Help! En su momento, unas cuantas biografías salieron a desmentir la placidez hogareña de los Lennon. Pero ahora Robert Rosen publica una versión casi de primera mano en Nowhere Man, donde vuelca todo lo que leyó en los diarios íntimos de Lennon antes de que Yoko Ono los ocultara para siempre. Al parecer, la vida post Beatles fue peor de lo que se sabía: un Lennon al borde del suicidio pasaba dieciséis horas por día con los ojos cerrados, fumando porro, hablando de Jesucristo, soñando con Elvis, masturbándose con mujeres que no eran la suya, con un temor reverencial a los poderes paranormales de Yoko, esperando que alguien lo sacara de ahí. Por RODRIGO FRESAN Hay vidas que se niegan a quedarse quietas y que, por eso, complican la vida de quien tiene que contarlas. Hay personas que siempre salen fuera de foco en fotos movidas. Hay historias que nunca dejan de escribirse y hay muertos que nunca se enfrían y que, sí, hablan. Hay música que nunca deja de parecer nueva por más que hayan pasado tantos años. Hubo, hay, habrá alguien llamado John Lennon que es un hombre de ninguna parte a la vez que un ciudadano de todo el universo. John Lennon como uno de los posterman más eficaces a la hora de decorar la pared de tu inconsciente colectivo, donde cada vez hay menos lugar al fondo. Se puede dar una nueva mano de pintura y cambiar la foto de la chica en la mesita de luz, pero el poster permanece desde hace casi cuarenta años y todo parece indicar que tiene para un rato largo. La inmortalidad de John Lennon ya era un hecho durante su vida y su muerte (el primer magnicidio rock en un territorio de suicidas accidentales y no tanto) acabó de elevarlo al vértigo de alturas que sólo conocen los santos. Aun así a veces pasa toda luminosa celebración apenas esconde la sombra de una condena. Los gritos yeah, yeah, yeah nunca alcanzaron a esconder del todo los susurros de un secreto. Y así, John Lennon se sigue negando a descansar en paz y, con los años, siempre aparece alguien dispuesto a contar su nueva versión de la misma historia de siempre porque son -somos cada vez más los que queremos oír los versos perdidos de esa canción, los días escondidos de esa vida donde todo lo que necesitabas era amor, pero todo el dinero del mundo no alcanzó para comprarlo.
IN MY LIFE Pensar en el recién aparecido libro de Robert Rosen Nowhere Man: The Final Days of John Lennon como otro clavo en un ataúd que se niega a ser enterrado. Leerlo con precaución del mismo modo que en su momento en 1984 se leyó con morbosa incredulidad The Lives of John Lennon, biografía feroz de Albert Goldman donde se nos contaba que nuestro idolatrado héroe de la clase trabajadora era un psicópata con tendencias mesiánicas prisionero de una japonesa loca obsesionada por el dinero y por un amante que después de décadas como viuda profesional todavía hoy mantiene, dicen, mientras el alguna vez beatle pasaba el día dedicado a la contemplación de la nada, se cagaba encima, le rompía el brazo a un amiguito de su hijo sin darse cuenta y les pagaba a sus padres un millón de dólares para que no dijeran nada. No fue fácil y no fue fácil para Goldman, quien ya había realizado el mismo proceso de desmitificación con Elvis, mito nacional cayó en desgracia luego de sus revelaciones sobre el mito mundial beatle, sufrió la persecución casi macarthysta de la revista Rolling Stone y cayó en el más profundo descrédito por más que todos y cada uno de los testimonios de su libro aparecían perfectamente respaldados por nombres y apellidos. Antes de Goldman las vidas de Lennon ya eran muchas, pero eran más o menos la misma. La Versión Canónica: Lennon como el genio absoluto de una banda y el primero en comprender que cada uno debe seguir su camino para poder seguir creciendo, con Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr como los malos de la película que se niegan a aceptar a Yoko Ono. La Versión Politizada: Lennon como líder revolucionario de las masas, con Paul McCartney como burguesito feliz y satisfecho, George Harrison como místico orientaloide y Ringo Starr como payasito cinematográfico. La Versión Freudiana: Lennon como ser sufriente que nunca se repone del abandono de su padre ni de las muertes de su madre y de su amigo Stuart Sutcliffe; Lennon como artista obsesionado por la gordura de Elvis y el genio inasible de Bob Dylan; Lennon como un generador de escándalos (Los Beatles son más grandes que Cristo) y profeta ácido responsable de hacer que rock y vanguardia sean una misma cosa; Lennon como amante del amor y publicista de su cama y de su japonesa. La Versión Química y Psicodélica: Lennon como adicto compulsivo; heroína o Maharishi o Grito Primal o LSD o Yoko, es lo mismo. La VersiónVerité: Lennon como beatle crítico compositor de canciones sobre el horror de ser beatle Help!, Im a Loser, la resignación de ser beatle -Im Only Sleeping, Im So Tired, Across the Universe, She Said, She Said, Tomorrow Never Knows y la angustiante felicidad de ya no ser beatle: todo el álbum John Lennon Plastic Ono Band. La Versión Dimensión Desconocida: Lennon como el que convoca a una reunión de urgencia para comunicarle a sus compañeros de grupo que Yo soy Cristo; Lennon como profeta con poderes adivinatorios que le permitieron, incluso, predecir su propia muerte y martirologio el mismo día de su asesinato en una cinta que Jack Douglas productor de Double Fantasy grabó y borró al enterarse horas más tarde de que un tal Mark David Chapman había decidido vaciar su revólver frente a la puerta de un edificio llamado Dakota. En todas estas versiones, Lennon terminaba igual: volvía a ser padre y descubría los placeres de la vida familiar, regresaba a los estudios luego de cinco años sin grabar, moría por nuestros pecados a manos de un psicópata que como tantos otros quería ser John Lennon, pero no sabía cómo conseguirlo. Después, enseguida, John Lennon subía a los cielos a sentarse a la derecha de Elvis Presley. A DAY IN THE LIFE Varios días en la vida de John Lennon. Días oscuros como noches. De eso trata Nowhere Man, el libro de Rosen. De eso se trataban, también, Dakota Days de John Reed tarotista de Lennon durante los últimos años de su vida y Loving John de May Pang, novia de John Lennon durante su largo fin de semana perdido a mediados de los 70, lejos de Yoko Ono en Los Angeles y cerca de juerguistas etílicos como Harry Nilsson y Keith Moon. Memorias de empleados y amantes. La diferencia atendible está en que lo que se cuenta en Nowhere Man está supuestamente contado por el propio Lennon a partir de entradas y salidas de sus diarios privados. Los Expedientes L. Supuestamente, digo, porque la historia de Nowhere Man tiene lo suyo y es definitivamente lennoniana en su ritmo demencial parecido al de aquellas películas de los cuatro de Liverpool dirigidas por Richard Lester. Veamos, oigamos: Robert Rosen es un periodista neoyorquino de buen nombre, estudiante con Joseph Catch-22 Heller y ganador de un pequeño pero reputado premio de poesía. Robert Rosen conoció a Fred Seaman en 1979. Seaman era uno de los empleados de confianza de los Lennon. Asistente personal de John, quien ya en su primer día de trabajo le propuso que trabajaran juntos en un libro. Seaman, también, conducía y chocaba el Mercedes-Benz del ex beatle y se encargaba de ir a comprarle droga. Seaman le dijo a Rosen que Lennon era un tipo completamente disfuncional que se pasaba todo el día hablando sobre Jesucristo. Seaman acompañó a Lennon a Bermuda en junio de 1980 y allí le pidió, apostólicamente, que si algo llegara a ocurrirme, tú serás el encargado de contar la verdad. La verdad aparecía anotada en las muchas páginas de varios cuadernos marca The New Yorker. Seaman los leyó sin poder creer lo que allí se contaba. El día del asesinato de Lennon, Seaman entregó los diarios a Rosen quien, también, los leyó horrorizado y fascinado. Tardó más de cinco meses en leerlos, decodificarlos, transcribirlos. Aprovechando un viaje de Rosen a Jamaica, Seaman entró en su departamento, recuperó los diarios y se los entregó a Yoko Ono como ofrenda de paz de un discípulo arrepentido por haber traicionado el mito de su mesías. Rosen decidió luego de pasar dieciséis horas al día leyendo a Lennon escribir de memoria todo lo que recordaba. Recordaba mucho. Rosen -convencido de que tenía en sus manos y su cabeza lo más parecido a un Rock Watergate fue a ofrecerle el material a Jan Wenner, director de Rolling Stone y autor de Lennon Remembers, legendaria entrevista con el reciente ex beatle durante la grabación de John Lennon Plastic Ono Band. Wenner le advirtió a Rosen que lo único que podía hacer para salvar mi karma era contarle todo a Yoko. Rosen no se lo contó, Wenner sí y unamañana los guardaespaldas de la japonesa abordaron a Rosen y le dijeron que su patrona quería hablarle. Yoko ofreció dinero, Rosen aceptó y Seaman terminó en la cárcel acusado de robo. No es una linda historia y, ahora, los motivos de Rosen para publicar Nowhere Man no son, digamos, encomiables. Yoko Ono tiene los originales, Seaman por cuestiones legales se ve obligado a precisar una y otra vez, todas las veces que sean necesarias, que su libro no son los diarios de John Lennon sino mis recuerdos de la lectura de los diarios de Lennon como mapa de carreteras para llegar a la verdad. Así son las cosas. Tómenlo o déjenlo. Ya lo dije antes: no es una linda historia. COME TOGETHER Los años han ido poniendo las cosas en su lugar. Los Beatles siguen siendo los más grandes, pero Lennon ya no es el indiscutido más grande de los Beatles. La objetiva y verosímil autobiografía de Paul McCartney Many Years from Now y especialmente Revolution in the Head: The Beatless Records and the Sixties de Ian MacDonald probablemente el mejor beatle-book jamás escrito han probado con amplia evidencia que McCartney fue el auténtico vanguardista sónico e impulsor de la banda durante los años en que Lennon se limitaba a ingerir ácido lisérgico como si se tratara de caramelos Sugus y, de tanto en tanto, componer odas magistrales sobre el viaje sin moverse tituladas Day Tripper, Im the Walrus, Strawberry Fields Forever hasta encontrarse con Yoko Ono, descubrir la heroína y provocar la crisis luego de que los Beatles hubieran inventado todo lo que había para inventar que determinó la última de las invenciones posibles, el postrero gesto artístico original y tantas veces imitado desde entonces: la separación de un grupo de rock como una de las bellas artes. Por el camino, varios paisajes dignos de ser contemplados: la Armonía McCartney en contraposición con el Caos Lennon, violines versus feedback, Ying contra Yang y el cenit artístico a deux en una canción titulada A Day in the Life. Después, Lennon se convierte en una especie de hombre-performance que se mete adentro de camas y adentro de bolsas, se fotografía desnudo con su nueva novia para la tapa de un disco de ruidos, filma su propio pene, canta The Ballad of John and Yoko y, para cuando se sube a los techos de Abbey Road para volver a cantar con ganas junto a sus amigos, ya es demasiado tarde para volver a la caverna. The End. Lennon graba John Lennon Plastic Ono Band (álbum basado en las enseñanzas gritonas de Arthur Janov que se adelanta al punk y que inaugura el concepto de rock-confesional y solipsista con canciones como God, Look at Me, I Found Out y Mother); ofrece a la humanidad el tan bonito como sospechoso himno Imagine donde un multimillonario canta aquello de Imagínate si no hubiera propiedades y varios jingles pacifistas en los que se consagra como salvador del planeta para no tener que salvarse a sí mismo; se escapa de casa en 1973 y escupe Walls and Bridges (otra maltrecha obra maestra de la autoflagelación) y vuelve a Onolandia con la cola entre las patas. Enseguida, Yoko Ono se queda embarazada, nace Sean y Lennon desaparece según la versión oficial para ejercer de padre perfecto. 1975-1980 son los años perdidos o casi en la vida de Lennon. Watching the Wheels la mejor y más reveladora canción de su álbum retorno en 1980 habla sobre esta decisión privada y la mirada desaprobadora de los de afuera. La gente me dice que estoy loco por hacer lo que estoy haciendo, cantaba Lennon al principio de la canción. Según lo que leyó Rosen y cuenta Rosen, la gente tenía razón. Lennon era Jekyll y Hyde al mismo tiempo. Lennon era el más sobrio de los borrachos. Lennon estaba loco.
WATCHING
THE WHEELS Hay dos maneras de desaparecer, de querer estar solo.
El ordenado y lúcido modo en que desapareció Greta Garbo
o el alucinado y apocalíptico modo en que desapareció
Howard Hughes. Según Rosen en NowhereMan, la desaparición
de Lennon tuvo más que ver con la del millonario que con la de
la actriz. DREAM Nº 9 Para 1978, Lennon ya estaba cansado de no estar cansado, de no hacer nada. Del éxito de un show musical en Broadway llamado Beatlemania: Beatles falsos llenando todas las noches un teatro cantando las canciones de un grupo que ya no existe. Una noche, Mick Jagger y David Bowie pasan a buscarlo. Van al Madison Square a ver a Led Zeppelin. A Lennon no le gusta. Allí se encuentran con la modelo, Chica Playboy y mega-grupie Bebe Buell (madre de la actriz Liv Tyler) y a Lennon le gusta, pero no sabe cómo decirle que quiere acostarse con ella. Jagger se le adelanta. Bowie lo convida a Lennon con una línea de algo blanco. Lennon no pregunta qué es, aspira hondo, se desmaya. La noche siguiente, Bowie y Jagger vuelven a llamarlo para ir a Harlem. Lennon les dice que están locos y se queda en casa viendo A Hard Days Night por televisión. La realidad es una mierda. Nada mejor entonces que el Dream Power. La programación de sueños a voluntad, una forma de auto-hipnosis. Lennon es un maestro en esta disciplina. Se fuma un porro de proporciones considerables, se acuesta, se relaja y se concentra en aquello en lo que quiere soñar mientras cuenta del 10 al 0. Por lo general son mujeres. Hacer el amor con mujeres que nosean Yoko. Actrices. Le entusiasma especialmente una artista asiática. Y May Pang, su bestia-sexual. A veces, los sueños se ponen raros. El segundo y tercer sueño no tienen casi nunca nada que ver con el primero y así, sin quererlo, se descubre flotando sobre el Liverpool de su infancia o, lo más extraño de todo, haciendo el amor con George Harrison. El día anterior había convocado a un médico para que le hiciera un examen de próstata. ¿Habrá sido el que le metieran un dedo en el culo el desencadenante de ese sueño?, se pregunta Lennon. Así Dream Power y Power to the People, Lennon pasa dieciséis horas al día con los ojos cerrados. Empieza a preocuparse. ¿Habrá algo peor que ser un adicto a los sueños? Yoko Ono le propone que lleve un diario de sueños. No es un buen consejo: cuando Lennon no está soñando, está escribiendo sobre sus sueños. La realidad está en otra parte, lejos. Lennon vive en Strawberry Fields donde nada es real y no hay nada por qué preocuparse. Strawberry Fields Forever. Otro día/noche, Lennon sueña con Elvis Presley. Hay una fiesta en la cocina del Dakota. La mesa desborda de hors doeuvres. Lennon y Presley son los dos únicos famosos, pero nadie les lleva el apunte. Lennon intenta acercarse a Presley para conversar, pero la gente se lo impide. Entonces Presley le hace una seña para que lo siga. Entran al cuarto de Lennon. Presley se sienta en la cama y Lennon enciende el televisor. Miran la pantalla sin hablar. No tienen nada que decirse. Lloran. THE BALLAD OF JOHN AND YOKO Lennon y Ono en privado poco y nada tienen que ver con el John y la Yoko públicos. De acuerdo, están convencidos de ser las respectivas reencarnaciones de los poetas victorianos Robert Browning y Elizabeth Barrett Browning; pero poco y nada tiene que ver su intimidad con esas constantes fotos desnudos y amorosos que se harán a lo largo de los años hasta casi el mismo día del asesinato de Lennon. Lennon y Ono no hacen el amor. Lennon se la pasa masturbándose. Demasiadas veces al día. A Ono ya no le interesa el sexo y a Lennon le interesa demasiado. Siempre. Para Lennon, La Palabra nunca fue Love sino Sex. Así, las giras de los Beatles según propia descripción de Lennon como algo muy parecido al Satiricón de Fellini. Así, páginas y páginas de los diarios dedicadas a realidades sexuales y a fantasías fornicadoras. El recuerdo de una noche en el Hamburgo de su prehistoria cuando Lennon hizo el amor en el backstage con una alemana que no le dijo que tenía la regla y, después del orgasmo, Lennon aullando el espanto de pensar que había sido castrado; el presente inmediato de una prostituta de Cape Town llamada Louise que le hace una paja inolvidable. De ahí la escapada de Lennon con May Pang, relación recreativa aprobada por la misma Ono, a quien el sexo dejó de interesarle por completo (al menos con Lennon) luego del nacimiento de Sean. No alcanza con el Dream Power y Lennon vuelve a encontrarse con May Pang a escondidas. Le pide prestada su cama de hospital a un amigo que se está tratando con quimioterapia. Ahí hacen el amor por última vez. Lennon no puede soportar la culpa y la paranoia. Yoko está en todas partes y lo sabe todo, dice. Empieza a contratar masajistas a domicilio. A Ono no le importa. Shiatsu hard-core. Otra adicción. Mientras tanto, Ono se dedica a convertirse en sacerdotisa y hechicera. Viaja a Colombia para aprender de Lena, bruja a la que le paga 60 mil dólares para que le enseñe a maldecir personas. Lennon y Ono viajan a El Cairo en junio de 1979 y pasan una noche adentro de la Gran Pirámide. De regreso reciben una y otra vez la visita de Charlie El Oráculo Swan. Largas sesiones de tarot. Lennon saca una y otra vez el naipe de La Muerte. Swan le dice que no se preocupe, que esa carta significa renacimiento, que 1980 va a ser un año definitorio en su vida. Sí, claro. Ja, ja, ja, dice Rosen que escribe Lennon en su diario. HAPPINESS
IS A WARM GUN Bajo la luz y la sombra de la lectura de los diarios
de Lennon según el recuerdo de Rosen, la cantidad
de elementos proféticos que manejaba el autor en cuanto a su
casi inmediata muerte puede interpretarse de dos maneras. TOMORROW
NEVER KNOWS Mañana nunca se sabe. Lo que sí se sabe
es que la historia de los Beatles y la de Lennon sigue avanzando
y se sigue escribiendo con la inapelable determinación de uno
de esos satélites enviados a las profundidades del espacio en
busca de pruebas irrefutables de vida inteligente en otros planetas.
No estoy seguro de que parte de la música que el Voyager lleva
en sus tripas sea de los Beatles, pero deberíaserlo. Mientras
tanto, en este planeta, la leyenda continúa: el proyecto Anthology
con la invocación ectoplasmática de Lennon en las
delicadas y ligeras Free as a Bird y Real Love
fue un acontecimiento universal; alguien proyecta una película
sobre la vida de Linda McCartney, mientras que se está por estrenar
una película con actores sobre los encuentros de
John y Paul durante los 70 dirigida por Michael Lindsay-Hogg,
responsable de Let It Be, aquel terrible documental; George Harrison
casi es asesinado por otro fan perturbado; Ringo Starr continúa
dando vueltas por el mundo cantando With a Little Help from my
Friends; Paul McCartney lanzó un poderoso álbum
de oldies titulado Run, Devil, Run, se enamoró de una modelo
a la que le falta una pierna y continúa empeñado en componer
música sinfónica; se reestrenó Yellow Submarine
y el ayuntamiento de Liverpool finalmente permitió que se colocaran
carteles en las entradas a la ciudad dando la bienvenida al Hogar
de los Beatles; Revolver (no Sgt. Peppers) acaba de ser
elegido por una encuesta del prestigioso mensuario Q como el más
grande álbum de todos los tiempos y John Lennon como el artista
rock más importante del siglo. Paul McCartney quedó segundo.
Para el próximo octubre se anuncia la salida de un lujoso libro
titulado otra vez The Beatles Anthology, donde por primera
vez serán los miembros del grupo quienes cuenten la historia
del milagro, la agonía y el éxtasis. Yoko Ono por
supuesto será la encargada de editar el cuarto que le corresponde
a Lennon y, cabe suponerlo, nada del contenido de los diarios de su
difunto esposo la Piedra Rosetta para entender de una buena vez
por todas el idioma lennonés encontrará lugar ahí
adentro. Pensar en los diarios de Lennon como ese trineo llamado Rosebud
ardiendo en los últimos fotogramas de Citizen Kane: la explicación
más sencilla al enigma más complejo. O viceversa. |