Fisica
Paradojas cuanticas
Un experimento que emula al �gato de Schrödinger�
Por
Enrique Gracian
El País de Madrid
En
la última reunión de la Sociedad Americana de Física,
J.R. Friedman y sus colaboradores anunciaron que habían realizado
un experimento con el que habían emulado al gato de Schrödinger,
el singular experimento teórico propuesto en 1935 por este físico,
uno de los padres de la mecánica cuántica, en el que un
gato estaría vivo y muerto a la vez. En el ensayo ahora presentado
no se trata de un objeto del tamaño de un gato, pero sí
lo suficientemente grande como para que se pueda volver a traer a colación
la famosa paradoja de Schrödinger.
Cuando en 1935 Erwin Schrödinger propuso su famosa paradoja quiso
poner de manifiesto las limitaciones de la mecánica cuántica
cuando se tomaban los estados vivo y muerto como estados de superposición
cuántica. Para ello, Schrödinger diseñó un
experimento mental que consistía en lo siguiente: en una habitación
ideal, completamente aislada del exterior, hay un gato y una ampolla
con gas cianuro suficiente como para matar al gato. Existe un mecanismo
foto-detector que rompe la ampolla cuando un fotón de luz incide
sobre él. Mediante un dispositivo exterior se emite un fotón
de luz que va dirigido hacia un espejo semitransparente, de forma que
el fotón tiene un 50 por ciento de probabilidades de continuar
su trayectoria rectilínea y otro 50 por ciento de incidir en
el dispositivo y romper la ampolla de gas que matará al gato.
(El dispositivo original de Schrödinger estaba basado en la desintegración
de un átomo, en vez de la opción del fotón, pero
para el caso es exactamente lo mismo.)
Fotones
y algo mas
Una vez lanzado el fotón, un observador externo podrá
comprobar, al abrir la caja, si el gato está vivo o muerto, es
decir, si el fotón ha sido o no desviado por el espejo. Hasta
aquí no hay nada paradójico. Sin embargo, el fotón
es una partícula subatómica que se rige por las leyes
de la mecánica cuántica y éstas predicen que ha
de encontrarse en un estado de superposición cuántica,
o sea, que recorre las dos trayectorias simultáneamente y, mientras
ningún observador externo abra la caja para ver lo que pasa,
el gato se encuentra vivo y muerto a la vez. Es como tirar una moneda
al aire y decidir la suerte del gato a cara o cruz, pero con una moneda
cuántica, es decir, con una moneda que una vez lanzada presenta
la cara y la cruz simultáneamente. Al abrir la caja, la función
de onda se colapsa y ante el observador aparece únicamente uno
de los dos fenómenos.
El experimento de Friedman se hizo aplicando un flujo magnético
externo a un squid (dispositivo superconductor de interferencia cuántica)
y observando la aparición en éste de un estado de superposición
cuántica que se evidenciaba por la presencia simultánea
de dos corrientes circulando en sentidos contrarios en el anillo del
squid. Los autores afirman que el squid presenta un comportamiento cuántico
en dos sentidos ya que, primero, en el experimento entran en juego 109
pares de electrones, por lo que ya no se le puede considerar como a
un objeto microscópico y, segundo, los dos estados clásicos
que se detectan como superpuestos pueden ser considerados como macroscópicamente
diferentes.
¿Puede un gato estar vivo y muerto a la vez? En los años
ochenta, Leggett y sus colaboradores propusieron que, bajo determinadas
condiciones, un objeto macroscópico con varios grados de libertadmicroscópicos
podía tener un comportamiento cuántico si se encontraba
convenientemente aislado de su entorno.
Hay quien, para resolver la paradoja, está dispuesto incluso
a aceptar la existencia de universos paralelos, es decir, que al abrir
la caja se inicia una vida simultánea en un universo en el que
el gato está vivo y otra en un universo con el gato muerto.
A lo largo de los últimos 20 años, diversos experimentos
han puesto de manifiesto la existencia de partículas subatómicas
en estados de superposición, pero nunca gatos. Hay algo que impide
que los cuerpos macroscópicos puedan permanecer en un estado
de superposición cuántica.
Fenomenos
cuanticos
Un squid es un dispositivo que alberga fenómenos cuánticos.
Imagínese un anillo superconductor, es decir, un material que
a muy bajas temperaturas no presenta resistencia al paso de la corriente,
interrumpido por un elemento aislante, como pueda ser una delgada lámina
de óxido de aluminio de millonésimas de milímetro
(esto se conoce como una unión Josephson).
Un dispositivo de esta naturaleza es un bicho raro por lo siguiente:
es posible que entre un extremo y otro del superconductor tenga lugar
un paso de corriente sin que entre ambos extremos exista una diferencia
de potencial, algo que, de por sí, clamaría al cielo hasta
para el electricista del barrio. Y es que los electrones pasan de un
extremo al otro del superconductor por un fenómeno que en física
cuántica se denomina efecto túnel. Es sabido
que los campos magnéticos variables generan corrientes en los
conductores que se ven sometidos a dichas fluctuaciones (así
se genera la electricidad industrial). Algo semejante sucede con un
squid cuando se ve sometido, bajo ciertas condiciones, a una variación
del campo magnético que lo atraviesa, aparece en el anillo una
corriente de electrones que circulará en un sentido u otro del
anillo, según la variación del flujo magnético.
Esto convierte al squid en un dispositivo de precisión para la
medición de campos magnéticos muy pequeños. En
el experimento de Friedman se detectó que el flujo de electrones
giraba en ambos sentidos a la vez, lo cual ponía de manifiesto
un estado de superposición cuántica.
¿Hasta qué punto se puede afirmar que se trata de un pequeño
minino? Si se tiene en cuenta que en el efecto Josephson los electrones
circulan a pares y que los autores hablan de un experimento en el que
están involucrados del orden de mil millones de pares de electrones,
se puede afirmar que se trata de un objeto al que ya no se le puede
considerar como a una partícula subatómica.