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Una
Bestia llamada Aleister Crowley por Eduardo Berti
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Hombre
del subsuelo
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Fue
escritor, místico, pornógrafo. Ofició magia negra,
fue médium, transcribió en trance la voz de los dioses.
Fue amigo de Yeats, heroinómano y libertino. Mintió a granel,
participó de sociedades secretas y fundó en Sicilia una
comunidad cuyo lema Hacé lo que quieras
desató la ira de Benito Mussolini. Eduardo Berti repasa vida y
obra de Aleister Crowley, el inglés que metió la nariz en
todos los rincones prohibidos del mundo.
A fines
de los años 60, los Beatles editaron Sargeant Peppers
Lonely Hearts Club Band, uno de los discos clave de la cultura rock y
la psicodelia, e instauraron la tradición de los álbumes
conceptuales, en los que una idea central atravesaba y unía
las diferentes canciones. Además de un mero rejunte de temas, un
disco pop podía ser también una obra cerrada y coherente.
Para subrayar este concepto organizador, el arte de tapa era
fundamental; de allí que los propios músicos intervinieran
usualmente en su diseño y realización. En el caso de Sargeant
Pepper, fue el propio Paul McCartney quien tuvo la idea de cubierta: los
cuatro Beatles retratados entre grandes fotografías de sus ídolos
y héroes de adolescencia.
McCartney estableció una primera lista con los nombres de William
Burroughs, H. G. Wells, Karl Marx, Fred Astaire y Carl Jung, entre otros.
Luego les pidió a sus compañeros de grupo que aportasen
otros candidatos. La lista más controvertida fue la de John Lennon:
Adolf Hitler (finalmente removido), Lenny Bruce, Dylan Thomas, Oscar Wilde,
Friedrich Nietzsche, el Marqués de Sade... y un tal Aleister Crowley,
un autodenominado poeta y mago negro que se ganó de este modo un
apretado lugar al lado de uno de los tantos gurúes indios sugeridos
por George Harrison.
A poco de editado el álbum, el diario Daily Express señaló
con una mezcla de disgusto y desconcierto la presencia allí de
Crowley, exponente distinguido de esa incesante tradición de extravagantes
británicos que tan bien retratara Edith Sitwell en su libro The
English Eccentrics.
Enseguida Sargeant Pepper se volvió no sólo uno de los discos
más influyentes del siglo, sino todo un objeto de culto. Cualquier
signo ligado al álbum, incluso a los personajes de la tapa, pasó
a ser investigado con ardor por los inquietos seguidores de los Beatles.
Uno sospecha que a muy pocos jóvenes de entonces debe haberles
asombrado averiguar que ese pelado ubicado cerca de Mae West había
sido el autor, en 1922, de Diary of a Drug Fiend, una de las primeras
novelas con atmósfera de libertad sexual y experimentación
con narcóticos; o saber que había fundado en Sicilia, durante
la entreguerra, una especie de comunidad alternativa cuya
divisa era Do what thou wilt shall be the whole of the law. Traducido
mal y pronto: Hacé lo que quieras. Para esta suerte
de hippie avant-la-lettre, un guiño de los Beatles parecía
un destino lógico.
En 1969, el director de cine Kenneth Anger (Scorpio Rising) alquiló
una casa a orillas del lago Ness, en la que había habitado Aleister
Crowley. Un año más tarde, el guitarrista Jimmy Page, del
grupo Led Zeppelin, oyó decir al mismo Anger que la casa estaba
en venta y consiguió comprarla. En cuanto se supo que Page era
un admirador de Crowley, la prensa sensacionalista de Inglaterra expuso
la hipótesis de que el éxito mundial de Led Zeppelin obedecía
a un pacto mefistofélico entre los músicos y el demonio.
Por aquellos mismos años, una editorial inglesa (Jonathan Cape)
y otra norteamericana (Hill & Wang) decidieron publicar la versión
íntegra de las memorias de Crowley. La respuesta del público
fue buena, lo que puso en marcha una especie de renacimiento o exhumación
de quien, en vida, había sido apodado La Gran Bestia
o incluso El Hombre más Malvado del Mundo. Con el correr
del tiempo llegarían las ediciones de bolsillo y más alusiones
por parte de otros artistas de rock, como el caso del grupo Joy Division,
que tomó del Book of Thot de Crowley el primer verso de su canción
Transmission (1978).
A la reciente edición en CD de una antigua grabación en
cilindro de cera que recoge poemas y textos de Crowley leídos por
él mismo (The Great Beast Speaks) se agregaron en el último
decenio numerosas biografías, algunas poco menos que hagiográficas,
otras, por el contrario, demitificadoras, como la publicada en 1998 por
Roger Hutchinson. Pero la gran absolución, como señala Hutchinson
en su libro, probablemente haya sido la del Dictionary of National Biography
en 1993. Es tradición, desde los tiempos victorianos, que el D.N.B.
dé cuenta de las vidas de todos los ciudadanos británicos
más o menos destacados. Llegado el momento de una nueva edición
(el Dictionary se actualiza cada diez años), los responsables de
turno descubrieron numerosas omisiones y se ocuparon de publicar un suplemento
que rescató del olvido no únicamente a Aleister Crowley
sino también a la poetisa Sylvia Plath y al actor Charles Laughton,
entre otros.
Pero el artículo que el D.N.B. consagró a Crowley, de casi
mil palabras, lo cataloga simplemente como escritor. Poco
se informa acerca de sus experiencias con el sexo y las drogas; menos
aún sobre sus prácticas ligadas a lo que los ingleses llaman
magick, y ni hablar de sus tareas de propaganda a favor de Alemania durante
la Gran Guerra. Decir que Edward Alexander (Aleister) Crowley (1875-1947)
fue un escritor colorido, excéntrico, exuberante y deliberadamente
provocador no falta a la verdad; sin embargo, resulta insuficiente
como retrato del personaje.
Epater
les bourgeois
Edward Alexander Crowley nació en Leamington, Warwickshire,
el 12 de octubre de 1875. Su padre era un activo evangelista al que le
gustaba mucho la bebida; diez años antes de que naciera su hijo,
había mandado publicar un panfleto en el que explicaba las creencias
religiosas de los Plymouth Brethren (Hermanos de Plymouth), a quienes
adhería: sí a la tutela de la Biblia, no a los
catecismos y reglas.
Alick, como se apodaba al niño Crowley, creció en un ambiente
casi monástico. Los Brethren eran una secta, como los cuáqueros,
y Alick, un niño bastante regordete, acompañaba a su padre
cuando éste iba a predicar de pueblo en pueblo. Fue educado en
escuelas religiosas y obtuvo destacadas calificaciones en religión.
Pero en 1886, tras la muerte de su padre, Alick quedó al cuidado
del hermano de su madre, su tío Tom, quien resolvió sacarlo
del colegio y adjudicarle un tutor.
El tutor se llamaba Archibald Douglas, y estaba lejos de ser la persona
autoritaria y religiosa que el tío Tom creía haber contratado.
Douglas, un graduado de Oxford que tomó el trabajo porque necesitaba
dinero, desplegó ante el joven Crowley un mundo de carreras de
caballos, juegos de apuestas, billares y mujeres. Fue, en resumidas cuentas,
una de las personas más decisivas en su vida. Con él, escribió
Crowley, se acabó el mundo de pesadilla de la cristiandad.
Crowley tenía unos dieciséis años cuando su madre
lo invitó a pasar una vacaciones en Escocia y descubrió
el montañismo. No tardó en convertirse en un devoto, y en
1894 se trasladó a los Alpes austríacos con su querido tutor.
De regreso se inscribió en Cambridge, con el objetivo de estudiar
filosofía ética, y ante la nueva vida que avizoraba tomó
la decisión de cambiarse el nombre por el de Aleister, una versión
libre de Alaisder, es decir: Alexander en gaélico escocés.
Al montañismo enseguida sumó otras dos pasiones: el ajedrez
y la poesía. Siendo un adolescente había devorado el Paradise
Lost de Milton. Su primer biógrafo, John Symonds, enumera otras
lecturas importantes: The Arabian Nights de Richard Burton, clásicos
griegos y romanos, novelas rusas y francesas. Pero su ídolo en
los tiempos de Cambridge fue, según Hutchinson, Oscar Wilde. Aleister
Crowley llegó pronto a la conclusión de que su vocación
era la de épater le bourgeois, y hacia 1895 nadie en Inglaterra
había impactado a la burguesía más que Wilde,
afirma el biógrafo. Entonces, a la manera de su modelo, aun cuando
hasta entonces no había mantenido más que relaciones heterosexuales,
Crowley decidió tener una primera experiencia homosexual con un
hombre diez años mayor.
En 1898 publicó su primer libro de poesía: Aceldama, A Place
to Bury Strangers In. Creía que estos versos, llenos de imágenes
sangrientas, alarmarían a las autoridades de Cambridge de la misma
manera que, en 1811, un texto del joven poeta Shelley, The Necessity of
Atheism, había provocado su expulsión de Oxford. Pero nada
ocurrió. De modo que Crowley mandó imprimir de prisa otro
libro, una colección de poemas pornográficos titulada White
Satin, y abandonó motu proprio la universidad, como Byron,
Shelley, Swinburne y Tennyson. El libro puede entenderse como la
crónica de un poeta que desciende a un universo de necrofilia,
bestialidad y muerte. Si Crowley podía darse el lujo de autopublicar
estas obras era porque, al cumplir los 21 años, había sido
autorizado a recibir la herencia de su padre.
Perdurabo
Estamos ahora en 1899 o 1900. Cuenta la leyenda que Aleister Crowley,
de vacaciones en Suecia, se despierta agitado en medio de una noche: ha
descubierto que tiene poderes mágicos. Pronto les revela la noticia
a sus dos grandes amigos de la época, el montañista Oscar
Eckenstein y su ex compañero de estudios Gerald Kelly. Al primero
no le interesa semejante basura; a Kelly sí, pero nada
sucede cuando se pone a invocar espíritus. Así que Crowley
sigue a solas con sus experimentos, bajo la tutela de libros como The
Book of Black Magic and of Pacts de Edward Waite, The Kabbalah Unveiled
de S. L. Mathers y The Cloud upon the Sanctuary de Von Eckhartshausen.
Su curiosidad y la amistad que traba con algunos químicos interesados
en la alquimia (Julian Baker y George Cecil Jones) lo llevan a ingresar
en la orden hermética The Golden Dawn, que encabeza S. L. Mathers,
el mismo autor del libro sobre la cábala. Por la fraternidad en
cierto aspecto heredera de la Sociedad Teosófica fundada por Mme.
Blavatsky han pasado algunos miembros prestigiosos como el escritor
galés Arthur Machen (su verdadero nombre era Arthur Llewelly Jones)
y el poeta William Butler Yeats.
No bien es admitido en las filas de The Golden Dawn bajo el nombre de
Frater Perdurabo, Crowley conoce a Yeats (cuyo alias allí es Demon
Est Deus Inversus) y le hace entrega de una obra teatral que acaba de
escribir: Jephthanah. Según testimonio del propio Crowley, después
de una lectura apresurada, el poeta irlandés apenas consiguió
murmurar unos pocos elogios de compromiso. El problema, siempre
según Crowely, era que a Yeats le había hecho daño
advertir su inferioridad.
Años más tarde, cuando la fraternidad se divida, Yeats será
uno de los grandes enemigos de Crowley, que en medio del cisma permanecerá
fiel a Mathers. En una carta dirigida a un amigo, Yeats comentará
que Crowley ha estado haciendo imágenes de cera de todos
nosotros y clavando alfileres en ellas. A partir de allí
se referirá a él lisa y llanamente como el loco
o ese hombre loco.
En la cima
Aleister Crowley mintió y exageró sin cesar durante
su vida, escribe Hutchinson en el libro The Beast Demystified. Pero
una cosa es cierta: en abril de 1902, Crowley formó parte, a instancias
de Oscar Eckenstein, de una expedición pionera y valerosa al segundo
pico más alto del mundo después de su vecino Everest: el
monte K-2 de la India, con 8611 metros de altura. La expedición
liderada por Eckenstein y Crowley fue el primer intento serio de hacer
cumbre en un pico hasta allí considerado como virtualmente inalcanzable.
Aún hoy se debate cuán alto llegaron Crowley y su equipo.
En los anales del montañismo se les acreditaron 6600 metros. Ellos
reclamaron 6705. Más allá de la polémica, la marca
fue una absoluta hazaña: recién fue superada en 1938.
De las altas cumbres Crowley viajó a París, donde descubrió
que Gerald Kelly había trabado amistad con un joven escritor inglés,
todavía principiante, llamado William Somerset Maugham. En París
también frecuentó a Marcel Schwob y al escultor Auguste
Rodin, en cuyo estudio se cuenta que llegó a trabajar fugazmente.
Maugham ambicionaba ser un hombre de letras, y su incapacidad era
tan obvia que, me temo, todos éramos muy crueles con él,
escribió Crowley años después de que Maugham publicara
en 1908 su segunda novela (The Magician) y lo colocase como uno de los
personajes centrales, rebautizándolo Oliver Haddo. Aunque Crowley
siempre declaró odiar esta novela, se sabe que poco después
de su publicación le confesó a Maugham: Casi deseo
que fueras un escritor importante.
En agosto de 1903 se casó con la hermana de su amigo Kelly, una
joven viuda llamada Rose. Viajaron de luna de miel a Francia, Ceilán
y Egipto. Cuentan los adeptos a Crowley que Rose (alguien que nunca había
manifestado conocimientos de ocultismo, ni interés alguno por la
magia negra) empezó a sufrir estados de trance en El
Cairo y a insistirle a su marido que el dios Horus estaba tratando
de entablar contacto con él. Para comprobar si su mujer hablaba
en serio, Crowley la condujo a un importante museo egipcio y le pidió
que le señalara a Horus. La leyenda afirma que Rose lo guió
hasta un monumento funerario de madera, ilustrado con escenas mitológicas
y varios jeroglíficos; que a Aleister le impresionó que
el objeto, hoy conocido como la estela de la revelación,
llevase el número 666 en el índice de piezas del museo,
y que los días venideros una oscura presencia le dictó a
Crowley un texto sagrado.
El episodio terminó con el anuncio del nacimiento de una nueva
religión, regida por ese texto (el Liber Legis, o Libro de
las Leyes) y liderada por un nuevo profeta: Aleister Crowley, quién
otro. Escribe Hutchinson: En comparación con otros textos
del mundo de la religión, se trata de un libro corto y establece
una ley simple, la ley de Thelema.
Thelema quiere decir voluntad en griego, sobre todo en el
griego del Nuevo Testamento, pero es más probable que Crowley prestara
atención a esa palabra luego de haber leído la novela Gargantúa
(1535), en cuyos últimos siete capítulos Rabelais narra
lo ocurrido en torno a cierta Abadía de Thélème cuyo
lema es Fais ce que voudras (Hacé lo que quieras).
Una verdadera anti-abadía, como afirma Gérard
Defaux en una edición crítica de la obra.
Tras la publicación del Liber Legis y de un diccionario cabalístico
titulado Liber 777, Crowley tuvo una hija que falleció a los dos
años y se separó de Rose para volcarse a una vida sexualmente
muy activa. Acto seguido fundó una revista llamada The Equinox
(dedicada a promocionarlo y a anunciar la alborada de la Crowleyan
Age) y se colocó al mando de una nueva orden: A.A..
A raíz de un artículo sobre The Golden Dawn publicado en
el segundo número de The Equinox, Crowley tuvo que concurrir a
tribunales, acusado por el mismísimo cabalista S. L. Mathers de
haber divulgado la intimidad de una sociedad secreta y clandestina. La
prensa se ocupó del caso con grandes titulares: Secretos
de una sociedad mística, Ritual rosacruz será
revelado. La revista John Bull (que con el tiempo emprendería
una auténtica cruzada contra Crowley) lo felicitó en un
texto irónico por el fallo favorable del juicio, y varios periodistas
se encargaron de cubrir días más tarde Los ritos de
Eleusis, un evento organizado por Crowley y su nueva pareja, la
violinista australiana Leila Waddell. Los cronistas y policías
presentes acaso esperaban asistir a actos de espiritismo o brujería
en escena; en cambio debieron soportar un espectáculo de música
y poesía que incluyó a Crowley recitando obras de Swinburne.
Equinoccio
Enfermo de bronquitis, Crowley empezó a consumir opio en 1913,
el mismo año en que dejó de editar The Equinox. Meses más
tarde Gran Bretaña le declaró la guerra a Alemania, entrando
en lo que posteriormente se llamaría Primera Guerra Mundial, y
Crowley partió en barco a los Estados Unidos.
A diferencia del patriota Somerset Maugham, o de su cada vez menos amigo
Gerald Kelly, Crowley hizo propaganda pro-alemana durante la guerra. Fue
contratado por un alemán residente en Nueva York, George Sylvester
Viereck, y acabó dirigiendo sucesivamente las revistas The Fatherland
y The International. También encontró tiempo para organizar
un falso acto, encabezado por falsos independentistas irlandeses, que
llegó a ser recogido en julio de 1915 por el New York Times. Y
para ponerse en contacto con un grupo gnóstico llamado O.T.O. (Ordo
Templis Orientis), encabezado por cierto Theodor Reuss, que lo nombró
a cargo de la filial británica y le encargó la escritura
de un rito que Crowley bautizó La Misa Gnóstica.
La dificultad que encontraron los contemporáneos que intentaron
descifrar su comportamiento entre 1914 y 1917 afirma Hutchinson
es que todos ellos lo tomaron en serio, mientras que Aleister no se tomaba
nunca nada en serio, excepción hecha de su destino personal.
Crowley podía representar a un mismo tiempo sus múltiples
papeles: el patriota irlandés, el pro-alemán, el doble agente
británico, etcétera. Y para colmo los representaba con una
convicción furibunda, como puede leerse en una columna que escribiera
para The Fatherland: Inglaterra debe ser dividida entre los poderes
continentales. Debe ser una mera provincia, o peor aún, una colonia
de sus naciones vecinas, Francia y Alemania. Por mucho menos otros
ingleses habían sido fusilados.
Pese a estas arengas, al terminar la guerra Crowley pudo regresar sano
y salvo a su país. ¿Quién lo ayudó? ¿Quién
salvó su pellejo? En su biografía, Hutchinson calcula que
Gerald Kelly, involucrado todo ese tiempo en tareas de inteligencia naval,
tiene que haber sido el salvador de Crowley. Un salvador clemente, no
cómplice; un salvador convencido de que su viejo amigo era víctima
de una aguda esquizofrenia.
Muchos afirman que Crowley, con los años, fue volviéndose
más democrático. Prueba de esto sería que en 1937
la Left Review llevó a cabo una encuesta entre intelectuales británicos
preguntándoles de qué lado estaban en la Guerra Civil Española,
y el ex propagandista alemán votó en contra de Franco y
por los republicanos. Otra prueba sería que, al estallar la Segunda
Guerra Mundial, Crowley mandó a imprimir un panfleto titulado Thumbs
Up! (Pulgares arriba) que empezaba diciendo: Inglaterra,
Inglaterra, ponte de pie. Ilustraba la portada del panfleto el dibujo
inconfundible de un pene y dos testículos.
La Abadía de Thelema
Alrededor de 1920, Crowley empezó a consumir heroína
por prescripción médica. La experiencia, sumada a sus tanteos
de décadas atrás con el opio y el hashish, ha quedado reflejada
en su novela Diary of a Drug Fiend, publicada por Collins a finales de
1922.
Como la heroína era ilegal en Gran Bretaña y muy difícil
de obtener por aquellos tiempos, Crowley decidió mudarse a otro
país. La idea del viaje fue engrandeciéndose, hasta desembocar
en el proyecto de fundación de una suerte de comunidad utópica,
arquetipo de una nueva sociedad, tal como proclamaba en su
Liber Legis. La Abadía de Thelema acabó siendo establecida
en la costa norte de Sicilia, en un promontorio muy cercano al pueblo
de Cefalu. Sicilia era barata, confortable y bastante tolerante
en comparación con otros sitios de Europa, informa Hutchinson.
Puede que Crowley quisiera paz y tranquilidad en Italia, pero el final
de la historia fue escandaloso. El edificio (una casa de cinco habitaciones)
estaba lleno de dibujos cabalísticos y carecía de condiciones
sanitarias: nadie limpiaba, nadie barría, no existía el
agua corriente. El líder de la comunidad, Master Therion, otro
de los tantos alias de Crowley, curaba sus trastornos bronquiales con
una mezcla de heroína, opio, cocaína, éter, morfina,
vino, brandy y hashish.
Las orgías de Aleister Crowley en Sicilia, tituló
el diario Sunday Express cuando algunos invitados a la Abadía regresaron
y narraron la estadía. A los tres meses, el mismo diario volvió
a la carga con Nuevas revelaciones siniestras: un hombre llamado
Raoul Loveday había muerto en Thelema. Aunque Aleister Crowley
no fue responsable de la muerte de Loveday, según estima Hutchinson,
la prensa británica no se mostró dispuesta a concederle
el beneficio de la duda.
Si algo terminó con la Abadía no fue la implacable campaña
de prensa sino la política de Benito Mussolini, recién llegado
al poder en Italia. Las actividades de Aleister preocuparon a las
autoridades italianas, dice Hutchinson en su biografía, para
luego recordar el combate del joven Mussolini contra todo tipo de sociedades
secretas. La misma represión que, entre 1922 y 1923, llegó
casi a destrozar la Mafia en Italia, también se ocupó del
mundo del ocultismo. Los Grandes Maestros de varios grupos herméticos
fueron prohibidos, expulsados o condenados a exilios internos.
Crowley intentó volver a fundar la Abadía en Túnez,
pero su momento de gloria había pasado. Lo que sobrevino
fue un lento y anunciado eclipse. Expulsado de Francia en 1929 por tenencia
y consumo de narcóticos (mi caso es otro caso Dreyfus,
llegó a exclamar el imputado), concluyó una vastísima
autobiografía, dio a publicar su segunda novela Moonchild, que
llegó a ser tildada de curiosa por el Times Literary
Supplement y mantuvo por los menos otras dos relaciones amorosas importantes:
con una alemana de 19 años llamada Hanni Jaeger y con la nicaragüense
María Teresa Ferrari de Miramar, con quien llegó a estar
casado doce meses.
Cuando John Symonds fue a su encuentro, interesado en escribir la que
sería la primera biografía de Crowley, se encontró
con un hombre que lucía bastante exhausto y que no
contaba con amigos. Prueba de esta soledad es el hecho de que el joven
Symonds, a quien Crowley no llegó a tratar siquiera un año,
fue nombrado albacea tras su muerte, el 1º de diciembre de 1947.
La enfermera que atendió a Aleister Crowley en sus horas finales
divulgó que sus últimas frases fueron: A veces me
odio a mí mismo. Tal vez ocurriese, como sugiere Hutchinson,
que ya no quedaba nadie dispuesto a odiar a esa Bestia jubilada, con aspecto
de abuelo inofensivo. En tiempos de Hitler, el título de Hombre
más Malvado del Mundo le quedaba indiscutiblemente holgado.
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