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Por un milenio sin infiernos
Señor
Juan Pablo II,
El Vaticano,
diciembre del 2000.
De nuestra
consideración:
En su artículo quinto, la Declaración Universal de Derechos
Humanos (1948) dice: Nadie será sometido a torturas ni a
penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. Y el artículo
primero de la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas
Crueles, Inhumanos o Degradantes (1984) califica como tortura todo acto
por el cual se inflija intencionalmente a una persona dolores o sufrimientos
graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella
o de un tercero, información, o una confesión, o de castigarla
por un acto que haya cometido, y agrega: Todo Estado castigará
esos delitos con penas adecuadas.
La última edición del Catecismo de la Iglesia Católica
(1998) comparte la condena: La tortura, que usa de violencia física
o moral para arrancar confesiones, para castigar a los culpables, intimidar
a los que se oponen, satisfacer el odio, es contraria al respeto y a la
dignidad humana (n. 2297). Sin embargo, el mismo Catecismo admite
los suplicios: La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia
del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de
pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después
de la muerte y allí sufren las penas del infierno, el fuego eterno
(n. 1035).
Al sufrimiento de las almas, el Catecismo suma el de los cuerpos: la resurrección
de todos los muertos, de los justos y de los pecadores (Hechos
24, 15), que precederá al Juicio Final, será la hora
en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz
y los que hayan hecho bien, resucitarán para la vida, y los que
hayan hecho el mal, para la condenación (Juan 5, 28-29)...
e irán éstos a un castigo eterno y los justos a una
vida eterna (Mateo 25, 31.32.46) (n. 1038).
Se materialice o no el sufrimiento anunciado por Jesús, y corresponda
o no juzgarlo con nuestras leyes, el miedo de los creyentes al futuro
suplicio es ya un suplicio: un sufrimiento mental que nuestras leyes y
el Catecismo prohíben.
Frente a estas convicciones de la Iglesia, que rechaza la tortura en vida
y la admite en almas de muertos y cuerpos de resucitados, y alarmados
por la declaración vaticana de que el infierno existe, es eterno
y está lleno de malvados, le solicitamos:
a) que extienda al más allá el repudio a la tortura proclamado
en el Catecismo;
b) que gestione se respeten los derechos humanos de la multitud de almas
que están sufriendo, algunos desde el Gólgota, en tierras
de Satanás.
Terminar con padecimientos de millones, desalojar y demoler el infierno,
tranquilizar a los creyentes, puede hacer realidad su esperanza de que
la Iglesia pasará a la historia como la defensora del hombre.
Lo saluda muy atentamente,
CIHABAPAI
(Club de Impíos Herejes Apóstatas Blasfemos Ateos Paganos
Agnósticos e Infieles)
Si
usted está de acuerdo con esta iniciativa, agregue su firma,
mande la carta al Papa ([email protected]) con copia a [email protected].
Si quiere expresar una opinión, a favor o en contra, o sugerir
alguna otra forma de lucha contra el infierno, escríbanos a la
mencionada dirección. Reuniremos estos mensajes, incluso los que
estén a favor del fuego eterno, para hacérselos llegar a
Juan Pablo II.Adhieren a esta iniciativa de CIHABAPAI: Ademir Demarchi,
Alejandra Bocquel, Alejandra Fenochio, Alejandro Beer, Alejandro Inchaurregui,
Alfredo Benavídez Bedoya, Alfredo Torres, Alvaro Castagnino, Ana
Amado, Ana Gallardo, Anahí Cáceres, Ana Longoni, Ana María
Batistozzi, Ana Tiscornia, Andrea Cavagnov, Andrea Giunta, Andrés
Duprat, Aníbal Cedrón, Antonio Puigjané, Artemio
Alisio, Blas de Santos, Carlos Boccardo, Carlos Gallardo, Catalina Chervin,
Cecilia Garavaglia, Claudia Contrera, Claudia del Río, Claudia
San Martín, Claudio Jorge Willer, Clemente Padín, Cristina
Casabó, Daniel Acosta, David Carbó, Diego de Zavalía
Dujovne, Dini Calderón, Dolores May, Edgardo Sirota, Enrique Oteiza,
Ernesto Ballesteros, Emei, Esteban Alvarez, Felipe Ehrenberg, Fernando
Birri, Fernando Broussalis, Fernando Farina, Fernando Fazzolari, Fernando
Murat, Fernando Bedoya, Gabriela Esquivada, Gabriel Salomón, Gerardo
Guthmann, Graciela Schmilchuk, Gregorio Kazi, Guillermo Kexel, Hilda Beatriz
Velázquez, Hilda Paz, Horacio Abram Lujan, Horacio Tarcus, Inés
Izaguirre, Ivana Martínez Vollaro, Javier Sobrino, Jean Franco,
Jorge Carpio, José Luis Meirás, Juana Neuman, Juan Carlos
Romero, Juan Forn, Julián Castro, Heriberto Berón, Horacio
González, Laura Andreoni, Leandro Katz, León Ferrari, León
Rozitchner, Liliana Her, Lilí Essés, Liliana Piñeyro,
Liliana Porter, Luis Camnitzer, Luis Pablo Cerôa, Macarena Gagliardi,
Magdalena Jitrik, Marcela Miranda, Marcelo Brodsky, Marcelo Grosman, Margarita
Paksa, Mariano Slutzky, Marta Dujovne, Marta Rosenberg, Mauro Pereira,
Maximiliano Abendgott, Michèle Guillemont, Miguel Angel Forte,
Mirta Demare, Mónica Forkes, Mónica García, Mónica
Millán, Nicolás Yarchavsky, Norberto José Martínez,
Norberto Onofrio, Omar Glezer, Oscar Ciancio, Osvaldo Jalil, Pablo Ziccarello,
Pablo Zukerfeld, Patricia Salas, Paula Abalos, Paula Luttringer, Ramiro
Larraín, Rep, Ricardo Longhini, Roberto Amigo Cerisola, Roberto
Jacoby, Roberto Keppler, Silvia Chjeter, Silvia Valdez, Silvina Buffone,
Sometidos por Morgan, Susana Checa, Susana Szurarc, Tamara Stuby, Teresa
Riccardi, Vanina Muraro, Vicente Zito Lema, Victoria Verlichak, Víctor
Redondo, Víctor de Zavalía, Viviana Sasso, Vórtice
Argentina/FGD (siguen las firmas).
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