CINE Un ciclo de Rosa von Praunheim en el Goethe
Rosa
de lejos
El
camp y la moral se cruzan con efectos tan imprevisibles como rotundos
en la obra del alemán Rosa von Praunheim, cuya consigna
es poner nervioso a su público, en su cine y en sus declaraciones.
Los ocho films que se exhibirán en la Argentina son una buena
muestra del coraje cívico con que cuestiona el mercado
de la homosexualidad.
POR
DANIEL LINK
En algún
sentido, las películas de Rosa von Praunheim nos llegan demasiado
tarde como para que podamos disfrutar de su originalidad, y demasiado
pronto para poder evaluar su coraje cívico. Rosa von Praunheim
nació en 1942 en Riga bajo el nombre Holger Bernhard Bruno Mischwitzky.
El nombre artístico que adoptó es una referencia al triángulo
rosa que los homosexuales estaban obligados a llevar en los campos de
concentración nazis. A partir de 1964, el joven cineasta trabajó
con Werner Schröter; su labor conjunta consistió en poner
en jaque a los sectores más tradicionales de la cultura alemana.
Pero, mientras los films de Schröter se afianzaban en una progresiva
estetización, los de Praunheim fueron convirtiéndose explícitamente
en estrategias de lucha contra la discriminación sexual: No
busco que el público pase un buen rato. Pretendo ponerlo nervioso,
puntualizó alguna vez. Von Praunheim dirigió más
de cincuenta películas, ocho de las cuales se presentan ahora
en Buenos Aires por primera vez (ver recuadro). En una entrevista reciente,
le preguntaron si, ante la constatación de que en el año
2002 cumplirá sesenta años, le daba miedo envejecer. El
director se quedó pensando y finalmente citó a la actriz
Bette Davis: Envejecer no es para cobardes.
SER
Y TIEMPO
Si las películas de Von Praunheim son doblemente anacrónicas
es porque plantean una relación entre la estética camp
(en el sentido en que Susan Sontag definió para siempre la sensibilidad
camp: homosexual, irónica, siempre en doble registro, ácrata,
estetizante, obsesionada por los materiales bajos de la
cultura) y una cierta moral, relación más que complicada.
No es perverso ser homosexual, perverso es el contexto (1970) o ¿Puedo
ser tu salchichón, por favor? (1999), por citar sólo dos
films que se ubican en los extremos temporales de esta retrospectiva
de Von Praunheim, convocan ya desde sus mismos títulos a la moral
y a la sensibilidad camp. Esa tensión (que podría haber
sido muy interesante en la década del 70) es el primer síntoma
de la incomodidad que Von Praunheim pretende suscitar en sus audiencias.
Porque si, en su origen, el camp es refractario a toda forma de moral
que no sea la de la estetización (Divine como arte en las películas
de John Waters), después de Almodóvar y el Oscar a Carne
trémula, el camp es sólo una máquina de hacer dinero
(es decir: otra ausencia de moral).
Las dos películas mencionadas fueron producidas para la televisión
pública alemana y, naturalmente, las rodeó el escándalo.
Cuando en 1973 la ARD emitió No es perverso ser homosexual...,
las repetidoras de Baviera se negaron a poner la película en
el aire. La película narra, a partir de una serie de motivos
arquetípicos, la iniciación de un joven homosexual de
provincias en las delicias y el horror de la vida gay urbana. Von Praunheim,
como Pasolini y a diferencia de Fassbinder gusta de trabajar
con actores no profesionales. Eso le permite reemplazar los hipotéticamente
insufribles diálogos de No es perverso ser homosexual, perverso
es el contexto por una banda de sonido en que una voz aguda recita un
manifiesto, un panfleto, una proclama que denuncia las miserias de las
instituciones homosexuales y el horror en que se convierten las vidas
de las personas que se someten a esas instituciones por presión
del contexto. La película termina condenando las relaciones sexuales
callejeras desde una moral aparentemente decimonónica
(hay que recordar el escándalo que rodeó el lanzamiento
del tema Outside de George Michael para comprender lo anacrónico
de esa moral), mientras los personajes se entregan, en la película
a una suerte de diálogo platónico que mima la disposición
intelectual de los celebérrimos charlatanes de El banquete.
CRíTICA
DE LA RAZóN PURA
Las intervenciones
públicas de Rosa von Praunheim son tan polémicas como
sus películas. En 1990, el movimiento gay alemán decidió
expulsarlo de sus filas a causa de sus persistentes reclamos para que
el gobierno cerrara todo sauna o bar gay donde no se advirtieran sobre
los riesgos de contagio del virus HIV. El director declaró entonces
al semanario Der Spiegel: En materia de baños públicos
y casas de masaje, tal vez habría sido mejor tener menos tolerancia
y más control. Luego, en un popular talk-show de la televisión
alemana, reveló la identidad de personalidades famosas de la
política y el espectáculo. El outing es un grito
desesperado en medio de una situación sin salida. Necesitamos
de gente famosa que nos muestre que no estamos solos. Necesitamos que
la prensa no sólo escriba sobre los gays cuando asesinan a alguno.
Necesitamos ejemplos positivos, aunque sean estrellitas de la música
ligera, dijo en aquella oportunidad. Interrogado sobre el episodio,
y las consecuencias en el ambiente gay, confesó: Se me
escapó. ¿Eso significaba que se arrepentía?
No, hice lo correcto.
GENEALOGíA
DE LA MORAL
¿Puedo ser tu salchichón, por favor? es todavía
más audaz, formal y temáticamente (las películas
de Von Praunheim son de todo menos complacientes o tibias) y, si bien
su moral es un poco más esquiva, se atreve a tanto que vale la
pena detenerse en ella. Protagonizada por la más grande estrella
pornográfica de todos los tiempos, Jeff Stryker (equivalente
a Greta Garbo en el cine mainstream), este mediometraje de veintiocho
minutos es una fantasía caníbal que denuncia
aquello mismo que muestra: la relación pornográfica (es
decir: fragmentaria, focalizada, heterosexista) con el cuerpo de Stryker.
La película no se priva de mostrar (sépalo desde ya el
espectador ansioso) el ahora maduro cuerpo de Stryker en todo su clásico
esplendor. Irremediablemente camp, el film termina realizando el mismo
gesto que moralmente censura en sus personajes: propone al espectador,
en última instancia, que sume sus fantasías (o fantasmas,
para el caso es lo mismo) de deglución a la serie que muestre
la película. Si Von Praunheim pretende realmente la incomodidad
del espectador, justo es decir que la consigue. Pero es una incomodidad
histórica: ya no podemos percibir el papel corrosivo de la estética
camp.
CRíTICA
DE LA RAZóN DIALÉCTICA
Rosa von Praunheim gusta de las declaraciones explosivas y es por eso
que los medios alemanes no dejan de interrogarlo sobre cualquier asunto
de su (presunta) incumbencia; por ejemplo, sobre el proyecto del gobierno
alemán para legalizar los concubinatos homosexuales.
Si se resuelve el reconocimiento social de las parejas homosexuales,
¿la escena gay se aburguesará? ¿Por qué
los gays no habrían de ser burgueses? Creo que los homosexuales
se forman con los mismos deseos burgueses que los demás y que
deberían, por lo tanto, tener los mismos derechos.
¿O sea que está a favor de la nueva ley?
Es muy importante que los homosexuales que quieran integrar iglesias,
formar parte de las fuerzas armadas o casarse (cosas que personalmente
no me gustan) puedan darle curso a su vocación. Yo propondría,
en cambio, que no se permita el casamiento a los heterosexuales, ya
que el matrimonio apoya (con la bendición de la legislación)
la represión de las mujeres y los niños, cosa que no me
parece ni humana ni cristiana.
¿Las parejas gay son mejores?
Creo que sí, porque esas parejas no se basan tanto en la
represión.
El Papa y algunos obispos no opinan lo mismo...
Me parece genial. Habría que cuidar y proteger a ese tipo
de gente porque muestra a los demás qué idiota y reaccionario
sigue siendo el mundo. La mayoría de la gente vive en una pseudo-liberalidad.
La sociedad es tan mojigata... Alcanza con ver a los demócrata-cristianos.
DIALÉCTICA
DEL ILUMINISMO
Es esa tensión entre estética camp y moral (que históricamente
nos deja helados) lo que potencia el otro anacronismo del cine de Rosa
von Praunheim: su coraje cívico (sólo posible para los
argentinos en términos de utopía o de imaginación
futurista). Porque el cineasta no sólo se dedica a presentar
históricamente, analizar y desmontar los dispositivos de discriminación
sexual (lo que sería apenas políticamente correcto) sino
que se atreve a condenar la forma actual de la articulación entre
experiencia homosexual y cultura de masas. Es decir: la cultura gay.
En ese punto es donde las películas del director alemán
encuentran su mayor apuesta política: ya no tiene sentido, parece
decirnos, consagrar energías a luchar contra la condena social
de la homosexualidad (que, hoy por hoy, sólo los sectores intelectualmente
más desprotegidos podrían sostener). Lo que se impone
es una crítica al universo gay concebido como un espacio cerrado,
con sus propias instituciones y sus lógicas específicas
(lo que se dice: un mercado). Para entender esa discusión, las
películas de Rosa von Praunheim cuyo próximo proyecto
es un film sobre las actrices de Fassbinder nos llegan demasiado
pronto.
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