Mujeres 
          que corren con lobos 
        La 
          psicoanalista junguiana Clarissa Pinkola Estés trabajó 
          durante más de dos décadas para alumbrar este libro, Mujeres 
          que corren con los lobos. Es una recopilación de mitos y relatos 
          populares que recrean el mito de la Mujer Salvaje, esa fuerza-hembra 
          que habita en todas las mujeres cuando dejan de temerle a su poder. 
           
        Por 
          Sandra Russo 
       
        Dondequiera 
        que estemos, la sombra que trota detrás de nosotros tiene sin duda 
        cuatro patas, dispara Clarissa Pinkola Estés desde el prefacio 
        de este libro que tardó más de veinticinco años en 
        escribir, porque no es un ensayo sino una pormenorizada y aguda recopilación 
        e interpretación de cuentos populares de diferente procedencia, 
        puestos al servicio de la figura de la Mujer Salvaje. Doctorada en psicología 
        etnoclínica cruza de psicología clínica y etnología, 
        y psicoanalista junguiana, Pinkola Estés es, además, cantadora 
        o mesemondó, es decir, heredera de las ancianas húngaras 
        que transmiten oralmente sus tradiciones en forma de relatos, que desgranan 
        absortas sus historias, sentadas en sillas de madera con sus monederos 
        de plástico estrujados en las manos.  
        Pinkola Estés utiliza con sus pacientes, para curarlas, cuentos. 
        Y los cuenta al estilo junguiano, desde un análisis en el que cada 
        personaje del relato es una parte de una misma psiquis, partiendo de la 
        base de que en la mente y el alma de una misma persona, en este caso una 
        mujer, se libran constantemente luchas tormentosas entre fuerzas opuestas. 
        El trabajo de esta analista está puesto al servicio de rescatar, 
        de esos cuentos, interpretaciones que ayuden a sus pacientes o a sus lectoras 
        a detectar en sí mismas a la Mujer Salvaje, y a dejarla operar 
        en sí mismas, a permitirle triunfar por sobre otros arquetipos 
        que las alejan de su propia naturaleza. ¿Quién es la Mujer 
        Salvaje? ¿A qué fuerzas representa? La Mujer que corre con 
        los Lobos fue elegida aquí para equiparar una parte femenina con 
        ciertas especies de lobos, el canis lupus y el canis rufus: a saber, una 
        aguda percepción, un espíritu lúdico y una elevada 
        capacidad de afecto. 
        Pinkola Estés nació en el seno de una familia mexicano-española 
        y fue adoptada luego por una familia húngara. Se crió cerca 
        de la frontera de Michigan, en una zona de bosques en la que los relámpagos 
        no eran temibles sino usuales habitantes de la noche.  
        Más tarde, cuando se formaba como analista, observó que 
        la psicología tradicional carece muchas veces de respuestas para 
        las cuestiones más importantes de las mujeres: lo arquetípico, 
        lo intuitivo, lo sexual y lo cíclico, las edades, el saber innato 
        y adquirido, el fuego creador. Luego de pasarse años estudiando 
        cuentos de hadas, mitos y relatos de múltiples orígenes, 
        unió dos palabras, mujer y salvaje, para 
        abrir, dice, una puerta que toda mujer comprende apenas las escucha. Es 
        una puerta culturalmente cerrada, a veces olvidada, pero que permanece 
        allí en tanto una mujer, cualquier mujer, permanezca allí. 
        Es intuitiva, apasionada, indómita, es, sobre todo, una fuerza 
        que regala a las mujeres la certeza de estar haciendo lo correcto, sea 
        esto lo que fuere, cuando se dejan guiar por ella. Es por lo tanto una 
        fuerza peligrosa para el statu quo, porque, cuando una mujer huele esa 
        fuerza dentro de sí, es capaz de todo: de abandonar un matrimonio, 
        de dejar un trabajo, de irse repentinamente de viaje, de pedir a gritos 
        que la dejen sola, de quebrantar, si es preciso, una o todas las normas 
        que le enseñaron. Esa fuerza femenina, advierte Pinkola Estés, 
        trasciende cualquier nombre y entrelaza muchas otrasfuerzas vitales, pero 
        ha sido bautizada aquí con ese nombre sólo a modo de hacer 
        inteligible su presencia antiquísima en los relatos populares que 
        esta analista ha reconstruido buceando, muchas veces, para recuperar huesos 
        perdidos, eslabones sexuales, sórdidos o escatológicos 
        que las buenas costumbres borraron de ellos a lo largo del tiempo. Es 
        la loba que lucha ferozmente por lo que merece vivir, y que suelta aquello 
        que debe morir.  
         
        Loba y hembra  
        Los relatos elegidos por Pinkola Estés, en su consultorio, recrean 
        el drama psíquico de su paciente. Los que ha elegido para analizar 
        en este libro son los que a su entender resumen con más potencia 
        el papel redentor de la Mujer Salvaje, que no emerge nunca fácilmente: 
        siempre habrá que sortear obstáculos y desoír voces 
        de otros arquetipos que inclinan a las mujeres a mostrarse más 
        dulces, más cariñosas, más egoístas, más 
        calculadoras o más débiles de lo que son.  
        El análisis paleomitológico que ha hecho la analista y que 
        transmite en una bellísima prosa conecta esos relatos a veces con 
        sueños recurrentes femeninos y otras veces con visiones que se 
        suelen tener en estados de conciencia no ordinarios. Casi todos coinciden 
        en un punto: a cierta altura de los acontecimientos personales de cada 
        mujer, es necesario tener el coraje para ver aquello que los guardianes 
        de la conciencia aconsejan no ver. Es necesario correrse de lugar y darle 
        crédito a esa carga de Yo de un orden diferente del que el psicoanálisis 
        tradicional nos ha acostumbrado. Pinkola Estés habla de alma. Y 
        dice que cuando trabajamos el alma, ella, la Mujer Salvaje, crea 
        una mayor cantidad de sí misma. Sólo hace falta hacerle 
        espacio: ella, esa fuerza, hace el resto del trabajo por nosotras, porque 
        entonces nosotras ya somos ella. Que la educación, la cultura o 
        el miedo hayan taponado el ingreso de este arquetipo a la mente de una 
        mujer no significa que ella no esté esperando, como una guerrera, 
        su nueva oportunidad. Pinkola Estés afirma que si una mujer 
        logra conservar el regalo de ser vieja cuando es joven y de ser joven 
        cuando es vieja, siempre sabrá lo que tiene que esperar. Pero, 
        si lo ha perdido, lo puede recuperar mediante un decidido esfuerzo psíquico. 
         
        Otros nombres de la Mujer Salvaje, en diferentes tradiciones, son la Loba, 
        la Huesera, la Trapera o La que Sabe. Siempre, en todas las culturas, 
        estos arquetipos representan el archivo de la feminidad, su potencia a 
        veces magnánima y dadora de vida, y otras veces feroz y revulsiva, 
        la conservadora de la potestad de la hembra. 
        Con respecto de los hombres, algunos, claro, preferirán una gata 
        a una loba, y ni qué hablar de los que preferirían un monito 
        amaestrado. Pero sólo aquel dispuesto a hacer contacto con la parte 
        salvaje de una misma será el adecuado. Es el que no se asustará 
        de nuestros gritos ni nos dirá peyorativamente que de pronto estamos 
        pensando con los ovarios. Por el contrario, el adecuado es el que estará 
        orgulloso de tener al lado a esa mujer.  
         
        Barba Azul 
        A lo largo del libro, Pinkola Estés va narrando varios cuentos 
        y haciendo el posterior análisis de cada uno de los personajes, 
        que son partes de una sola psiquis. En ellos hay hadas bienhechoras, doncellas 
        ingenuas, hermanas sabias, padres indiferentes, mascotas perceptivas, 
        curanderas expertas, brujas horripilantes. Todos esos seres viven en nosotros, 
        juegan sus juegos, hacen sus apuestas. Pero, ¿qué 
        vamos a hacer con todos estos seres interiores que están locos 
        y que siembran la destrucción sin darse cuenta? Hay que dejarles 
        sitio incluso a ellos, pero un sitio en el que se les pueda vigilar. Uno 
        de ellos en particular, el más falso y el más poderoso fugitivo 
        de la psique, requiere nuestra inmediata atención y actuación: 
        se trata del depredador natural, dicePinkola Estés en la 
        introducción de uno de los cuentos: Barba Azul. El 
        cuento es conocido, pero la analista subraya en el personaje central su 
        carácter destructivo (o autodestructivo) y destaca las soluciones 
        que el mismo cuento ofrece para aniquilar al mal. 
        En resumen, un gigante conocido como Barba Azul corteja a tres hermanas. 
        Es excéntrico, y las dos mayores desconfían de él. 
        Pero cautiva a la menor, a la más ingenua, que se casa con él. 
        Ya en su castillo, el marido la trata bien y un día le dice que 
        debe irse y que, si quiere, la joven esposa puede invitar a sus hermanas 
        a quedarse con ella. Le da todas las llaves del castillo, y le dice que 
        puede ir adonde quiera, pero con una sola restricción: hay una 
        llave pequeña que debe abstenerse de usar. En su ausencia, las 
        hermanas, apenas enteradas de que hay una llave que no se puede usar, 
        proponen jugar a descubrir a qué puerta pertenece. Y como es natural, 
        una vez descubierta la puerta, la abren. Allí, la joven esposa 
        descubre una pila de cadáveres ensangrentados de mujeres, y advierte 
        que la llave también empieza a sangrar: es una trampa que le ha 
        dejado Barba Azul para saber si fue o no obedecido. La joven esposa trata 
        de limpiar la sangre de la llave, la frota con crin de caballo, la lava, 
        pero todo es inútil. Las hermanas se esconden cuando él 
        llega. Ve la llave sangrar y se enfurece. Le dice a la joven que las muertas 
        son sus esposas anteriores, todas las que lo desobedecieron y abrieron 
        esa puerta. Y la empuja hasta allí para matarla. En su espanto, 
        la joven le dice: Está bien, está bien, pero dame 
        tiempo para prepararme para la muerte. El se lo otorga. Mientras 
        tanto, las hermanas llaman a sus hermanos para que vengan a rescatar a 
        la joven. ¿Los ven venir?, pregunta ella, aterrorizada. 
        No, todavía no, contestan las hermanas. ¿No 
        llegan aún?, insiste. ¡Ya vienen!, contestan 
        por fin. Los hermanos finalmente matan a Barba Azul y liberan a la joven, 
        que ya no es ingenua. Ya es una mujer. 
        En la psiquis de una mujer, siempre hay una parte ingenua que se deja 
        fascinar incluso por lo que sabe de antemano que no le conviene. Siempre 
        hay una parte cautelosa (las hermanas mayores) que optan por dejar pasar 
        la apariencia del buen partido. Hay además, sobre todo, un depredador 
        natural, una fuerza autodestructiva que no tiene límites, es seductora 
        y sádica y tiende trampas. Cuando el drama se desarrolla y la joven 
        va a ser asesinada, se produce su iniciación: crece y se vuelve 
        astuta: pide tiempo para elaborar una estrategia. El tiempo le es concedido 
        y es usado para convocar a los hermanos, los guardianes, los guerreros 
        que también existen en la psiquis para acudir ante el peligro. 
        El nudo dramático del cuento transcurre sin embargo un poco antes, 
        cuando la joven esposa abre la puerta y ve. En la vida o en la psiquis 
        de todas las mujeres hay algo que se prefiere no ver. Algo monstruoso, 
        doloroso, algo del orden del mal. La joven esposa no habría crecido 
        y no habría triunfado si no hubiese sido capaz de sobreponerse 
        a lo que ve tras esa puerta: que las mujeres ingenuas y curiosas que no 
        desarrollan su astucia no tienen chance. La capacidad de resistir 
        lo que averigüe permitirá a una mujer regresar a su naturaleza 
        profunda, en la que todos sus pensamientos, sus sensaciones y sus acciones 
        recibirán el apoyo que necesitan, dice Pinkola Estés, 
        quien además analiza la curiosa relación entre el depredador 
        y su presa, quienes bailan una misteriosa danza psíquica. 
        Dicen que cuando la presa establece con el depredador cierto tipo de servil 
        contacto visual y experimenta un temblor que produce una leve ondulación 
        de la piel sobre los músculos, reconoce su propia debilidad y accede 
        a convertirse en víctima. El final justiciero del cuento 
        se debe a que la joven esposa, en ese momento crucial, no se conectó 
        con el papel de presa sino con la Mujer Salvaje: pidió tiempo para 
        contraatacar.  
        A lo largo del libro de Pinkola Estés, otros cuentos hablan de 
        otros personajes. La mujer interior, la mujer esqueleto, la función 
        de la cólera, los pasos del perdón, el alma salvaje, el 
        patito feo, el poder del nombre, la pestaña del lobo... son sólo 
        algunos de los elementos que viven en los cuentos orales de los que esta 
        mujer honda saca enseñanzas. En elcapítulo que habla sobre 
        la cólera, la analista desliza una clave para salir en busca de 
        la propia Mujer Salvaje. Hay un momento en nuestra vida, por regla 
        general al llegar a la mediana edad, en que una mujer tiene que tomar 
        una decisión, posiblemente la decisión psíquica más 
        importante de su vida futura, y es la de sentirse o no una amargada. 
        Hay que salir, entonces, de caza, de pesca y de conquista por el interior 
        de una misma: esa que olfatea con ganas, se revuelca de risa, saca pezuñas, 
        aúlla de noche y mueve la cola está aquí adentro. 
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