y Mario, clásico.
Una ensalada que hizo de Alma y Vida un grupo muy definido. Pudimos triunfar
sin estar en el centro del ojo del huracán. Hay muchos otros, en
cambio, que sí estuvieron en el centro del ojo del huracán
y hoy están presentes sólo por una cuestión anacrónica
y no porque hayan triunfado. Figuraron en determinada época y nada
más. Son sólo un poco de nostalgia.
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